El agua es el elemento esencial de la vida y un insumo imprescindible para la agricultura. Cuando no se puede conseguir que el agua llegue a una parcela, se la puede obtener mediante el uso de energía. Sin embargo, el desarrollo de la agricultura también se da en territorios que no cuentan con acceso al servicio de agua ni al de energía, como sucede en muchos casos con los pequeños agricultores. Con esa problemática en mente, investigadores del Instituto de Investigación y Desarrollo Tecnológico Para la Agricultura Familiar (IPAF) Región Patagonia del INTA recuperaron una tecnología que se usaba hace siglos y la adaptaron para irrigar parcelas y dar agua a animales en emprendimientos de pequeña escala y sin acceso a la red eléctrica. El único requisito es que estén cerca de un curso de agua que tenga una velocidad de unos treinta centímetros por segundo.
Los investigadores del IPAF Patagonia diseñaron una bomba hidrocinética con elementos al alcance de cualquier agricultor. En el norte de la Patagonia este tipo de bombas pueden entregar unos 11.000 litros de agua por día sin interrupciones y con un costo de construcción mínimo. Esto es suficiente para irrigar una superficie de mil metros cuadrados de producción o para dar agua al ganado.
Lucas Zanovello, investigador del IPAF Patagonia, dijo: “Por lo general, al principio teníamos bastante escepticismo, tanto por parte de los agricultores como de cualquiera con quien hablábamos. Pero cuando se la ve funcionar, una vez pasada la sorpresa, es muy bueno el recibimiento porque destraba algunas cuestiones que parecían irresolubles”.
El IPAF trabaja en un área adonde hay un gran sistema de riego con ríos y canales, aunque quienes practican la agricultura familiar suelen tener tierras marginadas de este sistema y no pueden acceder al agua simplemente por gravedad (el terreno a irrigar está más alto que la fuente de agua). En algunos de estos casos, el río no tiene pendiente pero sí una velocidad y un caudal que pueden ser aprovechados.
Del río al campo
La bomba está construida con un tambor que en su interior tiene enrollada una manguera y algún tipo de flotador que le permite estar sumergida en un cincuenta por ciento. También tiene un conector giratorio y álabes (paletas curvas) que convierten el movimiento del agua del río en movimiento de giro. Cuando el tanque gira hace que en sus mangueras ingresen pulsos de agua y de aire en forma alternada. Estas burbujas de aire permiten acumular presión que empuja el agua para que circule hasta una cisterna ubicada a mayor altura.
El tipo de bomba que más ha usado el grupo del IPAF Patagonia es un tanque flotante con eje de giro paralelo a la circulación del río. El tanque giratorio ideal debería tener la forma de una gota, pero han tenido buenos resultados con macetas plásticas de forma cónica. “Las mangueras de adentro del tambor giratorio deben ser lo más livianas posible porque cuando uno empieza a meter varios metros de manguera adentro de ese tanquecito se pone pesado. Usamos las mangueras cristal, las transparentes”, explicó Zanovello.
Para los álabes de la hélice que va unida al tambor giratorio han usado desde piezas de electroventiladores de camionetas hasta recortes de plástico hechos a medida. Aquí lo que se busca también es que la velocidad de giro sea suficiente, tanto para dar inercia como para poder desenredar algas que puedan bajar con la corriente del río. El mayor problema de la zona es la lama (o barro) que se puede enredar en el dispositivo giratorio e impedir su movimiento. Se necesita una velocidad de unas sesenta vueltas por minuto para que la bomba pueda librarse de esos sedimentos sin trabarse.
La pieza más crítica es el acople que conecta el tanque giratorio con la manguera estática que llevará el agua a la cisterna. “Hemos probado varias opciones”, explicó Zanovello. Y detalló: “Acoples giratorios rápidos de jardín, de hidrolavadoras o de aspersores desarmados, en los que usamos la parte de giro del aspersor. Los acoples plásticos de jardín no los hemos hecho durar más de un mes y, si bien su costo está debajo de los cien pesos, aumentan el mantenimiento que hay que hacerle a la bomba. Los acoples giratorios de aspersores son los que más nos han durado pero también hay que reemplazar las arandelas que hacen de sello hidráulico cada unos seis meses”.
Lo ideal es que el tanque giratorio este sumergido por la mitad y eso debe comprobarse con la bomba en el agua, ya que, según el peso de los materiales que se usen, el hundimiento puede variar y se debe compensar con algún tipo de flotador. En los primeros modelos usaban botellas de plástico vacías, pero lo más práctico han sido cámaras de moto que permiten el inflado a medida para regular la flotabilidad. Una vez instalada la bomba ya no es necesario regular este aspecto, aunque también es posible modificarlo dentro de algunos límites, ya que si la bomba trabaja más sumergida entregará mayor caudal de agua, pero si lo hace con una superficie mayor fuera del agua entregará mayor presión, lo que permitirá llevar el agua a una cisterna a mayor altura.
“En zona cordillerana estamos empezando a usar las bombas de eje transversal por la velocidad con la que baja el agua, lo que nos permite hacer equipos que trabajan a buen régimen sin mayores daños. Esto permite jugar con el ancho del tambor y así tener diferentes potencias de bomba y, como permite tener una bobina más grande, también tenemos mayores alturas y mayores presiones con ese esquema”, sostuvo Zanovello.
Los investigadores del IPAF Patagonia han trabajado directamente con unos 15 productores de la zona que ya instalaron sus bombas. También han capacitado a instituciones que instalaron otras 15 bombas de manera independiente, principalmente en Cuyo, Catamarca y San Juan. También han interactuado con productores de diversos países de América Latina que pidieron asesoramiento.
A finales de este año, el IPAF Patagonia presentará una guía paso a paso para la construcción de este tipo de bomba. Mientras tanto, Zanovello se encuentra trabajando para capacitar agricultores familiares en biodigestión para obtener un biogás que permita el acceso a calefacción, cocción y agua caliente. El equipo de investigadores del INTA también trabaja en la la construcción de termotanques solares e instalaciones de energía solar fotovoltaica para riego. ( Por Matías Alonso )