Nos parece significativo este reportaje al CEO de una de las empresas más importantes de nuestro país, aunque no esté entre las más mencionadas en los medios. Una megacompañía familiar cuyas ventas están cerca de los 3 mil millones de dólares anuales, que cultiva unas 200.000 hectáreas y procesa 20.000 tn/día de semillas. También es significativo que lo publique La Nación (aunque seguramente sin entusiasmo). Si bien Roberto Urquía tiene una historia de buena relación con el peronismo, nos parece que estas declaraciones indican que un sector fundamental de la actividad económica local -tal vez el más dinámico- está recalculando sus opciones en vistas a un nuevo gobierno, y la aceptación de políticas más «mercado internistas» que las que estuvieron en vigencia en estos últimos años.
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«En los últimos días, Roberto Urquía, propietario de Aceitera General Deheza, fue muy mencionado por estar cerca del candidato del Frente de Todos. El empresario consideró que el próximo gobierno tiene que impulsar acuerdos y elogió un concepto de Alberto Fernández. Incluso A. F. le agradeció personalmente por invitarlo al almuerzo de la Fundación Mediterránea, el jueves pasado.
De perfil bajo, Urquía no habla mucho. Reparte su vida entre General Deheza -pueblo del que fue intendente- y Buenos Aires por los negocios de AGD, una empresa integrada verticalmente. En Córdoba estuvo ligado siempre al peronismo: llegó al Senado nacional de la mano de José Manuel de la Sota y mantiene su vínculo con el actual gobernador, Juan Schiaretti, a quien define como un mandatario «muy especial, con mucha experiencia y mucha visión».
En diálogo con los medios afirmó que Fernández está «tratando de recorrer gran parte del país productivo, de ver la problemática de cada sector y de cada región en particular», lo que evaluó como positivo. Respecto del discurso del candidato en la Fundación Mediterránea, se quedó con la definición de que «no hay antinomia entre mercado local y de exportación, de que deben convivir uno y otro. Para este país ese concepto es muy importante».
AGD es, desde hace décadas, uno de los principales grupos agro-industriales del país, integrado de manera vertical y con una facturación global de unos US$ 2.700 millones. No solo produce aceites crudos de soja, girasol y maní, aceites refinados y envasados, proteínas vegetales, maní apto para consumo humano y blancheado, manteca de maní, mayonesas y aderezos, sino que también está en el área de biodiésel y bioetanol, en la comercialización de cereales, opera la Terminal 6 en el puerto de Rosario e integra la sociedad del ferrocarril Nuevo Central Argentino (NCA).
-Como empresa, AGD atiende los dos mercados. Fernández también mencionó que debía terminarse la pelea de campo o industria.
-Sí, pero para mí la clave pasa por fomentar el consumo local y el externo. Debe hacerse a la vez; pareciera que es uno u otro, pero para mí son los dos. Lo crucial es tratar de exportar los productos del campo con valor agregado, porque de esa manera se permite desarrollarse al interior y generar puestos de trabajo formales. En el comercio internacional hay una gran lucha y por eso crece a menos del uno por ciento anual; cada país intenta agregar valor dentro de su territorio. La Argentina es uno de los cinco o seis principales productores de alimentos del mundo y debe seguir esa tendencia, sumar valor.
-¿No se impulsó esa política en estos años? ¿Es un problema todavía?
-En lo que atañe a nuestro sector, sí; hemos venido insistiendo permanentemente, pero no hemos logrado convencer. Coincidí plenamente con el presidente Macri al inicio de su gestión cuando afirmó que no teníamos que ser el granero del mundo, sino proveedores de los supermercados. Pero no se dio.
-Desde el Gobierno insisten en que la Argentina está más integrada al mundo, en que se firmaron decenas de acuerdos comerciales…
-Eso está muy bien, lo comparto, pero no hay mercados abiertos. Greta [por Thunberg, la activista ambiental sueca] criticó a la Argentina porque contamina; fue un error tremendo. Detrás de eso hay intereses de las multinacionales. La Argentina es uno de los países que menos contaminan. Son las grandes potencias las que lo hacen. La libertad de comercio mundial es una falacia; cuando se quiere ingresar a un mercado comienzan las barreras paraarancelarias. Entiendo que el Gobierno creyó mucho en un comercio internacional libre, pero no es libre; cuando queremos llegar con un producto a una mesa en otro país empiezan los problemas.
-¿Las observaciones de Austria y Francia al acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea lo pueden hacer tambalear?
-Ese acuerdo, para nuestro sector, no era bueno. Las materias primas pagaban igual derecho de ingreso que las elaboradas e igual salían de la Argentina. No había incentivo a sumar valor. Creo que el acuerdo se ha caído, por lo que menciona de Austria y Francia.
-Inflación, financiamiento, reforma laboral, ¿son los temas claves para el próximo gobierno, cualquiera sea?
-Son deberes para todos los argentinos, sea para el que gane el 27 de octubre o si hay segunda vuelta, aunque personalmente no lo creo. Claro que en este país no se puede decir que algo no se va a dar… Hay que acordar 10 o 15 puntos a seguir y trazar un camino para que este país de una buena vez salga adelante. Están los recursos naturales y la gente para hacer los procesos productivos. No puede ser que tengamos 30% de la población debajo de la línea de pobreza.
-¿Esos puntos son el pacto social del que se habla?
-No sé si es un pacto social o qué, pero debemos juntarnos, acordar y zafar de donde estamos. No hay forma de que una pyme soporte una tasa de interés del 70% o del 80% anual; sus dueños ponen su casa o su auto para sacar un crédito. En general -repito, en general-, cuando a una empresa grande le va mal su dueño queda rico, no queda pobre; el mediano y pequeño empresario pone todo lo que tiene. Hay realidades que hay que cambiar y pronto, independientemente de quién gane.
-¿Da por superada la pelea con los dirigentes kirchneristas que lo maltrataron cuando votó en contra de la resolución 125?
-Yo nunca me peleé con nadie, siempre fui fiel a la gente de la provincia a la que representaba en el Senado. Es cierto que a muchos no les cayó bien, pero estoy seguro de que hubieran votado de la misma forma. El paso del tiempo afloja todas las tensiones; años después muchos reconocieron que sí, que hubieran actuado como yo en mi lugar. No podía votar de otra forma».