El economista Juan Carlos de Pablo escribe sobre economía desde hace muchos años. Usualmente hemos estado en desacuerdo, pero debemos reconocer que lo hace en forma amena y clara.
Esta vez, tenemos la satisfacción de reproducir su nota más reciente, en la que suspende -frente a la terrible realidad de la pandemia y de las medidas que se adoptan para frenarla- los dogmas económicos que se han repetido desde los formadores de opinión en las últimas cuatro décadas.
Eso sí: si bien aplaudimos que De Pablo reconozco aquí la necesidad de estimular la demanda, cuando ésta se derrumba en ocasiones como la presente, debemos señalar que ahora también es necesario proteger la oferta. El reclamo de empresarios pequeños y medianos que publicamos también hoy es una manifestación de esto.
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«La Royal Economic Society necesitó 30 tomos para publicar los escritos de John Maynard Keynes. Entonces, cuando alguien afirma que «Keynes dijo», al menos debería aclarar cuándo lo dijo, para tener en cuenta las circunstancias. ¿En qué medida el diagnóstico y las propuestas planteadas en La teoría general de la ocupación, el interés y el dinero , obra publicada en 1936, tienen relevancia en el mundo hoy y, en particular, en nuestro país?
Al respecto conversé con el inglés Richard Ferdinand Kahn (1905-1989), quien se inmortalizó cuando en 1931 publicó la monografía sobre La relación entre la inversión y el empleo.
-Usted tenía entonces 26 años. ¿En qué contexto escribió ese trabajo?
-En 1929, Inglaterra estaba sufriendo un fuerte desempleo. Lloyd George hacía campaña electoral basada en una política de inversiones públicas. La Tesorería británica dijo que las inversiones públicas no tendrían ningún efecto sobre el empleo, porque generarían la caída de los otros componentes de la demanda. Pues bien, no solamente mostré que era posible aumentar el número de ocupados elevando la inversión pública, sino que existía una relación cuantitativa entre inversión y empleo, que denominé el multiplicador. Según Roy Forbes Harrod, el primer biógrafo de Keynes, mi artículo ejerció gran influencia sobre Maynard y me convertí en su discípulo más distinguido. A propósito: lo publiqué en el Economic Journal, cuyo editor era? Keynes.
-Además, integró lo que se conoce como «el circo» de Keynes o de Cambridge.
-Efectivamente. El grupo se formó inmediatamente después de que en 1930 Keynes publicara su Tratado sobre la moneda . También lo integraron James Edward Meade, Edward Austin Gossag Robinson y su esposa Joan Violet, y Piero Sraffa. Cuánto contribuimos al contenido y a la redacción de La teoría general es materia de discusión.
-El circo se desmembró en 1931, pero a nivel individual, después de 1936 siguieron opinando.
-Keynes era un gran escritor, pero La teoría general fue escrita en circunstancias dramáticas y mientras desarrollaba otras tareas. Por lo cual, el texto generó debates sobre lo que dijo, sobre lo que quiso decir y sobre lo que verdaderamente quiso decir; son debates que aún hoy continúan. El propio Keynes no tuvo oportunidad de revisar la obra, porque a partir de 1937 sufrió graves problemas de salud, se ocupó de negociar con los estadounidenses el acuerdo de préstamos y arriendos, y de la creación del Fondo Monetario Internacional. Y falleció en 1946.
-Joan Robinson, quien no tenía pelos en la lengua, diferencia a los verdaderos keynesianos de los keynesianos bastardos.
-Incluía en el segundo grupo, principalmente, a los economistas americanos, quienes -a partir del esquema IS-LM, inventado por el inglés John Richard Hicks- mandaron, según ella, a un segundo o tercer plano la esencia del mensaje keynesiano.
-¿Cuál es?
-Que el mundo es muy incierto y que cuando existe fuerte incertidumbre, como la enorme mayoría de los seres humanos, en la enorme mayoría de las circunstancias, actúa de manera conservadora, muchas decisiones de compra no se adoptan, o al menos se posponen. En dicho contexto la liquidez adquiere un valor supremo.
-¿Por qué?
-Porque es mucho más fácil comprar bienes cuando se tiene efectivo que cuando se tienen otros bienes. Recuerde que en Gran Bretaña, en la década de 1930, no había ni inflación ni expectativas inflacionarias, de manera que no había ningún apuro por comprar.
-A partir de ese diagnóstico, ¿cuál era la recomendación de política económica?
-Que el Estado complete la deficiencia del gasto privado con gasto público. No está de más aclarar que Keynes no pretendía estatizar los medios de producción, sino «cebar la bomba»; es decir, darle el golpe inicial a la demanda, hasta que se volviera a la normalidad.
-No me negará que, en nombre de Keynes, se formulan las propuestas más disparatadas.
-No lo niego, pero esto es más o menos como criticar a Nuestro Señor Jesucristo por lo que dicen algunos sacerdotes en los sermones.
-Keynes le dio pie a algunos de sus seguidores, al sugerir que la suya era una Teoría general.
-Me suena más a una cuestión de marketing, porque más allá de que en 1936 era una persona conocida, tenía que llamar la atención. Pero no era el loquito que algunos de sus críticos nos quieren hacer creer.
-¿Cuán relevante es hoy el planteo de Keynes, en el mundo y en la Argentina?
-En el plano del diagnóstico, muy relevante. Porque el coronavirus afecta profundamente la vida económica de cada uno de nosotros, por razones de demanda y de oferta. En la actualidad, ¿quién piensa en viajar a otro país, cambiar el auto o agrandar su fábrica? Esto, del lado de la demanda. Del lado de la oferta, las entendibles restricciones a la movilidad de las personas hacen que muchas fábricas y comercios tengan que permanecer cerrados. El sector de servicios puede adaptarse más fácilmente a funcionar desde las casas, pero no existe ninguna actividad manufacturera o comercial que funcione sin la presencia de algunos seres humanos.
-¿Y en el plano de las propuestas?
-La fuerte incertidumbre también es importante a la hora de imaginar medidas de política económica. El gasto público, como las reducciones impositivas, tienen que ser direccionadas, para que surtan efectos. Eximir a las empresas formales del pago de las contribuciones patronales y ayudarles a pagar una porción de la nómina salarial, son medidas realistas, de fácil implementación.
-¿Cuál sería una medida no razonable?
-Una reducción generalizada de los impuestos que pagan las personas, esperando que a raíz de esto aumenten sus compras. Porque la incertidumbre puede inducir al atesoramiento, en pesos o en dólares, o directamente se puede dar la imposibilidad de gastar, porque casi todas las actividades están cerradas.
-¿Y entonces?
-En las actuales circunstancias no hay más remedio que apelar al gasto del Estado.
-¿Olvidándonos de todo lo que se ha dicho?
-No; utilizando la cabeza. El presidente Fernández ordenó la construcción, a toda velocidad, de 8 hospitales. Costarán mucho más que si se construyeran en tiempos normales, pero no hay tiempo para perder. Lo importante es que, superado este momento dramático, no sigamos pensando que lo que fue bueno durante la crisis puede seguir siéndolo de manera permanente.
-Ser clásico o keynesiano, según las circunstancias.
-Obvio. La política económica práctica se nutre de principios, teorías e investigaciones empíricas, que se aplican según y conforme. Keynes dijo que «en el largo plazo estamos todos muertos» en la década de 1920. Lo podría haber repetido en la de 1930 y también hoy. Pero, por favor, no abusemos.
-Don Richard, muchas gracias.»