Hoy en cuarentena total, con nuevos contagios y con riesgo país alto, igual los argentinos seguimos haciendo cosas como ésta.
RUAS 160, EL HELIDRÓN ARGENTINO
El RUAS-160 es un helidrón (fusión de «helicóptero» y «dron») argentino multipropósito de tamaño importante (160 kg. con combustible y carga útil).
Acaba de dejar un tendal de “deme dos” insatisfechos en Expoagro, celebrada en San Nicolás, provincia de Buenos Aires… pero a jorobarse, compradores: por ahora hay uno solo, el MET o Modelo de Evaluación Tecnológica. Tal vez dentro de un par de años sean centenares. O miles. ¿Por qué no?
El RUAS-160 creó interés inmediato en el campo: los productores y contratistas lo ven como un sistema muy económico y preciso de aeroaplicación, superior al avión tripulado en superficies chicas o difíciles por relieve, árboles o viento turbulento. Lo imaginan también como un aparato de planificación en tiempo real de los tareas rurales en propiedades grandes: en años lluviosos, darle una “vichada” al campo antes de empezar el día y así evitar encajar las pesadísimas cosechadoras en barrizales. En tiempos de seca, mandarlas en línea recta exactamente a los lotes donde quedó grano sobreviviente, sin perder tiempo ni gasoil.
Este pequeño combo de aplicaciones evidentes determinó que el presentador natural del aparato fuera Héctor Huergo, jefe histórico de Clarín Rural, y vate oficial del actual modelo agropecuario argentino.
Otros que codician el RUAS son la Armada Argentina y la Policía Federal Argentina, para ponerle cargas útiles muy diferentes: radares de apertura sintética (los que permiten formar imágenes casi fotográficas pero en microondas), plataformas ópticas y/o infrarrojas giroestabilizadas, e incluso sistemas de monitoreo e interferencia de señales electrónicas.
La Armada lo piensa como aparato de detección de pesqueros ilegales o de búsqueda y rescate de personal accidentado en el mar. El helidrón puede desplegarse desde destructores, fragatas y patrulleras con esas condiciones de viento y oleaje aborrecibles y frecuentes en el Mar Argentino, en las que el helicóptero tripulado a bordo (si lo hay) no sale.
Pero la lista de aplicaciones posibles queda abierta. Con 80 kg. de carga útil potencial, despegue y aterrizaje plenamente robóticos, plan de vuelo automático (sin piloto), o semipilotado (con piloto haciendo correcciones de trayectoria) o plenamente manual, y entre una hora y media de autonomía de vuelo según el piloto y contratista Nicolás Marinelli, o seis horas según la empresa nuclear y aeroespacial INVAP, el RUAS-160 es una solución en búsqueda de problemas.
En el Mar Argentino el RUAS podría incluso llevar armamento liviano y convencer al pesquero en fuga de que es mejor parar los motores y esperar, resignado, el abordaje. También aplicar algún fitosanitario a dosis ahorrativas de 3 kg por hectárea, sin problemas de deriva por viento ya que puede operar a una altura tan baja que a un pesado avión fumigador le sería suicida. Augusto “Pirincho” Cicaré, el genio helicopterista de Saladillo, provincia de Buenos Aires (ya tiene 83 años), lo hizo así de reconfigurable.
Cicaré tuvo el acierto de ponerle al RUAS dos hélices contrarrotativas en el mástil. Cada una cancela el momento angular de la otra. Así las cosas, el aparato no necesita rotor de cola, como sí lo hacen la mayor parte de los helicópteros tripulados para evitar la “autorrotación” en sentido opuesto, por reacción, al giro de las hélices. Una hélice menos, una transmisión menos, un problema menos, y mejor control.
Augusto “Pirincho” Cicaré, de 83 años, posa con la plana mayor de INVAP.
La motorización por ahora es un pistonero de 2 tiempos de 40 HP, reemplazable por 2 de 25 HP, como la que usan algunos poquísimos aviones ultralivianos tripulados. Los sensores, la aviónica, la robótica y los centros de telemetría, comando y control, que en un dron son tan importantes como en un satélite, las pone INVAP, de Bariloche, Río Negro, con 8 satélites fabricados, algunos complejísimos como los ARSAT 1 y 2 y los SAOCOM 1A y 1B. Y el “link” viviente entre esos tres mundos tan distantes y distintos (“Planeta INVAP”, el diseño aeronáutico y el campo), es el citado piloto y contratista rural Nicolás Marinelli, de Venado Tuerto, Santa Fe. Tres provincias en un solo proyecto tecnológico: a cuidarlo, gobernadores.
Dado que la sociedad entre esas tres partes es muy reciente, este desarrollo tiene algunas especificaciones todavía preliminares. Marinelli habla de entre 60 y 90 minutos de autonomía. INVAP, en cambio, de hasta 6 horas, de acuerdo a la carga útil. Que para Marinelli es de 80 kg. de agroquímicos, una cámara giroestabilizada y punto, mientras que en INVAP (donde a fuerza de fabricar satélites piensan todo en liviano, casi incorpóreo) pueden ser menos kilos pero de sensores mucho más sofisticados. Esto probablemente explica que en Bariloche apuesten a autonomías larguísimas, más aptas para patrulla naval o vigilancia urbana que para fumigación. Nos habría encantado hablar con Pirincho Cicaré, el autor de la plataforma, para enriquecer aún más esta cordial discordia.
Como sea, aquí en AgendAR alzamos las copas para que a este emprendimiento le vaya bien. Si el campo apuesta a un vehículo aeronáutico argentino, no es imposible que el RUAS-160 termine resucitando, sin proponérselo, parte del proyecto SARA (Sistema Robótico Aéreo Argentino), es decir la fabricación de “drones” duales, civiles y militares. Fue un proyecto prioritario de INVAP que interesaba sobremanera a la Fábrica Argentina de Aviones (FAdeA) de Córdoba como posible subcontratista hasta 2015, cuando lo clausuró imagínense quién.
Y ya que hablamos de Córdoba, RUAS no es un recordatorio del apellido de otro presidente, uno oriundo de la citada provincia y que estrelló al país. Es un acrónimo de “Rotary Unmanned Air System” (en cristiano, “Sistema Aéreo Rotativo No Tripulado). Si los culpables de esta ingeniería todavía inconclusa le pusieron un acrónimo gringo, uno supone que debe haber intención de exportar.
Desde vender porotos de soja a querer vender drones… qué país indomable.
Daniel E. Arias