Como se reconoce en este artículo, el despliegue de la tecnología 5G es algo lejano para nuestro país (Lejano, en términos de comunicaciones, significa de 3 a 5 años). Pero las presiones diplomáticas o económicas de los dos gigantes en pugna, EE.UU. y China, son temas muy presentes. El nuevo canciller, y el equipo del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación tendrán que ocuparse.
Para nuestros lectores, nos parece útil reproducir esta informada nota de Gabriel Balbo, director de ESPADE y especialista en Inteligencia Competitiva.
«A pesar de las advertencias de la Administración Trump con respecto a la utilización de tecnología china en el despliegue de redes de telecomunicaciones móviles de quinta generación (5G), países europeos de la importancia económica y estratégica que tienen Gran Bretaña, Francia y Alemania, se muestran renuentes a cerrar sus mercados a Huawei y ZTE. En América Latina, todavía distante de un despliegue de importancia de 5G, Huawei estaría tomando la delantera, con pruebas en Brasil y México.
La disputa por el dominio de la tecnología, dada en un plano paralelo al de la “Guerra Comercial” entre Estados Unidos y China, está muy lejos de ser una suerte de adjunto a esta última. La carrera tecnológica tiene ribetes propios y de valor estratégico quizás aún más importantes que un rojo en la balanza comercial: el control sobre el flujo de la información y las comunicaciones.
Si bien hoy es incontestable el rol protagónico actual del 5G como tecnología disruptiva dentro del sector de telecomunicaciones (por su velocidad y menor latencia) y su impacto económico y social (internet de las cosas, coches autónomos, etc.) lo que no se muestra tan evidente son las implicancias que existen para la seguridad, defensa y soberanía de las naciones y las economías. Menos aún si además consideramos un negocio de 3,5 trillones (anglos) de dólares esperando efectiva apropiación.
Estados Unidos es quien se manifiesta más preocupado por los efectos sobre la seguridad y defensa, demostrándolo con fuertes apelaciones a la posibilidad de espionaje por parte de China a través de los backdoors (puertas traseras) del equipamiento de telecomunicaciones ofrecido por sus grandes players, Huawei y ZTE. Washington insiste a sus socios de la OTAN que veden la entrada de los chinos en el negocio de despliegue de redes de 5G, aconsejando el uso de tecnología occidental. En este caso entran al ruedo Ericsson (Suecia), Nokia (Finlandia) y, complementariamente la californiana Cisco Systems, todas asociadas estratégicamente con firmas norteamericanas proveedoras de chipsets, tales como Qualcomm, Broadcom, Intel, TI, entre otras.
La estrategia china se centra más en el negocio, en el poder blando de su diplomacia comercial, posicionándose con condiciones muy favorables para el potencial comprador: calidad y precios de equipamiento muy competitivos, muchas veces acompañados de facilidades financieras, haciendo un combo muy difícil de rechazar. Y como aditamento para desarticular la embestida retórica norteamericana sobre la seguridad, firmas como Huawei no solamente se disponen a sobrellevar todo tipo de controles in situ (en los países receptores de la tecnología) sino que ofrecen compartir su tecnología 5G para desarrollos en conjunto. Vale destacar que el 32% del total de las patentes esenciales de 5G pertenecen a firmas chinas, detentando Huawei un 16% y ZTE el 10%.
A esta fachada eminentemente comercial de la estrategia china, subyace el objetivo de largo plazo de predominio mundial en el campo tecnológico y su advenimiento como potencia global. De acuerdo con el plan Made in China 2025, en una primera fase el gigante asiático buscará reducir las diferencias con otros países (horizonte: año 2025), posteriormente fortalecer su posición relativa (hacia 2035) y finalmente alcanzar el liderazgo en innovación (en 2045).
En este escenario, Europa se encuentra en una profunda disyuntiva. Así, sus principales potencias vacilan entre realizar el despliegue de sus redes nacionales de 5G con las firmas chinas Huawei y ZTE (optimizando calidad y costos), o adjudicar su arquitectura a firmas occidentales (como las anteriormente mencionadas Nokia y Ericsson) consideradas “confiables” por el gobierno norteamericano. El hecho de que adopten esta última opción contribuiría a mantener la buenas relaciones con la superpotencia y bien aceitado el eje OTAN.
Gran Bretaña es un caso paradigmático, ya que avanzó profundamente en el despliegue doméstico de sus redes de 5G con Huawei y ahora debe evaluar su continuidad frente a las advertencias de Washington. En particular la relacionada a la cooperación de información de inteligencia (en peligro de acuerdo con las hipótesis de espionaje mencionadas) pero también en vistas de un acuerdo comercial favorable post-Brexit. En tanto que por el otro lado, los británicos reciben advertencias de China con respecto al perjuicio económico que sufrirán si no continúa el despliegue iniciado.
En este momento la decisión sobre “que hacer con Huawei” está demorada debido al calendario electoral: será tomada después del próximo 12 de diciembre (elecciones generales) por el próximo gobierno. Esto no solo es una mala noticia para Huawei, sino también para las operadoras, que se ven obligadas a desacelerar el despliegue de su infraestructura 5G y su lanzamiento comercial. Asimismo, expertos señalan un perjuicio general para toda la economía británica derivado de la indecisión sobre el tema, “mientras el resto del mundo avanza velozmente hacia adelante”. Huawei ha realizado tests con las tres principales operadoras de Gran Bretaña (BT, Telefónica y Vodafone).
Por su parte, Francia se ha manifestado renuente a la exclusión automática de Huawei y ceder a las presiones de Estados Unidos. No obstante la nación gala ha aprobado en julio pasado una nueva ley para asegurar el despliegue de redes 5G, conocida como “Ley Huawei”, apoderando al Primer Ministro para autorizar los proyectos presentados por las operadoras, considerando que no exista “grave riesgo de perjudicar los intereses de la defensa y seguridad nacionales”. Esta situación ha retrasado también el despliegue del 5G en Francia, donde se espera su lanzamiento comercial para 2020.
La posición de Alemania con respecto a Huawei es eminentemente pragmática. Recientemente Peter Altmaier, ministro de economía alemán le advirtió explícitamente a Ren Zhengfei (el mandamás de Huawei) sobre la consideración de “la seguridad de las telecomunicaciones en Alemania, la protección de los datos de los ciudadanos y la certeza de que se cumpla la ley alemana” para la adjudicación de sus licitaciones. Más allá de esta advertencia, todas las telcos alemanas tienen estrechos vínculos comerciales con China, son clientes de Huawei y han advertido que prohibirlos retrasaría el lanzamiento de redes 5G.
¿Qué ocurre en Latinoamérica? Básicamente la región se encuentra en un “momento” anterior de la tecnología móvil, explotando las redes 4G, aún limitadas y con mucho potencial de crecimiento. Esto significa que el 5G aún deberá esperar, tanto por una cuestión propiamente comercial como por los issues técnicos (asignación de frecuencias) y regulatorios (despliegue de antenas), aún no resueltos.
Más allá de lo mencionado, existen distintos tests de 5G en los principales mercados. En Brasil, la operadora TIM está ensayando en el sur del país (Florianópolis) con equipamiento Huawei. En México conviven pruebas llevadas adelante con Huawei, Nokia y Ericsson. En tanto que en Argentina, la firma Personal ha realizado tests con Nokia, mientras que Telefónica hoy se ha volcado primordialmente al uso de equipamiento Ericsson (usando también Huawei en menor medida).
En conclusión, tanto las economías de Europa como las de América Latina, en tanto “targets” de los grandes contendientes de la guerra tecnológica, tendrán que asumir un posicionamiento ante esta actual dicotomía. Los Estados deberán enfrentar las ofensivas sobre sus mercados y la decisión sobre a quien otorgarle el dominio sobre redes y comunicaciones. Están en juego los datos, la soberanía sobre los mismos, sobre las redes y el grado de dependencia tecnológica a asumir. La partida está en marcha.»