3° parte de «Los Radares de INVAP»: radares HF costeros para el mar argentino

(La primera parte de «Defensa: resucitan los radares de INVAP» está aquí. La segunda, aquí)

Mire atentamente el mapa de arriba, antes de seguir leyendo. Es una propuesta de 2004, hecha por INVAP al Ministerio de Defensa. Vea lo que mide el área bajo vigilancia aérea y marina. Tome el mayor costo presupuestado (U$ 500 millones) y triplíquelo o cuadruplíquelo, ya que se trata de tecnología muy compleja e incomprable, de modo que creer que se pueda desarrollar aquí sin fracasos iniciales y ajustada a presupuesto puede ser ingenuo. Luego actualice ese valor a dólares de hoy. ¿Le da como U$ 2500 millones, o por ahí? Esa torta de dólares no llega a lo que pierde la Argentina cada año por el saqueo constante de su Zona Económica Exclusiva (ZEE). Retenga esa cifra.

En 2004 INVAP todavía no había fabricado ningún radar militar convencional y debía resolver la radarización 2D (mucho más sencilla), de los aeropuertos argentinos. Eso lo hizo rápido y bien. Hoy tiene 22 equipos de esos ya desplegados, y está viendo cómo repotenciarlos.

Pero con su tic de empezar por el futuro, en 2004, estudió las dos tecnologías llamadas genéricamente “Over the Horizon” (OTH) o “transhorizonte”. Y ofreció desarrollar al menos una de ellas al Ministerio de Defensa. La que acabo de mostrarle es la más potente en área vigilada, difícil en lo técnico, y probablemente imposible en lo político.

Era inevitable que en 2004 a INVAP no le dieran bola con semejantes propuestas: había otras urgencias. Pero también fue una lástima. Unos OTH en la costa habrían permitido poner la lupa sobre nuestra Plataforma Continental, que como sabe el lector se divide en tres: 1 millón de km.2 de aguas indisputadamente propias, o Zona Económica Exclusiva (ZEE) hasta la milla 200; desde ahí y hacia afuera, aguas de nadie o de todos (la Alta Mar); y finalmente las aguas perdidas: hoy en poder del Reino Unido, arrebatadas en la Guerra de Malvinas y fundamentalmente en la paz posterior. Ésas suman 1.639.900 de km2.

En nuestro millón de km2 de Zona Económica Exclusiva, en 2004 operaban 95 barcos ilegales. Hoy son 500 barcos, y no quieras ver lo que hacen los legales. Ya poner orden en casa sería mucho pedir. Para ello, en aquel ya lejano 2004, INVAP planteó aquellas 2 tecnologías transhorizonte, una muy loca por lo cara, y otra absolutamente sensata si se comparan los costos de tenerla con los efectos de no tenerla.

Veamos la más loca.

UNA LOCURA RAZONABLE

Esta es la cobertura que admite tener Australia de las rutas marítimas hacia China, Japón y el Sudeste Asiático, de las que depende su economía. Por causas históricas, los Aussies se vieron obligados a desarrollar los radares de mayor alcance del mundo.

La locamente cara de las propuestas futuristas de INVAP en 2004 es la ionosférica. No es insensata en absoluto, si se tienen los incentivos adecuados.

La empezó a inventar Australia en los ’50 con el nombre de JORN (Jindalee Operational Radar Network). Aquí se llama “radar ionosférico transhorizonte”. Cuando luego de tres décadas de trabajo los Aussies lograron ponerla a punto, los inevitables socios militares de ese país (Gran Bretaña y los EEUU), hasta entonces escépticos, se sumaron.

Es tecnología muy compleja, y si la encaráramos, daría un acceso a información absolutamente disruptivo en lo geopolítico. Nadie que la domine nos daría siquiera una ayudita, porque quien más, quien menos, aquí saldrían perjudicados.

El desarrollo 100% local planteado en teoría por INVAP constaba de una estación emisora y otra adyacente receptora, ambas sumando algunos centenares de hectáreas, con la idea de vigilar millones de km2: todo el Atlántico y el Pacífico Sur, incluidos el Norte del Estrecho de Drake y “las islas demasiado famosas”.

Las antenas parecen ringlas inexplicables de postes metálicos verticales, pero son muchos. Forman matrices con aspecto de calles o de manzanas. Si “matrices” suena demasiado ginecológico, oh ingenieros electrónicos, llámenlas “cuadrículas” o “conjuntos”, pero me niego a denominarlas “arreglos”, como hacen Uds. con la palabra “array” traducida a lo bestia desde el inglés técnico.

Vuelvo a la tecnología. Lo cierto es que estas cuadrículas enormes, casi monumentos al cepillo del tamaño de aeropuertos, debían estar en Santiago del Estero. La señal salida y dirigida desde la cuadrícula emisora debía ser de HF, y tener rebote en la ionósfera.

¿En la qué? Estimados, la ionósfera es parte de la termósfera, una capa muy enrarecida y caliente de la cáscara gaseosa que delimita nuestro planeta del espacio orbital.

Un radar transhorizonte inosférico usa la ionósfera como espejo para obtener imágenes de lugares situados a 3000 km. de distancia

La presión de gases atmosféricos en la ionósfera es bajísima, no ande buscando muchas moléculas gaseosas aquí porque las disocian fácil los impactos de partículas cargadas, rayos X y rayos gamma originados por el sol. Algunos de los átomos disociados no están enteros, sino enteramente pelados de sus cortezas de electrones, como medida del calor ambiental. Es decir, están ionizados. De allí el nombre de la región.

En períodos de gran actividad solar, los gases ionosféricos llegan a 1500º C: son realmente un plasma excitado eléctricamente, como el que hace brillar nuestros tubos de neón o de gas de sodio o de mercurio. La comparación no es tan mala: a veces, el plasma de la ionósfera tiene suficiente excitación como para iluminar todo el cielo. Sucede mucho en el círculo polar Norte, y un poco menos en el Sur. Durante las auroras, como se las llama, el oxígeno y el nitrógeno ionizados en la ionósfera emiten plumosas y móviles cortinas de luz morada, azul, amarilla y verde toda la noche. Dan suficiente luz como para leer el diario, aunque debido al frío y a veces a los lobos, la gente no lo hace.

Si los astronautas de la Estación Espacial Internacional (ISS), habitantes habituales de la ionósfera, no se fríen por la insana temperatura de su lugar de trabajo, es porque la masa gaseosa por la que circulan tiene una densidad tan baja que su capacidad de transmitir calor resulta nula, pese a sus 1500º C. Y es que según nuestros burdos parámetros barométricos de habitantes de los bajos fondos de la tropósfera, en la ionósfera reina más bien un alto vacío.

Y tan vacío es ese vacío que la ISS, que dista mucho de tener la forma de una bala,  circula a 7,7 km por segundo a través de esos gases insustanciales sin sufrir casi de frenado aerodinámico. Sin embargo ese plasma, pese a lo incorpóreo, tiene una actividad electromagnética fuerte: refleja las ondas de radio HF como un espejo en el cielo. Lo que sube desde la superficie, rebota y baja a la superficie.

Lo notable es que allí, en la superficie, tal vez a 2000 o 3000 km. de nuestra hipotética estación emisora de Santiago del Estero, la bajada de ondas HF generaría otro nuevo rebote, el de la «huella». Más notable aún es que el haz HF de ese segundo rebote logre realizar el camino inverso, reflejarse una última vez en la ionósfera y bajar, ya paupérrrimo de potencia pero cargado de información, a la matriz de antenas receptoras en Santiago del Estero.

Siempre fuimos un país fuerte en informática. En el plan A de 2004 de INVAP, esa imitación del Jindalee australiano, ya existían en el país la capacidad de tejer software y una fuerza bruta de cálculo enormes, y así peinar el galimatías de ecos algo y refinar una fotografía de la superficie marina y costera sobre tres océanos y un pasaje interoceánico, y también de los barcos y aviones en ella.

Hasta que no hubo computación capaz de discernir información y desechar ruido, la OTH ionosférica fue una tecnología con pocos entusiastas. En 1983, tras 33 años de trabajo, el JORN australiano logró captar un barco navegando por el Estrecho de Torres… desde Alice Springs, muy al Sur, una ciudad minúscula y continental que aguanta en medio de ese desierto rojo, tórrido, vacío y reseco llamado “el Outback australiano”, rodeada de la nada polvorienta de los Northern Territories. En 1984, el proyecto JORN ya estaba captando aviones volando entre Indonesia, Nueva Guinea y las Filipinas, y podía determinar trayectoria, altura y velocidad.

Febrero de 1942: explota el Neptuna, un buque lleno de munición, en medio del ataque aeronaval japonés contra Darwin, en lo que se llamó “el Pearl Harbor” australiano.

Detrás de este éxito laborioso, que continuó mejorando, hay una historia. El 19 de febrero de 1942 la aviación naval japonesa atacó la capital de los Northern Territories, para neutralizar todo posible ataque desde allí contra su nuevo y breve imperio sobre el Pacífico Sur.

Ordenado por el Alte. Isoroku Yamamoto, el ataque tuvo la fortuna de encontrarse con un único radar estadounidense, apagado por falta de repuestos. ¡Sorpresa! A lo largo de tres horas y tres olas de bombardeo, los japoneses borraron del mapa y sin oposición alguna la capital territorial: Darwin, su puerto, su hospital, su comisaría, sus calles y manzanas, los barcos en la rada, las dos pistas aéreas llenas de aviones caza y bombarderos, los hangares de estos, los depósitos de combustible, los cuarteles del Ejército y las baterías antiaéreas. Fueron crueles y minuciosos. La cifra real de muertos todavía sigue más que dudosa, perpleja. Los australianos llaman a este episodio su propio Pearl Harbor.

Desde entonces, el DSTO, Defense Science and Technology Organization, rama científica del Departamento de Defensa de Australia, se toma muy en serio lo de tener independencia nacional en radarística, y de contar con una tecnología como no la soñaron sus aliados tradicionales y tampoco sus enemigos hipotéticos (antes Japón, hoy China), y para el caso, añadan al resto del planeta. Si tenés una fuerza aérea y una armada chicas para defender un país gigante, invertí en sensores para que no te las borren de un plumazo, “that’s all, mate, have a beer”.

A fecha de 2003, el Jindalee había costado medio siglo de trabajo y al menos 1200 millones de dólares australianos (incluida la cerveza), pero los Aussies controlaban desde tres lugares centrales de su reseco continente más de 37.000 km2 de rutas marítimas hacia el Norte. De ellas depende casi el comercio exterior. Serían inmediatamente bloqueadas en caso de un conflicto con China.

Las cuentas de este desarrollo resultaron demasiado saladas para el estado australiano. Atraídas por el éxito técnico del JORN, aparecieron con grandes chequeras BAE,  Raytheon y Lockheed Martin, empresas de armamento respectivamente del Reino Unido y EEUU, por ahora los 2 grandes socios militares de Australia.

La tecnología que pueden ver en este video es de una potencia informática monstruosa. Filtra detecciones reales del “ruido planetario de fondo” generado en la “huella” del radar por el oleaje, las corrientes oceánicas y de marea, amén de las alteraciones eléctricas de la tropósfera y la ionósfera.

En parte debido al derrumbe de la convertibilidad 1 a 1 del peso contra el dólar y a que desde «Clemantina» somos una subpotencia informática, INVAP en 2004 pensó que en Santiago del Estero podía lograr algo parecido al JORN por entre U$ 300 y U$ 500 millones (cifra de 2004 no actualizada). ¿Estaban locos?

Técnicamente, quizás no; políticamente, un poco. El Ministerio de Defensa, pobre de solemnidad y con el país resucitando de a poco del crack de 2001, no estaba acostumbrado aún al “compre nacional”, ni a que pudiéramos ser mejores que ningún país anglo, australianos incluidos, en alguna rama de la tecnología.

Y eso iba ya contra toda evidencia, porque en 2004 INVAP le estaba construyendo a Australia un reactor nuclear, el OPAL. Con esa planta, hoy Australia domina el 40% del mercado mundial de radioisótopos médicos. Es un reactor que los australianos, todavía hoy, no podrían copiar.

Pero así las cosas, Defensa aconsejó a INVAP empezar por algo menos “Wow”, como los mentados radares secundarios de los aeropuertos. Y no sin razón: esos modestos aparatos colaborativos que identifican a aviones que literalmente ruegan ser identificados, eran de suyo suficiente provocación.

Los lobbistas que en los ’90 habían salpimentado de coimas las licitaciones radarísticas de Menem y De la Rúa, todas fallidas, representantes de INDRA, Raytheon, Thales, en fin, tanto pirata sin barco que se había quedado sin cobrar, incendiaron, unánimes, los medios contra la advenediza firma barilochense. ¡Fuera de Argentina, argentinos!

En aquellos años perdí la cuenta de leer en diarios “serios” (ja) que INVAP tenía problemas de identidad empresarial: era demasiado nuclear como para hacer algo bien en tecnología espacial, o en radarística. Fabriquen chocolate y pulóveres, barilochenses. En 2006 y 2007, mis alumnos de los Talleres Federales de Periodismo Científico de la SECyT leían esas pelotudeces, y –hablo de gente sumamente profesional- se preguntaban y me preguntaban si todo aquello no sería cierto.

La tremenda antena de radar del satélite SAOCOM 1B. Así empezó INVAP en radares, en 1998, con la del 1A. Fue como tomar las primeras clases de andinismo en el Everest.

No lo era, pero me faltaba la foto que acaba de ver. En aquellos años INVAP había resuelto exitosamente, con ayuda del Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR), la ingeniería básica del entonces único radar espacial del mundo en banda L. Es un monstruo cuya antena pesa 1,5 toneladas y mide 35 m2 desplegada. Desde 600 km. de altura, ese radar emite microondas de longitud relativamente larga que logran detectar y mapear agua bajo el suelo. Sí, ya la identificó, oh lector sagaz, hablo de la antena del satélite SAOCOM 1A de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE).

De modo que ya en 1998, con su primer radar, INVAP tuvo que lidiar con la dificultad de una antena enorme que se pliega en 7 partes, y una potencia de emisión que literalmente estruja las baterías del satélite. Fue como ser aprendiz de andinismo y empezar por el Everest. Y según anda el SAOCOM 1A, ese trabajo “preliminar” les salió joya, y ahora está en plataforma de lanzamiento su mellizo, el 1B.

Pero eso lo sabemos con el diario de hoy. Retrocediendo la historia a 2004, cuando los de Defensa le dijeron a INVAP: “Concentrate en los radares aeroportuarios, y después vemos”, cuatro ministros sucesivos estaban siendo realistas del modo en que lo son los políticos. La primera tarea de un Ministro de Defensa es… defenderse. Y no sólo de ajenos sino de propios, y máxime si adolece de cierto nacionalismo tecnológico sabatiano, que aquí, entre los colonizados mentales, como los llama Conrado Varotto, se ha vuelto como la marca de Caín.

INVAP, por supuesto, instaló rápidamente 22 unidades radares INKAN de aeropuerto a la mitad del menor precio cotizado por yanquis y europeos en las licitaciones fallidas de los ’80 y ’90. Mientras, en paralelo, fue desarrollando su línea de radares militares RPA 170 y 240, cuya denominación es “Radar Primario Argentino” y la cifra que sigue define el alcance en millas náuticas. A eso sumó radares portátiles de menor potencia pero bastante sofisticación, y en 2014, grandes radares meteorológicos de alerta de tormentas, y así llega a fecha de hoy con más de 100 entregados.

Entre 2015 y 2019 el gobierno del ingeniero Mauricio Macri le canceló los proyectos preexistentes y dejó impagos los ya entregados. Pero –dato nuevo- un día de 2018 quiso viajar a Bariloche y el periodismo –y no sólo el local- lo vapuleó de un modo tan bestia en pleno aeropuerto, que a la semana debió presentar un plan de pagos. A todo eso, INVAP venía evitando un despido masivo abonando sueldos en cuotas…

Lo que salvó a INVAP, aquel año, fue el estado… holandés. Ganó por segunda vez la licitación del 2do mayor reactor de producción de radioisótopos del mundo, en Holanda. Y como nada tiene tanto éxito como el éxito, INVAP aquel año se terminó de volver una especie de marca: la de “la Argentina Posible”. Y desde entonces, la defienden a capa y espada colegas míos que en 2017 no tenían idea de su existencia.

Se los identifica porque insisten en llamarla “EL INVAP”, creyéndola tal vez un instituto del CONICET. Nada de eso, es una empresa: si no vende, se funde. Y con el estado más en contra que a favor casi toda su historia, ha vivido históricamente al borde de la quiebra. Uno puede aburrirse de los invapios, pero ellos no tienen cómo aburrirse en su vida que pasa de la montaña rusa a la ruleta rusa, y -por motivos entendibles- no parecen demasiado susceptibles a la humildad.

Lo que les cuesta es descifrar cómo los ven los políticos que tenemos, pero eso también lo han ido desculando. Sobre todo cuando cuadros emergentes del partido político que más daño le ha hecho a INVAP (el PRO), como Facundo Manes, admiten públicamente su admiración por la empresa. Hoy con esta firma sucede, a escala local, lo que a la Ferrari -que sólo construye 10.000 autos/año- a escala global: la marca excede excede por mucho el valor de la empresa. Es una lástima que, como sí se puede permitir la Ferrari, INVAP no venda remeras ni gorritos langa.

PASEMOS AL PLAN B

En 2004, y como no son giles, en INVAP tenía un plan B para enamorar ministros de Defensa: desarrollar radares militares “monoestáticos” HFSWR (High Frequency Surface Radar), que emiten en banda HF (entre 10 y 100 metros de longitud de onda) desde una matriz de antenas radiantes cercanas a otra matriz de antenas receptoras, todas en la costa.

Como ya se dijo, parte de las ondas HF emitidas en lugar de propagarse en línea recta como la luz se pegan a la superficie del agua, abrazan la curvatura terrestre. Gracias a ello logran detectar objetos en la superficie marina que el observador parado al lado de la matriz de antenas emisoras no podría ver ni con el mejor telescopio y el día más diáfano: quedarían bajo la línea del horizonte. Pero las ondas HF no se despegan del agua y viajan hasta una distancia de 240 MN (440 km), donde llegan con poca potencia. Dentro de ese considerable rango, resulta difícil esconder un barco o un avión. Tal vez se salve de la detección una fragata de formas y materiales “stealth”, esos que disipan los ecos en lugar de devolverlos a origen. Pero un pesquero aparece en la foto sí o sí.

Estos radares OTH, los llamados HFSWR, mucho menos costosos que los ionosféricos, tampoco son un invento de INVAP. En 2004, ya los tenían desplegados los australianos (proyecto SECAR), el Reino Unido (proyecto OVERSEER), y los EEUU (proyecto  CODAR). Chinos y rusos también, por supuesto.

Ya vimos de sobra lo que pueden y no pueden hacer los radares “microonderos” de INVAP, cuya limitación para ver la superficie es el horizonte. A diferencia de estos, los HFSWR transformarían no sólo la ZEE, si no la Plataforma Continental toda en una especie de “reality show”, donde no habría lugares o momentos en que un honrado pesquero pirata goce de privacidad.

Pero esta propuesta B se puede mejorar, y sin costos adicionales, si en lugar de considerar únicamente radares OTH monoestáticos se añadiera al menos uno biestático. Paso a explicarme: un monoestático no es un primate en éxtasis. Es simplemente un radar como casi todos los microonderos, que usa la misma antena para emitir ondas y recibir ecos. Un biestático emite en una parte, y recibe en otra, que puede estar geográficamente muy alejada.

Si se instalara una antena emisora en HF sobre cualquier plataforma petrolera marina vieja, mire… hay unos bajíos excelentes ubicados a unas 180 millas náuticas frente a Puerto Deseado, Santa Cruz. La profundidad no supera los 50 metros. Oportunidad inmobiliaria: sería un crimen desperdiciarlos. Ponga una antena emisora allí, subida a cualquier plataforma marina petrolífera de 2da mano.

Las antenas receptoras serían decenas, colocadas en la costa, y tendrían esa estructura extraña de grilla extensa de estacas metálicas verticales. Cuando les llega desde mar adentro un tren de ondas HF pegadas al agua y copiando la curvatura terrestre, todo barco interpuesto entre antena emisora y grillas receptoras costeras quedaría destacado “a contraluz”. Más aún, la «huella» total iluminada (vea el mapa) tendría forma de un óvalo gigante, tendido entre la Meseta Central Santacruceña y la milla 400 del Atlántico. ¿Y adónde te vas a esconder ahora, Barbanegra?

De haberse encarado a principios de siglo, ese modesto plan de 6 radares monoestáticos HFSWR desde Mar del Plata hasta Isla de los Estados, con uno biestático en Puerto Deseado, habría desequilibrado a favor de la Argentina la situación en la ZEE.

Bien, todavía puede hacerlo. Si hay un buen momento para repensar la idea es ahora, justamente porque es nuestro peor momento, el de mayor pérdida de soberanía, recursos y dinero. Si se supiera en tiempo real y con certeza judicial adónde están y quiénes son los invasores, el ahorro en patrullaje sería enorme, y se podría concentrar nuestros nada brillantes recursos represivos en infligir daño económico real, a fuerza de decomisos sistemáticos de naves y de artes de pesca (suelen costar más), a la flota pirata. Sí, habría que tener más y mejores jueces federales, y más veloces.

Nuevamente, no me interesa en absoluto apresar a los capitanes: son simples empleados. Menos aún, a los marineros: en las flotas asiáticas (pero también en otras muy europeas y tilingas), suelen ser trabajadores esclavizados. Lo que sí me importa es destruir sistemática y metódicamente la tasa de ganancia de los armadores. Y si tuviera que elegir entre los piratas puros, sin licencia argentina, y los que sobrepescan, capturan juveniles o incurren sistemáticamente en el “by catch”, o pesca incidental, pero con planta de fileteo en suelo argentino y todos los papelitos en orden, digo que hacen más daño los lobos con piel de oveja. Son los que desde los ’90 impusieron la fama, hoy mundial, de que en el Mar Argentino vale todo.

Entiendo que la tecnología no logra remediar “per se” las miserias de la política ni las de la justicia. Pero un dispositivo de 6 radares transhorizonte costeros desde Marpla hasta Isla de los Estados, que incluya un biestático frente a Puerto Deseado, generaría una capacidad de información tan penetrante, tan minuciosa, tan abrumadora, tan incontestable, que obligaría a casi todos los actores de este drama a cambiar de libreto.

Al iniciar esta última parte de mi artículo, le pedí que retuviera una cifra. ¿Ya la encontró? El valor de un sistema costero completo OTH presupuestado por la entonces inexperta INVAP, allá por 2004, no superaba los U$ 10 millones, porque la base tecnológica, mal que mal, no deja de ser relativamente simple.

¿Lo actualizamos a U$ 14 millones, por la inflación del dólar?

En la situación actual, es lo que pierde la Argentina en 2 días de rapiña pesquera.

Daniel E. Arias