Como es sabido, la ley argentina dispone que una suma para solventar gastos electorales -sobre todo, impresión de boletas- se distribuya entre las candidaturas con una fórmula que considera, entre otros factores, los sufragios de la elección anterior.
Mientras que a la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner cada uno de sus casi 13 millones de votos en las generales 2019 le «costaron» $ 11, según el balance declarado de la campaña del Frente de Todos, cada sufragio que obtuvo la candidatura de José Luis Espert le salió unos $ 155.
A diferencia del FdT y de la mayoría de sus competidores, la postulación del economista liberal no tuvo ninguna donación privada, por lo que su boleta de Unite fue financiada completamente por aportes públicos.
El frente triunfador declaró ingresos a su campaña por $ 143.621.806, según el balance presentado a la Justicia Electoral. Entre lo que recibió, figuran $ 93,4 millones del Estado, y otros $ 48,2 millones de donaciones privadas, tanto de personas físicas como empresas. (Entre las inyecciones más importantes para el FdT figuran aportes por $ 9 millones de la Aceitera General Deheza).
Con gastos operativos de campaña (viajes y organización de actos, entre otros) cotizados en $ 61 millones, más otros $ 79 millones en publicidad, cada uno de los 12.946.037 de votos según el recuento final le «costó» al FdT unos $ 11,09.
En el otro extremo figura la campaña de Espert. Según el balance financiero de Unite, alianza que lo llevaba como candidato presidencial, recibió ingresos por $ 61.373.557. Salvo $ 136 lo gastó todo ($ 47 milones para la campaña operativa y $ 14 millones en publicidad). Sin donaciones privadas declaradas, con financiamiento 100% público, cada uno de los 394.207 sufragios que obtuvo implicó $ 155,69. Fue el gasto estatal por voto más alto.