La elección en el Banco Interamericano de Desarrollo: detrás del escenario

El economista argentino Eugenio Díaz Bonilla, con larga trayectoria en organismos internacionales, tiene inclinación por cuestionar mitos, como en esta nota que publicamos en AgendAR El mito de la decadencia argentina, revisitado.

Aquí encara un tema más puntual: la reciente elección del nuevo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Mauricio Claver-Carone, cuestiona las fáciles simplificaciones periodísticas. Y muestra cómo en el manejo de las instituciones internacionales influyen más las pujas burocráticas que grandes designios políticos.

Pero también apunta a «nuestra desdichada incapacidad, como latinoamericanos y caribeños, para llegar a acuerdos pragmáticos y efectivos». Estamos de acuerdo.

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«Con la elección del BID terminada arrancó el tradicional deporte argentino de la crítica ex post. Dos de las más comunes han sido: no deberíamos habernos peleado con EEUU; y esto es una derrota diplomática de la Argentina, que demostró lo aislado que estamos. En mi opinión estas dos críticas están equivocadas. La primera crítica supone que la elección del BID es parte de un gran plan hemisférico del actual gobierno de EE.UU. para controlar la región y que la Argentina ingenuamente se opuso. La historia es mucho más de entrecasa.

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El presidente del Banco hasta ahora, el colombiano Luis Alberto Moreno, consiguió en 2005 el apoyo del área política de EE.UU., pero el Tesoro nunca estuvo convencido (esto no solamente sucedió en EEUU; el caso más claro fue el de México donde la máxima autoridad económica sacó un comunicado oficial diciendo que Moreno no tenía las calificaciones para ser presidente del BID, y, sin embargo, el ala política de ese país decidió apoyarlo).
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En la reunión previa a la elección de ese año, la Asamblea de Gobernadores (que es la autoridad máxima del Banco), acordó que quien ganara (aún no se sabía, porque había varios candidatos) iba a ocupar la presidencia solamente por dos períodos (10 años).

Esto lo conozco directamente, porque como miembro del Directorio y de la delegación de Argentina a esa Asamblea, propusimos ese límite, y fue aprobado.

En el 2015, la Tesorería de Estados Unidos trató de que se cumpliera esa decisión, pero quería que el pedido lo hiciera primero algún país de la región. Por diferentes razones que no hay espacio para discutir acá, la Tesorería no encontró eco en la región. Si el presidente del BID hubiera dado un ejemplo de respeto a la alternancia democrática en el cargo, como había sido acordado en el 2005, no hubiéramos tenido el problema actual. Lo único que el Tesoro pudo lograr en 2015 fue que la extensión del mandato llegara solamente hasta el 2020.

Entre los otros puntos de fricción entre la Tesorería y Moreno (varios de los cuales conozco directamente), uno ha sido el nombramiento del vicepresidente ejecutivo. En particular, el Moreno rechazó varias veces la postulación que hizo el Tesoro de Mauricio Claver-Carone. Considerando que el acuerdo histórico ha sido que el presidente del BID era de nuestra región pero que EE.UU. postulaba al vicepresidente ejecutivo, algunos han notado que la primera ruptura del pacto histórico la hizo el hasta ahora presidente del BID.

Nótese que dos de los cinco puntos de la propuesta del actual presidente electo del BID se refieren directamente, y con razón, a estos dos problemas de la gobernanza del Banco (la necesidad de limitar la extensión del mandato presidencial y que éste tiene que trabajar con, y no ignorar a, los Gobernadores del BID que son las principales autoridades del banco).

La segunda crítica es que la Argentina quedó “aislada,” ya que el 66.8% de los votos y 23 países de los 28 de América Latina y el Caribe apoyaron al candidato de EE.UU. Pero si uno mira bien los números, lo que se encuentra es una región dividida. No obstante la situación de desesperación en que se encuentra la mayoría de los países de la región, y la decisión, entendible, de muchos de ellos de aceptar el pedido del gobierno de EE.UU. (mirando los porcentajes de acciones, hasta Nicaragua parece haber votado por su candidato), la postura de abstenerse o de no votar tuvo el apoyo del 33.2% de las acciones y de 5 países de la región. Sin considerar a EE.UU. (que tiene el 30% de las acciones) el resultado entonces fue 36.8% a 33.2% de las acciones del banco.

Si se cuentan solamente los votos de América Latina y el Caribe, los 5 países que se abstuvieron representan el 47.4% de los votos de nuestra región, el 47% del PBI, y el 36% de la población. La actitud solidaria de México es aún más elogiable si, como parece, el Tesoro le habría ofrecido apoyar a un prestigioso economista mexicano antes de postular al candidato norteamericano, y que ese país se negó, aparentemente por el acuerdo que tenía con Argentina.

En resumen, nada de esto da sustento a la idea del fracaso diplomático de una Argentina “aislada” o “peleada” con EEUU (considerando además que el presidente electo del BID llamó al gobierno argentino para ofrecer su ayuda con el FMI). Sigo creyendo que la decisión de la actual Administración estadounidense es un error: así como el actual presidente puso al banco en el medio de la pelea burocrático-política dentro del gobierno de EEUU, ahora está en el medio de la lucha partidaria de ese país, lo que debilita la capacidad operacional y legitimidad del BID.

El gran valor del banco no se basa solamente en su capacidad de dar préstamos ni en sus aportes técnicos, sino, principalmente, en su capacidad como instrumento de acción colectiva frente a los múltiples problemas comunes que sufre nuestra región. Desde que Enrique Iglesias dejó el BID en 2005, el uso del banco como instrumento de acción colectiva ha mermado significativamente, y quedar en medio de la lucha partidaria de EEUU, lo va a limitar aún más.

Como latinoamericanos y caribeños también debemos reflexionar sobre nuestra desdichada incapacidad para llegar a acuerdos pragmáticos y efectivos frente a los trágicos problemas que estamos enfrentando en nuestra región. Y no podemos ignorar el deterior que ha venido sufriendo la gobernanza del Banco en los últimos años. Ojalá que el triste episodio de la elección presidencial del BID sea un aliciente para avanzar en amplios consensos regionales y para mejorar la calidad institucional de “nuestro banco”.»

VIAClarín