Ayer miércoles 25 de septiembre el gobierno argentino -la parte que en estos días es relevante, al menos- estaba en Nueva York. El ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, y el presidente del Banco Central, Guido Sandleris, se reunieron con los directivos del Fondo Monetario y con su directora gerente recién confirmada, la búlgara Kristalina Georgieva. El presidente Macri también estuvo con David Lipton -el hombre clave en esta situación-, dio un discurso en las Naciones Unidas, y compartió un cóctel formal con el presidente Trump.
Pero… «no way, man», como lo pondrían allá en Nueva York. El director general interino, vicepresidente del Fondo y representante de los EE.UU. en su directorio, David Lipton, ya había bajado el pulgar en declaraciones a Bloomberg. Dejó en suspenso el desembolso de US$ 5.400 millones, aprobado desde el 15 de septiembre.
«El programa financiero de Argentina con el Fondo Monetario Internacional estará en suspenso durante algún tiempo, a medida que esa nación lidia con una severa incertidumbre política y económica. El FMI trabajará para una eventual reanudación de una relación, algún tipo de relación financiera con ellos, que puede tener que esperar un tiempo. La situación de Argentina en este momento es extremadamente compleja”.
No debe verse esto -en nuestra opinión- como un desinterés del Fondo en la Argentina, ni tampoco como un cambio en la posición de los EE.UU.
La reunión de Georgieva con Lacunza fue la primera que tuvo en su nuevo cargo al frente de la institución. Y es lógico: Argentina es hoy su principal deudor, así que el problema es de ambos.
Y creemos que a Trump le gustaría que Macri fuera reelegido -mucho más que un peronista imprevisible. Pero… las elecciones las tendría que ganar él.
En las palabras de Lipton “Estamos listos para ayudar a cualquiera que gane las elecciones presidenciales. No es nuestro negocio tratar de adivinar el camino político en el futuro, no podemos hacer eso”.