Estos conceptos de Nora Bär completan lo que escribíamos ayer sobre la industria farmacéutica argentina:
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«Ocasiones como ésta, en la que se logra acordar una transferencia de tecnología para que el país produzca una de las vacunas contra el coronavirus, es la respuesta para aquellos que se preguntan de qué le sirve al Estado invertir en formar científicos.
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Fabricar vacunas es una capacidad de la que, en la región, solo disponen la Argentina y Brasil, y que exige no solo contar con infraestructura, sino también con personal capacitado para cumplir con las normas de altísima exigencia que regulan esa actividad. (Chile, que la tenía hace 20 años, la perdió y debe comprar todas sus inmunizaciones en el extranjero). Esto permite ahorrar sumas ingentes en comisiones, fletes, impuestos, tasas. Y lo más importante: se cuenta con independencia para acceder a un suministro vital en este momento sin depender de las decisiones de productores externos.
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En 2012, por otra pandemia, la de la gripe A H1N1, que recorrió el mundo en 2009, se creó Sinergium Biotech, una instalación de 20.000 metros cuadrados situada en Garín, provincia de Buenos Aires. Entre su maquinaria se cuenta un robot japonés capaz de llenar 300 jeringas por minuto vigiladas por 10 cámaras ópticas que si detectan un error disponen de inmediato su descarte. Costó 80 millones de dólares y en este momento podría producir entre 50 y 60 millones de dosis anuales. Desde su inauguración, el 12 de diciembre de 2012, esta planta en la que trabajan 280 personas lleva producidas 160 millones de dosis. «Y no hubo un solo lote rechazado», se enorgullece su presidente, Alejandro Gil.
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Ahora, es otra empresa del mismo grupo (Insud, encabezado por Hugo Sigman), mAbxience, la que tendrá el desafío de elaborar en el país y para toda América Latina (el acuerdo firmado con la Fundación Slim prevé que en México se fraccione) la inmunización desarrollada por Oxford/AstraZeneca, una de las que se encuentra más avanzada en su desarrollo y con resultados alentadores de Fase I y II. Mabxience inauguró no hace mucho una nueva planta, también en Garín, con una inversión de 40 millones de dólares, donde produce anticuerpos monocolonales biosimilares que exporta a América Central, América del Sur, África, Asia y Medio Oriente.
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La vacuna de Oxford/Astra Zeneca utiliza un vector viral, un adenovirus de chimpancés modificado para que sea inocuo para los seres humanos, que lleva hasta las células una proteína del virus para despertar la respuesta inmune (igual que la Sputnik, presentada este martes por Vladimir Putin, la CanSino, desarrollada por China, y la de Johnson & Johnson).
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La fase III de los ensayos se está realizando actualmente en Gran Bretaña, Brasil y Sudáfrica, y empezará pronto en Estados Unidos. De acuerdo con los estudios en 1077 personas de entre 18 y 55 años, produjo anticuerpos humorales y respuesta de linfocitos T. En virtud de su propio acuerdo, Brasil ya anunció que espera comenzar la producción masiva en diciembre. En ese caso, el laboratorio estatal que se hará cargo, BioManguinhos, se ocupará del «procesamiento final, a partir del ingrediente farmacéutico activo, que es el concentrado de la vacuna y llegará congelado».
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Hay más de 24 vacunas candidatas para prevenir el coronavirus actualmente en ensayos clínicos y más de 140 que están en etapas preliminares de investigación. Pero habrá que tener paciencia. Si todo sale como se espera, tras los ensayos clínicos, deberán ser aprobadas por los organismos regulatorios, algo que agregará algunos meses a su desarrollo antes de que puedan ser producidas y distribuidas.»
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Nora Bär