Fernando Krakowiak dedicó en estos días una de sus excelentes notas a una sorpresiva solución que se propone para el proyecto insignia de la Comisión de Energía Atómica y antes de INVAP, la central nuclear compacta CAREM, diseñada para fabricarse en serie y exportarse de a decenas, como los aviones comerciales. Pero que ha avanzado demasiado lentamente, para los tiempos de la competencia global.
El proyecto fue detenido brutalmente en 2016, en la gestión Aranguren en el Ministerio de Energía. Y hace pocos meses se lo volvió a asfixiar. Ahora… hay otros problemas, y AgendAR, que ha seguido obsesivamente los avatares de lo que podría ser un logro clave de la industria nuclear argentina, los analizará.
Pero antes, reproducimos el reportaje de Krakowiak:
«El ex secretario de Energía de Estados Unidos, Rick Perry, se despidió de su cargo este 1° de diciembre con un video en Twitter donde resumió en apenas un minuto y once segundos los logros de sus tres años de gestión. “Vimos a nuestros pequeños reactores modulares ser aceptados como una tecnología real para ayudar a cambiar el mundo y darle energía a la gente en cualquier lugar del planeta”.
La mención a los pequeños reactores nucleares, conocidos como SMR, según sus siglas en inglés, revela la importancia que le asigna Estados Unidos a un producto que podría garantizarle energía a lugares remotos. Argentina viene liderando la carrera por ver quien desarrolla primero esa tecnología para luego poder comercializarla. El CAREM 25 es el prototipo que está construyendo la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). La obra civil se detuvo recientemente por el desfinanciamiento del sector nuclear que llevó adelante el gobierno de Mauricio Macri.
Sin embargo, en la zona industrial del departamento mendocino de Godoy Cruz la empresa IMPSA continúa con la fabricación del recipiente de presión para ese reactor.
El gobierno de Néstor Kirchner había reactivado en 2006 el Plan Nuclear Argentino. El principal objetivo fue continuar con la construcción de Atucha II, pero entonces también se rescató del olvido el CAREM, un proyecto que tuvo su origen desde lo conceptual a comienzos de los años 80 y se mantuvo en el papel, con avances y retrocesos, hasta que en noviembre de 2009 el Congreso Nacional declaró el CAREM de interés nacional y le encomendó a la CNEA avanzar con el diseño, ejecución y puesta en marcha de un prototipo, que se instalará en Zarate.
El recipiente de presión se licitó en 2013. La empresa IMPSA obtuvo la adjudicación del trabajo y al año siguiente comenzó con las obras. Pero ese mismo año IMPSA entró en default y recién en abril del año pasado completó la reestructuración de su deuda.
Desde entonces, el 65% de las acciones de la compañía está en manos de un grupo de entidades financieras encabezadas por el Banco Nación, mientras que la familia Pescarmona se quedó con el 35% restante, aunque ya no tiene incidencia en el día a día ni en las decisiones estratégicas de la compañía. Por ese motivo, de Industrias Metalúrgicas Pescarmona solo quedó la sigla IMPSA. No obstante, durante todo ese proceso la empresa nunca dejó de producir.
“En ese período entregamos los generadores de vapor de Embalse, la central hidroeléctrica de Colíder, la central eólica El Jume en Santiago del Estero, continuamos con el proyecto Acaraí, terminamos una repotenciación de una central hidroeléctrica en Malasia y seguimos adelante con el CAREM. La compañía opera independientemente de sus accionistas, sin desmerecer para nada lo que la familia Pescarmona hizo, sobre todo Enrique Pescarmona, en cuanto a la cultura de la tecnología y la proyección internacional de IMPSA”, asegura Juan Carlos Fernández, CEO de la compañía.
-¿Cuándo se va a terminar la construcción del CAREM?
-Nosotros a 2020 llegamos con la parte nuestra y, si sigue habiendo fondos para el CAREM, en 2021 podría estar terminado. Sería fundamental para el futuro de Argentina que logre exportar reactores nucleares de generación de energía. Por ejemplo, Indonesia tiene 13.000 islas y de esas 13.000 hay 3500 muy habitadas. A esas islas todos los días les llevan combustible con barcos. Si ponés un CAREM solucionás el problema permanentemente. CNEA está trabajando ya en el reactor comercial y nuestra propuesta es que haya una cooperación mucho más cercana entre CNEA y la industria.
Nosotros tenemos mucha experiencia en comercialización en el exterior. También la tiene INVAP. CONUAR ha participado en la construcción de este CAREM. Se puede armar un equipo multidisciplinario para tratar de conseguir un proyecto que sea de corto plazo.
–¿Es necesario terminar el prototipo para iniciar esa tarea?
-Pareciera que no. No es lo que están haciendo en Estados Unidos. Acá el tema fundamental es el financiamiento. La idea nuestra es buscar un país que pueda ser cliente pero además nos pueda ayudar a financiar el desarrollo del CAREM, que no tenga que salir todo el dinero del gobierno. Buscar inteligentemente otro tipo de soluciones. Nos gustaría estar todos sentados alrededor de una mesa para ver cómo encaminar esto desde el punto de vista comercial, financiero y tecnológico. Establecer pautas y acciones de trabajo. Tenemos que vender muy bien el producto y este es un muy buen producto. Y es uno de los más avanzados en el mundo. Argentina le lleva entre 5 y 7 años al resto de los países en este desarrollo.
La construcción de una central nuclear de potencia puede demorar entre 7 y 10 años, pero los reactores SMR, una vez que la tecnología esté probada y comiencen a fabricarse en forma seriada, con una potencia de entre 70 y 120 megas, podrían demorar entre 2 y 3 años. IMPSA no solo tiene la certificación para la fabricación del recipiente sino que también ha participado en el diseño de los componentes nucleares aprovechando su experiencia en el sector nuclear. Fue proveedora de gran parte del equipamiento pesado de Atucha II y construyó los generadores de vapor para la extensión de vida de Embalse. De hecho, para esa última obra montó una sala limpia en su predio de Godoy Cruz.
La intención era que esa nave nuclear sirviera no solo para los proyectos de Embalse y el CAREM sino también para aportar componentes para las dos centrales de potencia que se habían acordado con China. Sin embargo, el macrismo dio de baja el proyecto Candú, con mayor componente nacional, y el reactor chino Hualong, no solo viene demorado sino que además es una tecnología nueva para Argentina. Por lo tanto, la participación de proveedores locales será más limitada, aunque no nula.
“El gran desafío de las autoridades argentinas es establecer reglas claras para que el porcentaje del contenido local sea efectivamente algo que genere valor agregado”, destaca Marcelo Cuvertino, jefe de Ingeniería nuclear de IMPSA.»
La evaluación de AgendAR, en esta etapa del proyecto CAREM, no es tan optimista. No creemos que nuestro país conserve la ventaja sobre sus competidores en el campo de los reactores pequeños que tenía 15 años atrás. Y no es sólo culpa del desfinanciamiento, sino también que las culturas institucionales de la CNEA y de INVAP no se integraron adecuadamente para este proyecto.
Pero no somos derrotistas. Al contrario. Es posible, y sería necesario, que la lógica empresaria -que propone, en el fondo, una UTE, unión transitoria de empresas entre IMPSA, INVAP, CONUAR, NA-SA y la CNEA para vender el CAREM de entre 120 y 480 MW (según número de módulos) en las repúblicas insulares de Malasia y/o Indonesia, por ejemplo, con financiación del cliente- sea el camino acertado.
Después de todo, como dice Daniel Arias, INVAP siempre ha sido salvada por el Estado. El estado egipcio, el estado australiano, el estado holandés,… Y la vieja y gloriosa CNEA deberá volcar el talento de su personal a la lógica de resultados comerciales que impone la participación privada.
En realidad, hace tiempo que en AgendAR insistimos en que la participación armoniosa del Estado y las empresas privadas -como fue en Japón y luego en Corea del Sur- es el camino para afianzar la inconclusa industrialización argentina. Siempre que el Estado no sea el socio bobo.