Un equipo de científicas y científicos del INGEBI, Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular, del CONICET, desarrollaron un protocolo simple, rápido y de bajo costo para hallar, en aguas residuales, al virus causante de la pandemia.
El nuevo método ofrece la posibilidad de ser aplicado hasta en localidades pequeñas con escasos recursos. Es una herramienta útil para anticipar nuevos brotes de la enfermedad.
Cuando las ciudades del mundo quieren tener indicios de cómo circula el virus que causa COVID-19 en su comunidad, suelen tomar muestras de sus desechos cloacales a través de centros especializados con compleja aparatología. Pero ¿es posible que un pequeño poblado con escasos recursos pueda realizarlo por su propia cuenta? “Sí”, fue la respuesta obtenida por un equipo de diversas instituciones científicas de la Argentina.
“Nosotros desarrollamos un protocolo rápido y simple para concentrar el virus SARS-CoV-2 en aguas residuales con un equipamiento mínimo, disponible en pequeñas localidades a bajo costo. Tiene la misma sensibilidad de los métodos más sofisticados y caros”, destaca el doctor en química, Leonardo Erijman, profesor asociado de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y director del grupo de trabajo desde el INGEBI.
Desde hace tiempo, la ciencia busca datos o algunas pistas que pueden estar encerradas en los desechos humanos. “Originalmente, esta metodología se emplea para detectar, a nivel poblacional, el uso de drogas ilícitas y otro tipo de sustancias químicas y biológicas. También para evaluar virus, en particular el SARS-CoV-2, porque estos infectan las células de nuestro intestino y se eliminan por las heces”, indica Erijman, quien también es investigador del CONICET.
En las actuales circunstancias, este método ofrecía una nueva posibilidad. “Uno de los principales desafíos con los que se enfrentaban las autoridades sanitarias durante las pandemia ha sido la realización de pruebas para detectar el virus a una escala lo suficientemente grande. Se ha demostrado que el análisis de aguas residuales puede complementar las pruebas clínicas al proporcionar una representación justa de la incidencia del SARS-CoV-2 dentro de una comunidad, incluidos los individuos presintomáticos y asintomáticos”, destaca el estudio publicado en Journal of Virological Methods.
“Por estas razones -agrega- la vigilancia de las aguas residuales para SARS-CoV-2 tiene el potencial de proporcionar una alerta temprana sobre la aparición de nuevos brotes y puede ser una herramienta útil para evaluar la eficacia de la campaña de vacunación incipiente”.
Cómo simplificar
A principios de la pandemia, el equipo dirigido por Erijman recibía muestras para ser analizadas por los métodos convencionales con equipos complejos. Fue allí cuando se plantearon cómo simplificarlo para que sea totalmente accesible a cualquier comunidad. “Empezamos a trabajar en un método de concentración que se pudiera hacer en cualquier sitio como una cooperativa de servicios que provee agua a cualquier pueblo de la provincia de Buenos Aires y cuenta con un instrumental mínimo”, relata.
El objetivo a alcanzar era claro: lograr la descentralización. “Si la ciudad de Chacabuco -ejemplifica- quiere saber qué pasa a nivel poblacional con la circulación del virus, entonces, toma una muestra de líquidos cloacales y la concentra con los recursos propios sin necesidad de enviarla lejos, ni recurrir a los grandes centros de investigación”.
En un solo paso
Si bien no había dudas con la meta a lograr, el problema era cómo alcanzarla. Una de las dificultades es que las partículas virales en las aguas residuales suelen estar muy diluidas y, por lo tanto, requieren un paso de concentración antes de su análisis. Tras diversos experimentos, encontraron una solución. Se trata de un material coagulante, cloruro de polialuminio, que se fabrica en la Argentina y es de bajo costo.
Durante varios meses, el grupo de trabajo fue poniendo a punto al procedimiento, buscando las condiciones óptimas, disminuyendo los tiempos, hasta llegar a un resultado final. “Nuestro protocolo incluye un solo paso. Se inactiva el virus sometiéndolo a 60 grados de temperatura para que se pueda manipular con bajo riesgo de contagio. Luego, ese material se concentra con una gota del producto coagulante, se centrifuga en un aparato de mesa y se guarda en frío hasta enviarlo a un centro de análisis clínicos. El mismo tipo de centros a los que van los pacientes a hacerse el hisopado”, describe.
Resultados coincidentes
Mientras ponían a prueba este protocolo, el equipo seguía recibiendo las muestras para ser analizadas con la metodología convencional, lo cual les permitía hacer la comparación y corroborar la eficacia del nuevo procedimiento. “Ya hace un año que usamos este método en forma consistente. Las mismas muestras sometidas a los análisis tradicionales y a los de este protocolo arrojaron los mismos resultados”, precisa.
Con la satisfacción de la labor realizada, el objetivo ahora es que pueda ser empleado en cualquier lugar de la Argentina y el mundo, ya que puede ser “útil para ayudar en el monitoreo de la circulación comunitaria de SARS-CoV-2, especialmente en países de ingresos bajos y medios, que no tienen acceso masivo al apoyo de laboratorios especializados para la vigilancia de aguas residuales”, resalta el trabajo.
Asimismo, estos procedimientos ofrecen la posibilidad de adelantarse en el tiempo a la hora de tomar medidas sanitarias. “Se ha visto en muchos estudios que uno puede anticiparse a la aparición de síntomas en tres, cuatro o siete días. Esto lo hace muy útil para la detección de nuevos brotes. En esta instancia, se podría anticipar a la aparición de brotes simplemente viendo la cantidad de virus o carga viral en líquidos cloacales de cualquier comunidad por más pequeña que sea”, concluye.
El trabajo publicado en Journal of Virological Methods fue realizado por varios científicos y científicas de diversas instituciones. Ellos y ellas son: Diana Wehrendt, Mariana Massó, Adrián Gonzales Machuca, Claudia Vargas, Melina Barrios, Josefina Campos, Damián Costamagna, Luis Bruzzone, Daniel Cisterna, Néstor Gabriel Iglesias, Viviana Mbayed, Elsa Baumeister, Daniela Centrón, María Paula Quiroga y Leonardo Erijman.