Infobae informó/tituló ayer (artículo de Martín Dinatale) “Alberto Fernández adelantó que acordará con China la construcción de una central nuclear en Argentina”. Hasta ahí, chocolate por la noticia: la decisión de compra con ese proveedor viene desde 2012. De haber alguna novedad, estaría en el párrafo 12: “Esta iniciativa dejará afuera a la tecnología canadiense CANDU que históricamente utilizó la Argentina para sus centrales nucleares”.
No, Dinatale, lo que se dejaría afuera es una decisión sobre el combustible tomada en 1967, y sobre la cual se construyó TODA la industria argentina nuclear. La Argentina se decantó entonces a favor del uranio natural, y descartó el uranio enriquecido, para no depender de importaciones críticas. Este es un mundo malvado: llegás a tener un desacuerdo diplomático importante con “la maffia del enriquecimiento” (EEUU, la UE, Rusia, China) y te dejan en apagón.
Como decisión con más de medio siglo, la experiencia industrial lograda en combustibles y componentes hoy nos permitiría hacer las centrales CANDU que se nos dé la gana, si tuviéramos la plata. No haríamos Atuchas. ¿Para qué? Son más caras, más complejas, y decir menos probadas es quedarse corto, porque sólo existen 2 en el mundo, las nuestras.
Son fortachonas, pero no tienen ni de lejos la cantidad de años en línea acumulados por las CANDU en 7 países y por más de 50 años. Por eso es improbable que logren las tasas espectaculares de “uptime” de las CANDU, cuyo factor de disponibilidad anda en el 93%. Antes de ser retubada, nuestra única CANDU, Embalse, tuvo un 89% de disponibilidad anual, y todo indica que con las muchas modernizaciones adquiridas va a llegar a 334 días por año de funcionamiento al 100% de su potencia instalada, que subió de 600 a 636 MW.
Lo que probablemente quiere señalar Dinatale es que vamos a comprarle una central Hwalong-1 de uranio enriquecido, una máquina que la CNNC (Chinese National Nuclear Corporation) le quiere vender a medio mundo, porque la considera “de bandera”. Hwalong significa “Dragón Chino”, como para una idea del carácter emblemático y del orgullo tecnológico nacional que suscita esta máquina en Beijing.
Y dándole el gustazo a China, pondríamos muy furiosos a los expertos en combustibles de la CNEA, que desarrollaron combustibles CANDU, de los que nos autoabastecemos gracias a la sociedad mixta CONUAR desde 1984. También estaremos afrentando a muchas otras empresas privadas asociadas a nuestro Plan Nuclear.
Para AgendAR, si esta decisión de Alberto Fernández es real y no otra operación de Infobae, tiene dos inconvenientes: probablemente “por genética”, ya que es una copia mejorada del reactor francés APR de 900 MW, la Hwalong-1 que nos ofrece insistentemente China desde 2012 es muy buena. Pero no está probada.
El otro inconveniente es que una compra llave en mano deja a miles de argentinos capacitados fuera de juego.
El que se quemó con leche…
Complejo de las centrales Atucha 1 y 2 en Lima, provincia de Buenos Aires
Nuestra experiencia comprando prototipos (como las Atuchas) es que te pueden dar sorpresas. No de seguridad, porque no compramos basura. Aún en épocas en que las autoridades regulatorias eran parte del organigrama de la CNEA, el proceso argentino de licenciamiento era severísimo. No da para felicitarnos porque nunca hayamos comprado la RBMK soviética que se accidentó en Chernobyl (habría sido políticamente imposible). Pero cuando todavía no habíamos tomado la decisión sabatiana del uranio natural y nos llegaron a poner bajo la nariz 21 ofertas de enriquecido, nos negamos firmemente a las GE MK1 estadounidenses, como las que se hicieron polvo en Fukushima. Y eran re-baratas.
Las centrales bien hechas y licenciables pero con poco kilometraje te pueden dar, en cambio, sorpresas de disponibilidad. A KWU-SIEMENS le compramos dos centrales por 2 motivos distintos: Atucha 1, porque literalmente nos la regalaron para que no compráramos una CANDU, que era lo que quería la mayor parte de los reactoristas y “combustibleros” de la CNEA. Atucha 2 se compró porque Canadá, extorsionado por EEUU, se negaba a vendernos 4 centrales como Embalse, salvo que firmáramos el Tratado de No Proliferación. El State Department sabía que no estábamos tras un arma nuclear ni mucho menos: la zancadilla era más bien contra los canadienses, cuyas máquinas CANDU les estaban mordiendo mercado mundial a las estadounidenses con toda facilidad. En esa segunda ocasión, los alemanes para nosotros fueron un plan B.
En 1988, un prototipo de la KWU-SIEMENS en Lima, provincia de Buenos Aires, llamado Atucha I sufrió la rotura de un canal refrigerante y hubo que parar la central casi 2 años hasta que la logramos arreglar por U$ 17 millones, tras descartar una “amable” oferta de SIEMENS por U$ 200 millones. Oferta que vino con todo tipo de aprietes de los medios y del propio gobierno de Raúl Alfonsín. Eso pasó, además, en medio de la peor epidemia nacional de apagones eléctricos de nuestra historia. ¿Cómo olvidarlo? El que va por prototipos se expone a esas cosas.
En AgendAR raramente compramos las afirmaciones a valor nominal. El colega Dinatale dice que “históricamente” hemos sido un país CANDU. Ojalá…
La Argentina utilizó sólo una vez la tecnología CANDU, con la central de Embalse. Le fue bárbaro. Utilizó más históricamente (si dos veces justifica ese adverbio) la de KWU-SIEMENS, con las que se hicieron las Atuchas I y II. Y es que en el mundo de los ’60 había sólo dos oferentes de máquinas de uranio natural: los canadienses y los alemanes. Y estos últimos, cultores del uranio enriquecido, improvisaron una máquina de uranio natural sólo para tener baza en nuestro mercado nuclear. Así de importantes éramos.
Lo que nos cuesta creer es que Alberto Fernández vaya a comprar sin más una central Hwalong-1 de 1180 MW de potencia. Es una máquina nada probada. Pero a diferencia de la muy experimentada CANDU que nos ofrecía financiar la CNNC (China National Nuclear Corporation), máquina que aclara el Ing. José Luis Antúnez sería íntegramente argentina salvo por el turbogrupo, la “isla nuclear” de la Hwalong-1, el corazón de la planta, no tiene ningún componente fabricable aquí por nuestra industria.
La objeción de Antúnez al texto anterior de esta nota da origen a esta corrección, que nos llegó 12 horas después de publicada, a las 18:27: «Nunca se habló de una CANDÚ china, ya que ese reactor no existe. China compró las CANDÚ a los canadienses llave en mano y no hizo traspaso de la tecnología como sí hicimos nosotros (al comprar Embalse). Lo que estaba en nuestro proyecto 2014 era un desarrollo nacional en base a nuestra tecnología y financiado parcialmente por China, junto con la provisión de los componentes que no se pueden comprar en Argentina, como el turbogrupo».
Preferí dejar mi error y la posterior corrección de Antúnez porque tanto mi equivocación como quien la corrigió son importantes. Mi equivocación fue nada menos que no darme cuenta de que Atucha III CANDÚ, según el plan de 2014, iba a ser nada más y nada menos que una central de marca nacional, en términos comerciales. La primera de nuestra historia. No sería una central china sino argentina financiada por China, lo que ilustra hasta qué punto dominamos la tecnología CANDU, casi la única más que la principal, en centrales de uranio natural y agua pesada. Estábamos por iniciar una marca.
Y prefiero incluir el nombre de Antúnez como quien señala mi error, porque es nada menos que el hombre que, como presidente de NA-SA en tiempos de CFK, se cargó a hombros la terminación de Atucha II, aquella llamada «Misión Imposible» ante la cual la misma SIEMENS, proveedora original, reculó. Y Antúnez triunfó. Y al hacerlo mostró por segunda vez que de esta rareza técnica que son las Atuchas hace rato que ya entendemos más que los alemanes. Desde que arreglamos Atucha I sin ellos, allá por 1989.
¿Se dan cuenta, lectores, que a esta altura de la historia somos -junto con Canadá y la India- el país que más y mejor conoce de centrales de uranio natural? ¿Y ahora resulta que tenemos que hacernos una lobotomía y olvidarnos de eso «para aprender de enriquecido, que es lo que hacen ‘los países adelantados'»? ¿Porque las centrales de enriquecido son mejores? ¿Son mejores? ¿Lo dice quién?
Y es que el negocio nuclear es de tecnología, no de potencia. Una CANDU la podemos hacer 100% argentina. Por ese espíritu sabatiano de la CNEA, la industria argentina viene abasteciendo nuestras plantas nucleoeléctricas desde el comienzo y en forma creciente. Empezando por los combustibles, materia en la cual somos autosuficientes desde 1984.
La noticia real, de ser cierto lo publicado por Infobae, sería la suspensión definitiva de Atucha III CANDU. Esta central venía del mismo proveedor, pero es totalmente diferente de la Hwalong-1. La CANDU que nos iba a financiar la CNNC es una copia “polenteada” y mejorada de nuestra propia CANDU 6 de Embalse, pero básicamente son la misma cosa. Nada de recipiente de presión sino tubos de presión, uranio natural y agua pesada, en lugar de uranio enriquecido y agua pesada, punto. Todo sencillo.
Y en la oferta pactada en 2014 con China, esa CANDU Nac & Pop que ofrecía financiarnos la CNNC venía con un 70% de participación de la industria argentina. SI eso se perdió, estimados, para nosotros es una necrológica.
Compre lo más nacional posible
Retubado de Embalse, operación finalizada en 2018.
En 1971, el Ministro de Economía Aldo Ferrer sacó la ley de “Compre Nacional” para forzar, entre otras cosas, que la primer central nuclear comprada por Argentina, Atucha I, tuviera un 35% de componentes nacionales incluso en instrumentación y electromecánica. Los alemanes de la KWU (luego SIEMENS), la firma proveedora, estaban indignados pero se tuvieron que fumar eso, y que el combustible se hiciera en Argentina. Éramos el único país sudamericano con un programa nuclear autónomo, compradores meticulosos y horribles, si los había. De esos de discutirlo todo y poner condiciones.
Embalse, una CANDU canadiense instalada en Córdoba, llegó a un 60% en valor de componentes y servicios locales, para poca alegría de los canadienses. Con Atucha II, se llegó al 71% de participación nacional. De modo que con la Hwalong-1 no se puede decir que volveríamos al casillero 1. Inauguraríamos el 0, total novedad en nuestra historia.
La ley de “Compre Nacional” está más muerta que el lamentado Ferrer, pero desde 2016 estamos haciendo extravagancias que hoy harían resucitar a don Aldo, y no precisamente para bendecirnos. Para componer los trenes metropolitanos y luego la línea Belgrano Cargas, Macri aceptó que China pusiera las locomotoras (nada de fabricar aquí), también los vagones, y ya que estaba, incluso los rieles y los durmientes.
Eso mientras en Córdoba, en otros actos de macrismo explícito, se cerraron las fábricas de locomotoras de Materfer y luego la de vagones graneleros (FM), así como también en Rosario capotó Rioro, de reparación de vagones. En el sistema actual de compras de bienes de capital del macrismo hay una modesta contribución criolla a alejar el fantasma de una recesión… en China.
¿Alberto Fernández va a hacer lo mismo? Perdón, Infobae, no te creemos. Se lo votó para crear trabajo. Y una CANDU en Lima (Dinatale se obstina repetidamente en ponerla en Campana, se equivoca hasta de lugar) generaría 7000 puestos de trabajo directos durante el pico de construcción. De indirectos, la cuenta es mucho mayor. ¿Y Una Hwalong? Ni ahí.
En una síntesis apretada, la Hwalong I -según Dinatale- se compra “llave en mano”, lo que deja afuera a las 129 empresas argentinas de distintas ingenierías que, contra todo pronóstico, terminaron Atucha II en 2011, y que la pusieron en marcha en 2014. Entre ellas están las 100 que luego retubaron (es decir reconstruyeron a cero) nuestra solitaria CANDU cordobesa, llamada Embalse. Fue un trabajo efectuado en tiempo y forma en 2018, con un 97% de participación nacional, y que le dio a esa máquina 30 años más de vida operativa.
De modo que todo el mundo industrial argentino, desde que Fernández ganó las elecciones, estaba esperando una CANDU, porque conocemos tan bien ese tipo de central que podríamos hacerla sin siquiera un tornillo importado, y de asesorías extranjeras ni hablar. Sólo que como China nos quería vender su Hwalong-1 como fuera, en 2014 le tuvo que añadir una CANDU argentina financiada por el mismo proveedor, la CNNC, como parte inicial de una oferta paquete, para tentarnos.
¿Y por qué es importante tentarnos? Porque aunque no nos parezca posible, somos -y seguimos siendo- el país con el programa nuclear más exitoso y prestigioso de Sudamérica. Hay dos reactores nucleares argentinos en Perú, uno vendido a Brasil y tres hospitales nucleares construyéndose en Bolivia para probarlo. Poner un fierro chino aquí es hacer pie en toda la región. Los chinos lo saben. Los argentinos, no.
Y el problema es cuál fierro. Con la Hwalong-1, que viene desde China como empaquetada en celofán, aquí no trabaja nadie. Hay firmas privadas gigantescas, como DYCASA, TECHINT, IMPSA, PÉREZ COMPANC, hay estatales como NA-SA, INVAP, CONUAR, DIOXITEK, hay 121 privadas medianas como CRUMA (estructuras metálicas, puentes, pasarelas) o TERMIPOL (esclusas, cerramientos especiales, anti-explosión e incluso anti-misil) que con la Hwalong-1 y nada más, se quedan mirando pasar el tren, como las vacas.
Todas ellas tuvieron fortísimos lucros cesantes desde que en mayo de 2018 el mejor ministro de Energía de la Shell, el Ing. Juan J. Aranguren, comunicó que se suspendía Atucha III “para no endeudar más al país”. Aranguren no debía estar al tanto de que era SU gobierno el que estaba generando esa deuda.
Hay 400 ingenieros en todas estas empresas que “sacaron chapa de nucleares” en obra, tanto en la compleción de Atucha II como en el retubamiento de Embalse. Hay 5000 técnicos y operarios que subieron su nivel de calificación con el aprendizaje de técnicas avanzadas de inspección de integridad de componentes, de soldadura de aleaciones raras, de transporte y montaje de precisión de componentes descomunales, como el recipiente de presión de Atucha II (975 toneladas) o los 4 enormes pero delicados generadores de vapor de Embalse, de 130 toneladas cada uno. Hay obreros calificados que se hicieron técnicos, técnicos que se hicieron casi ingenieros. Hubo una cascada de generación de recursos humanos.
¿Y ahora se le dice a esa gente? ¿Que se siente a mirar por la televisión cómo los chinos nos traen una Hwalong-1 “llave en mano”? En la “oferta paquete” por dos centrales que se cerró con China en 2014, en lo que se refiere a Atucha III CANDU, la CNNC ponía el 30% de componentes y servicios, y del resto nos ocupábamos nosotros. ¿Financiación? China cubría el 75% del costo, que a fines de U$ 2015 se estimaba en U$ 7000 millones.
Y la CNNC daba 8 años de gracia desde la entrada en línea para empezar los pagos, es decir que las dos centrales se pagaban solas con la venta de electricidad. ¿Era lo que queríamos? No, la verdad es que habríamos preferido que nos financiaran dos CANDU y se guardaran la Hwalong-1. ¿Era lo posible, dentro de lo negociable en 2014? Sí, al menos con aquella financiación de lujo por el «package deal», la CANDU y la Hwalong. No era ni es cierto que sea imprescindible iniciarnos en las artes de las centrales de uranio enriquecido. ¿Para qué estamos construyendo el CAREM? Es de uranio enriquecido, PERO EL DISEÑO ES 100% NUESTRO.
Si los U$ 150 mil millones de deuda externa nueva tomados por este gobierno estuvieran en inversiones de este tipo, hoy estaríamos al límite de nuestros recursos humanos para construir tanta infraestructura. Tendríamos que estar abriendo dos o tres carreras de ingeniería, química y física nuclear.
Que Macri descartara la CANDU en 2018 no despeinó a los chinos. Que luego exasperara a la CNNC con “bueno, te compro la Hwalong”, “no, no te la compro nada”, “sí te la compro”, “no te la compro” es coherente con el resto de su balbuceante desgobierno, pero no con el gobierno que viene. Fuera de una oferta paquete, ¿necesitamos una central de uranio enriquecido en la que no tendremos arte ni parte, salvo quizás la “obra civil” (hormigón armado)? Habiendo mantenido como línea la decisión del uranio natural tomada en 1967, toda nuestra industria nuclear estatal y privada está formateada para ese tipo de combustible.
Descartar la CANDU es abrazar una tecnología disruptiva para toda nuestra historia nuclear anterior. Tan disruptiva que deja al borde del cierre la PIAP, o Planta Industrial de Agua Pesada contigua a la central hidroeléctrica de Arroyito, Neuquén. Una lástima: es la mayor fábrica del mundo de este insumo usado por 49 centrales CANDU en 7 países del mundo, y cuyo precio está entre los U$ 700 mil y U$ 800 mil la tonelada. 1000 trabajos a perderse, ahí en la PIAP. Y una instalación que a fecha de hoy costaría U$ 1300 millones, por lo bajo.
La Hwalong-1, de generación III, está llena de sistemas de seguridad pasiva y es probablemente una muy buena máquina. Teniendo en cuenta su linaje (las excelentes APR francesas de generación II), sólo se le pueden suponer virtudes, porque no se le conocen defectos.
Pero el problema es por qué no se le conocen defectos: no hay máquina que no tenga alguno. No se le conocen porque a fecha de hoy hay una sola Hwalong-1 entrando en línea en el mundo. Está en Fuquing, provincia costera de Fujiang. La CNNC y el gobierno chino han decidido hacer de esa central su “caballito de batalla” en infraestructura propia y en exportación. Tienen hay 4 más en obra: 2 en Fangjiashan y 2 en Fangchenggang.
¿Y afuera cómo les va, de ventas? Bárbaro. Pakistán pidió 5 Hwalong-1, aunque el Reino Unido estudia, cauteloso y desde hace años, la adquisición de 8. Pero hablar de cautela británica es un “understatement”. El ONR (Office for Nuclear Regulation) se tomará hasta 2021 para estudiar la ingeniería. Y sólo dada su aprobación, transcurrirán algunos años de discusión para que otros organismos del gobierno negocien con CNNC la participación de la industria nuclear inglesa.
Mientras tanto, los 600 expertos de la ONR estudiarán las distintas Hualong I que irán entrando en servicio y podrán juzgar su desempeño ya no sobre documentación sino sobre bases experimentales, muchas gracias, pakistaníes. Y de paso y cañazo estudiarán la seguridad del EPR francés de ARÉVA, el CANDU ACR 1000 y el GE-Hitachi. Aprobaron el AP-1000 de Westinghouse, el “Cadillac” de las centrales nucleoeléctricas, justo el día en que Westinghouse quebró. Pero no derramaron ni una lágrima. Si algo sobra en Occidente hoy es capacidad instalada ociosa en la industria nuclear y ofertones. En China no hay capacidad ociosa, pero sí buena financiación. El que quiere seguridad, disponibilidad, historial bien documentado y precio, los consigue. Y nosotros otra vez comprando un prototipo…
Por último, en Argentina sobra territorio, pero no sitios autorizados para poner centrales. Atucha III debe ser una CANDU, como se pactó en 2014. La Hwalong-1, ya veremos en dónde ponerla. Con el desastre político que armó Macri cuando en 2017 avisó desde China que iría a Río Negro, donde literalmente provocó una pueblada, no será una negociación fácil con la provincia receptora. No veo ninguna que se tire “de palomita” para atajarla.
Daniel E. Arias