Hay un Día Internacional de la Mujer. Pero siguen los femicidios

La reivindicación feminista -la versión actual de una lucha por afirmar los derechos de las mujeres que lleva décadas, y hasta siglos- se ha transformado en el fenómeno cultural más visible de estos años del siglo XXI. Y como todos los fenómenos culturales, levanta entusiasmos y cuestionamientos en la sociedad.

Pero hay cosas en las que cualquier ser humano decente debe coincidir. Por eso nos parece oportuno reproducir hoy este nota de las periodistas Evangelina Himitian y Soledad Vallejos:

«A 70, las balearon. A 58, las apuñalaron. A 47, las golpearon hasta matarlas. A 19, las asfixiaron. A 11, las quemaron y a 8 las asesinaron con hacha y machete. Y la lista sigue hasta 299 mujeres. A la mayoría las mataron en sus casas y dos de cada tres las asesinó su pareja o ex pareja. Los números del último informe de la Casa del Encuentro sobre femicidios muestran que la violencia sigue aumentando: en el año último fue asesinada una mujer cada 29 horas. En 2018, era una cada 32 horas. El reloj marcha en reversa.

La lucha feminista visibiliza cada vez más la desigualdad, pero queda poco tiempo y urgen resultados. El punto 5 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) aspira a lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas antes de 2030. Sólo quedan diez años y, a juzgar por las estadísticas, estamos cada vez más lejos de alcanzarlo. ¿A casi cinco años del primer #NiUnaMenos, cuáles fueron los avances y los retrocesos en la lucha por la igualdad?

Hubo grandes pasos, dicen los especialistas: sobre todo, aquellos que nos llevaron a avanzar en la denuncia y la visibilización de la desigualdad. No somos los mismos que hace cinco años. La sociedad está cambiando la manera de ver la violencia contra las mujeres y comenzando a entender sus múltiples dimensiones y formas de ejercerla. En estos años, nos deconstruimos, tejimos lazos de sororidad, aprendimos a escucharnos y a creerles a las víctimas de la violencia machista. Nos animamos a hablar, aprendimos a reconocer situaciones de violencia que estaban naturalizadas. Pero el proceso es lento e impacta más en el discurso que en los hechos.

La ley de protección integral de las mujeres, que rige desde 2009, menciona distintos tipos de violencia: física, psicológica, sexual, económica y patrimonial, simbólica, familiar, institucional, laboral, contra la libertad reproductiva, obstétrica y mediática. ¿Cómo evolucionaron esas formas de violencia a medida que se creó mayor conciencia social?

La Oficina de Violencia Doméstica (OVD) a cargo de la vicepresidenta de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Elena Highton de Nolasco, atendió el año pasado 12.457 casos de violencia que afectaron a 16.449 personas, un 7 % que en 2018. Es la cifra más alta en sus once años de trabajo.

Ellas son las más afectadas. Ellos, en la mayoría de los casos, los agresores y también en algunas ocasiones, víctimas de la violencia muchas veces ejercida por otros hombres. Del total de registros, las mujeres superan en número y proporción a los varones, en casi todos los grupos de edad. Las que tienen entre 18 y 59 años representan el 54 %, mientras que las niñas, niños y adolescentes, de hasta 17 años, el 32 %. Los varones mayores de 18 años que denunciaron un hecho de violencia, apenas llegan al 9 %.

El tipo de vínculo más común entre la víctima y el agresor es de pareja (51 %), filial (32 %) y fraternal (3 %). Si se analiza el primero (que incluye cónyuges, convivientes, novios y ex parejas), el 88 % de los denunciados fueron varones. En los casos de vínculo filial, en el 71 % de los casos el agresor fue también un hombre.

Los femicidios constituyen la forma más extrema de la violencia de género. Año tras año, las estadísticas crecen. Durante el año pasado, hubo un femicidio cada 29 horas, según el último informe de la Asociación Civil La Casa del Encuentro. Murieron 299 mujeres y 341 hijas e hijos se quedaron sin su mamá. En 2018, el total de femicidios había sido de 278. Más mujeres que mueren a manos de un varón que las conoce y que, en la mayoría de los casos, convive con ellas: esposos, parejas y novios son los agresores más frecuentes. Le siguen los ex y luego otros familiares. Lo que significa que el principal riesgo para la mujer está adentro de su casa, no en la calle.

Una de cada dos denuncias que recibió la OVD el año pasado fue por violencia física. Sin embargo, se considera que está subdenunciada. Cuando los expertos evaluaron el nivel de riesgo para las víctimas, se estableció que 9 de cada 10 mujeres corren riesgo de vida: altísimo y alto en el 38% de los casos; medio y moderado, en el 51 %; y bajo, apenas en el 11 %.

La violencia económica también está definida por la ley. La mayoría de las denuncias en ese sentido recibidas en la OVD tienen que ver con hombres que utilizan el dinero como forma de ejercer poder sobre el resto de la familia, que usufructúan el patrimonio común en beneficio propio o se niegan a pagar la cuota de alimento de sus hijos. También existen otras formas de violencia económica invisibilizada, que no se denuncian, y que impactan en la vida de las mujeres. «La limitación o control de sus ingresos, así como la percepción de un salario menor por igual tarea, dentro de un mismo lugar de trabajo», dice la ley: la inequidad salarial se suma a la doble jornada,a la mayor chance de desocupación y de tener trabajo precario o de caer en la pobreza.

En un año, la crisis profundizó la brecha salarial de género: para ganar lo mismo que los hombres, las mujeres deberían recibir un aumento del 41% de sus salarios, según surge de comparar los datos del último informe del Indec sobre los ingresos (Evolución de la distribución del ingreso (EPH) Cuarto trimestre de 2019). El mismo informe del año anterior marcaba que la brecha era del 35%. En 2018, el ingreso promedio de ellos era $ 18.096 y ahora es de $31.497, mientras que ellas cobraban $13.353 y ahora reciben $22.365 (se trata de ingresos promedio).

Si se analizan los números de los que más ganan y los que menos, la grieta aún es mayor: el 30% de las mujeres gana menos de $ 17.600 (solo el 16% de los hombres gana eso). En el otro extremo, el de los que mayores ingresos tienen, ellas son el 3,5%, mientras que ellos, casi el 7%. Además, para los hombres, estar entre los mejor remunerados significa ganar $ 92.000 o más. Para ellas, unos $ 78.000. En el país, son apenas 606.564 las que entran en esa categoría cuando los hombres en la punta de la pirámide son 1.110.349.

Más golpeadas por la crisis
Distintos informes señalan que en mayor medida son las mujeres las que pagan los costos de la inflación. La participación en el mercado laboral también es desigual. La tasa de empleo femenina es de 44% y la del hombre, 64%. «Esta disparidad tiene múltiples factores, uno de ellos se desprende de la cantidad de horas que las mujeres ocupan en tareas no remuneradas», expresa el informe de la consultora Opinaia para el Día de la Mujer.

«Las cifras del mercado laboral argentino en la actualidad parecen sustentar también la hipótesis de que son las mujeres quienes pagan los costos de la crisis económica actual», dicen Gala Díaz Langou y Matilde Karczmarczyk, directora y analista del programa de protección social de Cippec, en un informe elaborado en base a datos oficiales. Ante la crisis, en mayor medida fueron ellas quienes salieron a buscar el ingreso que se perdió por la inflación y lo consiguieron en condiciones precarias e informales. El informe apunta que hubo una baja en la proporción de mujeres en puestos asalariados registrados y en cambio creció el empleo en negro.

La desigualdad en la pobreza
Tres de cada diez hogares argentinos tienen a una mujer como principal sostén económico. Es una situación frecuente en los sectores más vulnerables: en el 10% más rico de la población, solo 1 de cada 4 hogares tiene una mujer al frente. En el 10% de los ingresos más bajos, ellas encabezan el 55% de los hogares, señala el documento «8M, la autonomía económica de las mujeres va más allá del mercado laboral», de Cippec.

La doble jornada como violencia
La caída del ingreso no significó únicamente más trabajo afuera. También más horas puertas adentro. Según surge de comparar los datos de uso del tiempo recabados en la última EPH, desde 2014 hasta hoy, ellas sumaron unos 48 minutos a su jornada en trabajo no remunerado: es decir en actividades de cuidado de la casa y de los hijos y otros miembros de la familia. De hacer 6 horas y 48 minutos diarios de trabajo no remunerado, pasaron a hacer 7 horas y 36 minutos. Ellos, en cambio, apenas sumaron 12 minutos: de hacer 3 horas y 18 minutos a 3 horas y media. » La población que se dedica al trabajo de cuidados no remunerado se encuentra altamente feminizada, representando el 92% en mujeres con respecto al 8% para varones», dice el informe del Observatorio Nacional de Violencia contra las Mujeres.

Violencia psicológica
El maltrato psicológico encabeza el ranking de las denuncias por violencia de género en la Oficina de Violencia Doméstica: estuvo presente en el 96% de las evaluaciones de riesgo de las personas afectadas. La ley define a la violencia psicológica como aquella que causa daño emocional y disminuye la autoestima, que busca degradar o controlar sus acciones, comportamientos, creencias y decisiones, mediante amenaza, acoso, hostigamiento. La que humilla, deshonra, descredita, manipula y aísla. Incluye también el trato que vigila y exige obediencia. Pretende sumisión. Es el insulto, la indiferencia, el abandono, los celos excesivos, la ridiculización y el control de movimientos.

También fueron más las mujeres que denunciaron violencia psicológica. Pero aunque no se denuncie, la doble jornada impacta negativamente en el bienestar de las mujeres. Aun en horario de trabajo, siete de cada diez mujeres quedan a cargo del operativo familiar. Esto se traduce en la jornada superpuesta: mientras está trabajando, monitorea la logística de la casa.

Una de cada tres mujeres dice que siempre o casi siempre termina agotada su jornada de trabajo, según señala un sondeo de la Universidad Siglo 21, que entrevistó a más de 1000 personas. Solo uno de cada cuatro hombres dio esa respuesta. «Las mujeres tienen peor calidad de vida laboral», dice el estudio. Y explica que el 15% de ellas dijo que se siente muy presionada en su intento por conciliar la vida familiar y el trabajo, contra el 8% de los hombres.

Violencia sexual
Los especialistas apuntan que se denuncia apenas uno de cada diez abusos sexuales. En 2019, la OVD recibió 1682 denuncias de violencia sexual, el mayor registro de los últimos cinco años. Es probable que esto se deba a un aumento de las mujeres que se animaron a hablar y no a un aumento de casos. Las menores de 17 años son el grupo etario que más sufrió este tipo de violencia. Casi siempre, el abusador fue un miembro de su familia.

Nueve de cada diez mujeres dijeron que sufrieron acoso sexual callejero a lo largo de su vida, según una encuesta que hizo la organización Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMaLá) en 11 provincias para relevar cómo les afecta cotidianamente caminar por la calle y viajar en transporte público.

¿En qué consistió el acoso? Al 45%, algún varón la siguió; al 36%, la tocaron o le mostraron los genitales, y el 17% contó que un varón se masturbó frente a ellas, entre otras formas de acoso (2%). ¿Dónde ocurrió? El 44% de las mujeres dijeron que fueron acosadas verbalmente mientras esperaban el colectivo y el 6% abusadas físicamente, en la parada. Al subir al colectivo, la violencia no cesa: dos de cada diez mujeres dicen haber sido abusadas con rozamientos y manoseos. El porcentaje es más alto en Córdoba (37%) y en la ciudad de Buenos Aires (34%).»

VIALa Nación