El presidente de la Comisión Nuclear Metalúrgica de ADIMRA -Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina- y discípulo del tecnólogo Jorge Sabato en la CNEA, afirma que la compra de una central nuclear a China llave en mano solo es válida si está vinculada con la construcción de otro reactor con la tecnología dominada por la Argentina.
Ricardo Bernal Castro es el presidente de la Comisión Nuclear Metalúrgica de ADIMRA y el titular de la Cámara de Fabricante de Tubos y Caños de Acero. También es conocido como uno de los 12 apóstoles de Jorge Sabato, el gran tecnólogo argentino con el que trabajó en la Gerencia de Materiales de la Comisión Nacional de Energía Atómica, CNEA desde el año 1969. Durante la dictadura que se inició a partir de 1976, Bernal Castro abandonó la jefatura del Laboratorio de Ensayos Mecánicos de la CNEA y pasó al sector privado.
Más cerca en el tiempo, este ingeniero electrómecánico que se había incorporado a la Fábrica de Aleaciones Especiales (FAE) –empresa especializada en la producción de tubos de zircaloy para plantas nucleares– participaría de dos grandes proyectos del sector nuclear argentino: la finalización de la obra de Atucha II y la extensión de vida de la Central Nuclear Embalse.
En diálogo con TSS, Bernal Castro respondió a las declaraciones del director de Nucleoeléctrica Argentina (NASA), Rubén Quintana, sobre la conveniencia o no de construir una central nuclear CANDU (de agua pesada y uranio de bajo enriquecimiento, la tecnología dominada históricamente por la CNEA) en la Argentina y acerca del impacto que tendría en la industria local con respecto a la construcción de una central china Hua Long llave en mano.
“Decir CANDU o Hua Long es una falsa dicotomía. Creo que hay que hablar de las dos simultáneamente, como se acordó originalmente con China. En el año 2015 viajamos junto con NA-SA para firmar un acuerdo por la construcción de las dos centrales y ambas líneas son válidas si están vinculadas. Un reactor Hua Long solo cuesta unos 8000 millones de dólares y, por más que sea un muy buen crédito, hay que pagarlo”, dijo.
Para construir una central nuclear CANDU, Quintana aseguró que hace faltan 70 actualizaciones importantes que son demasiado caras y que deberían contratarse en el exterior. ¿Esas actualizaciones se hicieron para la extensión de vida de Embase?
Se incorporaron algunas innovaciones de lo que es el modelo CANDU VI, que es lo más reciente que desarrolló CANDU, pero como Embalse es una central anterior a estos desarrollos no tuvo esas innovaciones. Más allá de que se hayan incorporado o no, los conocimientos que tiene NA-SA, por el equipo que trabajó en Embalse, más la propia experiencia anterior de la CNEA cuando se construyó Embalse, más de 40 años atrás, hace que cualquier adaptación o modificación necesaria en una central CANDU sea relativamente sencilla de hacer por argentinos a partir de un acuerdo entre la Argentina y Canadá.
¿Le parece que es posible hacer una nueva CANDU en nuestro país entonces?
Creo que es una buena idea. Este tipo de central es la que mejor conoce la Argentina entre las existentes. El resto de las centrales tienen dos problemas. En primer lugar, del modelo Hua Long chino no se conocen centrales en otros lugares. Hay algunas similitudes con respecto al reactor Westinghouse de Estados Unidos, que no se ha continuado, y con un desarrollo francés. En segundo lugar, la construcción de los componentes principales de una central de este tipo no serían posibles de hacer en la Argentina porque hace falta industria básica muy importante que solo pocos países en el mundo tienen. Canadá hizo el CANDU porque no tenía esa industria pesada necesaria para hacer recipientes de presión como un PWR (reactor de agua presurizada, en inglés). Entonces, optó por desarrollar los tubos de presión, que es una tecnología para países industriales desarrollados pero de menos capacidad en industria pesada. Así llegaron a un reactor que tuvo y tiene una gran actividad. No olvidemos que en India se están construyendo seis reactores tipo CANDU, ya que los indios hicieron sus propios avances y próximamente esperan construir otros diez.
En cuanto a los combustibles para una central Hua Long, ¿cree que CONUAR podría producirlos?
Hasta donde yo sé, las discusiones sobre el combustible han sido muy duras.
¿Técnicamente se podría?
No sabemos porque no lo conocemos. CONUAR es una empresa que desde hace 40 años fabrica combustibles nucleares para las centrales de potencia, que son de uranio natural o levemente enriquecido. Pero también ha desarrollado, bajo las instrucciones de la CNEA, el combustible del CAREM y de otros reactores experimentales, y los de investigación de INVAP. Experiencia tiene, el problema es la transferencia de tecnología. Habría que ver si China está dispuesta a hacer esa transferencia y cuándo, porque había información del Gobierno anterior (la gestión de Cambiemos) que decía que podrían hacer la transferencia de tecnología después de 20 años de funcionamiento de la central. No sabemos si hoy están ofreciendo algo nuevo.
¿Cuales son las expectativas con el proyecto CAREM?
El CAREM es lo mediato. Consideramos, desde el punto de vista de la Comisión Nuclear de ADIMRA, y de ADIMRA en su totalidad, que es un punto estratégico del desarrollo nuclear argentino. Ahí debería estar primero el esfuerzo. Si hoy pensamos en una obra nuclear deberíamos concentrarnos en el CAREM, que tiene costos menores y es un módulo desarrollado íntegramente en la Argentina, con la industria local, con todos los componentes principales de la isla nuclear fabricados en el país y ahí es adonde debería estar apuntando la Argentina. Deberíamos estar buscando créditos regionales para poder desarrollar ese reactor, que desde el punto de vista regional sería un avance fantástico porque está diseñado y pensado para zonas remotas adonde no se pueden construir grandes generadores de energía por la falta de redes. Primero, hay que terminar el prototipo que será la vidriera al mundo. De aquí a dos o tres años ese reactor puede llegar a tener una condición financiera que hoy no tiene, por una mejora del país y de la región. Hoy, con la pandemia que estamos viviendo, cualquier condición crediticia, ya sea para un CAREM, un reactor chino o uno canadiense, es difícil de pensar.
¿Cómo está el vínculo de las empresas del área nuclear con Brasil?
El vínculo es bueno. Hubo suministros aislados en los últimos años, exportaciones estratégicas a Brasil, por ejemplo, para el submarino de propulsión nuclear que está construyendo ese país. La Argentina proveyó partes absolutamente críticas y estratégicas, como los tubos de los generadores de vapor del submarino, pero hay poca vinculación. Me parece que la Argentina tiene que hacer un trabajo mucho más intenso con Brasil en materia nuclear porque somos países complementarios. Brasil tiene esa industria pesada de la que hablábamos para hacer una vasija de PWR que no tiene la Argentina. Por otro lado, la Argentina cuenta con una industria intermedia, producto de su experiencia tanto en la ampliación de vida de Embalse como en la construcción de Atucha II y el mantenimiento de Atucha I, que no tiene Brasil. Hay una cantidad de elementos complementarios que deberían estar más vinculados. En este momento la relación política no es la mejor y eso hace que no haya grandes vinculaciones, pero nuestro trabajo de expansión nuclear debería estar sustentado junto con Brasil.
¿Cómo fueron los últimos cuatro años para las empresas del sector nuclear?
Fueron malos. No solo porque no se construyó lo que se pensó que se iba a construir, tanto la central CANDU como la Hua Long, sino porque las autoridades le decían a la industria que se prepararan, que continuaran trabajando y se fortificaran porque venían esas obras. En esas condiciones, las empresas se comprometieron, crecieron, incorporaron personal y mantuvieron los equipos que estaban trabajando en la extensión de vida de Embalse, ya que no había mejor práctica que la instalación de los componentes de Embalse para que después esos mismo recursos humanos se dedicaran a la construcción de la central CANDU. Hasta mediados del año 2018 ese proyecto seguía vivito y coleando, pero tras la apertura del crédito con el FMI se cayó el CANDU y nunca hubo una información definitiva por parte de la Secretaría de Energía. Fue una especie de abandono sin avisar la renuncia. Quisiera remarcar el esfuerzo de ambos proyectos de los que estamos hablando. Por razones financieras e industriales, estos proyectos deben estar vinculados. El reactor chino tiene una réplica bajísima en la industria argentina. Puede haber algún componente menor o suministro, algo de obra civil, pero es un reactor llave en mano. El rebote industrial y tecnológico del reactor chino es cero. Para China, es bueno poder vender un reactor fuera de su territorio que no sean los dos que está construyendo en Pakistán, que tienen que ver con razones geopolíticas, pero no hay ningún otro en el mundo occidental. Además, no se venden muchos reactores en el mundo en este momento. El CANDU es todo lo contrario: salvo una o dos bombas, la turbina y el generador, que deben ser importados, el resto de los componentes se pueden fabricar en el país y la industria lo ha demostrado con la extensión de vida de Embalse. Por eso, ambos proyectos deben estar juntos y no es una idea loca porque fue lo que siempre estuvo en las negociaciones y China lo aceptaba sin ningún problema. Por supuesto que, a medida que iba avanzando la negociación, el Gobierno de Macri cedía algunos componentes del CANDU a China para que les fuera más atractivo, pero ese no era el eje de la negociación. El eje siempre fue que China financiaba un reactor y construía otro, eso fue lo que motivó el acuerdo. Si no hay un reactor CANDU y solo se compra uno llave en mano, sería preferible no avanzar con China.»