Sigue avanzando la erosión de las playas argentinas

Lo registran los especialistas y hasta lo muestra Google Earth: en las últimas décadas, varias costas bonaerenses están sucumbiendo al embate del océano. Es lo que sucede, por ejemplo, en Punta Rasa, la espiga arenosa que estaba en el límite entre el Río de la Plata y el océano Atlántico. «De acuerdo con imágenes satelitales, retrocedió 700 metros en las últimas dos décadas. Desapareció«, destaca Guido Bacino, becario posdoctoral del Servicio Geológico Minero Argentino (Segemar). Algo similar está sucediendo en Punta Indio, en el extremo norte de la Bahía de Samborombón: retrocede entre cuatro y siete metros por año.

Las causas, afirman los investigadores, son una combinación de factores naturales y antropogénicos: «Este proceso es fruto del aumento del nivel del mar, cambios en la dirección y frecuencia del oleaje, y falta total de planeamiento urbano», dice Jorge Codignotto, geólogo del Conicet, también en el Segemar.

Codignotto, Bacino y un grupo de científicos del Conicet que incluye a meteorólogos, geógrafos especialistas en ciencias ambientales y otros le están siguiendo las huellas a la problemática costera. «Hay sectores de costa, como Mar del Tuyú, donde se están cayendo las casas como consecuencia de políticas erráticas que no tomaron en cuenta los procesos costeros», afirma Codignotto.

Según explica Walter Dragani, investigador del Conicet en el Servicio de Hidrografía Naval, loteos de 1940 libraron permisos para construir directamente sobre los médanos, al borde del océano. «Eran las propiedades más caras -explica-. Pero el mar usa el médano como un reservorio de arena: saca y pone según los ciclos de mal o buen tiempo. Cuando hay una casa, socava, desmorona y genera una zona de destrucción. Por ejemplo, la tormenta de febrero de 1993 destruyó ocho cuadras de costa. Coincidió con el huracán Andrew y comparaban el desastre de Miami con el de la costa bonaerense».

Mar del Tuyú. La misma casa en fotos de 2009 y 2016

El problema va más allá del aspecto puramente ambiental. «Las casas empiezan a destruirse y los propietarios dejan de pagar el impuesto municipal y el territorial -dice Codignotto-. Esas personas no pueden vender la propiedad porque no encuentran compradores. Todo el ecosistema de carpinteros, vidrieros y albañiles se queda sin trabajo. Y los turistas tampoco quieren ir. Han arruinado el recurso y aumenta la pobreza por un factor impensado».

De acuerdo con los científicos, para evitar estos procesos de degradación no son necesarias obras monumentales, sino un buen manejo costero. Una de las principales medidas que habría que tomar es regular el espacio que debe dejarse entre la primera línea del mar y el comienzo de la construcción urbana; es decir, no destruir el médano natural.

Entre las zonas que presentan estos problemas están Santa Teresita norte, Las Toninas y Mar de Ajó sur. Pero no todas las costas experimentan los mismos fenómenos. «Por ejemplo -ilustra Dragani-, Nueva Atlantis y Mar de Ajó están separadas apenas siete u ocho kilómetros. Una presenta una zona de acreción (aumento de playa) y otra, de erosión (pérdida)». Otra es la situación de la Bahía de Samborombón, área de estudio de Bacino, especialista en ciencias ambientales. «Se trata de una costa de humedales que reaccionan de forma diferente -destaca-. Por ejemplo, no se reconstituyen tan rápido como los médanos. Es un lugar en el que casi no hay actividad antrópica. En este caso, el cambio en la dirección del viento, y en la dirección e intensidad de las olas está produciendo una erosión muy fuerte, similar a la que ocurre en otros estuarios del mundo. La bahía pierde arena en los extremos y la gana en el centro. Se está viendo que las tasas de cambio son más altas en las últimas décadas».

«Los datos están -afirman los científicos-. Es importante que se conozcan, se discutan y se tomen las decisiones necesarias».

Mar del Tuyú. La misma casa, en dos fotos de 2009, y 2016

Como en muchos otras playas de la costa atlántica, en ésta los vecinos atribuyen la disminución de la playa al robo impune de la arena.

VIALa Nación