El gobierno y Caputo S.A. frenaron la mayor planta de radiofármacos del Hemisferio Sur

Agosto de 2018, instalación de la pileta principal del reactor RA-10 de la Comisión Nacional de Energía Atómica en el Centro Atómico Ezeiza. La obra todavía seguía.

Ayer jueves 26, tarde, nos llegó un comunicado de APCNEAN (Asociación de Personal de la Comisión Nacional de Energía Atómica). Dice sucintamente que la constructora Caputo S.A. paró la construcción del reactor RA-10 de Ezeiza porque el gobierno le debe 215 millones de pesos, de modo que Caputo debió suspender a 90 trabajadores calificados.

¿Debió? Como dice el comunicado: “Caputo nunca perdió, el presupuesto fue siempre ajustado a la inflación y a la devaluación de nuestra moneda”.

Añadimos: trabajadores muy calificados. El RA-10 no es un barrio vertical pituco y con shopping, de esos que se levantan en espacios hasta hace poco verdes y públicos. Lejos de ello, el RA-10, obra que debía inaugurarse en 2020 y ahora suma 3 años de atraso, es la futura fuente de radiofármacos para diagnóstico y tratamiento de enfermedades circulatorias, oncológicas, neurológicas y autoinmunes del país. Pero también posiblemente de toda América Latina, y varios países más del Hemisferio Norte

¿Entonces pueden quedar en la estacada centenares de miles de compatriotas con enfermedades serias? No es imposible. ¿Terminaremos comprando radionucleídos en los que tenemos autoprovisión desde 1967, y que incluso exportamos? Vamos de cabeza en esa dirección.

Por ahora, la salud pública (y la privada) argentinas vienen tirando con el reactor RA-3, que ya está viejo y para decomisar en cuanto lo reemplace el RA-10, si alguna vez lo hace. Dentro de una oferta diagnóstica y terapéutica enorme, el RA-3 produce molibdeno 99m, usado en el 80% de los diagnósticos por imagen nuclear del mundo. Por su corta vida media este radioisótopo no es almacenable, se lo distribuye a toda velocidad para que se consuma mientras se lo sintetiza, y aquí, por sucesivas repotenciaciones hechas por la CNEA, nos sobra producción como para dar diagnóstico certero a cualquier argentino de a pie, y venderle excedentes a todo el sur de Brasil.

Vista del RA-10 totalmente construido, cosa que debía suceder en 2020, pero “sucedieron cosas”.

El molibdeno 99m falta en todo el Hemisferio Norte y no se produce siquiera en EEUU, y tampoco en Canadá, que suplía a EEUU. El poco que circula sale de 5 reactores del mundo, 4 de ellos técnicamente decrépitos, mucho más viejos que nuestro RA-3. Como salen de línea a cada rato, por reparaciones no planificadas, hubo y hay meses en años recientes cuando su desabastecimiento en el Hemisferio Norte se vuelve una tragedia médica, pero bien silenciada. Hay un solo reactor de producción suficientemente nuevo. Por ahora, además, es el más confiable y mejor equipado del mundo: el OPAL de Sydney, Australia, obra de INVAP SE, empresa argentina creada por la CNEA. Está en planos otra planta mucho mayor a construirse en Petten, Holanda, obra también de INVAP. De todo esto, AgendAR tiene información adicional aquí.

El mejor reactor actual, que con apenas 20 MW de potencia está copando el 40% del mercado mundial es argentino, el próximo mejor (y casi 3 veces mayor) también será argentino, ¿y aquí se tienen que joder 90 trabajadores calificados, decenas de miles de enfermos, y el país perder exportaciones millonarias de radiofármacos? ¿Y eso porque sucesivos magnates macristas de la manganeta endeudaron el país hasta las manos con el FMI y se fumaron o se fugaron la plata? ¿Les suena el nombre Nicky Caputo?

El comunicado que nos llega con la firma del físico nuclear Andrés Kreiner, secretario de APCNEAN y experto en aceleradores de partículas de aplicación médica, dice esto: “El contratista de mayor peso en la obra pública (se refiere a Caputo SA) exige al Estado el pago del dinero adeudado para aprovechar, sin duda alguna, los últimos meses de bicicleta financiera y trata de imponer condiciones al próximo gobierno”.

APCNEAN cree que las condiciones que generan el parate de la obra forman parte del libreto clásico de nuestro acreedor en jefe, el FMI: a privatizar el RA-10 o queda parado.

En 2010, cuando se planificó el RA-10, el desabastecimiento de tecnecio 99 en el Hemisferio Norte alarmaba a la OCDE, que pidió ayuda a Argentina. De haberse inaugurado aquel año -una imposibilidad técnica-, el RA-10 podía dar 50 años de ganancias puras con un precio de construcción de US 300 millones. Era el  equivalente de 7 meses de producción y exportaciones, a valor de entonces.

Pero el pedido de la OCDE, un club de ricos donde sólo estamos por ser miembros del NSG (Nuclear Suppliers Group) del Organismo Internacional de Energía Atómica, coincidió con otro más interesante, proveniente de Brasilia. Si íbamos a un reactor mayor, Brasil, nuestro socio en otro club más valioso para el país, el MERCOSUR, nos compraba la ingeniería.

Una “Moly Cow” argentina (unidad generadora de tecnecio 99m), la producción material más valiosa del RA-3 actual y probablemente del RA-10. Podríamos copar el 40% del mercado mundial.

La opción rápida en construcción y licenciamiento habría sido clonar en Ezeiza el OPAL de Sydney. Pero la CNEA prefirió correctamente un rediseño a fondo para sacar mayor potencia, mayor volumen de productos y tener a mano capacidades mucho mayores que las que ofrece el hoy exiguo RA-6 barilochense, en ciencia de materiales y en docencia y formación práctica de físicos, químicos, ingenieros y médicos nucleares.

Es que desde el diseño al licenciamiento, desde la construcción hasta la puesta en marcha, desde el medio siglo de operación planificado y hasta la decomisión a término de vida útil, los reactores multipropósito son el modo de construir (o reconstruir) los recursos humanos nucleares de cualquier país. En el caso de los de Argentina, en 2010 seguían devastados por los recortes letales de presupuesto y políticas expulsivas de personal que campearon entre 1982 y 2006, y hoy se repiten.

Los reactores multipropósito no son simplemente fábricas de radiofarmacia: son universidades tecnológicas públicas, en las que un país exportador de fierros nucleares como Argentina forja sus propias huestes de expertos. Y las de otros países.

Un aparato sencillo y sin intenciones de producción como el RA-6 de Bariloche sirvió no solo como vidriera de capacidades de ingeniería nuclear propias, sino para otra forma de márketing. Como unidad docente, el RA-6 se usó desde los ’70 para becar doctorandos y postdoctorandos en asuntos nucleares no sólo propios, sino de lugares muy lejanos. No es  nada que hayamos inventado aquí. Son apuestas a largo plazo: en algunos casos, esa futura dirigencia tecnológica termina siendo cliente, como ha sido el caso de Perú, Bolivia, Argelia, Egipto, Arabia Saudita y siguen las firmas.

No incluimos a compradores como Australia y Holanda, que vinieron simplemente por prestigio mundial bien ganado y mejor oferta tecnológica. Eso sucedió en 2000, 2009 y 2018, en licitaciones en las que hubo literalmente que destruir con la nuestra las propuestas de Rusia, Corea, Francia, Japón, China, Canadá y otros dueños de la pelota nuclear, y sin poder dar financiación equivalente a la de ellos. Tampoco incluimos a EEUU: en todo este siglo no han competido contra nosotros.

En 2010, en el 4to año del “renacimiento nuclear criollo”, era preferible apuntar a tener el mejor reactor del mundo que un clon del OPAL en Ezeiza. ¿Por qué irse a menos de 30 MW, cuando los australianos, con un reactorcito argentino de 20 MW, desde 2006 hasta hoy capturaron el 40% del mercado mundial de tecnecio, incluidos los EEUU? Canadá, nuestro principal oponente en aquella licitación, años más tarde tuvo problemas de licenciamiento con sus dos enormes reactores MAPLE de 80 MW cada uno, debió cerrarlos sin haber podido ponerlos en marcha, y las autoridades de las instalaciones de White Chalk River, Ontario, admitieron que habría sido mejor contar con aparatos como el OPAL hechos por la Argentina, estables y de alta disponibilidad.

La opción de irse a más en parte ya pagó: Brasil compró finalmente a INVAP la ingeniería del RBM (Reactor Brasileño Multipropósito) mientras la Autoridad Regulatoria Nuclear de Argentina (ARN) daba la luz verde al nuevo diseño del RA-10, que por tener una gran cantidad de usos científicos y tecnológicos extra-médicos, es complejo y tomó 6 años. La obra empezó recién en 2017, a terminarse en 2020: haceme reír. Claramente, la administración nuclear anterior no previó la presidencia de Mauricio Macri.

Los inmediatos ajustes de presupuesto, el atraso de las obras “de bandera” y el congelamiento de los sueldos nucleares desde que asumió el prócer del PRO hicieron que la CNEA perdiera 194 expertos en 2016, 236 en 2017, 334 en 2018 y 238 en lo que va de este año. Esto ya suma el 25% de sus planteles profesionales. No es poner un aviso en Clarín y regresan. Formar un ingeniero o físico nuclear fogueado a niveles directivos toma al menos 20 años y cuesta millones de dólares. Y más de uno se quemó con leche por segunda vez: estaba en el exterior y levantándola en pala, y volvió a su patria cuando el átomo criollo renació desde 2006 hasta 2015. Y desde entonces “pasaron cosas”, como dijo alguno.

La lobotomía nuclear macrista es más notoria aún en la gerencia CAREM, el único programa más “de bandera” que el RA-6. Esa cúpula experta solamente este año perdió el 50% de sus proyectistas jefes. Y hace 3 días, Arabia Saudita, donde ya tenemos un reactor operativo, firmó carta de intención con KAERI de Corea por una central nucleoeléctrica compacta SMART, copia fiel de nuestro CAREM que está casi parado en obra.

Acabamos de regalarle a Corea la oportunidad de construir el primer SMR del mundo (Small Modular Reactor) y de venderlo al resto del mundo en «joint-venture». Es un diseño compacto e inherentemente seguro que surgió aquí, en 1984. Y el futuro de la electricidad nuclear mundial son los SMR. Hoy en el mundo hay 50 proyectos en competencia, y el nuestro era el único en construcción. Primera excavación de cimientos en 2011, debió entrar en línea en 2017 a más tardar. ¿Suena familiar?

El presidente Mauricio Macri jamás se pierde una oportunidad de perderse una oportunidad, pero lo de parar además la obra del RA-10 es insólito. Porque a diferencia del CAREM, donde éramos pioneros y la “pole position” había que ganarla, en reactores multipropósito somos desde 2006 el número uno mundial, la referencia obligada, el competidor más respetado y temido. Era un sitial a defender, no a conquistar. ¿Se puede ser tan imbécil?

Es cierto que el RA-10 resume, como no lo hace ninguna otra instalación, varias ideas-fuerza:

  • la salud pública,
  • la universidad pública,
  • la industria de alta tecnología,
  • las exportaciones de alto valor agregado.

Son asuntos que, a decir verdad, a un gobierno de tilingos, prestamistas y exportadores de naturaleza cruda les caen muy atravesados. No van con su modelo de país. La plata la hacen de otros modos. Y la gastan en otras cosas.

Pero no es menos cierto que este gobierno tiene fecha de vencimiento. Y en el área nuclear más que en otras, desde que Macri se sabe de salida, quiere dejar la cancha lo suficientemente embarrada como para que el próximo presidente “no tenga más remedio que privatizar”, o dejar inconclusas obras críticas para el desarrollo futuro, como el CAREM o el RA-10. Es el libreto del FMI para los hiperendeudados, es lo que denuncia abiertamente APCNEAN, y es lo que está sucediendo ante nuestras narices.

Este mapa de posibles proveedores de Mo_99 en 2030, de la National Academy of Sciences de los EEUU, (en su página aquí) data de 2016, y dice, con signos de interrogación que indican dudas, que en el desabastecimiento que todavía dura, no se puede contar con la Argentina como fuente segura.

Ojalá les volvamos a dar una sorpresa.

Daniel E. Arias