La Justicia Federal volvió a suspender las clases presenciales en la Ciudad. El juez en lo contencioso administrativo federal Esteban Furnari aceptó un pedido del Gobierno nacional y resolvió dejar sin efecto la medida cautelar que había dictado la Justicia porteña a favor de clases presenciales en la ciudad de Buenos Aires.
En su fallo, señala que actúa en defensa de la Constitución Nacional, para “arrojar luz respecto de cuestiones que debieron permanecer al margen de una confusión”, generada por el fallo porteño que, sostiene, “receptara apenas el sentir popular de una parte importante de la sociedad, llevando efímeras expectativas a sus integrantes”, hace lugar al planteo de inhibitoria que presentó el gobierno nacional y ordena remitir la causa a la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Siempre en las horas de la tarde de ayer, el gobierno de C.A.B.A. emitió el siguiente comunicado: “Con relación al fallo recientemente dictado por un juez de Primera Instancia de la Justicia Federal, y ante la opinión jurídica de la Procuración General de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que corresponde seguir acatando el fallo dictado por la Cámara de Apelaciones de la Ciudad hasta tanto el conflicto sea resuelto de forma definitiva por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, el Gobierno de la Ciudad ratifica que las clases continuarán siendo dictadas de forma presencial como hasta el día de hoy”.
Como señalamos en nuestra nota anterior sobre el tema -cuando sólo había tres fallos judiciales distintos- este forcejeo sobre clases presenciales o virtuales, en el marco deel aumento vertiginoso de los contagios, sólo sirve para crear incertidumbre y en no pocos casos angustia en familias porteñas. La responsabilidad no es sólo de los jueces; también de los decisores políticos.
Un anterior enfrentamiento entre el gobierno nacional y el local -justamente sobre la condición de Buenos Aires como Capital Federal, en 1880- se resolvió cuando el ejército de línea de Roca derrotó a las milicias del gobernador Tejedor, en batallas muy cruentas. El único consuelo, entonces, es que eso no parece posible hoy.