Un proyecto colaborativo está haciendo un mapeo de la contaminación en ciudades argentinas mediante el uso de un medidor de la calidad del aire de bajo costo, que puede ser montado en bicicletas.
La iniciativa forma parte de un relevamiento de 30 programas de ciencia ciudadana locales con foco en ambiente que se presentó en el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MinCyT).
En la Argentina ya existen más de veinte sensores de calidad de aire de bajo costo que han recorrido Buenos Aires, Mendoza y Tucumán a bordo de bicicletas, como parte de una iniciativa colaborativa que está haciendo un mapeo de la contaminación de distintas ciudades argentinas y de otras partes del mundo.
El proyecto open-seneca comenzó en la Universidad de Cambridge, en Gran Bretaña, en el año 2018, para complementar las mediciones de contaminación del aire que se hacen en esa ciudad que, al igual que en Buenos Aires, suelen tomarse en puntos fijos permanentes. Uno de sus aportes es la flexibilidad que ofrece la posibilidad de recoger información durante los recorridos diarios de ciclistas.
El proyecto incluyó el diseño de un sensor mediante el uso de software libre y hardware abierto que puede ser construido por cualquier persona con conocimientos mínimos de electrónica. Con este dispositivo se obtienen datos que permiten monitorear lugares y momentos puntuales en los que se producen grandes concentraciones de contaminación ambiental.
Historia
A mediados del año 2019, en la UNSAM se dictó un taller en el que se explicó como ensamblar los sensores y calibrarlos, y se construyeron unos 20 que recorren las ciudades argentinas. En el caso de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la información que aportan complementa la obtenida por las tres Estaciones de Monitoreo Atmosférico (EPA). La diferencia de costo entre ambas opciones de medición es relevante: el sensor portátil tiene un costo aproximado de 140 dólares, mientras que las estaciones fijas requieren una inversión de alrededor de 150.000 dólares.
El sensor es capaz de medir el material particulado de 2,5 micrones. Se trata de partículas que expiden los motores de combustión, en mayor medida los diesel, que son capaces de entrar en los pulmones y luego pasar a la sangre y producir numerosas enfermedades. También cuenta con mediciones de temperatura y humedad para poder calibrar los datos, y GPS para georreferenciarlos.
Estos dispositivos también pueden comprarse ya armados y, en el futuro, también planean diseñar un sensor que pueda medir dióxido de carbono y óxidos de nitrógeno. Lorena Gordillo Dagallier, una de las fundadoras del proyecto en Cambridge, “Es interesante porque se puede medir la contaminación calle por calle con un nivel alto de resolución. Es necesario tener conocimiento local de la ciudad para poder interpretar los datos. Hemos visto que las estaciones de tren suelen ser puntos de mucha polución y también suelen serlo las grandes interesecciones de calles, donde hay semáforos y estaciones de servicio. Otro lugar típico es alrededor de colegios, cuando los padres van a recoger a sus hijos y esperan con los autos encendidos”.
El proyecto cuenta con el apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), del Ministerio de Ambiente de la Nación, y de la Secretaría General y de Relaciones Internacionales de la Ciudad de Buenos Aires.
“Hay mediciones en muchas ciudades de América, Europa y África. En donde más hay es en Lisboa y Estocolmo, donde tenemos 50 sensores activos con ciclistas. Pero en la Argentina hemos alcanzado el impacto más grande porque los mismos 20 sensores se han ido moviendo de ciudad en ciudad involucrando a gente de distintos lugares”, dijo Gordillo.
El proyecto forma parte del mapeo de una de las 30 iniciativas locales de ciencia ciudadana con foco en ambiente que se presentó el 12 de noviembre pasado en el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MINCYT), con apoyo del PNUD. El catálogo reúne las fichas de cada proyecto que permiten caracterizar a la ciencia ciudadana ambiental en la Argentina.
Matías Alonso