Sergio Eissa: «El Atlántico Sur es relevante geoestratégicamente»

Sergio Eissa es Doctor en Ciencia Política por la UNSAM, Magíster en Ciencias Sociales con mención en Relaciones Internacionales por la FLACSO y Licenciado en Ciencia Política por la UBA. Es a su vez docente-investigador en temáticas de Defensa, Seguridad Internacional y ciudadana y Política Exterior en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Ha ocupado diversos cargos de gestión universitaria en distintas casas de estudio. Actualmente es Director Nacional de Formación del Ministerio de Defensa. Ha publicado numerosos libros y papers en revistas especializadas, además de ponencias en congresos nacionales e internacionales.

Recientemente concedió una entrevista a la publicación especializada Zona Militar. Ante la presencia de capacidades militares en el Atlántico Sur que conocimos este viernes, nos pareció oportuno republicarla íntegra.

Recomendamos su lectura. Es larga, pero muy importante.

«Zona Militar – ¿Qué diagnóstico de manera sintetizada se puede hacer de la realidad de la Defensa Nacional?

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El presupuesto en defensa nacional como porcentaje del PBI -de acuerdo al SIPRI- en 1990, que es cuando se alcanza el control civil de las Fuerzas Armadas, era de 2,4% del PBI hasta alcanzar el 0,9% en el 2001. Desde entonces se ha mantenido constante como porcentaje del PBI.
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Si uno empieza a analizar el presupuesto en mayor detalle, lo que ha habido, sobre todo con la gestión Garré, son intenciones de ir recuperando capacidades, como por ejemplo, el proyecto de modernización del Hércules, el proyecto Pucará o el Pampa. Sin entrar a discutir si sirve o no, o si se puede hacer otra cosa, considero que si durante 30 años no pintaste tu casa o no arreglaste un cable, te va a salir más caro después de 30 años hacerlo.
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Ahora lo que tenemos es el FONDEF, que no es la panacea tampoco, pero es un paso adelante y tiene la virtud que fija un horizonte. Vos con eso podés planificar y podés ir priorizando y recuperando determinadas capacidades que todo el arco académico y político sabemos que están mal.

 

ZM – ¿Para usted, cuáles son las principales amenazas que enfrenta el Estado argentino donde podría intervenir el ámbito de la Defensa Nacional?

SE – Hay una larga discusión que a mí me sorprende. Hace algunos años publiqué en un artículo y, medio en broma y medio en serio, dije que en Argentina tenemos a los “realistas nostálgicos”, que quieren recuperar las hipótesis de conflicto con Chile y Brasil; a los “liberales ingenuos”, que piensan en la paz perpetua y que el comercio entre las naciones harían innecesaria la defensa; y después están los “realistas dependientes”, que tienen muy internalizados lo que son los intereses estratégicos no de Argentina sino de Estados Unidos.

Yo pienso que, y se lo digo a mis estudiantes, hay que pararse frente al mapa bi-continental. Ahí podemos ver un área geoestratégica que abarca la Patagonia, el Atlántico Sur, las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur y la Antártida. Está todo interrelacionado.

Ahí hay actores que ya estaban jugando en esa área y actores que empiezan a jugar. Estados Unidos publicó en el año 2020 una directiva para incorporar capacidades militares para operar en el Ártico y en la Antártida. En la Antártida el Tratado no tiene vencimiento, lo que si tiene vencimiento es el Protocolo de Madrid sobre la explotación de recursos. Por ello, me sorprende que los “realistas” dependientes no la tienen en cuenta.

El otro día escuche en una charla al Secretario de Malvinas de Ushuaia decir que parte de su territorio estaba ocupado por una potencia extracontinental, lo cual es clarmente cierto. Nosotros ahí tenemos a Gran Bretaña que puede proyectar poder hacia el Pasaje de Drake, hacia la Antártida, en el Atlántico Sur y sobre nuestro territorio continental.

Sin violar lo que dispone la cláusula transitoria primera de la Constitución Nacional, tenemos que reconocer que hay una potencia que, a mi criterio, es una clara amenaza; ya se apropió de las islas y es una amenaza para el resto del continente y la Patagonia, donde hay baja densidad poblacional, un vacío geopolítico y recursos muy importantes. Me parece que lo que tenemos que hacer desde la academia es visualizar esto y reconocer la amenaza que representa para nuestro territorio.

ZM – ¿Cómo evaluaría la situación del Instrumento Militar de las Fuerzas Armadas y cómo cree que debería orientar la política la adquisición del equipamiento pensando en el futuro?

SE – La orientación futura del reequipamiento militar tiene que estar guiada por la directiva de política defensa. Hay que recuperar el Plan de Capacidades Militares (PLANCAMIL), actualizado, porque obviamente los valores del 2011 no son los mismos que ahora. No obstante, muchas de las prioridades no han cambiado, en el sentido que el diagnostico que podíamos hacer en ese momento lo podemos hacer ahora. Por ejemplo, seguimos sin contar con una aviación de combate que es importante.

Asimismo, y como decía Storni a principios del siglo XX, Argentina tiene que mirar al mar, a la Antártida y los espacios insulares. El reordenamiento del despliegue, de la organización y de las prioridades en cuanto a la incorporación de medios tienen que estar en función de lo que observo como académico y respondí en la anterior pregunta, y no tanto perder el tiempo con el narcotráfico o el tránsito aéreo irregular: entre 2014 y 2018 solo el 0.01% estuvo relacionado al narcotráfico. La droga entra por la hidrovía Paraná-Paraguay y no se ha derribado ningún avión. No está todo radarizado, pero tampoco se va a derribar nada porque no llueve droga en el norte, entra por camiones o entra por la hidrovía. De hecho el único avión que se derribó, lo hizo un helicóptero de Gendarmería porque se posó encima.

Si queremos en Argentina, el octavo país en extensión territorial, operacionalizar el mapa bi-continental en temas de hard power, me parece que las prioridades tienen que estar fijadas por la directiva política de defensa. Reitero, actualizar el PLANCAMIL mientras se avanza con el ciclo de planeamiento nuevo y recuperar capacidades navales, aeronavales y aeroespaciales que hemos perdido en estos treinta años.

ZM – ¿Cuáles deberían ser los aliados naturales de la Argentina en el contexto mundial y qué ámbitos de cooperación cree que se puede profundizar?

SE – Está  claro que un país tiene que tener aliados y no amigos. La otra vez lo escuchaba a Paulo Botta que decía que Turquía y Rusia se llevan mal con el tema Siria, pero que en caso del conflicto entre Armenia y Azerbaiyán encontraron un punto en común. Me parece que Argentina tiene que tener aliados en función de sus intereses y lo primero que hay  que tener claro es cuáles son esos intereses estratégicos, los vitales son una obviedad. En función de ellos establecés alianzas, confluencias con distintos países y no necesariamente atarte a un solo esquema de alianzas. Tratar de jugar algo más multilateral o multinivel.

Esto implica un desafío enorme en esta etapa que vivimos desde el 2008, un proceso de transición a nivel estratégico y económico, que no significa el fin del capitalismo y la globalización, sino una mutación de los mismos. También se observa un desplazamiento del eje de  poder del Atlántico Norte al Pacífico, con hegemones que están ascendiendo, como China. Ahí la política exterior argentina tiene que ser muy hábil para moverse en ese mundo incierto. Si nos movemos con  una densidad más importante como país y en relación a los países de la región, el margen de maniobra que tendremos será mejor que si lo hacemos solos. Si lo hacés solo y tenés una baja densidad en cuanto a capacidades, se te va a hacer más difícil moverte en un mundo que está cambiando, pero no sabemos hacia dónde.

Está claro que nosotros no tenemos el tamaño de Brasil y este es un aliado estratégico, independientemente de quién ocupe la presidencia. El otro aliado estratégico es Chile y esto no es nuevo: tenemos el antecedente del ABC. El ABC es muy importante como plataforma para Argentina tanto en lo económico como lo estratégico. Ahí entran también Uruguay y Paraguay que ya forman parte del MERCOSUR, y al que sería muy importante sumar a Bolivia.

Alfredo Forti, el ex Secretario de Asuntos Internacionales para la Defensa, hablaba de círculos concéntricos. El primer círculo es América del Sur. Argentina tiene que entender que ese es su ámbito de desenvolvimiento, en donde nos necesitamos mutuamente para poder salir a este mundo incierto. Si esto era importante cuando retornaron los regímenes democráticos, y mucho antes incluso, en este mundo en transición tener esa densidad regional me parece muy relevante, independientemente del formato institucional que tenga. No me preocupa tanto el formato institucional sino lo concreto.

ZM – ¿Cómo evaluaría usted la percepción actual de la ciudadanía sobre el rol de las Fuerzas Armadas?

SE – Creo que con la Operación General Belgrano que  impulso el Presidente de la Nación y el actual Ministro de Defensa, las Fuerzas Armadas lograron una visibilidad que no tenían.

Era muy común escuchar entre ciudadanos, académicos o políticos que “los militares están todo el día  tomando mate”. Yo tengo la suerte de tener una pata en la academia y otra en la gestión, entonces no tengo los defectos de la academia de decir “hay que comprar tal cosa”. Sí, yo también quisiera comprarlo, pero estando en la gestión se conocen los límites.

Entonces la Operación Belgrano visibilizó para la ciudadanía lo que nosotros ya sabíamos; que cuando hubo un desastre como un terremoto en Chile las Fuerzas Armadas argentinas estuvieron recuperando comunicaciones; cuando fue el tema de Haití nuestras Fuerzas Armadas estuvieron con unidades aeromóviles; cuando hay desastres naturales en territorio argentino (las inundaciones de Santa Fe, La Plata, las nevadas en Patagonia). Nosotros tenemos un despliegue territorial que en los ´90 se quería achicar. Incluso perduró bastante en el tiempo esa idea y quedó reflejada en la Ley de Reestructuración. Hoy, por lo menos en el caso del Ejército, el despliegue territorial que se tiene es muy importante para llevar acabo estas tareas. Esto le dio visibilidad a las Fuerzas Armadas.

Con lo que no estoy de acuerdo es con la frase que las Fuerzas Armadas se han amigado con la sociedad; eso me parece anacrónico, como insistir con el control civil de las Fuerzas Armadas. Me parece que las Fuerzas Armadas desde los ´90 han dado muestras de estar subordinadas al poder político. Por ejemplo, durante la crisis del 2001 se los pidió que repriman las protestas y ellas se negaron.

Me parece que las Fuerzas Armadas ya asumieron cuál es su rol en esta etapa de la historia. Somos nosotros, los civiles, los que tenemos que asumir que para un proyecto de país, como el que se intenta impulsar actualmente, desarrollado e industrializado en los términos del siglo XXI, se necesitan Fuerzas Armadas.

Me parece que las Fuerzas Armadas ya asumieron cuál es su rol en esta etapa de la historia. Somos nosotros, los civiles, los que tenemos que asumir que para un proyecto de país, como el que se intenta impulsar actualmente, desarrollado e industrializado en los términos del siglo XXI, se necesitan Fuerzas Armadas.

Una vez un estudiante civil me pregunto en la Maestría en Defensa Nacional para que queremos Fuerzas Armadas. Un general se me adelanto y respondió por mi: el Estado nacional es el que tiene el monopolio de la violencia legítima y éste lo proveen las Fuerzas Armadas. Si hacés política exterior sin dientes (que serían las Fuerzas Armadas) pueden pasar dos cosas si te invitan a una mesa de negociación: que no te presten atención porque no tenés dientes o que te conviertas en el plato principal.

Entonces, “control civil de las Fuerzas Armadas” no. Tenemos que aprender, los civiles, a conducirlas, dialogar con ellas, porque ellos se forman en temas que ningún civil conocerá en profundidad, como son la doctrina o la logística. Hay que trabajar con ellos sin confundir el rol que le toca a cada uno, el nivel estratégico nacional y el nivel estratégico militar. Hay que escucharlos porque ellos saben la parte técnica, la táctica y la parte operacional; escuchar el asesoramiento y después el político tiene que tomar las decisiones que haya que tomar.

ZM – ¿Cuáles son los consensos básicos que usted podría compartir y considerar con sus pares académicos, superando las diferencias de ideologías y posiciones políticas a la hora de pensar la Defensa Nacional?

SE – Todos compartimos el diagnóstico que Argentina necesita recuperar capacidades militares. Compartimos algunas prioridades en cuanto a reequipamiento. Por ejemplo,  necesitamos una flota de submarinos y una aviación de combate. También otras que están vinculadas a la defensa indirectamente: un lanzador espacial, un satélite con un transponder militar;  apostar a esa tecnología, a los drones, a la propulsión nuclear. Hay nichos importantes a desarrollar que han quedado parados durante la gestión anterior y que son tecnologías del futuro. En estas cosas no creo que haya diferencias.

Coincidimos en el diagnóstico y las capacidades pero no se termina de internalizar que el Atlántico Sur, la Antártida, las islas del Atlántico Sur y Patagonia son relevantes geoestratégicamente y que ello te define el diseño del instrumento militar. Argentina durante muchos años internalizó (cuando te apropiás y no te das cuenta que es ajeno a vos) doctrinas que no respondían a los intereses estratégicos de Argentina: La doctrina de seguridad nacional, las nuevas amenazas, cosas que no tienen nada que ver, a mi criterio, con los intereses estratégicos de nuestro país.

No me refiero a negar el problema del tráfico de droga, sino que hay que analizarlo y darle su justa dimensión. Por eso, yo no quiero a las Fuerzas Armadas para eso, porque no sirven y porque tenemos intereses estratégicos de los que ocuparnos. Las quiero para tener dientes, que Argentina pueda salir al mundo a hacer negocios, a exportar, a jugar un rol relevante en el escenario regional e internacional: no somos Alemania, pero tampoco Luxemburgo. No hay que ser bipolares a la hora de las definiciones estratégicas. No es que no somos nada pero tampoco estamos en el primer mundo.

ZM – Pensando en el espacio académico como un asesor natural a la gestión política, ¿qué propuestas se le ocurren para cambiar, profundizar o mantener en la política de Defensa Nacional?

SE – Uno de los cargos más importantes que se definen en Estados Unidos es el Secretario de Estado y el Secretario de Defensa. En Argentina es el Ministerio de Economía. Me parece  que hay una cuestión de soft power interno, que debemos internalizar que tenemos un país grande y que ese país, que vive en un mundo en transición donde la “paz perpetua” no soluciona los problemas.

Hay toda una cuestión cultural a nivel sociedad y clase política de darse cuenta que nosotros vamos a seguir siendo un pato rengo en política exterior sin una política de defensa acorde a los intereses estratégicos de Argentina. Ahora si deseamos ser un paraíso financiero o exportador de materias primas, eso implica que no necesitamos Fuerzas Armadas. Argentina tiene un potencial de desarrollo científico-tecnológico importante, eso persiste y se observa en el INVAP, en el CAREM, en el tema aeroespacial, entre otros. Me parece que no hay que comprar viejas recetas sino mirar cuales son los nichos que nos convienen ahora.

Hay todo un trabajo de concientización que tenemos que hacer con la clase política y con la sociedad en general. Que no visualicen la defensa como un gasto sino como una inversión. Juan Battaleme me decía que la defensa no es un seguro, sino que es la puerta, uno abre la puerta cuando quiere. Nosotros sin defensa no vamos a tener esa puerta, no tenemos la posibilidad de elegir a quién dejamos entrar y a quién no. A esa frase de Juan agrego que la puerta no es solamente para cerrarla cuando lo necesitemos, sino también para abrirla hacia dónde queremos ir.»

VIAZona Militar