La política nuclear que Argentina necesita. Y que no se está llevando adelante

El Dr. Gabriel N. Barceló (Instituto de Energía Scalabrini Ortiz); el Ing. José Luis Antúnez (Colaborador Independiente – Ex Presidente de Nucleoeléctrica Argentina Sociedad Anónima); el Dr. Andrés J. Kreiner (Asociación de Profesionales de la Comisión Nacional de Energía Atómica y el Sector Nuclear); y el Ing. Eduardo Barreiro (Instituto de Energía Scalabrini Ortiz); con la colaboración de varios de los participantes de la reunión virtual del 17 de junio, prepararon este trabajo.

AgendAR lo publica y lo hace suyo. Es largo y es fundamental. Para el sector nuclear argentino, y también para el futuro de las capacidades tecnológicas nacionales.

«INTRODUCCIÓN:

En el prólogo de la publicación “National Energy Strategy 1991-1992” del Departamento de Energía de EE. UU., emitida en febrero de 1991, se reproducían palabras del presidente George Bush (padre), incluidas en su convocatoria para la formulación de dicha estrategia en Julio de 1989: “… conseguir un balance entre nuestra creciente necesidad de energía a precios razonables, nuestro compromiso con un medio ambiente más seguro, más saludable, nuestra decisión de mantener una economía primera entre todas, y nuestro objetivo de reducir la dependencia de nosotros y la de nuestros amigos y aliados, de proveedores potencialmente no confiables.” [1]

En Julio de 1989 el bloque soviético se caía a pedazos, ya se había abierto la cortina de hierro entra Hungría y Austria y al muro de Berlín le quedaban poco más de 3 meses de existencia. Francis Fukuyama ya estaba pergeñando el fin de la historia y el presidente de la única potencia vencedora de la guerra fría, el Hegemón sobreviviente, se preocupaba por asegurarse la provisión de energía reduciendo ”la dependencia de proveedores potencialmente no confiables” y marcando, de paso, a quién le iban a deber su seguridad energética los “amigos y aliados”.

En los años /20, el General Ingeniero Enrique Mosconi, decía: “Es obvio repetir que el ritmo que ha alcanzado la vida moderna no puede sostenerse sin los seguros aprovisionamientos de los motores a combustión interna y de los motores a explosión…no podrán funcionar sin los seguros aprovisionamientos de carburante…”

Y más tarde: “En torno al petróleo se han entablado las más tenaces luchas económicas y armadas, y se presencia ya a diario cómo se utilizan grandes cantidades de oro, destinado a obtener, por acaparamiento, la complacencia, la infidelidad, el soborno y la traición de los encargados de custodiarlo.” [2]

Hay abundantes testimonios que indican que la decisión de los técnicos de CNEA de los años ’60 de inclinarse por las centrales de uranio natural y agua pesada se debió a que era posible conseguir el agua pesada en el momento de la construcción de la central y luego en pocas cantidades a lo largo de la vida de ésta, pero podía ser más complicado conseguir el servicio de enriquecimiento de uranio todos los años para los combustibles.

Además, resultaba más factible conseguir la tecnología de fabricación de agua pesada que la de enriquecimiento de uranio. En las expresiones del pensamiento nacional en cuestiones energéticas siempre ha sido el aseguramiento de la provisión de la fuente de energía el factor fundamental.

El objetivo fundamental no fue nunca procurar la percepción por el estado de la renta de los insumos energéticos, sino, antes que nada, asegurar el suministro de energía a precios accesibles para el desarrollo industrial y, además, para la provisión a la población.

La decisión de aquellos técnicos de CNEA sigue siendo hoy absolutamente válida.

LA ENERGÍA COMO BIEN ESTRATÉGICO Y LA ENERGÍA NUCLEAR

Más allá del neoliberalismo financiero que nos ahoga, la energía es, todavía, la corriente sanguínea de la industria y ésta la base del desarrollo social y económico. Y en un mundo que se disputa, y se disputará cada vez más la hegemonía industrial, la carencia de energía del adversario es un factor importante en la construcción de hegemonía.

Tal como puede constatarse en el primer párrafo de este trabajo, este principio está muy presente en las acciones de los países desarrollados en su política exterior, y son justamente estos países los que poseen la capacidad de enriquecer uranio y, además, los referentes más encumbrados del Nuclear Suppliers Group (Grupo de Proveedores Nucleares).

Adicionalmente la energía nuclear tiene una ventaja importante frente a otras energías alternativas: no emite CO2. Hay otras energías renovables que tampoco lo hacen, pero son discontinuas.La energía eólica y la energía fotovoltaica o solar térmica funcionan cuando tienen la energía primaria disponible, viento o sol.

Algunos tratan de demeritar la energía nuclear sumando la cantidad de CO2 que se emitió al construir la central, pero considerando la larguísima vida útil de las centrales (una central repotenciada tiene una vida útil de por lo menos 60 años) la emisión de CO2 por MWh producido es bajísima, en cualquier caso.

Adicionalmente el factor de servicio de las centrales nucleares es muy alto. En términos generales, la disponibilidad de las energías renovables más difundidas, hidroeléctrica, eólica y solar, está condicionada a factores climáticos. Y un desarrollo industrial saludable no puede depender de ellas exclusivamente.

Por otra parte, la tecnología nuclear es, en realidad, un complejo de tecnologías en muy diversos campos, que van desde la geología hasta las asociadas a la ciencia del medio ambiente, pasando por las tecnologías químicas, las de materiales y las tecnologías blandas de aseguramiento de la calidad, por nombrar algunas. Un país que maneje la energía nuclear maneja, entonces, también los conocimientos involucrados en todos esos campos del conocimiento tecnológico y puede volcarlos hacia todas las industrias involucradas.

En la Argentina hay sobrados ejemplos de ello, desde los spin -off metalúrgicos surgidos de los primeros trabajos de Sábato hasta los procedimientos de garantía de calidad que se proyectaron desde CNEA hacia otras industrias masivas, como la automotriz.

En tanto y en cuanto los combustibles fósiles comiencen a ser dejados de utilizar como medida paliatoria del cambio climático, la energía nuclear jugará, casi con seguridad, un papel preponderante como fuente firme confiable para la base de la curva de generación eléctrica en todo el mundo.

Un argumento adicional a favor de esta presunción es la poca incidencia que el costo de combustible tiene sobre el costo final de generación por medios nucleares, la mayor parte de los costos de cada kWh viene de los gastos de instalación, con lo que la viabilidad económica de esta forma de generación está definida, una vez asumido el costo financiero de la construcción, a partir del momento de puesta en marcha de la central, ya que los costos variables constituyen nunca más que el 20 o 25%, y el combustible propiamente dicho, no más del 10 o 15% del costo del kWh generado.

Por otro lado, la energía nuclear carga con una resistencia innegable en sectores de la población. La cuestión de los riesgos asociados con las radiaciones configura un fantasma que la comunicación realizada desde los gobiernos y empresas nucleares en el mundo no ha podido, en general, disipar. El tema de los residuos nucleares en particular, pese a tener soluciones tecnológicas plausibles e, incluso, ejemplos existentes de gestión exitosa con acuerdo y control de las poblaciones cercanas a las regiones geográficas involucradas, no ha conseguido aclarar el asunto frente al gran público, más que en algunos pocos países, como Finlandia o Suecia, que han manejado el tema con ingenio y compromiso comunicacional.

Presumiblemente, en la medida que la energía nuclear regane su rol como solución energética masiva, empezando por los países centrales, estas soluciones comunicacionales se harán accesibles a la opinión pública masiva y el problema será solucionado. La iniciativa de EE. UU. de reactivación de su industria nuclear podría ser un primer paso en ese sentido.

Una alternativa posible para disminuir los daños ambientales y favorecer la comprensión y aceptación de la población y autoridades es desarrollar las técnicas microbiológicas de procesamiento de mineral de uranio y de remediación de la producción de nitratos de las técnicas convencionales. Los procesos de biolixiviación de mineral de uranio mediante bacterias ambientales y de reducción de los residuos de nitratos mediante bacterias nitrato reductoras se aplicaron con éxito en Alemania y países del este europeo hace más de dos décadas y ya hubo actividad en esa dirección en el CAE que fue abandonada. (Este párrafo incorpora una sugerencia del Dr. Alberto Keitelman).

EL PANORAMA INTERNACIONAL, EL URANIO NATURAL Y EL ENRIQUECIMIENTO DE URANIO

En cuanto al panorama internacional de la generación nucleoeléctrica, su viabilidad política está condicionada a las decisiones de la institución internacional nombrada algo más arriba, el “Grupo de Proveedores Nucleares”, o NSG, por su sigla en inglés, heredero del Club de Londres, que se fundó en 1974, ante la explosión de la primera bomba atómica de la India, país no firmante del TNP (Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares).

El objetivo formal de la existencia del NSG es asegurarse de que no haya asistencia, deliberada o no, de los países con capacidades nucleares a otros sin ellas que les permita a estos últimos acceder a un explosivo nuclear. Es sabido que las tecnologías de enriquecimiento de uranio o de obtención de plutonio 239 tienen uso dual, sirven para obtener combustibles para reactores de producción de electricidad y también para la fabricación de explosivos.

Por esta circunstancia, el resorte fundamental del NSG y las demás iniciativas del sistema nuclear internacional de no proliferación es vigilar, y restringir todo lo posible, la exportación de conocimientos, materiales y equipamientos necesarios para el enriquecimiento de uranio y el reprocesamiento de combustible gastado a países que no poseen esa capacidad. Esta política se suma a iniciativas de uno u otro de los miembros más desarrollados del NSG, que invariablemente cuentan con el apoyo de los demás países desarrollados, para disuadir a los países en desarrollo de conseguir sus propias capacidades de enriquecimiento.

Ejemplos de estas iniciativas son el “International Framework for Nuclear Energy Cooperation” (IFNEC – del cual el Subsecretario de Energía Nuclear de Macri fue orgulloso presidente por un período), la iniciativa del Banco de Combustible Nuclear en el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y diversas recomendaciones incluidas en las Directrices del propio NSG.

El cierre de la política se completa por el lado del descrédito de la línea de uranio natural y agua pesada (línea CANDU), llevado a cabo por medios más sutiles, ya que Canadá, origen de la tecnología más difundida de esta línea, es un aliado fundamental de EE. UU. y del “Mundo Libre”. Estas acciones se manifiestan en planteos diplomáticos cara a cara o presiones sobre funcionarios en las reuniones del OIEA.

Más allá de las tareas de repotenciación y prolongación de la vida útil de sus reactores CANDU, la situación, en cierto modo privilegiada,de Canadá no lo ha eximido de ver desmanteladas sus plantas de agua pesada y cerrados sus proyectos de reactores nucleares de uranio natural desde hace unos 23 años.  Pero, precisamente, ese posicionamiento geopolítico de Canadá le asegura que su desarrollo industrial no se verá perjudicado. Algo que de ninguna manera podemos asegurarle a la Argentina.

De todos modos, Canadá no ha planificado todavía ninguna central nuclear de uranio enriquecido. Una fidelidad digna, por lo menos, a su desarrollo autónomo. Por otro lado Canadá está colaborando con China en el desarrollo de dos nuevas centrales CANDU, que China quiere utilizar como “post-quemadores” de los combustibles descargados de sus centrales de Uranio enriquecido, lo cual posiciona a la tecnología CANDU como complementaria.

Esto desmiente las afirmaciones sobre la falta de futuro de la línea CANDU o similares. No solo China tiene gran interés en esta línea sino también la India, que impulsa decididamente la línea de Uranio natural y agua pesada con un amplio programa de desarrollo y construcción. También hay muchas posibilidades de innovación tecnológica en esta línea que inclusive comprende la posibilidad de reactores reproductores a torio, que podrían generar más combustible que el que consumen abriendo la posibilidad de lograr combustible prácticamente ilimitado.

El torio es un material 4 a 5 veces más abundante en la corteza terrestre que el uranio y a partir del cual se puede lograr U233, un material físil equivalente al U235 pero menos proliferante porque no está asociado a la producción de plutonio.

LA NO PROLIFERACIÓN DE ARMAS NUCLEARES Y EL NSG

Ahora bien, existen varios ejemplos de países que, habiendo decidido desarrollar un explosivo nuclear, lo hicieron sin acudir a plantas de enriquecimiento de uranio dedicadas al combustible de centrales nucleares convencionales, ni a reprocesar combustibles gastados de reactores generadores de electricidad, como Corea del Norte o la India, que desarrollaron sus explosivos, al menos en principio, a partir de reactores diseñados específicamente para producir cantidades importantes de plutonio, mucho más sencillos tecnológicamente, que los reactores de generación eléctrica.

Por lo dicho en el párrafo anterior, es discutible que todas las restricciones impuestas por el sistema nuclear internacional al desarrollo y uso de plantas de enriquecimiento de uranio sirvan para dificultar el acceso a un explosivo nuclear por parte de países que quieran poseerlo; pero resulta claro que son eficaces para dificultar al máximo el surgimiento de países en desarrollo que quieren ser autosuficientes con sus combustibles nucleares de uranio enriquecido y, eventualmente, constituirse en una competencia estratégica y comercial para los pocos que sí tienen la capacidad y controlan el NSG.

Entre los insumos cuya comercialización está restringida por el NSG figura el uranio en todas sus formas, tanto natural como enriquecido. Entre las condiciones que fija el NSG para que un país sea elegible para recibir exportaciones nucleares figura la firma del Protocolo Adicional (PA) al Tratado de Salvaguardias que tenemos vigente como parte de las obligaciones del TNP (Tratado de No Proliferación).

Este PA impone condiciones leoninas a los países firmantes. Argentina y Brasil han conseguido una dispensa transitoria por una fórmula diplomática que puede ser eliminada en cualquier momento, si se dan las condiciones apropiadas.

En ese caso, si no queremos ver intervenidos por los países centrales todos nuestros desarrollos nucleares (y algunos otros), tendremos que ser autosuficientes en la provisión del combustible nuclear. No resultará muy difícil recuperar nuestra capacidad de fabricar el combustible de uranio natural, pero sí la de alcanzar la del combustible de uranio enriquecido.

LA SITUACIÓN DE LAS CAPACIDADES NUCLEARES ARGENTINAS

Y decimos recuperar nuestra capacidad de fabricar íntegramente el combustible de uranio natural porque la hemos ido perdiendo sin prisa, pero sin pausa. En 1990 Argentina contaba con todos los servicios y las capacidades industriales necesarias para fabricar el combustible para sus centrales con la única excepción del “trex” de zircalloy, un insumo intermedio para la fabricación de las vainas de los elementos combustibles.

Teníamos exploración de uranio de alta capacidad, minería del uranio, lixiviación y producción de la «torta amarilla», producción de UO2 de grado nuclear y fabricación de los combustibles. Hoy en día, la minería del uranio está interrumpida desde hace 22 años cuando, por decisión de la conducción económica de la época, y con el argumento de los bajos costos internacionales de la torta amarilla, cosa que era transitoriamente cierta pero no justificación suficiente (¿si compramos todo afuera porque es más barato, de qué vivimos?), se decidió cerrar la explotación.

Desde entonces, las dos provincias donde podía producirse más económicamente (Chubut y Mendoza) se han declarado contrarias a la minería de los metales en general y a la del uranio en particular. Junto con la minería se cerraron las plantas de lixiviación y obtención de torta amarilla porque es éste último insumo el que se comercializa internacionalmente.

La fabricación de UO2 está en serios problemas en su planta de Alta Córdoba y se interrumpirá si no arrancamos la planta de Formosa cuya construcción está parada desde el macrismo. La exploración de uranio languidece, entre otras cosas porque las provincias interesantes han desarrollado piquetes de “vecinos” que agreden a los técnicos de CNEA que encuentran en sus territorios, y porque la conducción de CNEA del macrismo se ocupó de destruirla, desarmar equipos de técnicos, negarle presupuestos razonables, pagar sueldos muy bajos al profesional capacitado.

El nudo se va cerrando, pero el deterioro todavía es reversible porque el recurso humano está o puede ser recuperado. Esta recuperación deberá estar acompañada por un esfuerzo comunicacional que permita contar con el apoyo de la opinión pública nacional, asegurándole, especialmente a las poblaciones cercanas a las instalaciones nucleares, acceso a información confiable y rápida, para resolver eficazmente cualquier campaña denigratoria de la actividad que pueda surgir.

En cuanto al enriquecimiento de uranio: las instalaciones de Pilcaniyeu, Río Negro, ya tienen 38 años y nunca se pudo concretar la planta semi-industrial que era el objetivo original. En el desarrollo de ultracentrífugas se está trabajando desde hace cerca de 15 años y todavía no hay un prototipo convincente. Y no es que falte capacidad técnica.

Lo concreto es que, por ese lado, si bien es imprescindible seguir en el empeño, el camino no está garantizado. Para comparación, la Planta de Demostración de Pilcaniyeu se hizo en 5 o 6 años, desde que se tomó la decisión hasta que se anunció.

LA IV Y V CENTRAL NUCLEAR

Y así llegamos a la circunstancia de decidir las tecnologías para nuestras cuarta y quinta centrales nucleares. Las opciones básicas, considerando las fuentes de financiación y la realidad nacional, son dos: una central nuclear Hualong, de uranio enriquecido, vendida por China con grandes facilidades crediticias que incluye un importante período de gracia (pero que inexorablemente va a cargar a la deuda externa en 8.000 millones de dólares), con nula o casi nula participación de la industria nacional, y una de uranio natural de la que la industria nacional puede fabricar entre el 60 y el 70 % de los componentes, cuya erogación sería en moneda nacional.

Además, en ese 60-70 % de piezas de fabricación nacional están incluidos los equipos específicamente nucleares, estratégicos (se estima que podemos fabricar entre un 80 a 85% de los equipos tecnológicamente más elaborados). La Argentina adquirió, junto con la licencia para la construcción de la central CANDU de Embalse, el derecho a replicar la central en cualquier parte de su territorio nacional. Y ha demostrado que domina la tecnología a través de la exitosa extensión de vida por 30 años más de la Central Nuclear Embalse.

Para la última alternativa de las antes señaladas, China, en 2015 aportaba la financiación a condición de que simultáneamente compráramos la central Hualong. Este proyecto, denominado “Proyecto Nacional” fue cancelado y dado de baja en el 2018 simultáneamente con el Acuerdo Financiero firmado con el FMI.

De esta manera fue perdida, por decisión propia de la Argentina, la posibilidad de financiamiento parcial del Proyecto Nacional por parte de China en el marco del Acuerdo País-País del 2014. Esta decisión de cancelación del Proyecto Nacional CANDU es pasible de ser revisada en el marco de negociaciones llevadas a cabo por una conducción nacional con convicciones firmes en este sentido.

Creemos además que el 60-70% del aporte nacional debería financiarse con pesos ya que no parece razonable contraer deuda externa para financiar inversiones que se hacen en
moneda local. El resto de los insumos y equipos podrían ser provistos y financiados por China.

El Ing. José Luis Antúnez, quien condujo con éxito la tarea tecnológica y gerencial de concluir Atucha II, ideó una solución posible al dilema: anular la decisión del año 2018 de cancelar el Proyecto Nacional CANDU y de contratar con China solamente la Central Hualong bajo la modalidad “llave en mano”. Volver, a partir de ahora, al esquema original del Plan Nuclear 2014, con modificaciones derivadas del tiempo transcurrido y las circunstancias actuales según el esquema siguiente: contratar con China la central de uranio enriquecido Hualong actuando NASA como arquitecto ingeniero del proyecto, a cargo de la totalidad de la construcción y montaje con empresas locales de esas especialidades, así como de la compra a la industria manufacturera nacional de todos los componentes e insumos que sea posible producir localmente y muy especialmente negociando la fabricación del combustible en nuestro país.

Simultáneamente lanzar el Proyecto Nacional CANDU (utilizando pesos en todo lo que sea posible) con una programación distinta a la que estaba prevista en el Plan Nuclear 2014. La diferencia con el Plan 2014 estará en la programación del Proyecto Nacional, que se realizaría comenzando por la recuperación de las capacidades de la industria manufacturera local con la compra de los insumos y componentes locales, para así asegurar la continuidad y preservación de todas las capacidades nacionales para diseño y construcción de centrales de ciclo de combustible de uranio natural y agua pesada.

Con respecto a las obras y montajes del Proyecto Nacional, las mismas se programarían para iniciarse de manera que permitan absorber la mano de obra que se vaya liberando de la construcción de la Hualong a medida que vayan finalizando las distintas fases de su ejecución. El objetivo principal de este cambio en la programación del Proyecto es evitar la desaparición de las capacidades manufactureras locales, incluyendo las de la Planta de Agua Pesada (de Arroyito, Neuquén) y las demás del ciclo de combustible, en un momento crítico en el que la necesidad de crear empleo industrial es prioritaria.

Esta solución fue llevada en enero al Secretario de Energía, quien no la comentó todavía.

Varios de los protagonistas designados a cargo del sector han manifestado reiteradas veces y por años su oposición a la CANDU y su apoyo a la construcción de la central china, por lo que, en caso de adoptarse la solución propuesta, deberá lograrse un real compromiso con la misma, lo que exige revertir la decisión del gobierno anterior de cancelación del proyecto, para el cual estaba ya aprobado el régimen jurídico que incluye el crédito fiscal, por la ley 26.566. Esta acción debiera tener lugar, a más tardar, en enero próximo (2021).

La CNEA debiera tener prevista la participación en los aspectos tecnológicos de las obras y el codesarrollo de los proyectos desde el punto de vista de la tecnología implicada, pero, en caso de concretarse la Hualong “llave en mano”, esto será casi imposible.

En cualquier proyecto nacional, CNEA deberá tener un rol protagónico, tal como lo tuvo, con total éxito en los dos últimos grandes proyectos nacionales: la terminación de Atucha II y la extensión de vida de Embalse.

Entre las críticas al proyecto CANDU se destacan las que indican que los derechos que adquirió Argentina con la central de Embalse Rio III incluyen el uso de la tecnología tal como estaba en la década del ’60, y que, desde entonces, y en particular desde el accidente de Fukushima, en Japón, la normativa de diseño y construcción cambió para adaptarlos a las nuevas normas de seguridad emergentes de la experiencia de ese accidente.

El argumento continúa con que la empresa canadiense, dueña de la ingeniería CANDU, pide unos 1.000 millones de dólares para la elaboración de la ingeniería necesaria para ese “aggiornamiento”, además de condiciones también leoninas.

Según la opinión de otros expertos, esta suma está claramente exagerada. Para empezar, las “recomendaciones” de OIEA en materia de actualización son eso, recomendaciones, y el Organismo Internacional no tiene ni la intención ni los medios para imponerlas. En el panorama internacional India construye sus centrales como le parece más adecuado y Embalse Rio III, por ejemplo, ha sido licenciada, luego de la intervención que se completó el año 2019, sin algunas de las nuevas recomendaciones de OIEA.

Además, buena parte de las modificaciones recomendadas por OIEA ya han sido introducidas en la actualización de Embalse. Si se decidiera incorporar las restantes, según la opinión de estos expertos nacionales, ellas pueden ser desarrolladas en casi todos los casos por ingenieros argentinos y por lo tanto pagadas localmente, contribuyendo al mismo tiempo a la creación de empleo nacional.

Esta vía de acción nos permitiría mantener la capacidad de fabricación de componentes para centrales nucleares y, además, aseguraría la provisión del combustible para las mismas. Si se prioriza, en el gobierno, la voluntad de incorporar créditos y tecnologías externas a estos proyectos, el Proyecto Nacional puede ser adecuado para hacerlo sin comprometer un destino autónomo para el desarrollo nuclear argentino.

Es importante recalcar que la idea central que debiera primar en toda política asociada a la construcción de las futuras centrales nucleares argentinas es que, si de lo que se trata es de centrales CANDU, nuestro país cuenta con la capacidad técnica para realizar, de manera autónoma, la fabricación de todas las partes específicamente nucleares, además del montaje y la construcción civil y, sobre todo, la capacidad de arquitecto ingeniero; lo que, además de darnos autonomía de decisión, limita fuertemente las necesidades de divisas asociadas a estos proyectos. Por ello, desde consideraciones solamente técnicas, la necesidad de participación de cualquier proveedor extranjero está solamente asociada al suministro de algunos pocos equipos, como las turbinas de vapor de alto porte y algunos elementos de medición que pueden ser provistos por fabricantes de varios países del mundo.

Por otra parte, volcarnos totalmente a la tecnología de uranio enriquecido afectaría quizá de forma irreversible estas capacidades y sometería a la Argentina a una posición de dependencia, incluso en lo que hace al suministro del combustible. De modo que, si la decisión se orientara hacia definir una sola línea tecnológica para las futuras centrales nucleares, claramente, la elegida debiera ser la línea de uranio natural.

EL CAREM

La Central Argentina de Elementos Modulares CAREM es un proyecto que se está desarrollando en nuestro país también desde la década del /80. Es posiblemente el primer SMR (Small Modular Reactor) planteado y tiene el mérito especial de que la refrigeración primaria, la que enfría el núcleo donde se produce la reacción nuclear, se hace por convección natural, lo que limita grandemente cualquier hipótesis de accidente. Este concepto de reactor trabaja, por diseño, solamente con uranio enriquecido y agua liviana.

Además, el sentido de su modularidad es posibilitar la construcción en serie de sus partes, lo que debiera abaratar considerablemente las cargas económicas de instalación que, como se dice en otra parte de este trabajo, son el elemento fundamental del costo de la energía eléctrica producida. El hecho que las potencias de diseño sean pequeñas, junto con su seguridad intrínseca, posibilita su uso en aplicaciones en lugares remotos al mismo tiempo que su construcción en líneas de montaje puede compensar el factor de escala que favorece, en principio, las centrales de mayor potencia, del orden de los 1000 MW.

La idea ha sido tomada, desde entonces, por una decena de países que han iniciado proyectos semejantes, ninguno de los cuales ha llegado, todavía, a concretarse en instalaciones reales.

LAS CAPACIDADES DE ENRIQUECIMIENTO DE URANIO

Por las circunstancias antes expuestas y otras a ser desarrolladas aquí, sería necesario alcanzar la capacidad autónoma de enriquecimiento de Uranio.

Los reactores de investigación funcionan también con uranio enriquecido y su principal aplicación médica, la fabricación de molibdeno 99, se realiza con blancos constituidos por ese material (y además, los últimos diseños,incorporan agua pesada).

Por otro lado, el reactor nacional, que se suele mencionar como el “proyecto nuclear estrella” de la Argentina, el CAREM, está diseñado para funcionar con uranio enriquecido. Es nuestra opinión que, para fortalecer este proyecto, sería necesario contar con la capacidad de enriquecer Uranio.

Como decimos más arriba, la Argentina no tiene todavía la capacidad industrial de enriquecer uranio. En los hechos, no podemos prever en qué momento podremos contar con esa capacidad. Es necesario, entonces, reactivar la planta de Pilcaniyeu porque eso nos asegura mantenernos entre el concierto de países que ya enriquecen y, en paralelo, potenciar el desarrollo de la tecnología de enriquecimiento por ultracentrífugas, pero no abandonar el uranio natural y los elementos que nos permiten mantener esta línea abierta, como la planta industrial de agua pesada (PIAP).

La trayectoria impecable de la Argentina en cuanto a su vocación de uso pacífico de la energía nuclear, habiendo puesto sus instalaciones íntegramente bajo salvaguardias del OIEA y participando activamente en todos los organismos internacionales preocupados por la no proliferación de armas nucleares y el desarme, nos pone al abrigo de cualquier suspicacia que puedan esgrimir los países centrales respecto de las intenciones de estos desarrollos.

El hecho que el Secretario General de OIEA sea actualmente un argentino, es una muestra del respeto que todos los países del mundo tienen por el nuestro en estos asuntos. Aun cuando se decidiera incursionar en la tecnología de uranio enriquecido, la continuidad de las dos líneas tecnológicas en el desarrollo nuclear futuro es claramente defendible, y no solo desde la posición de mantener una actividad nuclear totalmente autónoma desde lo nacional.

La tecnología de base CANDU es robusta, y puede adaptarse al quemado no solo del combustible descargado de las centrales de Uranio enriquecido, aun rico en U 235, sino también de parte de los residuos nucleares emitidos por las otras tecnologías, reduciéndolos o, incluso, eliminándolos. La India está ensayando esta opción. Y China está planeando dos nuevas CANDU, muy posiblemente, para ensayarla. Por su parte, además de India y China, también Corea del Sur tiene centrales de las dos tecnologías.

LA CAPACIDAD DE PRODUCCIÓN DE AGUA PESADA

La contundencia de los recursos tecnológicos de un país se materializa cuando las tecnologías en cuestión se manifiestan en equipos y/o instalaciones completas. La Planta Industrial de Agua Pesada es precisamente eso: una instalación real, operativa y que estaba funcionando con extraordinaria eficiencia.

Es imperativo recuperarla de la situación crítica en la que se la puso durante el macrismo, al despedir de su planta al personal especializado. La PIAP está, además, cargada con fluidos corrosivos y la falta de un mantenimiento apropiado va a provocar daños muy difíciles de reparar.

Su agua pesada es imprescindible, en primer lugar, para seguir operando nuestras centrales y no tener que salir a comprarla a precios altísimos en divisas. El agua pesada es esencial para la tecnología de uranio natural. No hay ninguna planta en el mundo funcionando con la capacidad nominal de la PIAP o mayor, y necesitamos esa agua pesada para continuar con la línea tecnológica que podemos manejar de manera autónoma.

Además, el agua pesada tiene un mercado internacional. Entre otras iniciativas, y en contra de lo que se ha afirmado para defender a la Hualong en el sentido que la línea CANDU estaría abandonándose, la India está construyendo cuatro centrales PHWR, es decir, de esta tecnología y muy similares o iguales a la CANDU y tiene planeadas 12 más. China, por su parte, está encarando la construcción de un par más, como ya hemos mencionado.

Según una fuente relevante del sistema nuclear, recuperar la planta de agua pesada, PIAP, costaría unos 40 millones de dólares, casi todos en pesos, con lo que la disponibilidad de divisas no sería un problema demasiado grave. Habría que recomponer los cuadros técnicos y comprar los repuestos necesarios, no es una tarea sencilla pero tampoco imposible.

Como resultado tendríamos una herramienta fundamental para cimentar nuestra capacidad de generar nucleoelectricidad con recursos propios. Mantener activo este recurso, junto con la opción de la tecnología de uranio natural, sería un factor crucial también a la hora de la negociación con cualquier proveedor de nuevos reactores nucleares, si decidiéramos comprarlos a un país extranjero. Sería la puerta abierta que le estaría marcando al oferente que podemos recurrir a otra cosa.»

REFERENCIAS:

[1] National Energy Strategy – Powerful Ideas for America – First Edition 1991/1992 – National Technical Information Service – US Department of Commerce – Springfield – VA USA.

[2]: Gloria Iris Arrigoni, en “Historias del Petróleo” – Ediciones Atlántico – Comodoro Rivadavia, Chubut, Noviembre 2007.-