La industria automotriz argentina tiene una larga historia: ya en 1911 hubo un esfuerzo pionero, casi artesanal, pero producía autos que ganaban premios en Europa. En 1954, hace 65 años, fabricantes estadounidenses traen a Córdoba la primera fábrica moderna de automóviles. Desde entonces, es una parte fundamental del complejo industrial argentino. Y un resumen de sus problemas.
Crea cerca de 150 mil empleos, directos e indirectos, en general «en blanco» y con buenos sueldos. Pero le cuesta exportar a otros mercados por fuera del comercio compensado del MERCOSUR, y usualmente el balance comercial externo es negativo: sus insumos importados cuestan más dólares de los que obtiene exportando. Una parte considerable del costo de los autos que produce lo forman los impuestos, pero el Estado no puede dejar de cobrarlos cuando tiene, como ahora, y casi siempre, déficit fiscal.
Los últimos años fueron terribles. Como para el conjunto de la industria argentina. En 2018, la automotriz se encaminaba a su segundo año con una producción de apenas medio millón de unidades. Y se encamina a cerrar 2019 con 350.000 unidades, el peor desempeño desde 2005.
La industria se dispone a luchar por su recuperación. Los fabricantes de autos agrupados en ADEFA, los autopartistas (AFAC), los concesionarios (ACARA) y los sindicatos (SMATA y UOM) le presentaron al presidente Alberto Fernández el “Plan Estratégico 2030” del sector automotor (Para acceder al texto completo, cliquear aquí).
En ese plan se pide la ayuda del Estado para aumentar la producción automotriz, facilitar el acceso al crédito, reducir los impuestos del sector y ayudar a la renovación del parque automotor con propuestas como un nuevo Plan Canje. La presentación ante el presidente se realizó en el auditorio de Smata en Buenos Aires y Alberto Fernández llevó una respuesta preparada:
- “Necesitamos que los que producen, los que invierten y los que trabajan concilien intereses para hacer crecer a la Argentina. En los últimos años sólo se estaba produciendo un tercio de lo que somos capaces de producir en la industria automotriz”.
- “El camino es éste: ponerse de acuerdo entre los que producen, invierten y trabajan. Encontrar un punto de equilibrio para que el negocio automotriz funcione y le den a los argentinos autos accesibles, terminando así también con suspensiones en empresas porque se produce un tercio de la capacidad productiva del sector”.
- “Vamos a hacer del Mercosur nuestro espacio común desde donde vamos a enfrentar a la globalización: es un hecho irreversible y debemos asumirlo con inteligencia”.
- “Decir ‘importamos y así somos parte del mundo’ es una enorme idiotez, de ese modo destruimos la industria nacional y al que produce. No lo hicimos con Néstor (Kirchner), no lo hizo Cristina (Fernández) y no lo voy a hacer yo”.
- “El sector automotor ha dado el puntapié inicial del nuevo contrato social argentino. Los que trabajan, los que producen. Un lugarcito en la mesa para que el Estado esté presente y ayude a que este plan se concrete más rápidamente”.
- “Soy un defensor de la universidad pública, pero esto no es en desmedro de la privada, que también debe ser parte y ayudar como ha ayudado a desarrollar un programa estratégico. Hemos vuelto a tomar la senda del crecimiento y el desarrollo. En esta Argentina tienen lugar los que producen, los que trabajan y todos los que quieren un país mejor”.
El resultado del encuentro fue ambiguo. Los sectores que organizaron el encuentro esperaban un compromiso para convertir en Ley el Plan Estratégico 2030 del sector automotor. El presidente Fernández sólo comprometió su apoyo,.
Este plan estratégico apunta a crear un “ecosistema de innovación” para “incrementar la competitividad”. Comienza con una cruda descripción de la necesidad de adaptarse y cambiar, tanto a nivel de producto como de servicios, “con un sentido de supervivencia”.
En el primer aspecto, identificaron como “factores determinantes” a ser trabajados las cuestiones de escala, de competitividad en los costos de los insumos, eficiencia industrial, infraestructura y previsibilidad regulatoria y macroeconómica.
En el segundo plano, el de los servicios, propondrán mecanismos de asociación entre las terminales y las demás empresas del sector, a la vez que apuntan a generar condiciones para la investigación, desarrollo e innovación, y un nuevo marco normativo.
El desarrollo de un “Instituto de la Movilidad” es el primero de los 7 ejes estratégicos que plantearon para definir una nueva agenda de trabajo. Según describen, “se posicionará como referente sectorial aportando conocimientos e información para contribuir a la toma de decisiones, tanto en el ámbito empresarial como gubernamental”.
De acuerdo a cómo lo conciben, este sería un instituto especializado que abarcaría desde tareas de investigación y desarrollo hasta de “observatorio sectorial” para la elaboración de estudios y estadísticas.
Tendría también capacidad para hacer prototipos de diseño y adaptación de piezas; mejora en la tecnología de producción, ensayos de seguridad y entre otras cosas permitiría insertar a la industria en la “carrera tecnológica” de autos híbridos, eléctricos y autónomos.
Pero además, sería un “generador de políticas públicas sectoriales”, según describen entre sus características, que se fondearía con la implementación de un “régimen no producido”, de 2% del acuerdo con Brasil; otras partidas derivadas de parte de lo recaudado por patentes; venta de servicios tecnológicos y ensayos, así como créditos fiscales destinados a investigación y desarrollo.
Desde AgendAR, queremos recordar que la industria automotriz global está comenzando, a la fuerza, una gigantesca transformación. Los autos eléctricos parecen ser «la ola del futuro». Además de la incorporación, cada vez mayor, de tecnología informática. Argentina no debería resignarse a ser un tardío importador de los avances.