Una sudestada en Mar del Tuyú derrumba una casa y muestra qué significa «cambio climático»

 

Una sudestada tumbó una casa en Mar del Tuyú, los guardavidas grabaron el evento, los medios lo publicaron y ahora se está viralizando.

Tras casi un siglo de robo sistemático de arena de las playas para beneficio de las constructoras e inmobiliarias locales, tras siete décadas de eliminación de la línea protectora de médanos para hacer avenidas costaneras, y tras toda una generación que optó por pensar que el recalentamiento global y el aumento del nivel marino son histeria de ecologistas, o que se podía combatir la erosión de costas con espigones de cemento y roca (que el mar demuele cada invierno), ayer bastó la caída de esta casa, sólida y fuerte, pero demasiado aventurada en algo que durante al menos 6.000 años fue playa y hoy empieza a ser nuevamente fondo marino, para que a los habitantes de los municipios costeros sobre el Atlántico se les hiele la sangre.

A continuación copio algo que en el año 2004, y tras eventos similares, escribí en la sección Ciencia del diario La Nación. Es deprimente ver cómo se vienen cumpliendo los pronósticos de los expertos. Que por algo son expertos.

Se viene esto, pero más y peor, y además bastante rápido.

Daniel E. Arias

ooooo

La provincia de Buenos Aires verá todo un surtido de problemas hídricos. El Plata –según el Dr. Roberto Kokot, geomorfólogo de costas de la UBA- se habrá adueñado de la barrosa ría del Tuyú y sus mareas romperán algunas decenas de kilómetros en lo que hoy es “tierra adentro”. El estuario acrecido y su oleaje recrudecido provocarán la pérdida de muchos otros terrenos costeros bajos entre Punta Piedras y la ciudad de La Plata, con buena parte de sus construcciones.

Aún sin tormentas agravantes, las costas muy bajas suelen retroceder entre uno y diez metros por cada centímetro de ascenso marino, y éste pasó de subir 2,1 a 3,4 mm./año desde los ’70. Por ello, las reservas faunísticas de la Bahía de Samborombón (a mano izquierda de la ruta 11 cuando uno va hacia Pinamar), volverán a ser río: así se perderá el hábitat final de los 300 últimos ciervos pampeanos.

Y se perderán otros hábitats, pero humanos: dentro de pocas décadas las ciudades balnearias -especialmente las del Municipio de la Costa- habrán tenido que optar entre decirle adiós a sus playas –su mayor industria- o arrancar las primeras líneas de manzanas costeras y volver esos terrenos a su estado natural de médanos. Inevitablemente, vendrán constructoras a ofrecer espigones, como si sirvieran de algo. Las playas de Miramar, donde en los ’60 se podía aterrizar con una avioneta y hoy son una ringla discontinua de «playas de bolsillo» artificiales por las que es imposible pasear, dan fe de que el Atlántico puede más.

Al arrasar los médanos empezó a desaparecer la playa. Habría que reconstruir los médanos como se pueda. Nada fácil: falta arena en todo el mundo. Existe una maffia de la arena de calidad constructiva, y robos de arena ya no entre municipios sino entre países.

Algunas ciudades costeras que literalmente se avalanzaron sobre la playa ahora deben retroceder tierra adentro y sacrificar manzanas. Habrá que ver caso por caso cuántas cuadras. Esta elección drástica deberá hacerse, según el Dr. Jorge Codignotto, otro geomorfólogo de costas de la UBA y el CONICET, no tanto para defender la playa propia de otras playas vecinas y competidoras sino del Atlántico, que ya se mete ciudad adentro con las sudestadas, removiendo arena y demoliendo la edificación frontal porque la deja en el aire. Esto ya se vió de sobra en San Clemente y Santa Teresita en 1993 y en 2004.

“La frecuencia anual de tormentas desastrosas aumentó a siete eventos anuales en las tres últimas décadas”, confirma desde la climatología el Dr. Vicente Barros de la UBA, referencia internacional en su materia, y añade: “También vemos un aumento en la penetración de sus efectos en tierra firme. Ocurre que desde los ’70 se nos corrió 200 kilómetros hacia el Sur el anticiclón del Atlántico, con sus altas presiones. De modo que cada vez nos llega menos viento Oeste, pero cada vez sopla más desde el mar. En suma, el Río de la Plata va a estar cada vez más alto por dos causas: el aumento mundial de nivel marino, y la mayor presión del viento”.

Pero parte de los problemas hídricos bonaerenses vendrán no tanto desde el frente estuarial y marítimo como desde la retaguardia continental. Las lluvias, más frecuentes y copiosas, tenderán a dejar extensiones cada vez mayores de la Depresión del Salado (una quinta parte de la superficie bonaerense) en estado de “encharcamiento” casi continuo. Eso es inevitable debido a la menguada pendiente de esos terrenos (1 milímetro por kilómetro, e incluso menos). Ya hoy esos campos viven jaqueados por el crecimiento de las lagunas existentes y la formación de otras nuevas. Sólo las sequías provocadas por los ciclos «La Niña» detienen (brevemente) esta tendencia.

El cambio climático supera en velocidad al cultural. Así, es frecuente que las inversiones de infraestructura se sigan haciendo para el clima promedio de todo el siglo XX. En realidad, lo correcto para saber cómo vendrá de lluvias o nivel marino del siglo XXI es tomar en cuenta únicamente los últimos 30 o 40 años, el momento en que el recalentamiento global alcanzó su actual fase aguda. Todo plan ingenieril de regulación artificial de las inundaciones del Río Salado tiene en contra no sólo el aumento del nivel marino, sino la morfología del terreno y el nuevo perfil pluvial de la Pampa Húmeda.

Los modelos matemáticos de clima distan de ser perfectos. Sin embargo, según Barros, los cuatro mejores del mundo muestran que para todo el planeta los cambios de los últimos  tres decenios no tienen vuelta previsible, y probablemente se intensificarán. En la llanura chacopampeana se expresaron como mayores lluvias y temperaturas mínimas más altas.

Para muchos fue buena noticia (agricultura en lugar de ganadería) y para otros mala (inundaciones). El hecho es que ésta y las próximas muchas generaciones de rioplatenses no volverán a ver el clima comparativamente más seco y frío que rigió hasta 1970.

“La Argentina hizo plata con la ampliación del área cultivada –dice Barros-, pero paga y pagará pérdidas graves en sus costas”. “Y las pérdidas van a ser mucho mayores –añade Codignotto- si seguimos invirtiendo en infraestructura pública destinada a ser destruída rápidamente por el mar, o permitiendo obras y acciones que agravan la erosión de costas. El cambio es dramático, y los que legislan o gobiernan no se dan cuenta de que estamos en una realidad nueva, y de que llegó para quedarse”.

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Pasaron 17 años desde que se publicó esto. En la península de Florida, EEUU, se derrumban edificios incluso tierra adentro. Aquí se han eliminado más médanos y las sudestadas se han vuelto más y peores, así como buena parte de las playas a lo largo de los 1800 km. de costa provincial se tornaron más angostas. Ya no son los intendentes y concejales los que deben decidir un retroceso ordenado de sus ciudades y demoler los frentes urbanos que invadieron las playas.

Ahora se está encargando el mar.