Las hormigas cortadoras de hojas son consideradas una de las principales plagas agrícolas y forestales en las regiones tropicales y subtropicales del continente americano. Ahora, científicas de Bariloche identificaron un compuesto volátil de manzanas y ciruelas frescas con un “potente” poder de atracción de estos insectos, lo cual habilitaría su incorporación en cebos alimentarios tóxicos.
La molécula, heptil butirato, ya se encuentra disponible de manera comercial en otros países como trampa química para avispas, dado que actúa en esos insectos como feromona o mediador de mensajes.
Pero el mismo compuesto también atrae a las hormigas, según descubrieron la bióloga Micaela Buteler y otros científicos del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medio Ambiente (INIBIOMA), en San Carlos de Bariloche. Y podría emplearse como alternativo o complemento al atrayente que más se utiliza junto a insecticidas en cebos, la pulpa de naranja y otros cítricos.
“La pulpa de cítricos puede perder eficacia si las hormigas aprenden a asociarla con el pesticida en el cebo, por lo cual el heptil butirato podría usarse en una estrategia de manejo donde se roten atrayentes”, expresó Buteler.
Las científicas realizaron experimentos en Dina Huapi, una localidad rionegrina próxima a Bariloche, colocando cebos con distintas dosis de heptil butirato cerca de nidos de poblaciones naturales de hormigas cortadoras de hojas de la especie Acromyrmex lobicornis, conocida vulgarmente como hormiga negra del sur y predadora temida de hojas y brotes de árboles como eucaliptus, olivos, algarrobos, álamos y sauces.
Los resultados fueron alentadores. En comparación con los cebos que solo contenían azúcar, aquellos con heptil butirato al 1% atrajeron un 92% más de hormigas. Y fueron tan efectivos como aquellos que contenían pulpa de naranja.
“El próximo paso sería realizar estudios a campo evaluando la efectividad de un cebo que incorpore este compuesto, tanto frente a Acromyrmex lobicornis como a otras especies de hormigas cortadoras de hojas”, enfatizó Buteler.
Del estudio, publicado en “Anais da Academia Brasileira de Ciências”, también participaron la primera autora del trabajo, Andrea Alma, del INIBIOMA, que depende del CONICET y del Centro Regional Bariloche de la Universidad Nacional del Comahue (UNCo); Patricia Fernández, del CONICET y de la Facultad de Agronomía de la UBA; y Daiana Perri, de la Facultad de Agronomía de la UBA. / (Agencia CyTA-Fundación Leloir)