Estudiantes secundarios aprenden ciencia fuera del aula

Manos a la obra. Uno de los grupos de estudiantes en el patio del colegio haciendo mediciones de la sombra que proyecta el Sol. | Foto: Pablo Cuarterolo

Facundo, sin sacar los ojos del reloj de su smartphone, indica en voz alta el momento exacto en el que se debe marcar el punto. Esa tarea le corresponde a Roco, que con una birome señala con precisión, sobre una gran cartulina blanca, el exacto final de la sombra del indicador. Y procede a anotar hora, minutos y segundos de la toma. Por su parte Tomás se ocupa de que el «gnomon» -el nombre técnico del «indicador»- permanezca inmóvil y derecho para prevenir generar errores durante el muestreo de datos. Abril -la cuarta integrante del equipo- verifica todo el proceso sin dejar de sostener con sus mano la gran cartulina que el viento que se embolsa en el patio del colegio, insiste en mover. Los cuatro son uno de los equipo de la escuela Santa María de Luján, en CABA. Y, junto a otros equipos de estudiantes participan de la edición 2019 del «Proyecto Eratóstenes», una experiencia científica global que en Argentina se viene realizando hace desde hace ya más de una década y de la que en este año participan unos 11 mil chicos de una veintena de países del mundo. Y con un dato llamativo: casi la mitad de los participantes son estudiantes de escuelas secundarias argentinas de todo el país.

«El proyecto Eratóstenes es una actividad que coordinamos desde la carrera de física en la Facultad de Ciencias Exactas hace ya once años«, contó el doctor Hernán Grecco, físico, profesor de la UBA e investigador del Conicet. Y agregó: «lo que nos mueve es la idea de que la Universidad no solo tiene que dedicarse a enseñar o a la investigación; también debe cumplir un rol social, explicando que hacen los científicos con sus recursos. Al mismo tiempo, son acciones que muchas veces terminan generando vocación por las ciencias exactas en los chicos, un tema que es clave en todo el mundo y que influye en el desarrollo de un país».

Según Grecco, el proyecto es un recurso educativo que le ofrecemos a las escuelas de todo el país. Es una actividad pensada para chicos de cuarto o quinto año, que tengan ya conocimientos de física o trigonometría que pueden ser aplicados en el experimento. Aunque también hay una versión más simple que puede hacer con chicos de escuela primaria.

Para Claudia Tamayo, profesora de física en el Santa María de Luján, y que participa cada año con diferentes grupos de estudiantes «lo esencial no que aprendan de matemática o trigonometría, sino como hacer la experiencia. Porque durante la preparación y realización del experimento los chicos aprenden, en forma intuitiva, como funciona el método científico, como un experto observa un fenómeno natural, hace una hipótesis, piensa un experimento posible, lo realiza, juega con las nociones de errores en la medición o incluye ideas muy básicas de estadística. Todo eso resume un poco lo que hace y como trabaja la ciencia».

Este tipo de experiencias científica va mucho más allá de la física o la trigonomería. Según Paula Castrillo, docente de física y biología en la ciudad de Ayacucho y que este año participa con sus alumnos por primera vez, explicó que «nos sumamos porque me parece importante que los chicos salgan a experimentar, se planteen y corroboren hipótesis y desarrollen una actividad científica. Además, creo que el proyecto Eratóstenes es muy importante para hacer una separación entre ciencia y pseduciencia porque hoy, en las aulas, es muy común encontrar estudiantes que se cuestionen la veracidad de que la tierra es “redonda”, débido al éxito viral de los videos de los terraplanistas«. Para Castrillo, participando de este proyecto sus estudiantes tendrán en claro que no hay evidencias sobre “teoría de la tierra plana”, mientras que su esfericidad es fácilmente comprobable con experimentos sencillos, como el que propone proyecto Eratóstenes».

Para Grecco, «como estos experimentos se hacen en equipo con chicos de otros países pueden entender muy gráficamente que hacer ciencia hoy necesita comunicaciones entre pares trabajando en conjunto desde diversos lugares y culturas. Y que con otros grupos distantes tenemos algo en común: un lenguaje que nos une como es la ciencia y la matemática».

Como se hace

El objetivo del Proyecto Eratóstenes es emular lo que hizo este geógrafo y matemático griego hace más de 20 siglos: calcular la circunferencia y el radio de la Tierra con una error mínimo. Para eso los grupos de experimentadores actuales deben medir, en el mismo día y a la misma hora, en dos ciudades o puntos geográficos separados por al menos 400 kilómetros y ubicados en un mismo meridiano, el largo de una varilla vertical (gnomon) y también el que proyecta su sombra durante el mediodía. Para completar la experiencia y obtener un número final, que puede diferir en apenas un 1% con el valor conocido del radio y del perímetro terrestre, no se necesita más que una varilla recta, birome, papel y cinta métrica. Marcando y midiendo el ángulo que forman los rayos del sol con la vertical en un lugar dado y hora dada y comparando con los resultados similares obtenidos por otra «escuela» es posible determinar esos valores con un alto grado de exactitud.