El decreto que permite importar basura plástica debe ser derogado

La semana pasada publicamos una nota que recogía la alarma de entidades europeas que cuestionan la exportación de basura desde los EE.UU. ante un decreto de Macri de agosto de este año que permitía importarla. Esto ya había provocado ruido entre nosotros. Desde Infobae a Página 12, hasta la oficial Télam informaron. También AgendAR, naturalmente.

Pero luego pasaron muchas cosas, y la memoria del público es corta. Daniel Arias nos informa a fondo sobre el tema. Y reclama la derogación inmediata de ese decreto.

«IMPORTANDO LOS DESECHOS PLÁSTICOS DEL MUNDO

Tumbando una ley con un decreto (la 24.051 de 1991 de Residuos Peligrosos con el 591/2019) Argentina ha cambiado su definición de residuos en una medida que podría permitirle importar millones de toneladas de plástico desechado por los Estados Unidos.

El decreto 591/2019, firmado por el presidente Mauricio Macri, «reclasifica la clasificación» en origen de plásticos destinados al reciclaje. Ahora, hasta inspección en puerto de destino, son materia prima en lugar de desechos. Si resulta que eran basura demasiado tóxica o de gestión irredimible, paciencia: ¿quién se quedará con el muerto? La Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable, a cargo de Sergio Bergman, argumentó que la decisión del Gobierno de dejar de exigir el «certificado de inocuidad sanitaria y ambiental» , como garante del tipo de material de residuo que llegue al país, se debe a que ya no es emitido por ningún país. Lógico, la credibilidad de tales papeles marca debajo de cero.

Esto le da a la Aduana una nueva «visión flexible» de los desechos de plástico mezclados y contaminados que son difíciles de reprocesar. Al no poder ser reciclados para darles una segunda vida económica como polímeros de menor calidad, aquí sufrirán su destino habitual: descarte en basurales (lo que supone contaminación de arroyos, ríos e incluso a largo plazo del mar, por acarreo), o enterramiento en nuestros ya colapsados rellenos sanitarios (lo que supone contaminación de napas freáticas) o la quema a temperaturas inferiores a 1000 grados Celsius (y eso equivale a contaminación múltiple de aire, aguas, tierras y cultivos).

Grupos sociales y medioambientales dicen que el decreto es ilegal (efectivamente, viola la ley 24.051 a mansalva). Además, contrarresta una tendencia mundial hacia la gestión nacional del plástico: el que lo produjo o compró, que arregle el asunto. Hubo países que «se tiraron de palomita» para ocupar -por pago- el lugar que acaba de abandonar China en 2017, pero éste es un tiempo de creciente desobediencia civil, y quienes se compran este problema se se arrepienten rápido.

El de Macri es otro primer paso para que Argentina absorba los plásticos que se acumularon caóticamente en puertos de embarque del Primer Mundo cuando China, sin preaviso, comenzó a rechazar todos los envíos, excepto «de primera», es decir los más limpios y factibles de reciclado, a fines de 2017. Pero la vocación basurera de gobiernos parecidos al de Macri es vieja.

Recordamos a los lectores que en 1990 se intentó obligar a la Aduana a permitir la entrada de 500.000 toneladas de residuos de fabricación de pesticidas, pinturas y aceites clorados provenientes del Sur de los EEUU y de Alemania, y que quien la dirigía en aquel momento, el brigadier Rodolfo Echegoyen, filtró la información a los diarios Página 12 y Clarín.

Esto desató el primer gran escándalo nacional del entonces nuevo gobierno, en un verano que se preveía políticamente tranquilo. La generalmente plácida Federación Universitaria Argentina (FUA) y algunas ONG anunciaron que irían a detener los embarques en gomones a motor, o que encerrarían los puertos de llegada con piquetes. Hubo alarmada reunión de gabinete. Saliendo de la misma, el entonces ministro del Interior, José Manzano, junto a la Secretaria de Medio Ambiente, María Julia Alsogaray, duplicaron la apuesta: dijeron que detendrían los cargamentos usando la Marina y la Prefectura. Desde Clarín les contesté que no hacía falta ponerse tan bravos: bastaba con no invitarlos a venir. En la misma página publiqué el documento en que el apoderado legal del Ministerio de Hacienda ordenaba a la Aduana dar libre paso a tales «mercancías», ya que la Constitución de 1853 no las prohibía. Con las firmas de Carlos Menem y Domingo Cavallo, para más datos. Fin del asunto.

Los puertos de Buenos Aires y Comodoro Rivadavia se salvaron un tiempo de quedar atosigados de tambores de metal llenos de contenidos líquidos inmanejables. El brigadier Echegoyen (a) «El Indio», renunció a su cargo al toque y «se suicidó»el 13 de Diciembre con un revólver S&W .38. Fue un suicidio raro. Echegoyen tenía la nariz y la frente molidas a golpes, y al parecer había gatillado el arma con el dedo equivocado (¡el pulgar!), gastado dos balas en suicidarse en lugar de una (en el paladar), y la que apareció incrustada en un marco era del calibre correcto pero de plomo liso, distinta de las encamisadas de punta hueca que cargaba el brigadier, muy amenazado. «El Indio» había dicho públicamente que haría denuncias más pesadas, relativas a la entrada de droga al país a través de los depósitos fiscales de Edcadassa, sociedad conformada por el grupo Yabrán y la Fuerza Aérea.

Un país que compra basura es candidato fijo a que le lleguen otras cosas. Pero aunque se tratara de simples requechos plásticos, el problema de fondo es de qué están hechos, y qué sustancias contuvieron en su primer ciclo de vida. Jim Puckett, director ejecutivo de la Red de Acción de Basilea, un grupo que combate la exportación de desechos tóxicos desde el Primer Mundo al Tercero, dijo (de nosotros): «Están dispuestos a convertirse en un país sacrificial al cual el resto del mundo podría enviar sus desperdicios y beneficiarse de ello «.

Más de 180 países firmaron la Convención de Basilea, que rige el comercio internacional de residuos, pero Estados Unidos no firmó. Según una reciente enmienda propuesta por Noruega a la Convención, las naciones desarrolladas no podrán exportar desechos plásticos de baja calidad sin el consentimiento explícito de cada país pobre que los compre, y sin una garantía eficaz de que éste pueda manejar bien el problema ambiental resultante. Las enmiendas apuntan a garantizar que incluso Estados Unidos deban seguir las reglas de la Convención de Basilea, ya que si se aceptan, todo país firmante de la misma puede acordar compras de basura plástica al todavía primer gran productor mundial, pero sólo garantizando fehacientemente la eliminación prolija de la misma según la letra del tratado, dijo Pål Spillum, subdirector general del Ministerio de Medio Ambiente de Noruega.

Puckett dijo que en negociaciones recientes Argentina y Estados Unidos se opusieron a las enmiendas de Noruega. A Puckett le preocupa que Argentina esté posicionándose como el próximo gran basurero de Estados Unidos. Cree que Argentina, 8vo país del mundo por superficie pero poco poblado, tiene suficientes sitios alejados de todo como para llenar el rol que abandonó China.

Después del cierre de China, a fines de 2017, el torrente estadounidense de basura plástica comenzó a fluir hacia países como Vietnam, Malasia y Tailandia, hasta que en estos se desataron las inevitables crisis de rechazo popular. Cuando estos destinos de plan B comenzaron a prohibir las importaciones, los torrentes se reencaminaron hacia Camboya, Laos, Ghana, Etiopía, Kenia y Senegal, vírgenes hasta entonces. De modo que venimos a ser un plan C.

No existen distancias de seguridad respecto de los países productores: las islas más alejadas de toda costa continental en el planeta, Henderson en el Pacífico Sur y Tristán de Acuña en el Atlántico Sur, tienen sus playas sepultadas bajo toneladas objetos de plástico tirados desde puertos y barcos, y llevados y traídos por las indiferentes corrientes marinas. ¿Qué no ocurrirá entonces en los países que piden basura a gritos y acomodan sus leyes para ello?

Spillum dijo que la propuesta Noruega estaba destinada a «aumentar el control del movimiento transfronterizo de residuos plásticos que no es fácilmente reciclable y, por lo tanto, podría convertirse en un problema ambiental en el país de importación». Un portavoz de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) se vio obligado a contestar que Estados Unidos apoyó la convención de Basilea, pero que se opone a las enmiendas noruegas.

Para que el plástico de descarte esté exento de ellas necesitaría «cumplir con un conjunto de criterios muy estricto y estricto que es difícil y costoso de satisfacer», argumentó el portavoz de la EPA, y continuó: «A Estados Unidos le preocupa que las barreras al… (plástico de descarte)… disminuyan su valor y hagan que los plásticos vírgenes sean más atractivos en comparación, probablemente aumentando el volumen total de eliminación de plásticos del flujo de residuos ”. Es decir, que seguirán exportando basura, pero de puro ecologistas.

El bulto de la masa de plásticos técnicamente difíciles o económicamente muy caros de gestionar, ya sea por su propia composición química, o su contaminación orgánica, química o farmacológica, la forman los objetos fabricados para un uso único, cuya producción a partir de 1945 se disparó en rampa. Son las bolsas y botellas delgadas de PET, las botellas, bidones y pulverizadores de HDP (polietileno de alta densidad) que contuvieron detergentes y pesticidas, los clips, tuberías y mangueras de PVC, el polietileno de baja densidad (LDP) de bolsas de tintorería, botellas no retornables de bebidas, pañales descartables, el polipropileno (PP) de botellitas de fármacos, sorbetes y botellas de salas y aderezos, las bandejas de espumas de telgopor (o styrofoam) típicas del packaging supermercadista, y sigue una lista inacabable.

Nada de todo esto es recuperable. Para quemarse sin emitir particulados tóxicos se requiere de enormes hornos de proceso capaces de mantener temperaturas de 1000 grados en todo su recorrido (tuvo uno solo), o bien -y con más problemas- en hornos de calcinamiento de cemento (hay muy pocos en todo el país, sólo en Jujuy, Mendoza y Córdoba). Los hornos cementeros son verdaderos monstruos, tubos rotativos de 6 metros de diámetro y 180 de largo que también logran mantener temperaturas mayores de 1000 grados (llegan a 1480). La paradoja económica entonces es que la Argentina debería gastar cantidades enormes de combustible -gasoil y gas que le andan faltando- para transportar y luego quemar estas «materias primas» que nos regala EEUU. Gran negocio.

El único horno diseñado ad-hoc para eliminar residuos tóxicos fue el de AILINCO, firma fundada (con bastante ingenuidad) por INVAP en Zárate en 1994, provincia de Buenos Aires, en sociedad con Kommunekemi, una cooperativa de 3er grado y escala nacional formada por todas las municipalidades de Dinamarca. Kommunekemi participaba con un 15% de las acciones y la tecnología del incinerador.

AgendAR todavía no existía entonces, y la Internet apenas, pero pude ver el gigantesco horno en operación en 1996. Era un cilindro rotativo apuntado al cielo en oblicua, atiborrado de sensores químicos y térmicos que alimentaban computadoras, en cuyas pantallas se monitoreaba en tiempo real toda variación local de temperatura a lo largo del trayecto interno «por las tripas del dragón», mientras éste devoraba su menú de aquel día, creemos recordar una ensalada de neumáticos trozados y plásticos con residuos de fabricación de pinturas que entraba por abajo. Por arriba, de la tobera terminal sólo brotaban enérgicos torrentes de dióxido de carbono y vapor de agua. No había humos. Oxidación total.

Un danés entusiasta, colorado y enorme me aseguró que salvo por la temperatura, aquel gas efluente de la chimenea era perfectamente respirable. Yo pensaba más bien en la pesada factura que acababa de pagarle a Metrogas aquel bimestre, y lo que debía ser la que pagó AILINCO. Salvo que la firma cobrara fortunas a sus clientes, ¿cómo podía siquiera cerrar las cuentas?

Respuesta: no cerraban ni a palos. Previsiblemente, los grandes operadores de basura de la provincia de Buenos Aires, acostumbrados al descontrol total, evitaron AILINCO como a la peste. Les quedaba lejos y cobraba. Prefieron seguir su práctica habitual de descartar pilas viejas y aceites clorados en descampados, o de quemar neumáticos a bajas temperaturas bajo la mirada distraída de algunos intendentes, y conseguirse donde los expidieran certificados sellados de «buena gestión final». El negocio de INVAP estaba fracasando en todo… salvo en generar oposición ambientalista en Zárate: ¿quién iba a creer que AILINCO fuera una excepción al desastre provincial? En todo caso, dejó de ser una excepción en 1999 cuando INVAP, cansada de pérdidas y piñas, se retiró y compró su lugar la española HERA, para gran alarma danesa. INVAP jamás volvió a ese rubro.

No sólo danesa era la alarma. Los vecinos se enteraron de que HERA tenía planes de 5 grandes enterramientos de residuos tóxicos, «rellenos sanitarios», como se los llama, y multiplicaron los decibeles de su oposición: el percolado líquido generado en esas fosas de impermeabilización más bien simbolica (suelo compactado con motoniveladora, luego membrana de polietieleno grueso) estaba cuadradamente en la zona de recarga pluvial del mayor acuífero de la Argentina, el Puelche, fuente de agua a su vez de la Zona Núcleo de la agricultura industrial argentina, también del agua potable de todas las municipalidades de la Pampa Ondulada, y de la de riego de una importante industria frutihortícola colindante con el Paraná. Y por definición, ya que la empresa española gestionaba basura peligrosa, esos percolados no podían ser químicamente muy inocentes. Ida la incómoda INVAP, el «core business» de Ailinco había virado hacia un vulgar enterramiento con venta de papelitos sellados que certifican santidad ambiental.

En 2000 Kommunekemi asumió pérdidas y se fue de AILINCO con un portazo que se oyó. Dijo su CEO, Kield Knarreborg: «… nuestra política es no involucrarnos en proyectos que no alcancen los estándares daneses de seguridad para los trabajadores y el entorno».

Ahora es toda la república y no Zárate, la que absorberá como pueda los residuos plásticos, pero ya no de la Provincia de Buenos Aires, sino los de la 2da economía industrial del planeta, y la 1ra en producción de «packaging» plástico. La EPA, como haciéndole honor a su nombre, dijo que «acababa de darse cuenta» del nuevo decreto de residuos de Argentina y que no había tenido la oportunidad de evaluar sus impactos. Qué sorpresa. EPA.

Cecilia Allen, una defensora con sede en Buenos Aires de la Alianza Global para Alternativas a los Incineradores, dijo que no es probable que se reciclen los plásticos mixtos que Argentina aceptó del extranjero. En los últimos meses, el valor del plástico reciclado ha disminuido. Es de menor calidad mecánica que el de primer uso, y más costoso de fabricar que el plástico virgen producido a partir del gas natural.

«Una de las preocupaciones que tenemos es que esto puede impulsar una industria incineradora en el país, o la quema de desechos en las plantas de cemento», dijo Allen. “Tenemos muchos desechos aquí y no estamos reduciendo, no estamos reciclando, no estamos compostando. Y no tiene sentido que abramos la puerta para que haya más por venir «. El planteo de Allen es casi ingenuo: ¿qué importador de basura va a costearse el flete desde nuestros puertos hasta los hornos de cemento de Córdoba, Mendoza o Jujuy?

Los incineradores a bajas temperaturas pero que consiguen certificados son abundantes, y están a tiro de puerto. Los productos cancerígenos de una combustión con poco oxígeno y bajas temperaturas son centenares, agrupables en decenas de familias químicas, y abundan en los particulados de bajo peso molecular, que generan esos delatores humos negros. Los de peor fama (justificada) son las dioxinas, disrruptores extremos del sistema inmunológico.

El reciclado de algunos plásticos es un éxito técnico y un ahorro. Vaya con elogios a quienes transforman pilas de plásticos en tableestacas para estabilizar orillas fluviales, o en mobiliario de plazas resistente a vandalismo. Estos y otros industriales serios han protestado contra el decreto. Creen que la sobreoferta de basura va a disminuir el valor de sus productos finales, porque habrá sobreoferta también de chantas.

Carolina Palacio, representante de la Federación Argentina de Recicladores, dijo que el sindicato ha luchado por mejores condiciones laborales y de vida. “En lugar de esto, desregulan y traen desechos de otras partes del mundo. ¿No tenemos suficiente desperdicio aquí? ”.

El decreto 591/2019 debe ser derogado de inmediato.

Daniel Arias