Evaluando beneficios y costos de la energía eólica en Argentina

Uno de los lemas de AgendAR es «Publicamos todas las campanas. Pero tratamos que se distinga bien el sonido». Aquí acercamos el informe de la Cámara Eólica Argentina (CEA) en el que afirma «el aporte del sector eólico permitirá un ahorro de US$ 800 millones al país durante el 2021.

Y agregamos un análisis de Daniel Arias que pone esos números en contexto, y propone caminos para que el beneficio llegue al conjunto de las actividades productivas en nuestro país

El desarrollo de las energías renovables, y en particular la tecnología eólica, en Argentina permitirá este año un ahorro de divisas de US$ 800 millones, estimado por empresarios del sector, ante la menor necesidad de importación que significó el aporte de electricidad generada y la liberación de capacidad de exportación.

Así se desprende de un documento elaborado por la Cámara Eólica Argentina (CEA) que será presentado públicamente en dos semanas, en el que se analiza el avance del sector en la Argentina y sus posibilidades en materia de inversiones, producción local, empleo, sustitución de importaciones y fuentes viables de financiamiento.

El vicepresidente de la CEA, Gustavo Castagnino, explicó que «cuanto más energía renovable y eólica haya en la Argentina, menor necesidad de importación de combustibles gaseosos o líquidos va a tener el país para la generación eléctrica, y esa menor necesidad de compras externas libera capacidad de exportación de combustibles».

«Tan sólo para 2021 estamos hablando de un ahorro de US$ 800 millones«, precisó el directivo al referirse al documento, en el que se valora el rol de las renovables, que este año alcanzó picos de generación del 24% del total nacional, en un contexto de sequía que comprometió el aporte de la energía hidroeléctrica.

El desarrollo de la industria eléctrica renovable también posibilitó reducir el costo medio de generación en un 16%, comparado con el promedio histórico, y el costo marginal operado se redujo a un tercio del valor de hace unos años, al pasar de más de 180 US$/Mwh a menos de 60 US$/Mwh en promedio.

La CEA resaltó asimismo el aporte al empleo de la construcción de los parques eólicos y de la fabricación local de piezas, partes y componentes de los aerogeneradores.

Considerando sólo la fabricación local de las torres y el ensamble, más componentes eléctricos suplementarios, se estiman alrededor 2.300 empleos verdes cada 1.000 megawatts/hora adicionales de potencia.

«Todas estas cifras tienen posibilidades de ser incrementados en la medida que se alcancen etapas superiores de integración nacional de componentes y podrían ampliarse en escala contemplando la exportación de componentes a países de la región», aseguró Castagnino, también director de Asuntos Corporativos de Genneia.

En ese mismo sentido agregó que «los últimos 5 años se generó alrededor de la industria eólica una cadena de valor muy interesante, con lo cual hay una potencialidad de creación de empleo local para abastecer no sólo al mercado local, sino la exportación de productos y servicios».

«En la Argentina –subrayó el empresario- se logró la formación de técnicos especializados y la conformación de Pymes que sustituyen los servicios de mantenimiento y reparación, que evitan la contratación de técnicos extranjeros y empiezan a dar servicios a parques eólicos en la región».

De la misma manera, muchas empresas del sector que prestaban servicios y generaban productos al sector petrolero están abriendo unidades de negocios dedicadas al sector eólico y renovable en general.

El paper de CEA destaca que «la agenda del Cambio Climático Global y la meta de emisiones neutras de gases de efecto invernadero (GEI) a 2050 es real y posible» y la Argentina se comprometió a mantenerlas constantes hasta 2030.

Esto implica que el crecimiento de la demanda eléctrica será abastecido con una generación libre de emisiones, con un rol central de las renovables en esa transición.

Castagnino detalló que «la generación renovable explica el 87% de la reducción en las emisiones de GEI del sector, que disminuyeron un 18% por GWh generado», mientras la participación renovable pasó «desde niveles insignificantes a más de 10% de la generación, de la cual la energía eólica explica el 75%».

«El compromiso de la Argentina con el Acuerdo de París requiere introducir al menos entre 750 y 1.500 Mw anuales para cumplir la NDC (sigla en inglés de Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional) en el primer caso y alinearse a una trayectoria de emisiones neutras a 2050 en el segundo», resaltó.

El documento empresario estima que la inversión para cumplir con los compromisos del Acuerdo de Paris oscila entre US$ 9.500 millones y US$ 19.000 millones, lo que permitirá sustituir importaciones de gas por entre US$ 11.100 y US$ 22.300 millones, o liberar el fluido producido localmente para su exportación.

Además, generaría un complejo industrial permanente con potencial exportador, con un piso de más de 3.000 empleos sostenidos anualmente y un impacto en la actividad local de entre US$ 6.000 y US$ 12.000 millones, lo cual demuestra que «el aporte de las renovables, y en especial de fuente eólica, no se limita a cumplir con los compromisos ambientales de la Argentina», concluyó Castagnino.

Observaciones de Daniel E. Arias:

Creemos que las cuentas de la Cámara Eólica Argentina deberían incluir más datos, y más variados, porque el panorama resultante cambia bastante.

La mayor parte de la capacidad eólica instalada actual en Argentina fue el resultado de la promoción subsidiada entre 2016 y 2018, lograda en base a importación desgravada de equipos completos. El aluvión de turbinas importadas sin derechos de aduana hizo que algunas empresas eólicas argentinas (entre ellas algunas considerables, como IMPSA, NRG e INVAP) abandonaran sus propios planes de desarrollo y despliegue de equipos de potencia industrial que venían creciendo lentamente al calor de la legislación anterior.

En Brasil, la danesa Vestas tuvo que instalar una fábrica gigante en Ceará, un estado nordestino más bien pobre, para poder vender sus turbinas en el mercado local. Son el mayor proveedor de los parques eólicos brasileños. Las turbinas IVS 4500 se fabrican de modo básicamente local, y estamos hablando de miles de componentes. De modo que los puestos de trabajo directos e indirectos generados en Brasil también son miles. Lo mismo vale para todos los grandes fabricantes eólicos mundiales instalados en Brasil.

¿Y aquí? Creemos que la pérdida de puestos de trabajo registrado existentes y proyectados en la industria eólica argentina a fines de 2015 debería deducirse de los creados por los planes RenovAR I, II y III. Que sin duda crearon un poco de trabajo en servicios locales de respaldo y mantenimiento, pero muchísimo trabajo más estable y mejor pago en Alemania, Dinamarca, España y Estados Unidos. China se viene anotando.

Ni en cantidad ni en calidad se puede comparar el trabajo generado por empresas argentinas que arman equipos completos con el de las que explotan equipos completamente importados. De que al promediar la ola importadora 2015-2018 se empezaran a fabricar torres en empresas metalúrgicas locales debemos dar gracias al gigantismo de los aerogeneradores actuales y al alto costo de los fletes marítimos y terrestres.

La eólica es una industria que queremos tener sí o sí: hace cosas descomunales, pero de modo artesanal, de modo que crea mucho trabajo calificado. Y queremos creación de trabajo, no goteo. Y calificado, subrayamos.

Las torres constituyen normalmente menos del 20% del valor de una turbina completa. Luego algunas (no todas) de las empresas fueron añadiendo la integración parcial de los miles de componentes que suele haber dentro de una góndola, pero de planes de sustitución por partes de fabricación local, ni hablar.

Esto desalienta mucho a esos grandes fabricantes locales de electricidad del interior, las cooperativas. Era una gloria ver los molinos daneses en Comodoro Rivadavia, fruto optimista de la importación libre con el peso equivalente a un dólar de Cavallo. Daba escalofríos verlos 10 años después, con el dólar disparado, detenidos y deteriorándose por falta de repuestos. El viento terminó derrumbando alguno.

La falta de valor agregado local crea un escenario problemático incluso a las grandes empresas de electricidad. La rápida devaluación del peso, un dato de toda la vida para cualquier argentino menor de 80 años, hace que los parques eólicos consuman repuestos en dólares para venderle electricidad a argentinos que no cobran en dólares sino en pesos. Cuando la factura de luz les resulte impagable a los consumidores, el estado teminará subsidiando a los productores. Que en contrapartida, como meros operadores, habrán generado muy poco empleo.

En todo este despliegue hubo un empobrecimiento del estado: no cobraba tasas aduaneras, pero además se comprometió a garantizar precios sostenidos en dólares, y con escalas de incremento, durante la duración de los equipos hasta su término. Los contratos garantizan que el estado sea pagador garante de la electricidad comprada por CAMMESA, y todo diferendo por atrasos se dirime en tribunales internacionales. Para evitar esos tribunales sesgados, Sebastián Kind, el previsor hombre de Macri para el sector renovable creó un fondo financiado por el país, llamado adecuadamente FODER.

Hasta ahí, los parecidos con el endeudamiento externo argentino en el mismo período: no generó trabajo, pero aseguró deudas impagables con el exterior. Por supuesto, la diferencia concreta son los parques eólicos: existen, se los puede ver y tocar, generan electricidad.

El problema es que con demasiadas garantías, que nuevamente, pagan el estado y los consumidores. Los parques tienen «feed-in tariffs», derecho preferencial de despacho. Si hay viento, CAMMESA les debe comprar electricidad aunque en la oferta spot o instantánea de ese momento haya proveedores más baratos.

Como industrialistas-ecologistas que somos, esto no nos molesta en absoluto si el proveedor al que deja de comprarse produce electricidad térmica, ya sea quemando combustibles líquidos o gas natural.

Pero cuando la diferencia de precios se vuelve enorme, ésta se dirime de dos modos: a tarifazo limpio, si gobierna un partido «business friendly», y entonces los hogares, los clubes de barrio, hospitales y las fábricas, sobre todo las fábricas, ya no pueden pagar la luz.

O cuando reina un gobierno más a favor de la conciliación social, el que se joroba es Papá Estado, con lo cual el consumidor termina pagando la diferencia pero de modos más sutiles, múltiples y capilares, ligados a la devaluación y al costo de vida. Generalmente, el gobierno autoriza aumentos en los combustibles líquidos, y todo el resto de la economía sube automáticamente sus precios. Si hay algo que sabe hacer un productor argentino capaz de poner precios es aumentarlos en base al dólar o al litro de nafta. Lo hace desde 1975, y a esta altura sabe remarcar hasta durmiendo.

En el ahorro de combustibles fósiles que anuncia el título triunfal del informe de CEA, ¿cómo se computan el gas y los hidrocarburos líquidos que se queman por «respaldo caliente»?. En la Cámara Eólica Argentina entienden perfectamente la pregunta (que reconozco malvada), pero la explico para nuestros lectores no ligados al mundo energético.

Con la excepción de la hidroelectricidad, que estos últimos dos años viene tecleando por la sequía, las grandes fuentes renovables (el sol y el viento) son intermitentes. El sol, explotado normalmente en desiertos de alta heliofanía (pocas nubes), rinde una curva de potencia parecida a una campana: poca en los crepúsculos y máxima al mediodía. El resultado es energía fluctuante pero, dentro de todo, predecible.

El viento, en cambio, es fluctuante e impredecible, por lo menos en lo instantáneo. Uno puede saber, mirando las estadísticas, que Diciembre, en la Meseta Central Santacruceña, será más ventoso que otros meses. Lo que nunca puede saber es si el viento que hace andar los molinos hoy a las 10:30 de la mañana estará disponible a las 11:00, cuando sobrevenga una súbita calma chicha. O si por el contrario el viento se pondrá tan rápido y brutal que habrá que enclavar los molinos y poner las aspas en bandera, para que no rompa las máquinas.

Esto hace que el factor de penetración eólico dentro de una red eléctrica deba tener topes, que siguen en discusión desde hace 50 años. Los cautelosos recomiendan a lo sumo un 10 o 15% en capacidad instalada, los optimistas elogian a los uruguayos, que tienen insumida en aerogeneradores más de la mitad de la potencia instalada de su país.

Los primos uruguayos no hacen esto por ecologistas y ni siquiera por optimistas, sino porque no tienen un metro cúbico de gas o un barril de petróleo en todo su territorio. Dependen de Salto Grande y algunos otros enclaves hidroeléctricos menores para su electricidad de base, y del viento para los picos de demanda. Como país con poca industria, poca población, poca superficie, mucho litoral en proporción a la superficie y por ello bastante viento, zafan.

Pero en Uruguay pagan unas tarifas eléctricas domiciliarias monstruosas, en parte porque tienen que echar mano a sus centrales térmicas a cada rato. ¿Y por qué, si todo el país es aparentemente renovable, todo hidro y todo eólico?

En los últimos dos años el río Uruguay, que sabe llevar un caudal de 4000m3/segundo, se ha puesto casi caminable de puro seco. Salto Grande está a un tercio de su producción eléctrica habitual y por ende los primos están más colgados del viento de lo que quisieran. Esto implica oscilaciones de frecuencia en la red que queman heladeras y equipos de refrigeración. En los años más húmedos, Salto Grande las elimina.

Pero este esquema aparentemente binario tiene un costo en combustibles fósiles. Como el viento es impredecible, 100 megavatios instalados eólicos necesitan del respaldo de algunos megavatios térmicos, cantidad, también a discutir. Y como el viento, cuando falla, lo suele hacer de golpe, la central de gas de ciclos combinados, o el turbogrupo diésel «de respaldo» debe permanecer caliente, funcionando al mínimo, mientras Eolo le cumpla a los orientales.

Pero cuando Eolo se pone a dormir, esa central de gas o diésel debe responder en forma instantánea, porque de otro modo, es apagón. Y como los apagones son horriblemente piantavotos, las centrales de respaldo caliente deben quemar combustible todo el tiempo, para permanecer, como lo indica su nombre, calientes, para una respuesta rápida.

No sólo es la amortización rápida de las turbinas eólicas (en 20 años hay que tirarlas) lo que hace tan cara la matriz eléctrica uruguaya, sino la importación constante de gas y de fueloil «por si el viento se cae». Y se cae seguido: los factores de disponibilidad de los parques eólicos yoruguas andan entre el 30 y el 40% del tiempo anual, como en casi todos los enclaves continentales (la Patagonia es una excepción). Es decir que entre el 70 y el 60% del año, los molinos están parados. Pero de modo impredecible.

Por ahora, y a espera de un «game changer» tecnológico, el único modo de eliminar el respaldo caliente, al menos en parte, es acumular los excedentes que se generen de electricidad eólica en enormes baterías de litio a pie de torre (carísimo), o en sistemas mecánicos como las ruedas de inercia (carísimas), o en centrales hidroeléctricas «de bombeo» como la de Río Grande, en Córdoba, llamada Cerro Pelado.

Esa central se construyó en una caverna gigantesca y artificial que conecta dos lagos igualmente artificiales de distinta altura. Costó un Perú, pero en 1973 todavía éramos bastante ricos. Cuando en Córdoba sobra electricidad «porque el músculo duereme y la ambición descansa», las turbinas de flujo reversible tipo Francis actúan como bombas, y sustraen agua del embalse inferior para acumularla, 185 metros más arriba, en el superior. Cuando Córdoba se despierta y pide más potencia, la disponibilidad es inmediata: se larga el agua en caída por los túneles, y en 3 minutos Cerro Pelado está rindiendo su producción pico de 750 MW/h- En años húmedos puede sostenerse así muchas horas por día.

Éste es un método fantástico de acumular excedentes de energía eólica sin «respaldo caliente» termico. No se lo ha podido repetir en el resto del país porque no sobran los enclaves geográficos donde se pueden generar dos lagos artificiales en gran desnivel, y además confiar en que sus arroyos naturales los tengan razonablemente llenos. Las lluvias en Cerro Pelado andan entre los 600 y los 1000 mm. anuales… en años normales, que cada vez son menos.

No es imposible, estimados eólicos, repetir e incluso ampliar el modelo de Cerro Pelado en las centrales hidroeléctricas del Comahue: Planicia Banderita, El Chocón y Arroyito (administrada por la italiana Enel); las presas Portezuelo GrandeLoma de la Lata y El Chañar (Orazul Energy), la planta hidroeléctrica Alicurá (AES) y el complejo hidroeléctrico Piedra del Águila (Sociedad Energía Sadesa Central Puerto) y Pichi Picún Leufú (Pampa Energía).Todas fueron otorgadas en concesión por el gobierno de Carlos Menem en 1993 y vencen en 2023, salvo la presa de Pichi Picún Leufú, cuya concesión se termina en 2029

Ahora que hay bastantes parques eólicos en la región, en lugar de que el estado les compre los excedentes y para ello mande a parar centrales térmicas de producción más barata, lo que se puede hacer es AHORRAR agua.

Esas centrales hidro o son de bombeo, pero fueron construidas entre los ’60 y los ’90 por el estado, suman 4500 MW instalados, y a partir de los ’80 empezaron a sufrir el impacto del recalentamiento global en los Andes Patagónicos. Hay menos nieve, menos lluvia y por ende menos agua, y los lagos hidroeléctricos se vacían rapidísimo cuando el resto del país pide mucha potencia eléctrica, especialmente en verano. Y si el verano es muy caliente y seco, la evaporación contribuye a disminuir el stock de agua. Nada eso era imaginable cuando el sistema empezó a construirse.

Lo cierto es que los vientos en el Comahue garantizan factores de carga del 35 y el 40%, y en algunos lugares, un poco más. Nada impide usar esa electricidad eólica, en general disponible todo el año, para ahorrar agua en los embalses. Para eso, no hay que bombearla a ningún lado, y además no se puede: las turbinas de esas centrales no son Francis reversibles. Basta sencillamente con «encanutar» el agua cuando hay viento. No turbinarla, en suma, en forma proporcional al producto eléctrico eólico instantáneo. Nada que CAMMESA, que compra y despacha como operador «spot», no sepa hacer.

Por supuesto, si los operadores (mayormente extranjeros) de las centrales del Limay leen esto se enojarán muchísimo. Su negocio es vender electricidad, no acumular agua. Que falte electricidad en el país les conviene, porque sube de precio: nada mejor que un verano de alta demanda y poca agua. Porque aunque Ud. no lo crea, los concesionarios no pagan por la lluvia o la nieve. Pero se les vence la concesión en 2023.

Pelearán como tigres por renovarla, y nosotros porque esos activos vuelvan a manos del estado, que no sólo los construyó sino que los manejaba impecablemente: Hidronor y Agua y Energía manejaban 4500 MW con apenas 1600 empleados, casi todos técnicos e ingenieros. A Uds. les conviene que el estado vuelva a campear en zona y les compre energía excedente: es como comprar agua. Se vienen tiempos interesantes y habrá conflicto de intereses. ¿De qué lado jugarán Uds?

La cantidad de «respaldo caliente» que se da a los productores eólicos de cada país es una decisión no sólo económica y política, sino técnica. Algunos países que fabrican y exportan equipos eólicos pagan una barbaridad de respaldo caliente, porque les conviene que su país sea un «showroom» de ventas: casos claros, Alemania y España.

Cuanto más eólica se vuelve Alemania, mayor es su huella de carbono, ya que los nibelungos han cerrado casi todo su parque nuclear. Caso distinto del de Suecia, porque allí la potencia de respaldo las dan las viejas y confiables centrales hidro y las nucleares: suman el 80% de la energía producida.

Por si no quedó claro, estimados, estamos A FAVOR de la energía eólica. Pero lo que queremos es:

1) Fabricación nacional íntegra, a lo brasileño, incluyendo no sólo pedestal y góndola, sino componentes electromecánicos y las palas (esto depende de Uds).

2) Potencia de respaldo hidro y nuclear (esto depende del estado, pero Uds. juegan en la cinchada).

3) Respaldo crediticio estatal a las marcas nacionales, con sede y fábrica y capitales en Argentina.

Si IMPSA e INVAP vuelven al ruedo eólico, sabemos que terminarán exportando. ¿Por qué? Porque se la han pasado exportando cosas extraordinarias en los últimos 40 años. Y a la hora de armar sus cadenas de proveedores, aquí todavía tienen una industria metalúrgica, electromecánica y naval. Esta última hace cascos de plásticos reforzados, y puede lidiar con las palas.

Lo único que nos falta desde que Martínez de Hoz la hizo capotar es la industria electrónica. Pero no aspiramos a turbinas 100% nacionales. Aunque nos parece inadmisible que se las considere argentinas con un 20% de valor local.

A la luz de lo cual, estimados, lo que les preguntamos si el título espectacular de su informe (ahorraremos U$ 800 millones de dólares gracias al viento) es cierto. O si se olvidaron de restar el respaldo caliente.

Y les recordamos que en 2024 el estado puede resucitar Hidronor y Agua y Energía. Y en ese caso, muchos integrantes de CEA, especialmente en el Comahue, podrán cambiar respaldo caliente por respaldo, en fin, acuoso y mas bien frío.

Puede ser bueno para todo el mundo.

VIATelam