Un equipo de especialistas del INTA confirmó que reciclar los residuos de las granjas de producción intensiva permite recuperar la estructura del suelo agrícola e incorporar un 20 % de carbono a corto plazo.
Destacada como la principal provincia avícola de la Argentina, Entre Ríos se posiciona por su gran aporte de cabezas faenadas al mercado interno y externo. En contrapartida, los residuos provenientes de granjas de producción intensiva constituyen una problemática para el sector. En este contexto, un equipo de especialistas del INTA analizó el impacto de la cama de pollo como enmienda orgánica para los suelos agrícolas.
“La cama de pollo se compone de restos de cáscara de arroz, aserrín o virutas de pino o eucaliptus, a los que se le suman los restos de alimento, plumas y deyecciones de aves”, detalló Emmanuel Gabioud –investigador del INTA Paraná, Entre Ríos, que aborda investigaciones sobre la problemática–.
Por su alto contenido de nutrientes, la cama de pollo es utilizada históricamente por los productores agropecuarios locales como una enmienda orgánica tendiente a suplir los requerimientos nutricionales de diversos cultivos y pasturas, siendo una fuente de fósforo muy importante, entre otros nutrientes.
Por esto, para los especialistas resulta una “oportunidad de valorización a partir de su reciclaje y a su vez una alternativa para mitigar la degradación de suelos agrícolas, mejorando su fertilidad en el corto plazo”. Esta sinergia reduce riesgos sobre los diferentes componentes del ambiente agropecuario.
En esta línea, Gabioud agregó: “Luego de aplicarle un tratamiento térmico o de compostaje, para reducir el contenido de microorganismos y el riesgo potencial de transmisión de enfermedades, puede ser utilizada para mejorar la fertilidad física de lotes agrícolas degradados”.
“En nuestras investigaciones, documentamos claramente los efectos benéficos que puede promover la aplicación tanto de cama de pollo como de yeso, una enmienda química de generación regional y su combinación”, especificó en referencia, particularmente, en la modificación de las condiciones físicas del suelo como la estructura del suelo y el movimiento de agua.
Un ensayo del INTA realizado durante dos años, con cuatro momentos de muestreo, mostró un incremento significativo del carbono en el suelo en los primeros cinco centímetros de profundidad.
Las muestras fueron tomadas antes de la aplicación de las enmiendas, otro luego de la aplicación de las enmiendas y antes de la implantación de un cultivo de soja, un tercero luego de la cosecha de soja y antes de la implantación de maíz y, por último, luego de la cosecha del maíz.
“Luego de 20 meses de la aplicación de 7,5 toneladas por hectárea de cama de pollo, se registró un incremento del 20,5 % del carbono en el suelo, respecto a nivel inicial”, señaló Gabioud.
La investigación se enmarca en la búsqueda de estrategias a corto plazo para la regeneración de suelos agrícolas.
“En los primeros dos meses de aplicación de cama de pollo no se registraron cambios en el suelo, pero luego de un año de uso hubo notables mejoras”, expresó el especialista del INTA.
La aplicación de cama de pollo en superficie mostró una mejora significativa de materia orgánica en suelo y otras mejoras físicas asociadas en la porosidad, la estabilidad de la estructura y la resistencia a la compactación.
Estas propiedades físicas mostraron cambios favorables en el corto plazo y, si persisten en el tiempo, podrían promover mejoras en la productividad del suelo y la dinámica del agua y nutrientes.