El Dr. Carlos Aráoz, ex gerente de Combustibles y ex gerente de Tecnología de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) nos hizo llegar este material.
En AgendAR agregamos, como ya lo hicimos antes, que fue uno de los “12 apóstoles de Jorge Sabato”, jóvenes que en los ’60 y ’70 discutían, fogosos, el porvenir tecnológico e industrial de la Argentina nuclear, cuando parecía ilimitado.
Aráoz fue concretando muchas de aquellas ideas en “fierros”, empresas, contratos y exportaciones desde 1957, y no lo para la jubilación ni la edad. Sigue firme en la defensa de la autonomía energética argentina. En este trabajo señala cómo, en su criterio, deben ser los términos de las negociaciones en curso con la República Popular China sobre una central nuclear.
Lograr completar el ciclo ciencia-tecnología-industria -exportación, que abarca disciplinas tan diferentes desde la investigación básica hasta el estudio de mercado, es propio de los países desarrollados. Diríamos que se trata de un tema casi cultural, y por eso resulta tan difícil de concretar en países en desarrollo como el nuestro. Sin embargo, en el área nuclear CNEA demostró durante años que sí se puede.
Las necesidades satisfechas mediante desarrollo científico-tecnológico -industrial llevan por lo general más de un gobierno. En nuestro país sobran ejemplos de casos de inversión que, por cambios de políticas, no llegan a su fin a pesar de los montos ya invertidos. La industria aeronáutica es un ejemplo.
Sin embargo, si la política nuclear del gobierno se pusiera en marcha y de ello resultara un buen negocio, ese negocio podría atravesar varios cambios de gobierno, o incluso aumentar las perspectivas de reelección de la administración que logre ese cambio.
El caso nuclear argentino va pareciéndose al aeronáutico. Así, siendo CNEA institución líder en el tema, durante el gobierno anterior fue bajada en su posicionamiento dentro de la organización del Estado. De ser fundada por Perón como dependiente de la Presidencia de la Nación, donde permaneció varias décadas, descendió al nivel de una subsecretaría.
Esto, acompañado por presupuestos insuficientes trajo el actual nivel de desánimo en el personal y el sentimiento de que “antes era otra cosa”, y de que “ser razonables es pensar lo imposible”.
Cuando en 1967 decidimos pegar el salto de los reactores de investigación a comprar la primer central nuclear, las prioridades fueron conservar la independencia energética y lograr la máxima participación nacional.
Aquel año nuestro país no estaba con una crisis tan grave como la actual, pero tampoco estaba muy bien. El resumen de situación por Jorge Sabato fue: “Después de tanta mishiadura, es difícil pensar en cosas grandes”. Sin embargo, en 1973 Atucha-1 se conectó a la red con uranio natural y la máxima participación nacional posible.
¿Y ahora?
Sala de control del simulador de la central CAREM 25. La obra del prototipo está en el predio de las Atuchas, y la sala de control en el Centro Atómico Bariloche.
EL TEMA DEL COMBUSTIBLE
La generación nucleoeléctrica involucra dos negocios:
- La construcción de la central nuclear y su entrega suministrando energía a la red.
- La fabricación y suministro del combustible durante unos 50 años de operación de la central.
Ambos montos son de similar magnitud y durante las negociaciones para la compra de la central hay que llevar a cabo la discusión de estos dos contratos, que son de diferente naturaleza.
Sumamente diferente, cuando un país como Argentina recurre a una compra internacional porque no tiene capacidad financiera para llevar a cabo el proyecto de instalar una central nuclear propia, pero sin embargo en materia de combustibles ha invertido durante décadas, y abastece normalmente con sus tres centrales con fabricación y tecnología nacional.
El combustible nuclear es un negocio para el Estado y las empresas de capital nacional. Además de satisfacer el mercado local sin el correspondiente gasto de divisas por importación, se tratará, tan pronto se den las condiciones, de ampliarlo con exportación.
Para el caso CN4 China debería reconocer que no somos Pakistán, donde también vendió sus centrales Hualong-1.
Haciendo un poco de historia, porque tuve la oportunidad de vivirla, comento algunos hechos porque son actualmente de aplicación para la toma de decisiones. Con la compra de la primera Atucha, la CNEA llevó a cabo el desarrollo científico, tecnológico y de fabricación requerido para suministrar combustible: un hermoso desafío, un objetivo ambicioso y un resultado para ponerse la escarapela.
En aquel momento CNEA ya había desarrollado desde la minería hasta el dióxido de uranio, que es la materia prima para la fabricación de las pastillas cerámicas que llenan las vainas metálicas de los elementos combustibles, o ECs. Estos, a su vez, constituyen el núcleo del reactor.
EC para centrales CANDU, con su compleja armazón de circaloy llena de pastillas cerámicas de dióxido de uranio natural.
En abril de 1982 luego de años de inversión en laboratorios, instalaciones de ensayos, personal altamente especializado; y luego en la construcción de un taller también diseñado, construido y equipado, nació la fábrica de ECs en el Centro Atómico Ezeiza.
Para operarla, la CNEA licitó la formación de una empresa mixta de capital nacional: CONUAR SA. Siguiendo igual procedimiento, se creó FAE SA para fabricar los tubos de zircaloy de alta calidad que encierran las pastillas, y DIOXITEK para la obtención química del dióxido de uranio.
En la compra de la CNA-1 estaba explícito nuestro deseo de fabricación local. Siemens cedió sin cargo y sin restricciones comerciales los derechos de fabricación de los elementos combustibles y el libre acceso a su fábrica de ECs en Hanau al personal de la CNEA.
El Estado alemán participó facilitando el envío de nuestros expertos al Centro de Investigaciones Nucleares de Karlsruhe, de modo que sólo quedaron cargo de la CNEA los gastos de traslado y estadía.
Cuando se construía la CNA-3, es decir la central de Atucha 2, ya éramos reconocidos como proveedores de ECs para la CNA-1 (Atucha 1). Por ello, la discusión con Siemens del negocio del primer núcleo terminó en un acuerdo de colaboración entre el fabricante argentino CONUAR y el alemán RBU.
Con Atomic Energy of Canada Ltd, AECL, el caso fue similar. AECL cedió, con la compra de la central, los derechos de fabricar los ECs para centrales CANDU, cuyo diseño es muy distinto de los ECs de las Atuchas. El acuerdo con AECL, sin embargo, no incluía tecnología u otros aspectos relacionados con la fabricación, por lo que Canadian Westinghouse y Canadian General Electric, propietarios legales de las patentes sobre los ECs CANDU, presentaron sus propuestas, muy similares a la presentada por China para la CN4, la central Hualong-1.
Esas propuestas de Westinghouse y General Electric fueron rechazadas, no sólo por el precio, sino porque incluían cláusulas restrictivas para vender ECs CANDU a terceros, como suele ocurrir con la fabricación bajo licencia y la compra de patentes. En aquellos años estas centrales de uranio natural con tubos de presión se estaban vendiendo con éxito en varios países, y había otros más interesados.
CNEA se encargó de todos los desarrollos requeridos hasta la instalación en CONUAR de la línea de fabricación de ECs CANDU.
Estos antecedentes nos recuerdan y también a nuestras autoridades, que todo se puede negociar y lograr antes de firmar el contrato de compra de la central Hualong-1 a China, si como comprador nuestros requerimientos los consideramos “una condición esencial”.
Así, el contrato de la central debe establecer que NASA recibirá toda la información de diseño de los ECs y de los elementos de control como para que cualquier otro fabricante reconocido de ECs pueda cotizar en competencia con la CNNC (China National Nuclear Corporation). No debería haber ningún elemento que impida que la Argentina en un futuro sea libre de conseguir mejores condiciones para los combustibles de la Hualong-1, si llegara a no estar conforme con el proveedor inicial.
El tipo de acuerdo para combustibles debería ser un convenio de colaboración entre dos industrias con capacidades en ingeniería y fabricación, para intercambio de información técnica de perfomance entre la CN4 y otras centrales Hualong-1, que incluya resolución de casos de fallas, propuesta y desarrollo de posibles mejoras de diseño, etc.
También hay aspectos de suministros a cotizar por separado como materiales, componentes del combustible, servicios técnicos y otros, en cuyos casos China cotizará y CONUAR/CNEA aceptarán si la oferta resulta conveniente.
En el caso de la compra de la CN4, a diferencia de cuando la adquisición de las Atuchas, no hubo pliego de licitación. En este tipo de documento figuran generalmente los requerimientos del comprador.
Por esta causa, la propuesta china fue cambiando. Si bien en el comienzo de las negociaciones y hasta 2014 China conoció nuestros deseos y condiciones para fabricación nacional, pasaron años. Y durante el gobierno de Mauricio Macri, NA-SA se hace cargo de la negociación quedando CNEA solo como asesor técnico.
Si bien NA-SA, como constructor y operador, sabe y negocia sobre la central, no sabe de combustibles, no tiene experiencia en negociación de acuerdos de transferencia de tecnología para su fabricación, le parece bien el exorbitante precio que proponen hoy los chinos (U$ 200 millones), acepta las restricciones para la comercialización, etc.
Todo sucede como si NA-SA desconfiara de nuestra capacidad con CNEA-CONUAR-DIOXITEC para suministrar la segunda y sucesivas recargas del núcleo de la CN4 a partir del 2030.
Antes de la visita a China, es decir muy a la brevedad, las autoridades nacionales deberían decidir sobre esta cuestión. No puede estar una decisión de política nacional (y como tal, de largo plazo) en manos del que es operador sino de CNEA, como fue siempre y exitosamente. En suma: “Zapatero a tus zapatos”.
En todo caso, no hay que tomar decisiones apuradas, porque el combustible nacional no hará falta antes de 2030
(Continuará)
Carlos Aráoz