El SAOCOM 1B ¿el segundo y el último?

Cuando decimos que la antena de radar en banda C de los satélites SAOCOM es enorme, no exageramos. Fuera de Japón y Argentina, no hay otros países que hayan podido hacer satélites-radar en esta banda. El SAOCOM es casi único en su tipo en el mundo: cuenta con una gran antena –de 35 metros cuadrados–, que posee un radar de apertura sintética (SAR, en inglés) en banda L, que permite tomar registros de la superficie terrestres de hasta dos metros de profundidad.

El SAOCOM 1B que hoy sale al espacio es el segundo pero -por ahora- también el último satélite-radar en banda L de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE). Desgraciadamente.

Todos festejamos este logro de visión y perseverancia de un hombre (Conrado Varotto) y de una institución creada por él (la CONAE), así como de la continuidad de la buena gestión por parte de su titular actual, el Ing. Raúl Kulichevsky.

Pero en AgendAR preferimos poner la lupa en el hecho que este par de satélites de servicios agropecuarios, ambientales y de gestión de catástrofes, no tiene visos de continuación. No hay ningún SAOCOM 2 en los planes futuros de la CONAE. De los satélites de observación de la Tierra, como proyecto inmediato sólo está el SABIA-Mar, un artefacto básicamente óptico más convencional, menos potente, y con una sola unidad prevista.

Es un poco la historia del que se quemó con leche y luego ve una vaca y llora. Los SAOCOM 1 debían ser 4 satélites, no 2, pero desde que a fines de 1998 se pasó del diseño a la construcción apenas diferida del 1A y el 1B, el presupuesto otorgado a la agencia espacial argentina fue bajísimo. Y esto es lo grave, eso no pareció despeinar a nadie entre sus beneficiarios principales, la gente del sector rural. 

La ingeniería del SAOCOM era (y sigue siendo) muy audaz: de hecho, a fines del siglo pasado ninguna agencia espacial del mundo había intentado un satélite radar comercial en banda L. Se necesitaba generar y almacenar mucha potencia eléctrica a bordo, la pantalla emisora y receptora espacial debía ser descomunalmente grande y pesada. Su tamaño llena todas las fotos. Pesa la mitad de lo que todo este satélite de 3 toneladas, da una idea. Todavía mirando hoy esas imágenes, los SAOCOM 1 parecen una locura.

Pero a principios de siglo ésta era una locura muy interesante. La ASI, Agenzia Spaziale Italiana, hizo sociedad inmediatamente con la CONAE para compartir resultados «en constelación», ellos con sus 6 satélites-radar en banda X Cosmo Sky-Med, nosotros con los nuestros. Ciertamente, en esa sociedad llamada SIASGE (Sistema Ítalo-Argentino de Satélites de Gestión de Emergencias) teníamos la parte más difícil, cara y arriesgada. Los radares en banda X tienen pantallas más «normalitas» y no consumen tanta energía.

No fuimos los únicos locos. La JAXA, Agencia Espacial Japonesa, se lanzó con su satélite radar en banda L Alos Daiichi 1. Con un buen cash-flow, lo empezó bastante después del inicio de integración del SAOCOM 1A, lo terminó en 5 años (no sin grandes dificultades técnicas), y lo mandó rápidamente al espacio. Los resultados de poder ver el mundo desde 600 km. de altura en esa banda de radar de entre 20 y 30 cm. de longitud de onda sorprendieron tanto a la JAXA que inmediatamente empezó a diseñar el Alos Daiichi 2, pero con una ingeniería mucho más avanzada y liviana. Hoy está en vuelo.

¿Qué cosas ve la JAXA que otros países no? Con la capacidad de las microondas L de medir agua bajo el suelo, muchas y muy distintas. El Alos Daiichi 1 pudo predecir un deslave inminente de laderas que habría aniquilado una aldea rural al pie de una boscosa montaña japonesa. Sus habitantes se salvaron de ser enterrados por el barro porque fueron preventivamente trasladados a otro sitio seguro. En 2011, tras el tsunami que arrasó las costas orientales de la isla principal de Honshu (y entre ellas, las de Fukushima) el Alos Daiichi 1 dio las evaluaciones de inundación de cada prefectura marítima para que el Primer Ministro decidiera adónde se instalaban las bombas de agua.

Pero además, y ésta fue una sorpresa, la JAXA empezó a ver cosas que no esperaba ni remotamente poder discernir, porque la banda L no es una longitud de onda de gran definición dentro del rango de las microondas. Pero es excelente para mostrar el comportamiento del agua, subsuperficial y superficial. Y en su ya ríspido conflicto con China por el control del mar alrededor de las Islas Spratly, Japón empezó a detectar los movimientos de los barcos militares chinos a partir de sus estelas. La banda L tiene esa cosa típica de todo instrumento nuevo: realmente no se sabe qué va a detectar.

Mientras los italianos nos esperaban con paciencia y con su flota COSMO Sky Med ya funcionando a pleno, aquí pasaron casi dos décadas en las que demasiados sucesivos gobiernos de signos políticos muy distintos coincidieron en no apurar en absoluto las misiones SAOCOM 1a y 1B. Ambos satélites iban envejeciendo técnicamente, entre ocasionales avances de obra, en las salas limpias de integración satelital de INVAP, Bariloche.

Tanto se atrasó la construcción que, antes del lanzamiento del primer SAOCOM, el 1A, en la CONAE me confesaron que hoy no sería posible «clonar» éste y tampoco el 1B para llegar a los 1C y 1D originalmente planeados. ¿Por qué no, me alarmé? La devastadora respuesta: porque muchos de los componentes electrónicos de la plataforma de servicios de los SAOCOM no existen más. Dejaron de fabricarse hace rato. Y aún así los SAOCOM 1 son impresionantes, pese a que llegaron al espacio obsoletos.

El caso patético es el de las tremendas baterías de níquel-cadmio que almacenan la carga generada por la comparativamente pequeña placa fotovoltaica del satélite. Corresponden al «state of the art» de fines de siglo en acumuladores de calificación espacial, capaces de miles de recargas. Pero son mucho más pesadas que las baterías actuales de iones de litio, y tienen menos potencia específica, medida en Watts por kilogramo.

En conclusión, los SAOCOM 1 A y B pueden obtener 225 imágenes por día cada uno. Es un techo técnico: el satélite no debe agotar jamás sus baterías, de las que dependen los sistemas de la plataforma de servicios que lo mantienen «vivo y comunicado». El Alos Daiichi 2 de la JAXA es mucho más permisivo en carga eléctrica y tiene placas fotovoltaicas más avanzadas para recargar sus baterías de litio, lo cual es lógico: es un producto de esta década y se terminó en tiempo y forma. Su tecnología no envejeció en tierra.

En AgendAR estamos de celebración. Esto es un triunfo de la voluntad y la obstinación de nuestros científicos y tecnólogos. El SAOCOM 1A viene siendo tremendamente útil en la planificación rural: por primera vez en su vida, los productores argentinos saben exactamente cuánta agua tienen almacenada en el suelo, y a qué profundidad. Con eso y el pronóstico meteorológico a mediano plazo pueden saber si conviene o no sembrar, si hay o no que fertilizar, o rociar con antifúngicos, o cosechar de apuro porque se viene el barro. Por primera vez pueden aumentar sus ganancias y disminuir su riesgo y sus pérdidas con información espacial casi exclusiva de Argentina. Y esas imágenes son el resultado de una visión audaz en gestión de ciencia y tecnologíam y de un espíritu bastante indomable.

Bien, a partir del lanzamiento del 1B, serán 2 SAOCOM en órbita, y no es que habrá el doble de información. Habrá mucha más que el doble, porque Argentina e Italia serán los únicos países espaciales del mundo con una constelación radar XL, capaz de generar imágenes en ambas longitudes de microondas. Veremos cosas que no ven ni los japoneses, veremos cosas que ni siquiera sabemos que se pueden ver, cosas que iremos descubriendo en el Instituto Gulich de la CONAE, pero que serán de utilidad inmediata para la administración de nuestros agroecosistemas, y también del mar.

Señores, una constelación XL integrada como el SIASGE no la tiene la NASA ni la ESA (la agencia europea), y tampoco la JAXA, y tampoco la CNSA (la agencia china). La tenemos Italia y nosotros, capisce?

Pero nos queda el gusto amargo de que tendrían que haber sido 4 satélites SAOCOM y no 2. Y deberían haber empezado a volar a más tardar en 2008 o por ahí. Nos queda la certeza de que habríamos cobrado ponchadas de plata por venta de información espacial a otros países. Nos queda la bronca de que hoy tendríamos que tener en el espacio tal vez el primero SAOCOM de 2da generación, para repotenciar nuestra parte del SIASGE.

Nos encantaría que el campo argentino, tecnológicamente tan avanzado en genética o en gestión de agroquímicos, tomara nota de esto. Cuando la CONAE intente, si vuelve a hacerlo, algún otro satélite o constelación radar, nos encantaría que las entidades ruralistas lo tengan por una vez en sus propios radares. Que sigan su avance de construcción. Que la defiendan. Que se asocien a ella con plata.

Y que así como usan su considerable lobby para discutir retenciones, o exigir puertos eficientes o buenos caminos rurales, que se ocupen, como lo hacen de que la cosecha no se pudra o marchite antes de recogerla, de apurar un proyecto que los beneficia tanto para que no vuelva a atrasarse dos décadas, y por falta de fondos.

Daniel E. Arias