Hace unos 3.700 millones de años, el cráter Jezero de Marte era un tranquilo lago alimentado por un pequeño río que, tras un repentino cambio del clima, empezó a sufrir inundaciones súbitas y enérgicas que arrastraron grandes rocas desde decenas de kilómetros río arriba hasta el lecho del lago, donde aún permanecen.
Incorporada en el mástil del robot de la NASA, Perseverance, la cámara permitió observar en el suelo del planeta rojo el entorno del cráter Jezero y transmitir por satélite una base de imágenes. Estas primeras fotografías en alta resolución confirmaron lo observado desde la órbita.
En el cráter, de unos 35 kilómetros de diámetro, hubo un lago cerrado.
El escarpe al que el equipo científico se refiere como «Scarp a» se ve en esta imagen capturada por el instrumento Mastcam-Z del roverance el 17 de abril de 2021.
Lugar de aterrizaje del Perseverance
El cráter, que fue escogido como lugar de aterrizaje del rover después de que las imágenes de satélite mostrasen que este lugar era parecido a los deltas de los ríos en la Tierra, acaba de ser estudiado y las conclusiones se publican en la revista Science.
El estudio ha sido liderado por científicos de la NASA y del CNRS francés, y ha contado con la participación del investigador del Instituto de Geociencias (IGEO) Jesús Martinez-Frias.
Pruebas de un pasado muy diferente
«Estos estudios geológicos de las rocas y afloramientos en Marte realizados por Perseverance confirman su importancia para determinar los ambientes marcianos antiguos (paleoambientes) y para establecer sus relaciones con el agua y condiciones de habitabilidad», explica Martínez-Frías.
Para Benjamin Weiss, investigador del MIT y coautor del estudio «cuando miras las imágenes, «básicamente estás viendo este épico paisaje desértico. El lugar más desolado que se pueda visitar. No hay ni una gota de agua en ninguna parte y, sin embargo, están las pruebas de un pasado muy diferente. Algo muy profundo ocurrió en la historia del planeta».
Sedimentos depositados por el flujo de agua en un lago
El rover aterrizó en el suelo del cráter Jezero el pasado febrero, a poco menos de dos kilómetros de la parte occidental, pero mientras los ingenieros de la NASA comprobaban en remoto el funcionamiento de los instrumentos del rover, dos de sus cámaras, la Mastcam-Z y la SuperCam Remote Micro-Imager (RMI), capturaban imágenes de gran resolución del cráter y de un pequeño montículo conocido como Kodiak butte.
Cuando el rover las envió a la Tierra, el equipo científico del Perseverance de la NASA las procesó y combinó, y pudo observar distintos lechos de sedimentos.
La ubicación del vehículo Perseverance de la NASA (abajo a la derecha), así como el monte «Kodiak» (abajo a la izquierda) y varios bancos escarpados prominentes conocidos como escarpas, o escarpas, a lo largo del delta del cráter Jezero.
Los investigadores midieron el grosor, la pendiente y la extensión lateral de cada capa, y descubrieron que los sedimentos no habían sido depositados por el viento, sino por el flujo de agua en un lago, por inundaciones u otros procesos geológicos.
«Sin llegar a ningún sitio, el rover pudo resolver una de las grandes incógnitas, que era que este cráter fue una vez un lago. Hasta que realmente aterrizamos allí y confirmamos que era un lago, siempre fue una incógnita», reconoce Weiss.
Grandes rocas y cantos rodados
Cuando los investigadores observaron las imágenes del afloramiento principal, vieron grandes rocas y cantos rodados incrustados en las capas más jóvenes y superiores del delta; algunas medían hasta un metro de ancho y pesaban varias toneladas.
El equipo llegó a la conclusión de que estas enormes rocas debían proceder del exterior del cráter o de varios kilómetros río arriba y que fueron arrastradas hasta el lecho del lago por una inundación repentina que fluyó hasta 9 metros por segundo y movió hasta 3.000 metros cúbicos de agua por segundo.
Estas enormes rocas situadas en las capas superiores del delta son el material depositado más reciente, mientras que los cantos rodados reposan sobre capas de sedimentos más antiguos y mucho más finos, un indicador de que, durante gran parte de su existencia, el antiguo lago fue alimentado por un río que fluía suavemente.
Cambio climático secó el lago
Con el tiempo, el cráter sufrió repentinas inundaciones que depositaron grandes rocas en el delta y, después, un cambio climático –que no se sabe por qué fue originado–, hizo que el lago se secara. Durante los miles de millones de años siguientes, el viento erosionó el paisaje y creó el cráter que vemos hoy.
A medida que el rover explore el cráter, los científicos esperan descubrir más pistas sobre la evolución climática e hidrológica del planeta rojo porque, si Jezero fue un entorno lacustre, sus sedimentos podrían contener rastros de antigua vida acuática.
En su próxima misión, Perseverance buscará lugares para recoger sedimentos y muestras que enviará a la Tierra para que los científicos busquen biofirmas marcianas.