A medio siglo de «2001, Odisea del espacio» (crítica y video)

Tengo que decir algo: cuando la vi por primera vez -hace tiempo- me «voló la cabeza», en el lenguaje de esos años. Luego, la volví a ver completa varias veces, y cada tanto disfruto de algunos fragmentos en Youtube, y, sobre todo, de escuchar las piezas musicales que Kubrick eligió para esa maravillosa banda de sonido.

Pero… creo que muchos espectadores de ahora, jóvenes y no tanto, van a encontrar su lenguaje cinematográfico demasiado lento. Puedo estar equivocado: aquí reproduzco a un crítico español, fascinado por la copia nueva que Christopher Nolan presentó el año pasado en el Festival de Cannes.

Aclaro también que la lectura que él hace no es la mía: como todas las grandes obras, cada uno encuentra lo que pone y lo que puede apreciar. Antes de su crítica, pongo un video breve -9 minutos- del fragmento inicial, icónico y muy duro, del film. Es cierto, hace 3 millones de años éramos brutales, y lo seguimos siendo. Pero en el trayecto hemos hecho algunas cosas de valor. Grandes películas y gran música, por ejemplo.

A. B. F.

«“La Inteligencia Artificial podría ser el peor evento en la historia de nuestra civilización. No podemos saber si seremos infinitamente asistidos por la IA, o si seremos ignorados y marginados, o posiblemente destruidos por ella”. El científico Stephen Hawking lanzó este mensaje al mundo en 2017. Medio siglo antes, Stanley Kubrick, este cineasta superdotado, aislado en la campiña inglesa, dominado por una visión sombría sobre la humanidad, ya lo había advertido en 2001: una odisea del espacio, inmensa experiencia visual que ahora vuelve a las salas de cine.

Hasta 1968, el cine intentaba convencer al hombre de su superioridad sobre cualquier forma de vida fuera de la Tierra. Entonces llegó Kubrick y se cargó esa certeza absurda con una colosal película, con la que fue mucho más allá. No solo no éramos ni mejores ni más poderosos que cualquier posible alienígena, sino que nuestro lugar en el universo era ridículamente minúsculo y, para rematar, sentenciaba: el verdadero monstruo al que se enfrentaba la especie humana era ella misma. Una computadora dotada de inteligencia —inolvidable Hal 9000— creado por la mano del hombre podría ser nuestro fin. La portentosa aventura visual con la que Kubrick ponía los puntos sobre las íes, 2001: una odisea del espacio, vuelve ahora a las salas, luego de su cincuenta aniversario, en formato digital 4K, una versión que sale de la copia en 70 mm que el cineasta Christopher Nolan presentó a bombo y platillo en la reciente edición del Festival de Cannes.

“Tuve una experiencia extraordinaria. Me sentí transportado de una manera que no creía posible. La pantalla me envolvió y emprendí un viaje increíble”, dijo el director británico en el certamen refiriéndose a la primera vez que vio la película.

Una obra de 2 horas y 19 minutos, en la que solo 40 minutos tienen diálogo y con la que Kubrick proponía una experiencia nueva y subjetiva, un film que alcanzara el nivel interno de conciencia del espectador. “Como la música —dijo poco después de su estreno—, explicar una sinfonía de Beethoven sería castrarla levantando una barrera artificial entre la concepción y la apreciación”.

Así, las miles de referencias que existen sobre esta magnífica película y con las que se intenta dar con la clave de los enigmas que presenta se quedan para ilustrar una mirada limitada sobre una obra maestra, sobre el viaje más apasionante jamás contado en el cine.

2001: una odisea del espacio habrá aburrido a algunos, exasperado a los que esperan relatos racionales simples, descolocado a muchos, pero no ha dejado indiferente a nadie. Imposible decepcionarse con esta colosal aventura que recorre todas las épocas de la humanidad — impresionante secuencia del primate levantando el hueso con Also Sprach Zarathustra de Richard Strauss —, incluidas las que están por venir. No hay quien permanezca impasible ante tal extraordinaria reflexión sobre el destino que espera al hombre, sobre su verdadera misión —si es que tiene alguna— en el universo, sobre su relación con alguna especie viva superior o sobre las propias relaciones entre nosotros, capaces de destruir un planeta y a la propia especie. “Stanley Kubrick no era solo un gran director, era un gran filósofo”, afirmó hace solo unos días Keir Dullea, el protagonista de la película, ahora un octogenario que admira a este cineasta por encima de cualquier otro y que, tal y como confesó, vivió un rodaje único entonces.

Presente en Madrid para el estreno de 2001, destellos en la oscuridad, la película documental de TCM dirigida por Pedro González Bermúdez, el actor, además, tiró por tierra algunos de los tópicos que han acompañado la figura de Kubrick durante decenios. “El rodaje fue un placer extremo”, aseguró. La humanidad “corre el riesgo de convertirse en un zombie enganchado al placer”, decía Kubrick en una entrevista recogida en este documental, en el que se repasan muchos aspectos de la creación de 2001: una odisea del espacio.

Nacida de un encuentro entre el cineasta y Arthur C. Clarke, en el ático de éste en Nueva York, y en el que ambos creyeron asistir a la visión de un OVNI, la película partió del relato El centinela del escritor y científico, y llegó donde nunca antes lo había hecho el cine.

“Si el hombre realmente se sentará a pensar sobre su aterradora insignificancia y soledad en el cosmos, seguramente perdería la cabeza, o sucumbiría a un sentido de futilidad aquiescente”, decía Stanley Kubrick en unas declaraciones concedidas a Bran Pickings. “¿Por qué, se podría preguntar, debería de molestarse escribiendo una gran sinfonía, o luchar para ganarse la vida, incluso amarse entre sí, cuando no es más que un momentáneo microbio en una partícula de polvo girando en la inmensidad del espacio?”.»

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