Argentina mira hacia arriba: una escuela para despegar

El Instituto Civil de Tecnología Espacial fue creado en la década del 60 para hacer lanzamientos de cohetes de manera aficionada. Su principal actividad son los vectores con fines educativos pero también desarrollaron un proyecto de cohetes antigranizo. Realizan convenios con universidades y empresas para generar un conglomerado de instituciones para el acceso al espacio, y planean un vector para poner en órbita satélites de órbita baja.

En 1957, se lanzó el primer satélite artificial que orbitó la Tierra, el Sputnik. En ese entonces, la carrera espacial estaba reservada solo a las grandes potencias que podían enfrentar los altos costos y los riesgos de fallas de estas misiones, que obligaban a planificaciones de muy largo plazo.

Actualmente, la situación es distinta: los costos bajaron y el sector privado ingresó en este mercado. Muchas empresas son capaces de operar satélites en el espacio y compañías como SpaceX brindan el servicio de puesta en órbita de satélites con un lanzador propio, como sucedió en en caso de los SAOCOM. También es cada vez más factible el acceso al espacio con satélites pequeños, lo que baja sensiblemente la barrera de entrada en este sector.

En la Argentina, el Instituto Civil de Tecnología Espacial (ICTE) fue creado en la década del 60 para realizar actividades de lanzamiento de cohetes de manera aficionada. Con el paso del tiempo desarrollaron un proyecto comercial de cohetes antigranizo y, más recientemente, dieron forma al proyecto Pampa Cielo, mediante el cual quieren desarrollar un vector para poner en órbita satélites de órbita baja, a unos 100 kilómetros de altura.

Actualmente, su principal actividad es el desarrollo de vectores con fines educativos, sobre todo mediante la vinculación con escuelas técnicas.

El primer convenio fue con la escuela Otto Krause y, luego del éxito de esta experiencia, continuaron con actividades en escuelas de las localidades de Bavio, Magdalena, Chascomús, Tornquist y Pehuajó. En el programa se propone a las escuelas que desarrollen una parte del proyecto según las posibilidades de cada institución. Así, algunas pueden desarrollar la parte electrónica, otras el mecanizado del motor o el cuerpo de materiales compuestos, mientras que el ICTE coordina el lanzamiento.

Alejandro Yaya, vicepresidente del ICTE, afirma: “Los estudiantes experimentan distintas facetas de la actividad de la cohetería, no con un fin amateur sino con un fin técnico. No es solo lanzar un cohete por diversión, sino para aprender todo lo que está asociado a un programa espacial”.

El instituto también firmó un convenio con la Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF) para colaborar en el área de los combustibles para cohetería. “el ICTE les puede proveer un cohete para la realización de pruebas y podemos trabajar en simulaciones de programas de lanzamiento”, dijo Yaya.

Dos vectores

El ICTE trabajó en dos tipos de vectores diferentes: uno antigranizo y otro con instrumental, tipo sonda, para analizar la atmósfera a 10 kilómetros de altura. Para la propulsión usan motores cohete con dos tipos de combustible diferente, según el objetivo del proyecto. El más común es conocido como micrograin y es un compuesto de sulfuro de cinc. También están experimentando con combustibles en base a polímeros, como el PVC, y otros con agua oxigenada. Estos últimos se hacen en colaboración con la empresa LIA Aerospace.

En la Argentina había una tradición de trabajo con combustibles sólidos hasta la cancelación del proyecto Cóndor II. Cuando se publicaron los cables de la Embajada de Estados Unidos en el escándalo conocido como Wikileaks, se describieron reuniones en 2009 en las que Conrado Varotto, por entonces titular de la CONAE, se refería a los alcances del proyecto y dejaba constancia de su desconexión con los desarrollos de combustibles sólidos.

Sin embargo, Yaya considera que ese camino sería el más rápido:  “La Argentina tiene el 90% del ciclo de combustible sólido resuelto y está en un programa de investigación y desarrollo en combustibles líquidos. Las dos alternativas son buenas, pero, si se quiere acceder rápido al espacio, lo ideal sería retomar el trabajo con los combustibles sólidos, cualquiera de los que hubo en ese programa. Que se desarrolle la capacidad en combustibles sólidos no quiere decir que quieras hacer un misil o un arma, creo que en la cuestión geopolítica en realidad hay mucho de mito. El problema es cuando no tenés un fin diferente al que declarás o no desarrollás lo espacial con fines netamente pacíficos”.

El desarrollo de cohetes antigranizo, una técnica muy usada para proteger los cultivos que consiste en desperdigar yoduro de plata en el interior de las nubes, para reducir el tamaño del granizo, estaba relacionada con que las nubes de granizo de la región cuyana tienen la particularidad de formarse a un poco más de altura que en otras partes del mundo, por lo que los cohetes importados no siempre funcionaban correctamente.

El objetivo es hacer cohetes que cubran esta demanda y con la venta de ellos financiar el proyecto de un vector para satélites en órbita baja. “El proyecto ahora está en pausa dado que una empresa belga comenzó a vender estos vectores en Mendoza, por lo que la oportunidad comercial para la región de Cuyo ya no está. Queda explorar la alternativa del Alto Valle de Río Negro, en particular en zonas en las que no tienen una lucha contra el granizo como en Mendoza y otras regiones del país”.

Mientras tanto, siguen realizando convenios para generar un conglomerado industrial de acceso al espacio con instituciones locales y del exterior. “Se sumó la empresa Nanotec, que va a colaborar con nosotros en dos líneas de trabajo diferentes.

Una es la investigación en combustibles a través de la utilización de nanomateriales, tanto sólidos como líquidos, para potenciar los rendimientos y mejorar la estabilidad de los procesos de combustión. La otra línea, que también es muy importante, tiene que ver con la utilización de nanopartículas en distintos tipos de filtros, dado que en los entornos de actividades espaciales es muy importante la calidad del aire. Queremos hacer distintos filtros para aplicarlos en lugares de trabajo y ropa de trabajo para el sector espacial”, dijo Yaya.

El vicepresidente del ICTE lamentó que la actividad espacial haya estado relegada durante los últimos años, algo que se profundizó con el desfinanciamiento del sector en la gestión de Cambiemos. “Hubo antes un apogeo y hasta se creó la Ingeniería Aeroespacial en la UNSAM, pero después todo quedó en suspenso. Es importante que haya una carrera universitaria porque de lo contrario se entra a este ámbito solo por un camino colateral, desde distintas disciplinas.»

VIAAgencia TSS / UNSAM / Matías Alonso