Evaluando los resultados, después de 100 días de cuarentena

En este reportaje, Nora Bär reúne las opiniones de funcionarios responsables y expertos, sobre lo que se habría hecho bien y mal en esta larga cuarentena. Al final, añadimos algunas observaciones de AgendAR.

«¿Por qué, a pesar de que nos estamos acercando a los 100 días de un aislamiento social preventivo y obligatorio, en lugar de estar descendiendo, los casos de Covid están creciendo? Esta es la pregunta que se hace gran parte de la población, que está sumida en el hartazgo.

Contra lo que podría pensarse, muchos infectólogos, epidemiólogos, matemáticos, bioinformáticos y científicos de datos dan respuestas coincidentes: aunque las medidas que se tomaron fueron acertadas y oportunas (se ganó tiempo para equipar el sistema de salud, entrenar a médicos y enfermeras para lidiar con el virus, desarrollar tests nacionales y posibles terapias, saber más sobre qué fármacos o tratamientos hay que descartar por completo y cuáles habría que ensayar), a lo largo de estos meses también se filtraron errores que les restaron efectividad.

«La pandemia generó una situación absolutamente inédita en la historia de las personas que estamos vivas -comenta Fernán Quirós, secretario de Salud de la Ciudad-. Por lo tanto, hemos tenido que ir aprendiendo semana a semana, de las circunstancias, del comportamiento del virus y de la sociedad. En ese contexto, y en base al conocimiento que teníamos en cada instancia, tomamos decisiones pensando en cuidar la salud de la ciudadanía para superar este momento tan difícil con el menor dolor posible».

«Un acierto fue haber realizado un adecuado diagnóstico de situación en los primeros días de marzo, cuando todavía no se sabía cómo iba a impactar la pandemia -opina Eduardo López, jefe del Departamento de Medicina del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y miembro asesor del Poder Ejecutivo-. Fue correcto haber decidido una cuarentena, especialmente con restricción de la movilización, cierre de espectáculos masivos, escuelas, aeropuertos y fronteras. Y la ciudadanía lo aceptó con estoicismo. El tiempo de duplicación de casos se llevó de cuatro o cinco días a un promedio de 21. Otro dato importante es que en el interior del país la incidencia de la enfermedad bajó drásticamente. Hoy hay más de 10 provincias sin casos».

El ex secretario de Gobierno de Salud, Adolfo Rubinstein, coincide: «Más allá de las críticas acerca de que duró mucho tiempo, haber tomado la decisión en ese momento estuvo bien. La curva era muy empinada y no teníamos los servicios de salud preparados para atender la epidemia». Pero aclara que «no se tomó más temprano porque hubo semanas en las que se subestimó la magnitud del problema y se retrasaron las decisiones de comprar reactivos de diagnóstico. También influyó la entrada de viajeros desde países que ya tenían brotes».

El matemático Guillermo Durán, que junto con Diego Garbervetsky coordina un grupo de más e 50 investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, y de otras universidades nacionales que están siguiendo muy de cerca el rastro de la epidemia comparte esa visión: «El aislamiento evitó miles de contagios y centenas de muertes. Ya vimos lo que sucedió en países como Brasil, Estados Unidos, Italia, España y Suecia».

Los estudios de Durán, Daniel de Florian y otros muestran que el primer mes hubo un cumplimiento estricto de la cuarentena. Se observa en las curvas de movilidad que pudieron trazarse, por ejemplo, a partir de datos de teléfonos móviles. Eso permitió casi controlar la situación en todo el interior del país (con pocas excepciones; entre ellas, Resistencia) y en la mayor parte de la Provincia de Buenos Aires. Dos casos notables son Santa Fe y Córdoba, donde aún con importantes centros urbanos, los distintos focos de transmisión del virus pudieron apagarse gracias a excelentes trabajos territoriales del Estado, con organizaciones barriales y sociales en el seguimiento de contactos.

Pero tras un comienzo exitoso, como señalan muchos, que permitió reducir drásticamente el número de reproducción R (la cantidad de personas que contagia un caso índice), a medida que se otorgaban permisos y excepciones, la cuarentena se flexibilizó más de lo conveniente. Después de haber llegado casi a un 80% de restricción en la movilidad tras el cierre de fronteras y la suspensión de eventos masivos (12/3), el de las clases y la ordenanza del teletrabajo para la administración pública (16/3) y el aislamiento obligatorio del 20 de marzo, a principios del mes siguiente los casos empezaron a crecer. Con frecuencia, hubo poco control de los individuos que volvían de zonas con transmisión activa del virus. Algunos eran alojados en hoteles y luego liberados sin efectuarles los tests correspondientes. Simultáneamente, empezó a haber cada vez más personas exceptuadas, sin seguimiento ni rastreo eficientes.

En ese contexto, se dieron eventos de transmisión en conglomerado. Como el de Loncopué, en Neuquén, a principios de abril, cuando un asado de cumpleaños con 60 invitados organizado por una persona que volvía de Chile en la primera semana de cuarentena provocó 25 casos de Covid y dos muertes. El 30 de abril se confirma el primer caso en el Barrio 31 y el 5 de mayo se lanza el plan Detectar; al principio, solo para los barrios vulnerables.

Lo que no se hizo fue la preparación de la respuesta comunitaria. Generar equipos de rastreadores entrenados para apagar los brotes rápidamente.

«La cuarentena se flexibilizó más de lo que uno hubiera querido -dice López. En el interín rigió durante algún tiempo una definición de caso sospechoso que no respondía a lo que se estaba viendo y retardaba el diagnóstico de algunos casos. El testeo expandido llegó un poco tarde». Hoy, hay brotes importantes en CABA, AMBA y Chaco, y el 41% de los casos es por transmisión comunitaria; es decir, que no permiten rastrear de quién adquirieron el virus.

Para Soledad Retamar, ingeniera en Sistemas, docente e investigadora de la Facultad Regional Concepción del Uruguay de la Universidad Tecnológica Nacional, las primeras medidas fueron acertadas y efectivas, porque permitieron además comunicar a la sociedad los hábitos adecuados para prevenir el contagio. «Luego, cuando se fueron haciendo más laxas, era el momento de implementar una estrategia fuerte de seguimiento de contactos y aislamiento, y es allí donde no se lograron los resultados esperados».

Para ella, como para Rodrigo Quiroga, bioinformático de la Universidad Nacional de Córdoba, es crucial tener una trazabilidad y aislamiento de casos. «En este momento estamos viendo cuellos de botella en los datos referidos a la gran cantidad de casos sospechosos que aún se encuentran a la espera del resultado o, peor aún, de la toma de muestra», subraya Retamar.

El físico Jorge Aliaga, ex decano de Exactas-UBA y actualmente secretario de Planeamiento y Evaluación Institucional de la Universidad Nacional de Hurlingham, considera que lo que se hizo bien fue mantener un crecimiento lento de los casos. Lo que se hizo mal fue no haber prolongado en el AMBA lo que se había empezado a lograr el primero de abril y que sí logró el interior: bajar los casos como Uruguay. «Es decir -destaca-, tuvimos el famoso ‘pico’, con la mayoría de los casos en el interior. Allí se apagaron, pero en el conglomerado urbano de Buenos Aires, no».

«El aislamiento bajó la transmisión del nuevo coronavirus a la cuarta parte de lo que había sido al inicio y dio esperanzas de que podríamos ir hacia la supresión de la epidemia, reemplazándola por focos recurrentes como en los países que ganaron las primeras batallas -detalla Roberto Etchenique, químico analítico de la Exactas-UBA. Pero faltó un poco. A mi entender, hubo cuatro errores: la insistencia en ‘aplanar la curva’ para que los casos subieran de a poco, sin explicar que con eso no bastaba, que hay que lograr que los casos disminuyan cada día; la negativa inicial al barbijo, con lo que se perdió tiempo valioso y credibilidad; la constante predicción de la ‘fecha del pico’; y la más importante: no haber salido hace más de un mes a hacer un intenso rastreo de contactos y aislamiento, insistiendo en buscar solo a aquellas personas con síntomas, que ya no eran las responsables del grueso de la transmisión».

Y si hay coincidencia en el diagnóstico, también la hay en cuáles deberían ser las medidas que hay que tomar de aquí en más.

Para López, habría que trabajar fuertemente con el plan Detectar para identificar casos índices y contactos estrechos. De acuerdo con el especialista, no sería desacertado «volver a la cuarentena Fase 1 durante todo un período de incubación (15 días), dependiendo de los números». «Hoy por hoy, estamos con una cuarentena imperfecta. Si volvemos, tenemos que asegurarnos de que sea efectiva. Todavía estamos en una situación que se puede controlar».

Rubinstein agrega que «Esta semana es crítica para ver cómo viene el R. Hay que seguir los datos día por dia, porque si no, nos puede pasar lo que le pasó a Chile. Así como [el aislamiento] sirvió para ganar tiempo, lo que no se hizo fue la preparación de la respuesta comunitaria. Generar equipos de rastreadores entrenados para apagar los brotes rápidamente. Estoy hablando de 20.000 personas, 4000 equipos de atención primaria. Si no hacemos eso, entonces la cuarentena no sirvió».

Esto último se hizo en Santa Fe y Córdoba con buenos resultados. Está empezando a hacerse en la provincia de Buenos Aires y también CABA tiene planes de avanzar en ese sentido. «La ciudad fue pionera en la obligatoriedad del tapabocas -dice Etchenique-. Pero sigue sin entenderse del todo que ‘aplanar la curva’ no sirve, que a cualquier velocidad, si la curva sigue subiendo, antes o después, saturará el sistema. Cuando esto se comprenda en toda su magnitud, y a la vez haya una toma de conciencia ciudadana de que no tenemos que seguir el camino de Chile y Brasil, será el momento de decir que vamos en la dirección correcta».

Hubo muchas cosas bien hechas y algunos errores. De esa experiencia crece la convicción de que, probablemente, la salida de esta encrucijada exigirá un nuevo esfuerzo durante 15 días. Pero no se trata de volver al principio, porque si se hace todo igual, los resultados van a ser los mismos. Se trata de barajar y dar de nuevo para avanzar con un gran operativo de identificación de infectados y un veloz rastreo de contactos que permita interrumpir la transmisión del virus.

«Sí es necesario poner a miles de personas a hacer esas tareas, habrá que hacerlo -dice Durán-. Hay que actuar muy rápido: a este ritmo (y a este R) saturamos el sistema de salud en alrededor de un mes, lo que implicará muchas muertes evitables. Estamos en la situación en la que estaba Chile hace un mes y creciendo de la misma forma. Lo que proponemos en el AMBA no es imposible, muchos países lo lograron: Nueva Zelanda, Singapur, Estonia, Vietnam. pero hay que aumentar la capacidad de rastreo y de testeo».

Y concluye Pedro Cahn, director científico de la Fundación Huésped y miembro del comité asesor: «Iniciar tempranamente las medidas, a siete días del primer caso, fue un acierto. Basta con mirar a otros países de la región, como Brasil, con más de 230 muertos por millón de habitantes, Chile, con 200 por millón de habitantes. Nosotros estamos en 20 o 21; es decir, que podríamos estar ahora con ocho o 10.000 muertos. ¿Se hizo suficientemente rápido el cierre de fronteras? Probablemente, no. Con el diario del lunes, uno podría decir: la verdad, todo lo que hicimos a partir del 10 de marzo por ahí podríamos haberlo hecho el 3 o el 5, pero hay que entender que estábamos todos en un proceso de aprendizaje: los médicos, los gobernantes de las distintas jurisdicciones. Nadie tenía un libreto. Todo lo que podíamos ver era lo que se había hecho mal en otros lugares. Actuamos tratando de tener el menor margen de error posible.

¿Que hay cosas que se podían haber hecho mejor? Sí, seguro. Fuimos aprendiendo. Probablemente la política de rastreo tendría que haber empezado antes, pero si la situación es complicada, podría ser horrible. Hay una fatiga; es un problema complejo que hay que manejar con precisión quirúrgica, porque necesitamos más que nunca que la sociedad comprenda que esto es serio, pero puede ser gravísimo si no hacemos las cosas bien. Tanto los individuos como los gobernantes. De aquí en más, así como en el inicio de la epidemia había gente que reclamaba testeos masivos y nosotros decíamos que no tenía sentido porque el 90% de los tests daban negativo, ahora que ya la positividad es del 30 o 40% hay que testear más. Tenemos que acelerar y amplificar el plan Detectar, necesitamos algo así como un ‘Detectar plus’. Y cumplir lo que está escrito. Si con las normas vigentes nadie de los que no tengan que salir sale, si no hacemos baby showers, partidos de fútbol, mateadas, asados. Tenemos que convencernos de la importancia de observar estos cuidado, porque todavía no contamos con tratamientos ni vacunas. Tenemos una empatía total con la gente que está sufriendo la cuarentena y carecemos de todo interés en que la cuarentena se mantenga como tal, salvo por una razón sanitaria».

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Observaciones de AgendAR: Reproducimos este reportaje de Nora Bär no sólo por la seriedad con que está hecho y la sensatez de las respuestas. Otro motivo adicional es que aquí no se percibe el partidismo que tiñe tantos comentarios… Para los opositores al gobierno, se hizo todo mal. Para los partidarios, al revés. En estas evaluaciones no se detecta eso, a pesar de los compromisos de algunos de sus autores.

Pero debemos señalar que aquí se nota mucho la mirada de los médicos. Natural: son los que han estudiado y tienen experiencia en salud. Sin embargo, se debe tener en cuenta las necesidades, la impaciencia y también la irresponsabilidad de muchos. Entre los más de 14 millones del AMBA.

Hemos comentado antes que en el equipo de AgendAR hay bastante experiencia acumulada. Pero si hace 4 meses nos hubieran preguntado sobre la posibilidad de mantener a gran parte de la población por más de 3 meses en lo que equivale a un arresto domiciliario, hubiéramos respondido que no se podría.

La decisión de los diversos gobernantes -un presidente, 24 gobernadores, un jefe de gobierno- fue firme y coordinada. Y los ciudadanos aceptaron, en su gran mayoría, la situación.

Pero una porción no. Los que reparten alimentos, medicinas, los que transportan, las fuerzas de seguridad, no podían «quedarse en casa». Y no se les exigió eso, por supuesto.

Luego, el desgaste previsible. Es un virus con baja letalidad, y siempre habrá los que estén dispuestos a correr el riesgo, por buenas o malas razones.

Este no es un llamado a la resignación. Sí al realismo. Si los sanitaristas que aconsejan a los gobernantes consideran necesario «endurecer» la cuarentena por un período corto, y los gobernantes del AMBA así lo deciden, la cuarentena deberá imponerse, con cuidadosa planificación. Por un período corto esta vez. Uno largo… no es posible.

VIALa Nación