Anteayer, el lunes 3/2, fue la primer etapa del proceso electoral que definirá las candidaturas presidenciales en los Estados Unidos. El «caucus» en Iowa. Y 36 horas después del cierre, todavía están contando los votos en el Partido Demócrata. Manualmente.
Sucede que las autoridades del partido en el estado decidieron contratar una app móvil para tener los resultados más rápido. Los «caucus» son una institución tradicional del sistema partidario norteamericano que se conserva en varios estados. Se puede describir como asambleas de los afiliados a cada partido que se reúnen en cada localidad y votan por el candidato que prefieren; en algunos lugares en forma oral, en otros con boletas. La idea era que un mecanismo informático iba a simplificar el trabajo de contar los votos.
Los dirigentes del estado niegan terminantemente que haya habido un «hackeo»; dicen que se produjeron «incongruencias» en los resultados. La gente mal pensada se pregunta si el hecho que el ex vicepresidente (de Obama) Joe Biden parece haber estado ahí muy por debajo de las expectativas, haya tenido algo que ver. Biden es el favorito de la dirigencia demócrata.
Pero son Pete Buttigieg, un joven (38) político de Indiana de perfil transgresor y muy apoyado por las empresas tecnológicas, y Bernie Sanders, el veterano (78) senador de Vermont, autoproclamado socialista, quienes encabezan el escrutinio, hasta ahora. Las encuestas le daban una buena chance a Sandres, pero lo de Buttigieg ha sido una sorpresa para todos.
Con los datos del 62% de los distritos electorales disponibles, el tercero en las encuestas, Buttigieg, se erigía vencedor (con el 26,99% de los delegados), seguido de cerca por el favorito, Sanders (25,1%). Los separan cuatro décadas y muchas ideas (Buttigieg se enmarca en el lado moderado del espectro demócrata, Sanders, bien a la izquierda del partido), pero ambos comparten un perfil atípico, outsiders en los códigos de la política tradicional «yanqui».
El Partido Demócrata busca al hombre o mujer con quien superar el trauma de 2016, cuando una candidata de manual, Hillary Clinton, cayó derrotada frente a uno que parecía un imposible, un chiste habitual en los programas de humor. El país ha cambiado en estos cuatro años. La «grieta» es tan feroz como acá, o más. La presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, rompió públicamente el texto del discurso de Trump ante el Congreso.
En 2016, Donald Trump y Bernie Sanders eran, pese a las abismales diferencias en ideas y estilo, dos heterodoxos que habían llegado para sacudir la política estadounidense. Hoy, uno se sienta en el Despacho Oval y el otro ha pasado de moverse en los márgenes ideológicos del partido a representar una corriente central y situarse a la cabeza en varias encuestas.
Tampoco Buttigieg es una criatura de Washington. Se presentó a las primarias sin más experiencia en la Administración que ocho años de alcaldía de una ciudad de 100.000 habitantes, South Bend (Indiana). Si ganase, sería el primer presidente millenial, también el primero abiertamente homosexual. Forjado políticamente en un territorio eminentemente conservador, es religioso, ex militar y muy culto, con un discurso de aire obamaniano que habla de unificar el país, de lograr una gran coalición de votantes. Sanders es el viejo luchador de la izquierda, un independiente que hace cuatro años empezó a sacudir los cimientos del partido demócrata, al enfrentarse con fuerza a Hillary Clinton, y ahora espera dar el golpe definitivo al tablero político.
Los resultados, de consolidarse con el 100% del recuento, revelan el hambre de cambio del partido y son preocupantes para las expectativas de Joe Biden, el vicepresidente de la era Obama, que encarna la apuesta continuista y se ha situado cuarto, aunque sigue liderando los sondeos de ámbito nacional. La progresista senadora Elizabeth Warren quedaría tercera con un 18%.
En cualquier caso, Iowa no decide la nominación. Sólo elige a 41 de los 1.991 delegados necesarios para ganarla. Es un estado pequeño, blanco y rural, y es el primero en celebrar las primarias de ambos partidos por tradición (una que después del papelón del lunes va a ser cuestionada). Pero es el primer resultado, y todos son influenciados, quieran o no, por esos votos que todavía se están contando. A mano.