El maíz superará a la soja por primera vez como principal cultivo de Argentina

El maíz vuelve a dar otra gran noticia. Según proyecta la Bolsa de Cereales de Buenos Aires en su informe de precampaña, la superficie sembrada con este cereal alcanzaría los 7,1 millones de hectáreas en el ciclo 21/22. Es un incremento de 7,5% en la respecto del ciclo 20/21, y un aumento de 15% en comparación con el promedio de los últimos cinco años.

En tanto, la soja caerá a 16,40 millones de hectáreas, el nivel más bajo desde 2006, lo que marca el sexto año consecutivo de declive de la oleaginosa. La Bolsa espera que la cosecha de maíz 2021/22 sea de 55 millones de toneladas, mientras que la de soja alcanzará los 49 millones de toneladas.

La entidad llega a esa conclusión luego de consultas realizadas sobre la intención de siembra en las últimas tres semanas y sobre la base de las perspectivas climáticas, el escenario de precios, la relación insumo/producto y los excelentes rindes en planteos tardíos en Córdoba, la principal provincia maicera del país.

Aunque la Bolsa de Cereales anunciará el cálculo del volumen de producción el 14 del mes próximo cuando haga el acto de lanzamiento de la campaña gruesa 21/22, si el clima acompaña, seguramente habrá una cosecha récord de maíz.

“El maíz se consolida como el cultivo más importante de la Argentina, es la sexta campaña que tiene un crecimiento del área con un 75% de aumento desde entonces”, explica Agustín Tejeda Rodríguez, economista jefe de la Bolsa de Buenos Aires.

“Los beneficios económicos que tiene son contundentes”, destaca. El PBI del maíz, fue el que tuvo mayor crecimiento en los últimos años en comparación con el resto de los cultivos. Solo en la primera transformación, el PBI alcanzó los US$ 15.000 millones. Generó divisas por más US$ 8000 millones, con un aporte sustancial a los ingresos fiscales por la mejora de los precios que hubo a partir de agosto pasado.

Para Tejeda Rodríguez, pese a las bajas de las últimas semanas, el escenario de precios se mantiene en términos favorables porque hay un balance tirante entre oferta y demanda. Una de las claves del aumento de la demanda de maíz fue China, que pasó de no utilizar su cuota de importación por siete millones de toneladas, tras su ingreso a la OMC, a convertirse en importador neto, con 26 millones de toneladas en el último ciclo.

Aunque la Argentina no le exporta a China porque todavía no concretó el protocolo sanitario correspondiente, el aumento de la demanda en otros destinos, sumado a los problemas climáticos que enfrentaron grandes productores como Brasil o Estados Unidos, impulsaron una suba de las compras del cereal. Por supuesto, en ese escenario, los competidores también juegan y Tejeda Rodríguez aconseja prestarle atención a Ucrania y al socio mayor del Mercosur.

Uno de los desafíos que plantea el crecimiento del volumen del maíz es su estrategia comercial. Con el maíz temprano, la Argentina, entra en una ventana comercial en la que no ingresaron los grandes jugadores. Con eso “captura mejores precios”, señala Tejeda Rodríguez.

Para el maíz tardío o de segunda siembra, tiene que salir a jugar un partido más difícil, contra jugadores de peso. “Las innovaciones de manejo con el maíz tardío, con rindes más estables, tuvieron un impacto positivo, pero presentan un desafío mayor para alcanzar una mejor competitivdad”, sostiene. En este punto, añade, es clave lo que se pueda hacer para bajar los costos logísticos, particularmente con la hidrovía y los fletes. “Si se quiere competir con Estados Unidos para entrar en el mercado de Corea del Sur, los precios tienen que ser mejores”, señala.

El crecimiento del maíz también trae beneficios “en la sustentabilidad ambiental de los sistemas productivos”, destaca Tejeda Rodríguez, en referencia a los esquemas de rotación. “Además, el maíz es el cultivo con mayor adopción tecnológica”.

Otro mensaje clave de la expansión maicera es su capacidad de impacto en la cadena industrial. “Hay que trabajar para promover su transformación en carnes, lácteos y bioenergía”, señala Tejeda Rodríguez. En esa visión, que se relaciona con la bioeconomía, está claramente la dimensión regional. “Es una cadena larga que promueve el desarrollo local, lo vemos en el clúster de la energía en Córdoba, en la cuenca lechera de Santa Fe o la avicultura en Entre Ríos”, señala. Y propone: “hay que establecer incentivos para la transformación”.

El analista señala que estas cifras positivas están empañadas por las decisiones que toma el Gobierno como el cepo a las exportaciones de carne y la nueva ley de biocombustibles que le pone un techo legal a la expansión del etanol de maíz. También, por otros problemas estructurales como los desequilibrios macroeconómicos. Aun así, con el maíz hay mucho para ganar.

VIALa Nación - Cristián Mira