El ambicioso objetivo de cero emisiones de carbono en EE. UU. para 2050 es el aspecto más destacado del «Plan para el cambio climático y la justicia ambiental» que el demócrata Joe Biden presentó en la campaña electoral.
A partir del 20 de enero de 2021, el nuevo presidente se enfrentará al desafío de volver a incluir a Estados Unidos, el segundo mayor emisor mundial de carbono, en el Acuerdo de París. Se espera que Biden sea más estricto con las obligaciones climáticas y ambientales.
Si el nuevo presidente de Estados Unidos realmente pone en práctica su plan climático y ambiental, América del Sur alcanzaría otro nivel de importancia en el ajedrez geopolítico internacional.
Litio: «petróleo blanco»
Para reducir las emisiones, Biden tendrá que fomentar las alternativas existentes a los combustibles fósiles. En el caso de la industria automotriz, por ejemplo, habría que esperar más incentivos para coches eléctricos. En este escenario, el mineral más importante es el litio, principal materia prima utilizada en la fabricación de baterías. No en vano se le conoce como el «petróleo blanco». Bolivia, Argentina y Chile forman el «triángulo del litio», una región que concentra el 68% de las reservas del mundo.
El recientemente nombrado presidente de Bolivia, Luis Arce, afirmó que el litio es el pasaporte al desarrollo económico y social del país andino. Este mineral se encuentra en el Salar de Uyuni, una de las reservas de litio más grandes del mundo.
Emily Hersh, vicepresidenta ejecutiva de U.S. Critical Minerals, una empresa estadounidense de exploración de minerales, afirma que «América Latina alberga una amplia variedad de depósitos de litio en diversas etapas de desarrollo. Los países que inviertan en infraestructura y demuestren un conocimiento de la cadena de suministro de baterías, emergerán como líderes del nuevo futuro energético”.
Oportunidades para Brasil
Por su parte, el economista Edmar Almeida, investigador del Instituto de Energía de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC-Río), estima que la demanda estadounidense puede generar oportunidades para producir baterías en Brasil y otros países de la región.
«A medida que la industria de las baterías gane terreno, el tema de la cadena de producción de las baterías asumirá un carácter estratégico. Brasil ya tiene una industria de baterías bien consolidada, lo que puede abrir nuevas oportunidades», señala.
Almeida cree, sin embargo, que la mayor oportunidad de cooperación para Brasil radica en el segmento de energías renovables, herramienta fundamental de la transición energética a la que aspira Biden. A pesar de la postura negacionista del gobierno de Jair Bolsonaro, Brasil tiene una de las matrices energéticas más limpias del planeta, con alrededor del 46% de la energía producida a partir de fuentes renovables.
«Es un área en la que Brasil tiene acuerdos con el gobierno estadounidense, y el país ya tiene una industria renovable muy desarrollada, con gran potencial de crecimiento», afirma el economista, quien también destaca el potencial del país en los programas de hidrógeno, una solución elegida por Alemania y la Unión Europea para lograr la neutralidad de carbono en 2050 y la transición hacia una economía limpia.
Amazonas: un tema delicado
La conservación de la Amazonía podría ser el tema más delicado en la relación entre el gobierno de Jair Bolsonaro y el nuevo presidente de Estados Unidos.
Los planes de Biden para preservar el bosque no se limitan a posibles represalias económicas; durante su campaña electoral propuso la creación de un fondo de 20 mil millones de dólares con otros países para garantizar la protección de la Amazonía.
En agosto del año pasado, Bolsonaro rechazó la ayuda financiera de los países del G7, anunciada por el presidente de Francia, Emmanuel Macron, para combatir los incendios forestales en la Amazonía. La decisión se atribuyó a la necesidad de mantener la «soberanía» sobre la región.
«Para garantizar la soberanía sobre la Amazonía, Brasil necesita preservarla. Somos uno de los mayores emisores de CO2 del mundo, y nuestras emisiones son, en su mayor parte, por los incendios (forestales). Es un patrón de emisiones diferente al de las grandes potencias industrializadas”, destaca el economista.