Evaluando la vacuna de Sinopharm

La vacuna de Sinopharm (es la que inoculará la Fundación Huésped como parte de un estudio mundial de Fase 3) parece sensata. Es una fórmula a virus entero inactivado, como lo fue en 1955 la vieja vacuna Salk contra la poliomielitis.
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Lo que se inyecta en una vacuna de este tipo es la cápside externa de un virus cuyos genes están muertos y no se pueden replicar. Pero la cápside está intacta, y es una construcción formada por varios tipos de proteínas antigénicas distintas, cada una de las cuales va a desatar una respuesta de anticuerpos específica y propia.
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Esto supone una movilización variada del sistema inmune humoral, en la que participan muchos y distintos clones de linfocitos B (los que secretan anticuerpos). El producto es una réplica de anticuerpos muy diversa, un cóctel muy variopinto, porque está apuntado a una cantidad de blancos antigénicos diferentes.
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Por el contrario, otras vacunas «tecnológicamente más avanzadas» constan de un virus del resfrío (humano o de chimpancé) alterado mediante ingeniería genética para expresar un único antígeno del SARS CoV-2: la llamada «proteína Spike», o «S», que forma esa corona erizada de púas de la cápside viral. Es un blanco bien elegido. El SARS CoV-2 usa ese antígeno como gancho de abordaje: captura con ella a las proteínas ACE de los epitelios respiratorios de la nariz o la garganta, y así es como el virus se pega a las células a invadir, y así es como empiezan las desdichas.
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El lado bueno de las vacunas apuntadas contra este antígeno Spike es evidente: inactivar con anticuerpos la proteína Spike es como liquidar un desembarco en el agua, sin que los soldados invasores puedan apearse de sus lanchas y pisar la playa.
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Pero entre las más de 170 vacunas anti SARS CoV-2 hoy en desarrollo son demasiadas las apuntadas contra este antígeno Spike. Si el virus muta y desarrolla cepas con antígenos Spike de distinta composición y forma «esteroquímica», muchas de ellas irán perdiendo parte o toda su efectividad con el tiempo.
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La vacuna de Sinopharm, aparentemente más primitiva, esconde otro tipo de astucia biotecnológica. Para evadirla totalmente, el SARS CoV-2 debería desarrollar mutaciones de todos los componentes de su cápside. Y esto no es imposible, dado que los virus a ARN son bastante proclives a la mutación, pero matemáticamente es más improbable.
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Por lo demás, la fabricación de esta vacuna es más barata. Ignoro qué habrán usado los chinos para destruir los genes del SARS CoV-2 sin alterar la cápside. Jonas Salk, a lo largo de muchos años de prueba y error, perfeccionó esta inactivación genética con la proporción adecuada y las condiciones de temperatura y presión adecuadas de una sustancia burdamente  simple: el formol.
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Esto significa no sólo una fabricación menos compleja, libre de exquisiteces técnicas de ingeniería genética. Da también una logística más fácil. Por ejemplo, las dos vacunas más cercanas al licenciamiento por la FDA de Estados Unidos son la de Moderna y la de Pfizer, ambas tecnológicamente revolucionarias: serían las primeras de la historia basadas en el uso del mRNA, o ARN mensajero.
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Pero ambas necesitan cadenas de frío exigentes: la de Moderna debe llegar al acto vacunatorio a -70 grados Celsius, es decir a 70 bajo cero. Más termoestable, la de Pfizer necesita -20 grados Celsius; lo que está más cerca del frío de un freezer común (-18 Celsius). Pero la cadena de frío complica la distribución y el suministro. ¿Dar la vacuna en escuelas, plazas y clubes? ¿Cómo se hace? Justamente, con este virus tan contagioso, uno querría vacunarse en cualquier lado menos en un gran hospital bien equipado.
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No es que las vacunas a virus entero inactivado sean infalibles. De los 5 fabricantes elegidos para producir la Salk por las autoridades médicas estadounidenses, 2 fallaron en los controles de calidad final del producto, y salieron a las escuelas algunos miles de ampollas con el virus casi vivo, con alguna capacidad residual de reproducción. Esto terminó con casi 200 chicos con parálisis rarísimas, en un único miembro: el brazo inyectado.
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Y esto sucedió por el apuro, dado que la Salk se distribuyó en medio de una epidemia que había paralizado a 65.000 chicos en los EEUU, además de matar unos cuantos miles de adultos.
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A la hora de sacar cuentas de las ventajas y desventajas, si yo como individuo pudiera elegir una vacuna entre las que están en ensayo clínico en Argentina, optaría por la de Sinopharm. Está licenciada por la agencia regulatoria china y se suministró a más de 300.000 personas sin efectos adversos, o eso dicen los chinos. No es obligatorio creerles, pero la vacuna está siendo testeada en 5 países más y es difícil que si ocurren accidentes se pueda echar tierra sobre todos.
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Desde un punto de vista de salud pública, el hecho de que sea más barata y de logística sencilla son dos puntos grandes a favor. Nuevamente, si debo elegir como individuo y no como estado, entre las que están en fase 3 en Argentina parece la más probada, y la que tiene mayores chances de bancarse las probables  mutaciones futuras del virus.
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Puesto a elegir con sólo estos datos, Sinopharm. Deme dos (y efectivamente, parece que son dos dosis).
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Daniel E. Arias