El autor de esta columna es Marcos Actis, Director del Centro Tecnológico Aeroespacial (CTA) de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP); vicepresidente institucional de la UNLP y miembro del directorio de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE).
«¿Es necesario un lanzador satelital en Argentina como el Tronador, cuando hay otras necesidades? La cuestión siempre aparece en debates generados a partir de ensayos que resultan exitosos, o no. Está demostrado que la actividad aeroespacial puede generar un efecto derrame en otras industrias, multiplicando puestos de trabajo calificados y valor agregado a la economía. Por eso la respuesta es: sí, es necesario. Estoy convencido que es posible el desarrollo de tecnología espacial en Argentina y posicionarnos así como líderes de la región.
El círculo virtuoso del desarrollo espacial podría derivar en lanzadores satelitales propios que permitan, desde nuestro territorio y sin necesidad de recurrir a empresas extranjeras, poner en órbita satélites. Argentina formaría parte de un selecto grupo de países con esa capacidad. Nuestros desarrollos, que hoy se caracterizan por ser cargas secundarias o de apoyo a sistemas principales que deben ser importados, podrían generar herencia de vuelo y validación. Luego podría escalarse con el sector productivo, generando sustitución de importaciones al momento de construir nuestros satélites o exportaciones de estos componentes a otros países.
No obstante, retomar el Plan Espacial, frenado en 2015, no es suficiente. Debemos aprender de nuestros errores y ver la evolución del mundo. En el año 2007 vimos cómo una incipiente empresa estadounidense trabajaba en el vehículo de lanzamiento Falcon I, proyecto de similar concepción a los Vehículos Experimentales (VEx), que fueron montados en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nancional de La Plata. Finalmente, el impulso que le dio la NASA a esa compañía dio como resultado lo que hoy es SpaceX.
Por lo tanto, el concepto de que una institución debe hacer todo, ya no es un planteo válido si se quiere tener éxito. La articulación de la CONAE debería ser similar a la que realizan agencias espaciales en primera línea: convocar a diferentes actores del sistema científico-tecnológico y a entidades y empresas de desarrollo espacial. Además, se debe incubar en el sector privado o estatal cuestiones que no se han desarrollado todavía o requerir en el extranjero de las tecnologías necesarias que permitan dar el salto tecnológico imperioso para cumplir los objetivos, con la atención de recibir la herencia necesaria para dominar esa nueva tecnología.
En cuanto a los plazos para concretar el sueño de lanzar al espacio satélites desde nuestro territorio, es un camino que debe ser llevado adelante como política de Estado con el cuidado de que los recursos del pueblo sean utilizados no sólo para el proyecto, sino también pensando en las necesidades que tiene el país. En la Facultad de Ingeniería de la UNLP, el Centro Tecnológico Aeroespacial y el Grupo de Ensayos Mecánicos Aplicados desarrollan actividades destinadas al sector productivo y a la industria gracias a que cada equipamiento adquirido para satisfacer el proyecto del lanzador requerido por la CONAE también contempla servicios adicionales que podemos implementar para ayudar a las empresas.
A lo largo de nuestra historia hay ejemplos de desarrollos que fueron interrumpidos por distintas cuestiones: el avión Pulqui, los vuelos suborbitales con el mono Juan o la experiencia con el ratón Belisario. También el primer motor de propulsión líquido de 1500 kg desarrollado en el Departamento de Aeronáutica de la UNLP en los años ‘70. Hasta el proyecto Cóndor, con todos los cuestionamientos a favor o en contra: nadie puede negar que es la misma tecnología usada en el lanzador europeo Vega. El Tronador representa una gran posibilidad de que Argentina se ubique a la vanguardia de la carrera aeroespacial.»