Polémica nuclear: Alfredo Caro cuestiona la tecnología CANDU para las centrales argentinas

Alfredo Caro, un hombre del Balseiro con impresionantes credenciales en el campo de la física y la ingeniería nuclear, cuestiona la aplicación de la tecnología CANDU -el uso de uranio natural en las centrales nucleares-, que otras autoridades también muy destacadas, José Luis Antúnez, Gabriel Barceló, Andrés Kreiner, defendieron recientemente en nuestras páginas (Vale señalar que esa ha sido también la posición de AgendAR a lo largo del tiempo).

Sabemos que esta polémica va a ser seguida sólo por una parte de nuestros lectores. Pero es importante para todos los argentinos.

«El futuro de la generación nucleoeléctrica en Argentina es con o sin nuevos CANDU?

Alfredo Caro*

10 de Agosto de 2020

Cierta volatilidad en las políticas de Estado en materia nuclear a lo largo de los últimos años ha dado origen a cambios de dirección tan significativos que hoy parece haber cierta incerteza respecto a cuál es el camino que el país debería seguir para continuar afianzando sus ventajas comparativas en este campo.

La razón, en parte, es la irrupción de China con su oferta de financiar una o dos centrales nucleares dentro de un acuerdo amplio que involucra otras variables; esto ha puesto la disponibilidad de un producto antes que se analice la necesidad del mismo, desconcertando a la comunidad nuclear que se expresa inorgánicamente en voces muchas veces antagónicas.

Este artículo analiza algunos aspectos de esta problemática y sugiere la necesidad de abocarse a un estudio profundo de las opciones que existen para invertir recursos públicos en el sector nuclear, en particular considerando que la compra del reactor chino CANDU podría afectar negativamente la financiación del CAREM, un proyecto de la industria nacional con potencial de generar divisas a través de la exportación.

Un análisis abarcativo de las opciones que tiene Argentina para su futuro nuclear no puede soslayar el hecho que la industria nucleoeléctrica mundial se encuentra en dificultades. En efecto, a pesar de ser una fuente de base, limpia y segura, y de que muchos actores relevantes piensan que los objetivos de des-carbonización de la biosfera sólo se podrán lograr con el incremento de la participación nucleoeléctrica, su contribución a la producción mundial de energía se ha mantenido constante desde hace dos décadas, mientras que la producción global se ha casi duplicado en igual período. Para sintetizar la razón de esta situación en un sólo factor, el más importante, diremos que este es el costo.

La seguridad remarcable de la industria nuclear tiene su contrapartida en los costos de capital de la instalación, que son hasta cinco veces más grandes que sus contrapartes convencionales. Es posible que mientras no se implementen tasas a la producción de gases de efecto invernadero, la expansión de la industria nuclear esté comprometida. Esta situación es más grave aún para los reactores de uranio natural, que, por unidad de energía producida, resultan más costosos que sus contrapartes a uranio enriquecido; la oferta china para las dos centrales confirma a esta característica (6,000 MUSD para 700 MWe de CANDU y 7,500 MUSD para 1,100 MWE de Hualong-1).

La producción industrial de bienes responde tanto a la habilidad de capturar un nicho de mercado como a la capacidad de generar riqueza o beneficios a la sociedad que la alberga. Esas capacidades son normalmente fruto de la experiencia acumulada, muchas veces promovida por la inversión pública en I&D. Por ejemplo, Francia fabrica aviones, pero no teléfonos celulares, Finlandia fabrica celulares, pero no aviones, Suiza fabrica instrumental de medición, pero no radares, etc. Esos son los nichos que cada país supo conquistar y lo que determina la especialización, y viceversa.

Es oportuno ver qué sucede cuando la evolución tecnológica hace desaparecer la demanda de un producto. Por ejemplo, Kodak, el gigante de las películas fotográficas vio su negocio desaparecer frente a la llegada de la fotografía digital; emergió de la quiebra en 2013 reciclada en una compañía con diferentes objetivos; similarmente, Nokia, el gigante de la telefonía celular, desapareció de ese rubro con la llegada de los smartphones, y vendió la filial a Microsoft también en 2013.

Similarmente, AECL Canadá, la desarrolladora del diseño CANDU, abandonó en 2009 todo esfuerzo por modernizar el diseño CANDU-6 para llevarlo a CANDU-9, y lo mismo hizo con el Advanced CANDU Reactor, ACR. El gobierno de Canadá la vendió en 2011 a precio residual a SNC-Lavalin, empresa de servicios que en la actualidad se encarga de ofrecerlos a plantas CANDU existentes y, en sociedad con la empresa China CNNC, ofrece CANDU-6 a potenciales compradores, hasta ahora inexistentes. Esto es consecuencia de que el mercado para reactores CANDU desapareció.

Diez de los 19 reactores CANDU en operación en Canadá serán puestos fuera de servicio en los próximos 5 años, quedando 9, de los cuales 5 ya han tenido trabajos de extensión de vida, y 4 lo tendrán en breve. En los últimos 50 años, Canadá vendió́ dos reactores de uranio natural a India, y esta construyó 13 más con tecnología propia basados en el diseño canadiense; además, acaba de inaugurar uno y tiene otro en construcción. Corea tiene 3, que serán desactivados en 2026; vale la pena mencionar que Corea realizó entre 2009 y 2011 la extensión de vida de un CANDU-6, similar a lo hecho en Argentina, pero en 2017 el reactor fue cerrado por inviabilidad económica. China tiene 2 que comenzaron su operación en 2002/3, Rumania 2, del 1996 y 2007, Pakistán 1, de 1971, Argentina 1, de 1984, con extensión de vida en 2015. Esto hace 31 reactores de uranio natural y agua pesada operando en el mundo, un número inferior a los ~44 en su apogeo, y en franca disminución en los próximos años. No existe en la actualidad en el mundo un diseño post-Fukushima (es decir, adaptado a las nuevas normas de seguridad) de reactor CANDU listo para ser licenciado en países otros que los que los fabrican para sus mercados domésticos (India y China), ni existe país con economía de mercado y democracia pluripartidaria que sea potencial comprador de dicha tecnología, excepto Argentina, a quien China le ofrece el financiamiento.

Efectivamente, como con los films fotográficos, no existe más mercado para reactores tipo CANDU. Las razones de tal situación pueden atribuirse en parte a la presión de algunas potencias nucleares por dificultar la comercialización de reactores proliferantes, o a las razones técnico-económicas mencionadas anteriormente, o a una combinación de ambas. Ahondando en las razones económicas, hay que resaltar que el valor de la energía que producen esos reactores no cubren el costo de la instalación, es decir, el costo de capital más operación y mantenimiento durante su vida útil (por detalles ver (1)).

Esta introducción nos sirve para analizar el sector energético nuclear en Argentina. Hace 40 años Argentina compró a Canadá un reactor CANDU-6, y hace 2 años finalizó su extensión de vida. La industria nuclear argentina domina la tecnología y está en condiciones de contribuir con una fracción significativa de las componentes de una eventual nueva central de ese tipo. Entonces: ¿Debe Argentina continuar invirtiendo en esa tecnología, con la compra de un segundo reactor CANDU? ¿Qué hacer con las capacidades desarrolladas? Es de notar la ausencia de estudios detallados con respuestas a estas preguntas en el contexto particular que atraviesa nuestro país que, sin mucha disponibilidad de divisas, necesita proveer energía eléctrica a precios competitivos para relanzar su industria. Esta falta de análisis está en fuerte contraste con la experiencia en el pasado, en particular en la época de la opción por la tecnología de uranio natural, cuando el gobierno, la CNEA, y las organizaciones profesionales del sector jugaron roles fundamentales para arribar a una decisión.

En un reciente artículo los Dres. Andrés Kreiner y Gabriel Barceló, y el Ing. José Luis Antúnez, profesionales de larga trayectoria en el área nuclear, manifestaron su firme apoyo a la posibilidad de adquirir una nueva central de uranio natural tipo CANDU a China con gran participación de la industria nacional (2).  Nos parece oportuno analizar este artículo, con la intención de contribuir a establecer un debate en torno al tema, en particular al constatar la ausencia en el mismo de consideraciones de tipo costo/beneficio como las mencionadas anteriormente.

¿Cuáles son los argumentos que utilizan para apoyar la adquisición de un nuevo reactor CANDU? Comienzan con razones tales como el dominio de la tecnología y la calidad del diseño y continúan con que ‘garantizaría miles de puestos de trabajo argentino de calidad’. Ambos argumentos son temas medulares, aunque constituyen condiciones necesarias, pero no suficientes: debe haber también un beneficio social, adecuadamente definido.

Surge así una pregunta clave: ¿La industria nucleoeléctrica argentina debe ser vista como una actividad madura capaz de generar riqueza, o como una en desarrollo que necesita aun recursos del estado para afianzarse? Hay indicios que sugieren una confusión en este tema, tal vez motivada por el hecho que la generación nucleoeléctrica en Argentina está en manos del Estado y así la frontera entre actividad industrial y de I&D es difusa. Hay consenso en que el Estado debe contribuir al desarrollo de nuevas capacidades; la industria nuclear argentina hoy es el mejor ejemplo del resultado de un esfuerzo continuo de décadas, y los proyectos actuales como el CAREM, el enriquecimiento de uranio, el RA-10, la medicina nuclear, son ejemplos del apoyo del Estado en el desarrollo de esas nuevas capacidades.

Sin embargo, hay una diferencia entre el poder de compra del Estado, que ayuda a una actividad industrial a afianzarse, y la inversión del Estado en I&D para desarrollar nuevas capacidades. La compra de un reactor CANDU forma parte del primero de estos casos, mientras que el CAREM es claramente parte del segundo.

CANDU no abre las puertas a un mercado exportador porque, como se dijo, no hay compradores, y el precio del producto (electricidad) no cubre los costos de capital, operación y mantenimiento. En efecto, un reactor de 700 MWe a 6,000 millones de dólares de costo de capital, a lo que se suman los costos de operación y mantenimiento, lo convierte en la fuente energética más cara de todas las disponibles en el parque energético argentino en la actualidad, renovables o convencionales. Como se detalla en (1), la energía producida no paga el costo; resumidamente, el valor de la energía eléctrica producida y vendida en el mercado mayorista es de alrededor e 500 MUSD/año, los costos de operación en igual período son de alrededor de 250 MUSD/año y la cuota del crédito de compra es de alrededor e 500 MUSD/año por 20 años; es decir: la compra de ese reactor producirá un déficit de ~250 millones de dólares por año, por 20 años, que se suma a la deuda externa argentina. Como se ve, generar ‘miles de puestos de trabajo argentino de calidad’ a través del poder de compra del Estado es una condición necesaria para evaluar una inversión, pero no suficiente: la actividad debe generar riqueza, y este no es el caso.

La desaparición del mercado de los reactores CANDU ciertamente penaliza a Argentina, que invirtió en esa tecnología importantes recursos materiales y humanos.  Esto nos lleva a la Planta Industrial de Agua Pesada, PIAP. Afirmar que la construcción de CANDUs en India hará ‘faltar agua pesada en el mercado mundial’ es una especulación con poco sustento: India declaró en 1961 el objetivo de ser autosuficiente en ese insumo y eventualmente exportadora del mismo. En la actualidad posee 8 plantas industriales de agua pesada con que alimentar su flota presente y futura, y es el principal productor mundial. Por su parte, Canadá inauguró en 2015 una planta moderna de agua pesada a la escala del mercado mundial actual estimado para las aplicaciones no-CANDU (biología, high tech, medio ambiente) donde el desafío técnico fue precisamente reducir la escala para hacerla mucho más viable económicamente, habiendo cerrado todas las precedentes. La escala de la PIAP, en el contexto actual del mercado, la hacen económicamente difícil de sustentar.

Mas débil aún es el argumento presentado en (2) que vinculan a la PIAP y al reactor CANDU con el proyecto multinacional de reactor experimental de fusión ITER: la PIAP es una planta industrial de 200 toneladas por año, la escala de las necesidades de moderador para nuevos reactores CANDU; los requerimientos de deuterio como combustible para las plantas de fusión que existirían dentro de 30-40 años son órdenes de magnitud menores (equivale a 300 litros de agua pesada al año para una planta de fusión de 800 MWe). Las necesidades de deuterio de ITER, que es una planta experimental, para los 20 años de explotación planificados, no supera los 100 litros de agua pesada. Resulta así difícil de justificar la operación de una planta industrial como la PIAP para un mercado que en el mejor de los casos demandaría una ínfima fracción de su capacidad de producción.

Finalmente, vincular los CANDU con las necesidades de tritio de ITER y los posibles reactores de fusión del futuro, es tal vez el argumento más difícil de justificar. En efecto, hay dos conceptos en desarrollo para una planta comercial de fusión, confinamiento magnético y confinamiento inercial. ITER y NIF (National Ignition Facility) son dos instalaciones experimentales destinadas a avanzar esas tecnologías. Los diseños conceptuales de versiones comerciales de ambas tecnologías (LIFE para NIF y ‘después-de-DEMO’ para ITER) consideran el ciclo de combustible ‘cerrado’, es decir, el tritio se producirá en la planta a través de una cobertura de litio que se coloca en la primera pared que enfrenta la fusión; los neutrones de fusion transforman el litio en tritio mas helio. El consumo de tritio de una planta comercial de fusión de 800 MWe sería de 300 g/día. En el caso de ITER, una planta experimental, el tritio necesario para los 20 años de operación planeados es sustancialmente menor a la cifra indicada arriba, y se planea obtener del stock disponible internacional (el tritio tiene un pequeño mercado para diversas aplicaciones no-nucleares).

Por otra parte, la producción industrial de tritio para fines militares e industriales está basada en la introducción de compuestos de litio en reactores de uso militar o civil, en ningún caso se propone obtenerlo a través del procesamiento del combustible o del moderador o refrigerante de un reactor de uranio natural. El tritio en todos los reactores nucleares se produce en el combustible en cantidades pequeñas y en forma indeseada, pero en las plantas CANDU se produce aún más, inevitablemente, en el refrigerante y el moderador. La misma debe ser tratada para la extracción de tritio, que en parte se libera a la atmósfera en forma controlada, en cantidades no dañinas. En síntesis, el tritio en las plantas CANDU es una carga y una molestia, más que un subproducto de interés comercial. Así, justificar en parte la construcción de un reactor CANDU porque podría devenir proveedor de tritio para las futuras plantas de fusión es un argumento notable, que parece infundado.

La actividad nuclear argentina se encuentra en una encrucijada generada por la falta de consenso acerca del futuro de la generación nucleoeléctrica. Proveer asesoramiento técnico fundamentado al gobierno, que exponga la multiplicidad de voces, es el mejor aporte que la CNEA, las empresas y asociaciones profesionales del sector, y la academia, podrían realizar, contribuyendo así a resolverla.  El mundo cambia a un ritmo vertiginoso; en vez de leer el diario de 40 años atrás, parece prudente tratar de escribir el que se leerá en los próximos 40 años.

Referencias:

*Bio: El Dr. Alfredo Caro es físico, egresado del Instituto Balseiro (1976), doctorado en el Swiss Federal Institute of Technology, Suiza (1981). Trabajó en el Centro Atómico Bariloche (1983-1987 / 1993-2003) donde fue Gerente del Centro Atómico y Director del Instituto Balseiro (1993-1995), en el Paul Scherrer Institute, Suiza, para el European Fusion Program (1987-1993), en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, California, USA, para NIF, la National Ignition Facility, (2003-2010) y en el Laboratorio Nacional Los Alamos, New México, USA, como jefe del grupo de Science of Nuclear Materials and Fuels (2010-2015). Durante el período 2015-2017 fue Program Director de la National Science Foundation en Washington, responsable del programa Materials Science and Engineering Centers, MRSEC. Actualmente es Research Professor en George Washington University. Es autor de 200+ publicaciones científicas, mayoritariamente sobre materiales nucleares y nano-materiales; puede ser contactado a través de [email protected]