(¿Y quién mejor para contarlas que Nora Bär?)
Se puso de moda atribuirles a las redes sociales todo tipo de propiedades deleznables. Las concebimos como un sumidero de fallas morales, una suerte de caleidoscopio virtual que combina falsedades, lacras, vicios e indecencias varias para denigrar al otro. Pero también están los «profetas del progreso», empecinados en hacer relucir lo bueno que está ocurriendo, aunque muchas veces sea difícil advertirlo.
Uno de ellos es el economista de Oxford Max Roser (@MaxRoser), cuyos mapas intentan documentar los avances que se realizan globalmente en la reducción del hambre, la mortalidad infantil o la pobreza. Otro es el mediático Steven Pinker, neurocientífico de Harvard y autor de quince libros, cuyo (para algunos) «insufrible optimismo» despierta desde simpatía hasta descreimiento.
Y ¿qué dejó este año en el ámbito de la salud y la ciencia? En 2019 nuestro país fue certificado por la OMS como libre de malaria. Fue el segundo de la región después de Paraguay, que lo había logrado el año anterior.
El International Journal of Cancer dio a conocer que en la Argentina la mortalidad por esta patología descendió un 18% entre 1990 y 2019.
En lo que se considera el avance más importante en décadas, la Food and Drug Administration (FDA) aprobó una droga para tratar la fibrosis quística, una grave enfermedad hereditaria que provoca infecciones pulmonares repetidas.
En África, Malawi eliminó el tracoma, una infección ocular que si no se trata conduce a la ceguera. También se aprobó una vacuna contra el Ébola con reducciones de la mortalidad de hasta el 70%.
En un anuncio histórico, una comisión de expertos de la OMS concluyó que el poliovirus salvaje tipo 3 se erradicó en todo el mundo. Solo queda el tipo 1, en Paquistán y Afganistán. Y el 29 de mayo último, la entidad eliminó «el desorden de identidad de género» de su manual de enfermedades mentales.
Este también fue un año en que tuvimos una transición civilizada de un equipo de gobierno a otro. Y en el que muchas argentinas accedieron a bancas en el Congreso y fueron premiadas internacionalmente.
En el ámbito científico, la ecóloga Sandra Díaz, que codirigió el Informe de la Plataforma Intergubernamental Científico-Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos de las Naciones Unidas, fue considerada una de las figuras científicas del año por la revista Nature.
Otras dos destacadas investigadoras, la especialista en ciencias de la atmósfera Carolina Vera, que venía desempeñándose como vicepresidenta del Grupo I del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, y la química Ana Franchi, directora del Centro de Estudios Farmacológicos y Botánicos, jugarán un rol importante en los destinos de la investigación local como jefa de gabinete del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, y presidenta del Conicet, respectivamente.
Lamentablemente, a aquellos que no tuvieron la suerte de resultar beneficiados por la rueda de la fortuna y les tocó jugarla de perdedores, las contrariedades les teñirán el balance de fin de año como una gota de tinta que cae en un vaso de agua. Pero cuando todo es decepción, recordemos que estamos vivos y al menos tenemos el consuelo de que se abre frente a nosotros un nuevo calendario.»