Algunos de mis amigos están de luto porque Korean Aircraft Industries (KAI) no nos venderá su entrenador T-50 Golden Eagle, lo cual prolonga (dicen) nuestro estado de indefensión. Otros de mis amigos celebran no muy secretamente este presunto traspié argentino como una oportunidad para a) comprar algo distinto, o b) desarrollar algo distinto. Ojo, son todos tipos informados en asuntos de defensa, y algunos de ellos, ingenieros de armas e incluso pilotos.
Dice Gustavo:
“¿Te enteraste Daniel? La KAI, nos ha dicho que no nos pueden vender el F-50 por el veto de UK a seis componentes (importantes) del avión. ¡Ahora sí que cagamos! Comunicación oficial de la KAI al Ministerio de Defensa a través del Embajador argentino en Korea.
“Estamos en el horno con papas. Era lo máximo que podíamos comprar y mantener.
“Estos piratas HDP no se olvidan más de lo que les hicimos. Es que con un biplano, somos más peligrosos que mono con navaja”.
(Más tarde, mismo día, mismo amigo):
“Estaba leyendo… Los coreanos no dicen que se terminó la negociación, sino que están viendo haciendo los esfuerzos para encontrarle una solución. Si ya lo vieran insalvable, te dirían: busquen otra cosa.
“El tema que esos desvíos salen más caros que el producto original. Mirá el Gripen brasileño. Ya les sale un huevo. Y si hay que modificarlos para nosotros, mejor ir por un Rafale.
“¡Qué difícil la tenemos ?”.
En gran contraste, mi amigo Pedro me dice:
“Bond, James Bond. O más bien: Bonos, Jaime Bonos. ¡¿Qué?! Fadea e INVAP debieran festejar.
“A blessing in disguise! Go, FAdeA, go!!
Gustavo es una enciclopedia en historia militar argentina, y elegíaco. Pedro, en cambio, trabajó mucho en EEUU. Es epigramático y elíptico, y hay que seguirle el tranco, es decir traducirlo.
“Blessing in disguise” significa una bendición disfrazada de lo contrario, “Bond, James Bond” es porque Pedro le atribuye la autoría de este hecho lamentado por Gustavo al SIS, o Secret Intelligence Service, MI-6.
Pero “Bonos, Jaime Bonos” significa, en pédrico básico, que cree además que el endeudamiento crónico y forzado de la Argentina, obra de sus gobiernos más vendepatria (larga lista), son lo que nos impide un desarrollo propio en superioridad aérea, y por eso termina con su voluntarioso: “Go, FAdeA, go!!”, en el cual insta a la fábrica cordobesa a que nos dé alguna grata sorpresa tecnológica.
Un tercer amigo que suele firmar sus diatribas como Meyer Lansky, el contador de la mafia estadounidense en los ´20 y los ’30, es ingeniero electrónico en sistemas de armas, y me escribe:
“¿Vale la pena gastar guita en un caza coreano? ¿O de cualquier otro lado, pero tripulado? ¿En época de drones? ¿En la que lo único necesario en rigor es un misil? ¿Para que comprar cazas coreanos?
“Hoy lo único que necesitamos es una V2 (el primer misil balístico de la historia, alemán, de 1943) con GPS. Toda otra cosa nos va a costar tanta guita, para equipararnos con nuestros hermanos vecinos, que ni hace falta pensarlo.”
Cada uno tiene razón, o razones
Si la pelota la tiene Maradona, el problema es de los europeos (belgas, en este caso)
Creo que le puedo atribuir parte de la razón a cada uno de estos tres amigos. Gustavo siente cada segundo de cada minuto de cada hora de cada día nuestro estado de indefensión aeronáutica. No fue a Malvinas porque la colimba le tocó un año después. Su obsesión no es ingenua: no quiere cazas que nos puedan defender de los 4 viejos Eurofighter Typhoon que Gran Bretaña tiene aburriéndose en las Malvinas, porque no cree que nos ataquen jamás.
Pero piensa que si Argentina trata de volver a hacer sentir su peso en el Atlántico Sur, la diplomacia inglesa fogoneará al gobierno chileno de turno para que tengamos un despelote armado por límites, glaciares, las cabeceras de algunos ríos, acceso al agua, ese tipo de cosas.
En ese caso, cree Gustavo, en pocos días los argentinos perderíamos Tierra del Fuego y el Sur de Santa Cruz. Por ende, su idea de qué caza necesita la Argentina es: todo aquello que se pueda comprar hecho, se pueda mantener en vuelo sin deterioros, y en caso de pifostio pueda atajar a los 44 F-16 chilenos.
Pedro entiende a la industria de defensa como una defensa de la industria. La patria es que haya laburo, y lo más calificado posible. Se emociona cuando la Dra. Raquel Chan presenta semillas recombinantes argentinas resistentes a la sequía, canta el himno cuando INVAP exporta un reactor nuclear, construye un satélite o desarrolla un nuevo radar. De comprar una flota de cazas “llave en mano” no le hablen. Fabricar aquí bajo licencia, se sienta a negociar.
Es un médico muy famoso y un docente entre respetado y temido. Si le digo que no tenemos nada que le pueda hacer frente a los 44 F-16 chilenos, me pregunta cuántas escuelas u hospitales costaron esos cazas. Añade, desganado de guapo, al decir de Borges, que si hay líos con vecinos, el que pierde es el primero que se queda sin repuestos. Por eso prefiere fabricar. No, no sabe qué avión, no es lo suyo. Go, FAdeA, go!!
Meyer Lansky se puso de la nuca cuando al toque de asumir Mauricio Macri, intervino la FAdeA con una abogada y luego con un lechero, que procedieron a echar a gente experta a carradas y a suspender todo programa de construcción independiente.
Se amargó especialmente con la discontinuación del SARA, el Sistema Aéreo Robótico Argentino, un pedido del Ministerio de Defensa a INVAP firmado en 2010, y que en 2014 ya tenía un VANT (Vehículo Aéreo No Tripulado) de demostración tecnológica volando en inmediaciones de Córdoba.
No cree que la Argentina deba gastar un mango en cazas coreanos: misiles antiaéreos si nos atacan, misiles crucero y/o balísticos si queremos contraatacar. Eso, y una radarización militar exhaustiva del suelo y el mar argentino. Quiere que INVAP y Defensa hagan una cadena de radares costeros OTH (transhorizonte) a todo lo largo de la costa atlántica argentina hasta Tierra del Fuego, que registre en tiempo real todo lo que sucede en el Mar Argentino hasta más allá de la Zona Económica Exclusiva. Que los kelpers y las flotas pesqueras piratas sepan que no les sacamos el ojo.
Ya dije qué quieren mis amigos. Ahora digo qué quiero yo.
Lo que quiero yo
En azul, los países que son operadores del KAI T-50. Argentina seguiría gris.
Quiero tener un país con muchos doctores en informática, matemática y ciencias. El resto, se resuelve.
Empiezo por lo que NO quiero: otro avión de entrenamiento avanzado, como el KAI T-50 Golden Eagle. Ya tenemos uno, el Pampa III, y si me voy a patinar U$ 240 millones en equiparme, prefiero mi propio avión, aunque no sea supersónico. ¿Por qué? Porque es mío, y por ende exportable. Con 240 palos verdes saco no menos de 18 Pampas.
¿Me quieren presentar el T-50 como aparato de combate? Según los términos en que se acordó comprarlo, no me sirve por varios factores:
- Alcance: ideal para países del tamaño de Corea (superficie: 100.210 km2). Pero la Argentina es 28 veces mayor, el noveno del mundo, por superficie. El T-50 no tiene suficiente autonomía para una misión antiaérea o de ataque a tierra o contra buques en semejante país. Carece hasta de lanza de reabastecimiento en vuelo.
- Sensores: a U$ 20 millones por aparato, no tiene un radar AESA (de gran barrido, pantalla inmóvil y 200 o 300 km. de alcance). Sólo puede guiarse por datos de estaciones terrestres. En el mar, volaría a ciegas.
- Armas: viene con un cañón rotativo tritubo de 20 mm., pero sin misiles infrarrojos (IR) modernos de combate cercano (hasta 35 km), y no tiene aviónica propia para usar misiles aire aire radáricos de largo alcance, para combate BVR (Beyond Visual Range). Depende de estaciones de radar terrestres, pero en el mar está ciego. Y si le queremos poner Sidewinders para superioridad aérea, o misiles AIM 120 para combate antiaéreo a gran distancia, o Mavericks para ataque a tierra o buques, ésa son otras tres compras. Y no parece que Gran Bretaña (en realidad, EEUU) vaya a permitirlas.
- Tren: hecho para pistas en buen estado, pero no para operar desde aeródromos bombardeados o desde carreteras, como un Saab Gripen sueco o brasileño. Y eso es desaprovechar dos ventajas estratégicas del país: su enorme tamaño, que permite dispersar e invisibilizar la propia flota y reunirla para golpes sorpresivos, y nuestra capacidad privilegiada de observación con satélites propios ópticos y de radar de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, construidos por INVAP.
- En suma, para lo único que me sirve el T-50 es para capacitar en vuelo y navegación supersónicos a nuestros pilotos egresados del Pampa III. Pero no en combate aire-aire o aire-superficie. Medio caro, ¿no?
¿Da para llorar por el avión coreano? Ni ahí. Como es evidente, la movida de interdicción de reequipamiento de la aviación argentina viene de más arriba en el tótem de la OTAN: de EEUU, no del Reino Unido. Diferenciemos, por empezar, al perro del dueño del perro.
La población kelper y las fuerzas armadas de Su Graciosa Majestad en Mount Pleasant, islas Malvinas, están donde están haciendo soberanía para la OTAN, es decir para los EEUU y Europa del Norte, si se llega a armar algún conflicto global, que hace 10 años parece a punto de estallar en el Pacífico. Y entre tanto ocupan las islas y 1,6 millones de km2 de aguas argentinas, roban pesca a lo grande y sacan tremenda plata de licenciar el robo por terceros, España a la cabeza y China pronta a ocupar su lugar. Pero también Corea. También Taiwan.
Por eso, no tenemos que comprar sistemas de armas a la OTAN, ni a China ni a Corea, porque en cuanto tratemos de recuperar cierto control del Mar Argentino (y no hablo estúpidamente de retomar las Malvinas sino de impedir el saqueo de la Zona Económica Exclusiva), nuestros aviones se quedan sin repuestos y sin volar.
La OTAN nos está cerrando opciones con todos los proveedores que la tradición militar argentina consideraba confiables. Pero lejos de ser una definición tecnológica, la palabra “confiables” aquí suele significar crudamente «de origen nacional amistoso con la política exterior de los EEUU, sea cual sea». Tenemos “unfinished business” con el perro, pero acatamos órdenes de su amo. Eso es un colonialismo mental perruno.
Quedan por explorar las ofertas rusas de 4ta generación. Zona Militar se estremece un poco de sólo pensarlo: porque no es cambiar de caballo en medio del río. Es cambiar de río y de jinete. Pero lo novedoso es que esa trémula pregunta representa a la perfección el pensamiento militar estándar argentino, y hoy se atreve a hacerla.
Las ofertas rusas (tal vez los MiG 35) serían preferibles a las ucranianas (los Sukhoi 27): aviones nuevos con radares y misiles, en lugar de chatarra vieja. Pero ¿alguien nos va a permitir la fabricación local bajo licencia, aunque sea de parte del avión? Pinta que no, pero habría que preguntar. Y cuánto sale.
Pero toda compra de marcas rusas será a sabiendas de que podemos conseguir performance, vuelo supercrucero», y razonables combos de aviónica y armamento, pero también muy poco ciclo de vida, especialmente en materia de turbinas.
A la larga, toda adquisición argentina en superioridad aérea será transitoria, una solución de compromiso no necesariamente efectiva, sostenible en el tiempo y tampoco barata.
A la larga, la defensa aérea de un territorio continental y marítimo descomunal como el nuestro, dependerá de cosas baratas, construibles aquí, con cadenas locales de proveedores, y no serán necesariamente naves tripuladas.
En 2000 habría sido casi un chiste imaginar que seríamos líder regional en radarística, pero en 2020 lo somos, pese a que nos subimos 60 años tarde a ese tren. Para desarrollar una turbina aeronáutica aceptable tenemos 80 años de atraso. Pero en revancha, somos fuertes en ciencia de materiales e informática, y podemos dedicar esfuerzos a sistemas robóticos de navegación y control.
Necesitamos matemáticos e informáticos. Hoy en una guerra tu enemigo te apaga el país desconectando tus centrales eléctricas, y olvidate de los sistemas de información, entonces. Ser fuertes en informática no es comprarle sistemas de seguridad a Israel: es desarrollar propios. No se necesitan fábricas impresionantes: sí cantidades impresionantes de doctores y post-doctores en ciencias.
Ser fuertes en algunos nichos nos permitirá una capacidad de «quid pro quo», de poder ofrecer algo en que somos buenos a cambio de lo que no tenemos, y asociarnos, saltando por encima del cerco de la OTAN y de otras mega-alianzas mundiales, con los pocos fabricantes aeronáuticos chicos, emergentes e independientes que van quedando o apareciendo, y que en el mejor de los casos se ignoran entre sí, aunque también hay los hay los que se detestan: Italia, Suecia, Brasil, Sudáfrica, Israel, Irán, Turquía, Australia, la India… Y la lista se puede acortar o alargar de modos sumamente imprevisibles. Porque el futuro es opaco. Siempre.
¿Quién iba a decir, en 1987, en pleno romance del regionalismo, cuando se pretendía un desarrollo informático conjunto entre universidades y empresas brasileñas y argentinas a través de las EBAI (Escuelas Brasileño Argentinas de Informática), que Brasil en 1989 renunciaría a ser el 6to. proveedor de computadoras del mundo, y que 2014 se negaría a vendernos un transporte militar como el KC-390… en el que somos aviopartistas, y por presión de la OTAN?
¿Quién iba a decir, incluso en 2015, cuando pusimos en órbita el ARSAT 2, que en 2019 –con Macri entregando los cielos argentinos a 19 satélites de telecomunicaciones extranjeros- íbamos a hacer un «joint venture» satelital geoestacionario no con Brasil, sino con Turquía?
El futuro es, afortunadamente, imprevisible, pero eso sólo lo pueden aprovechar los pueblos que se fortalecen en educación, ciencia y tecnología y se toman su soberanía en serio. Si lo hacemos, tal vez podamos tejer y destejer nuestro propio mapa de alianzas y conveniencias. Es un camino áspero, duro y solitario, y requiere de 30 años de construcción de recursos humanos, y de pagar el precio diplomático de ser los únicos verdaderos orejanos de la región, al menos hasta que Brasil redescubra el Mercosur -si todavía es capaz- y abandone su regreso al proyecto de ser un subimperio regional estadounidense.
El futuro es opaco porque no depende linealmente del pasado. De los laberintos -y la Argentina se ha metido en muchos- se sale por arriba. Pero eso de trepar por las paredes no es para colonizados mentales ni para brutos.
Daniel E. Arias