En las últimas semanas la mayoría de los argentinos se sorprendió con la amenaza de Alfredo Cornejo, presidente del Comité Nacional de la UCR, diputado nacional por Mendoza y reciente ex gobernador «la provincia debe pensar si no hay que separarse de la Nación«.
Cornejo no es un hombre prudente – en 2007 fue uno de los dirigentes radicales que negoció su apoyo a la fórmula Cristina-Cobos, separándose de la de su partido, Lavagna-Morales -, pero sería un erro creer que expresó un delirio personal. El localismo mendocino es muy fuerte, y una gran parte de los que habitan en esa provincia se ven a sí mismos como trabajadores y serios, en contraste con los que viven de «sus» impuestos. Una versión muy reducida, y sin un idioma propio, de lo que piensan muchos catalanes en España. Fíjense que la oposición peronista en su provincia no salió a denunciarlo, por lo menos en voz muy alta. No quieren quedar «pegados» a los porteños, en la mirada de sus votantes.
También sería un error creer que es un proyecto político deliberado, como el separatismo catalán lo era en parte de su dirigencia. Más allá que la separación sea política y jurídicamente imposible, la economía provincial no puede sobrevivir sin los recursos nacionales, y Cornejo y el resto de los mendocinos, cuando se detienen a pensar, lo saben.
Pero Alfredo Cornejo, y no sólo él, está dispuesto a usar todas las herramientas a su alcance para presionar por el auxilio de la Nación a un proyecto que ve como «la obra del siglo», y que por cierto significa una gran inversión -de fondos en su mayoría nacionales- y muchos puestos de trabajo para su provincia.
El Proyecto hidroeléctrico Portezuelo del Viento es una central hidroeléctrica a construir sobre el río Grande, el principal afluente del río Colorado. Este río marca el límite entre Mendoza y Neuquén, y luego entre La Pampa y Río Negro, para desembocar finalmente en la provincia de Buenos Aires. A lo largo de todo ese curso, el Colorado atraviesa regiones áridas, lo que lo convierte en un recurso muy valioso para todas esas provincias.
El enemigo central del proyecto Portezuelo es la provincia de La Pampa, que a lo largo de siglo y medio ha visto como Mendoza, aguas arriba, usaba para el riego de sus cultivos el agua que así no llegaba a su territorio.
Ahora, la represa proyectada reducirá aún más el caudal del Colorado, que según el gobierno pampeano registra los caudales más bajos de los últimos 100 años. La Pampa se niega a darle el control del grifo a Mendoza. Pero esta vieja pelea esta vez trasciende a las dos provincias en pugna.
El Gobierno nacional debe desembolsar 18 millones de dólares, que se sumarían a los 37 ya recibidos por Mendoza (de un total de 1.023 millones comprometidos). «No voy a financiar una obra cuestionada por cuatro de las cinco provincias«, advirtió el presidente Alberto Fernández el mes pasado. A la resistencia de La Pampa se sumaron esta vez las objeciones de Neuquén, Río Negro y Buenos Aires, las otras integrantes del Comité Interjurisdiccional del Río Colorado (Coirco).
A pesar del duro revés nacional contra «la obra del siglo», la provincia de Mendoza puso en marcha la semana pasada la licitación internacional con el sueño de construir el megadique. Eso sí, en medio del complejo escenario hacia el futuro, no hubo gran interés empresario. Sólo apareció un oferente, liderado por un grupo chino y la reconocida firma mendocina IMPSA, que hoy está controlada por sus bancos acreedores, el más importante de los cuales es el Banco Nación.
IMPSA fue la más cuestionada durante todo el proceso por los competidores que querían ingresar al juego, pero finalmente desistieron de comprar pliegos.
De esta manera, la Unión Transitoria de Empresas (UTE), integrada por IMPSA, Ceosa, Oasa y Sinohydro, con la cooperación de CGGC (la gigantesca China Gezhouba Group Company) y de más de 50 pymes, fue la única que dijo presente en la licitación por el megaproyecto hidroeléctrico que se proyecta erigir en Malargüe, en el sur provincial.
Como se darán cuenta, este conflicto va para largo. Pero en AgendAR queremos señalar un factor estratégico y decisivo, que lo agrava aún más, especialmente para los mendocinos. Es el tan mencionado y poco estudiado «calentamiento global». Que sus consecuencias negativas más notorias, en el territorio argentino, aparecen en la región de los Andes Centrales.
Las lluvias, y las consiguientes nevadas, están disminuyendo en esas montañas, año tras año. Y el territorio de la provincia cuyana es en su mayor parte desierto. La fertilidad del oasis mendocino depende de las aguas del deshielo, y de un cuidadoso y esforzado sistema de riego. El megadique del Portezuelo no solucionará el problema, porque el Río Grande también se alimenta del deshielo.
Mendoza puede llegar a ser, en una década o menos, tan árida como el oeste de La Pampa. Y tan dependiente del empleo público y del turismo como otras provincias andinas. O volcarse a la minería, como hizo la provincia de San Juan.
Este problema debe ser estudiado muy seriamente por los organismos nacionales y provinciales, para determinar si esa es la situación que Mendoza tendrá que enfrentar en algunos años. El forcejeo por el presupuesto nacional no es una solución.