Se planean acuerdos en infraestructura, energía, minería, transporte y exportaciones de alimentos. El acuerdo porcino y la construcción de la central Nuclear IV en Campana son dos de los proyectos más importantes. Contemplan inversiones -se afirma- por 30 mil millones de dólares.
Con inocultable entusiasmo, esta nota que apareció la semana pasada en BAE Negocios -un medio con buena llegada a algunos sectores del gobierno- detalla una lista de los proyectos de inversión que nuestro país negocia con el gigante asiático, en el marco de la visita oficial que Alberto Fernández hará en mayo.
Digamos de entrada que AgendAR también ve con mucho interés este desarrollo. De las dos principales Potencias del sistema internacional, la economía de EE.UU., la de un país exportador de alimentos, ha sido históricamente competitiva de la nuestra. En cambio, la de China hoy se complementa con la local. Como la de Inglaterra en el siglo XIX.
Y como en ese caso -ya lo hemos dicho antes en este portal- debemos aprovechas las circunstancias favorables, pero evitando que sean obstáculos o riesgos para nuestros propios desarrollos.
Por eso reproducimos esta nota. Para estimular un debate informado:
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«Argentina y China trabajan en un plan de inversión china a mediano plazo en proyectos de energía, transporte e infraestructura que llegaría hasta los 30.000 millones de dólares. Los planes se discuten en el Diálogo Estratégico para la Cooperación y Coordinación Económica (DECCE), donde convergen diplomáticos, ministros y los máximos referentes de la política china.
Según declaró el ministro de Producción, Matías Kulfas, en una videoconferencia con miembros de la Academia China de Ciencias Sociales que se realizó la semana pasada, «hay más de 20 proyectos relacionados con la energía y la infraestructura que se están negociando» con China. Con una economía golpeada por la pandemia del coronavirus (Covid-19), el presidente Alberto Fernández busca aumentar la cooperación con el país gobernado por Xi Jinping, en una unión similar a la «alianza estratégica integral» que sellaron Argentina y China durante el gobierno de Cristina Kirchner.
En este sentido, Alberto Fernández planea visitar China en mayo para firmar los acuerdos bilaterales más importantes. Actualmente, ambos países se encuentran en plenas negociaciones, que, del lado argentino, están a cargo el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz; el ministro de Economía, Martín Guzmán; Matías Kulfas y el embajador argentino en China, Sabino Vaca Narvaja. En cambio, el canciller Felipe Solá casi no participa de las charlas.
Según reportó El Cronista, el gobierno avanzaría en un total de 15 planes que significarían un desembolso de 30.000 millones de dólares por parte de Beijing, entre los que se encuentran la rehabilitación del sistema del Ferroviario San Martin; mejoras en la línea del Ferrocarril Roca, obras de infraestructura en el sistema del Mitre y el Urquiza.
La Central nuclear y el acuerdo porcino, parte de los proyectos a desarrollar
Entre los 15 planes de inversión de China en Argentina se encuentra el ya conocido y debatido proyecto de granjas porcinas inteligentes. El plan, resistido por organizaciones medioambientales por sus consecuencias en el ecosistema argentino, prevé que la producción de carne aumente en más de 800.000 toneladas gracias a inversiones que rondarían los 3.800 millones de dólares. Todo esto significaría nuevas exportaciones por unos 2.500 millones de dólares.
Sin embargo, la carne no es el único recurso argentino en que China busca invertir. Desde Asia demandan vinos y lácteos, y Beijing busca potenciar la redefinición de la red ferroviaria Belgrano Cargas 6 para agilizar el transporte de soja del interior de la Argentina a Buenos Aires y la incorporación de material rodante de pasajeros en diferentes líneas.
El acuerdo porcino significaría más de 2.000 millones de dólares en exportaciones
Es que China se convirtió en junio pasado en el principal socio comercial de Argentina. Según datos de la Cámara de Exportadores, las principales exportaciones argentinas a China durante julio de 2020 fueron de los demás porotos de soja, incluso quebrantados, 50%; carne bovina congelada deshuesada, 20%; grasas y aceites animales o vegetales, 9%.
Los cereales y los calamares también integran el grupo de los principales productos vendidos a China, con 4% del total cada uno, precisó un informe del Instituto de Estrategia Internacional (IEI) de la entidad empresaria.
Además, fuera del rubro alimentos, existen inversiones chinas en minería, donde el cobre y el litio son los más demandados. En este sentido, desde el Ministerio de Producción adelantaron que está en desarrollo un proyecto de ley de electromovilidad, que significará una plataforma más para la cooperación.
Por otra parte, la construcción de la central Nuclear IV en Campana, que empezó durante 2015 con Cristina Kirchner en la presidencia, es otro de los proyectos a los que China apunta a dar vida. Aunque en un principio su costo era de USD 12.000 millones, Mauricio Macri logró reducirlo a un préstamo de USD 9.000 millones en 2016. De concretarse, este proyecto dejaría afuera la tecnología canadiense CANDU que históricamente utilizó la Argentina para sus centrales nucleares.
La importancia de la relación comercial con China
Según Kulfas, «desde el año 2000 la cooperación con China significó el ingreso de 25.000 millones de dólares«, algo que significó la creación de «más de 20.000 puestos de trabajo». El ministro remarcó la necesidad de la cooperación entre ambos países y los beneficios que esta supone para el país.
Es que el comercio bilateral entre ambos países pasó de USD2000 millones en el 2000 a USD16.300 millones en 2019, con exportaciones argentinas por USD7000 millones, lo que representa el 10,8% del total de ventas al exterior de nuestro país, e importaciones por USD9000 millones.
La Agencia de Inversiones y Comercio Internacional (AAICI, de la Cancillería) remarcó que “en 2019, se dio un salto significativo en el total de empresas que exportaron a China” ya que hubo un récord de 783 compañías exportadoras, 87 más que en el año anterior.
- Construcción de la planta Hidroeléctrica El Tambolar y la de Chihuido en Neuquén, a la vez que la hidroeléctrica Potrero del Clavillo
- Instalación de una estación de Energía Fotovoltaica de Jujuy Cauchari: que podría convertirse en el más grande de Sudamérica en su tipo, que incluye más de 1.180.000 paneles solares ubicados a 4020 metros sobre el nivel del mar, construido por Power China y Shanghai Electric.
- Inversión en el Parque Eolico «Cerro Arauco» de La Rioja, la estación Hidroeléctrica «Los Blancos»
- Dragado del Rio El Salado
- La transmisión eléctrica del complejo Hidroeléctrico Condor Cliff-La Barrancosa.
- Acuerdos para la construcción de un Polo Energético Zarate (Gas) y desarrollo de gasoductos en Vaca Muerta.
A futuro, también tiene en carpeta los siguientes proyectos:
- Realización de un acueducto y plantas potabilizadoras
- Remodelación del puente Chaco-Corrientes Corredores Viales
- Desarrollo de un polo logístico de envergadura en Tierra del Fuego
Por último, Xi Jinping sueña con cerrar la llegada de la tecnología 5G a Argentina de la mano de Huawei y, de esta manera, competir con Estados Unidos por las telecomunicaciones.»
Nota al pie de AgendAR:
La CN4, o Cuarta Central Nuclear, destinada seguramente a llamarse Atucha III, tendrá por sitio el predio de las Atuchas I y II, donde también se está construyendo el prototipo de la central nuclear compacta argentina CAREM. Ese predio está en Lima, que dista 41,7 km. por ruta de Campana, otra municipalidad. Poner Atucha III en Campana equivale a ubicar el Obelisco en las afueras de La Plata. Y evidencia un minucioso desconocimiento del tema nuclear, que me temo se repite en otros temas de tan entusiasta artículo.
La ignorancia sobre el paradero de Atucha III en el mapa provincial explica el siguiente error de BAE: el presidente Mauricio Macri no le bajó el precio a ningún crédito nuclear chino. Simplemente eliminó una de las 2 centrales que iba a financiar la China National Nuclear Corporation (CNNC), de modo que hoy sólo queda la Hualong-1, su oferta «de bandera», y que China está tremendamente interesada en plantar en Argentina como puerta de entrada a la región. En materia nuclear, somos la puerta grande al subcontinente, los únicos exportadores. Los chinos lo saben.
La central eliminada por Macri en mayo de 2018 iba a ser una CANDU nacional con financiación china, pero con escasa participación de la CNNC en materia de licenciamiento, diseño, ingeniería, componentes, montaje y puesta en marcha. El nombre de la máquina CANDU define la idea: José Luis Antúnez, el alma mater del acuerdo entre estados por ambas centrales, la llamaba «Proyecto Nacional».
Para quien no lo conozca, Antúnez es el hombre que entre 2009 y 2014 finalizó Atucha II contra viento y marea, obra llamada «faraónica», «elefantiásica», «insegura», «próximamente Chernobyl» por los principales medios. Pero ahí está, terminada y entregando potencia. Listo, presentado Antúnez.
Las CANDU, desgraciadamente, nunca fueron la opción histórica argentina en materia de centrales, al punto que tenemos una única central de ese tipo, la de Embalse, en Córdoba. Su proveedor, la Canadian Atomic Energy Corporation, AECL, en 1974 y en medio de la construcción, exigió que la Argentina firmara el Tratado de No Proliferación (TNP), o se retiraba. Y se retiró, nomás, con buen viento.
El avance de obra y su terminación y puesta en marcha fueron asunto exclusivo de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).
Entre que desde 1989 hasta 1981 rehicimos todos los internos de Atucha I, central de KWU-SIEMENS, tras haber terminado solos Embalse, de la AECL, y luego retubamos entre 2015 y 2018 esa central cordobesa para darle 30 años más de vida útil, nos hemos vuelto el país con más conocimiento de ingeniería de máquinas de potencia a uranio natural en todo el planeta. En parte por default de nuestros «maestros»: SIEMENS cerró su división nuclear en uno de esos ataques de ecologismo germánico, y AECL quebró porque después del apriete a la Argentina en 1974, sólo logró venderle sus excelentes centrales a países que ya habían firmado el TNP, o que como China, son beneficiarios de ese tratado, pero no a quienes sufren unilateralmente su espionaje tecnológico legalizado.
En materia de centrales de uranio natural, quedamos como dueños del campo, que sigue activo: la India sigue construyendo activamente centrales inspiradas en las CANDU, y también China. Le estamos vendiendo componentes de elementos combustibles a la India, fabricados por CONUAR, empresa mixta entre la CNEA y el grupo Pérez Companc. Fuera de ello, no parece que estemos aprovechando el privilegio tecnológico de entender las dos únicas tecnologías de máquinas de potencia a uranio natural.
Las relaciones con AECL quedaron truncas para siempre en 1974. Cuando se licitó Atucha II, los canadienses participaron «pro forma», pero, presionados por EEUU, seguían con la cantinela de la firma del TNP como condición «sine que non» de firma de contratos. Por esa causa, Atucha II se compró a KWU-SIEMENS, que ofrecía un diseño más complejo, con recipiente de presión, y por ello un precio 50% más caro para igual potencia. A partir de 1983, la obra se atrasó… 27 años.
Quede claro que la opción histórica, decidida en 1968, del Programa Nuclear Argentino no era por el tipo o marca de la planta, sino por su combustible: uranio natural. Se produce aquí, no hay que importarlo, a diferencia del enriquecido, y por ende nos saca del típico apriete de embajada: «Firmen esto y hagan esto otro, o les interrumpimos el suministro de combustible y dejamos en apagón a la mitad del AMBA».
La disrupción definitiva de un programa de centrales nucleares de uranio natural nos pondría en ese rumbo, aunque hoy las embajadas a considerar sean dos. La opción salvadora sería poder producir en forma local todo el uranio enriquecido al 4,45% que consume una Hualong-1. Pero si intentamos hacer eso, empezarán aprietes de todo tipo, como los que sufrió Brasil por lo mismo. Con la diferencia de que no tenemos las mismas espaldas que los primos brasucas, ni en lo diplomático o lo económico.
Por lo demás, la eliminación de una CANDU argentina en mayo de 2018, señores BAE, fue el equivalente a suprimir 7.000 puestos directos de trabajo calificado en las alrededor de 120 empresas argentinas metalmecánicas, electromecánicas, electrónicas y de montajes; y al menos el cuádruple de empleos indirectos en las cadenas de provisión de las mismas. Cuando hablamos de 120 firmas nos referimos a gigantes nacionales como IMPSA o a empresas medianas como CRUMA o Termipol, y a los 400 ingenieros que las habitan/habitaban (?), personas que con la terminación de Atucha II o el retubamiento de Embalse lograron la calificación de «ingenieros nucleares» ante la Autoridad Regulatoria Nuclear.
Toda esa gente y esas empresas quedaron en banda en 2018, y su participación en la futura central de uranio enriquecido Hualong-1 será la que decida China, según el viejo adagio escocés: «He who pays the piper calls the tune» (el que paga el gaitero elige la música).
En suma, si se pone la lupa en las otras entusiastas celebraciones de BAE en nuestro ingreso al Commonwealth global chino, tal vez el panorama sea menos bonito. Prometo hacerlo mirando el otro gran artículo de fe del acuerdo: las megagranjas porcinas. Nos vemos…
Daniel E. Arias