La coyuntura de altos precios de la energía invita a pensar una vez más en Vaca Muerta como un polo de producción y exportación de referencia mundial. Por cuánto tiempo se presentará esta chance y qué debería hacer Argentina para intentar aprovecharla.
La fuerte suba de los precios de la energía se mostró este año en sintonía con la reactivación de la economía, reflejando el desajuste entre la demanda y la producción de hidrocarburos durante la pandemia. No obstante, atribuirle a la crisis sanitaria lo que está ocurriendo con los precios sería un error.
El coronavirus exacerbó tendencias preexistentes, bien conocidas en la industria petrolera: recorte global en el capex (inversión en infraestructura) en petróleo y gas luego del derrumbe de los precios internacionales en 2014, políticas de transición energética que limitan o impiden el desarrollo de nuevos recursos y presiones crecientes de los inversores para que las petroleras repartan ganancias y redefinan su modelo de negocios, alejándose de los hidrocarburos.
La coyuntura de altos precios de la energía invita a pensar en la ventana de oportunidad que Argentina tiene para transformar a Vaca Muerta en un polo de producción y exportación de referencia mundial.
Para analizar esa oportunidad que se abre, se convocó a Daniel Gerold, presidente de G&G Energy Consultants; Luciano Caratori, consultor y ex subsecretario de Planeamiento Energético; y Carlos Gilardone, presidente de la consultora Field Development Consultants, para analizar esa oportunidad que se abre, ver cuánto tiempo podría estar disponible y, sobre todo, qué tendría que hacer Argentina para aprovecharla.
Ventana de oportunidad
La suba en los precios de la energía evidencia un claro desequilibrio entre la oferta y la demanda de gas y petróleo. La ventana de oportunidad está fuertemente influenciada por ese desequilibrio, pero la dificultad radica en identificar los elementos estructurales que explican por qué faltarán hidrocarburos y cómo interpretarlos.
La desinversión en producción de hidrocarburos por parte de algunas de las grandes petroleras de Europa y Estados Unidos es un elemento central muy presente en la discusión. Daniel Gerold considera que los mayores productores de petróleo están invirtiendo menos a pedido de sus accionistas y las entidades que financiaban la actividad petrolera se están reduciendo. «Hay un entorno de época que considera que invertir en petróleo y gas es negativo. Eso va a reducir la oferta y no creo que la demanda pueda ser reemplazada por otra fuente de energía en el corto plazo», señala Gerold.
El desfasaje refleja una mayor cautela del sector financiero a invertir en hidrocarburos en un contexto de gran incertidumbre. Así lo entiende Luciano Caratori. «Estamos ante una época de muchísima incertidumbre, en la que todavía no se definió exactamente si superamos la crisis del coronavirus. A su vez, tenemos la cuestión de que pareciera que el ritmo de la transición en la oferta energética se descalzó del ritmo de la demanda. Eso fue lo que hizo que falten combustibles y disparó los precios», advierte Caratori.
Carlos Gilardone, enfatiza que la fuerte disminución reciente en la inversión petrolera fundamenta la ventana de oportunidad. «Durante dos años, las principales compañías privadas y estatales recortaron su presupuesto de perforación en 4 trillones de dólares y ese petróleo hoy no está. Por la pandemia y el precio del petróleo no se perforó. Cuando no se perfora se puede mantener la producción durante un tiempo, pero luego empieza a declinar», dice Gilardone.
La subinversión está reforzando la perspectiva de una oferta futura de crudo inferior a la demanda y, por lo tanto, de precios altos. Gerold entiende que incluso pueden ser mayores. «El petróleo no esta tan alto, u$s 80 para el Brent es muy inferior a los u$s 147 de 2008 o los años que estuvo arriba de u$s 100. Existe esta sensación de que son precios muy altos, yo no concuerdo. Creo que vamos a ver precios incluso un poco más altos», analiza el presidente de G&G.
Para Gilardone, la brecha entre la oferta y la demanda no podrá ser cubierta por la producción de Estados Unidos y de los países de la OPEP, al menos en el corto plazo, por lo que ve un entorno de precios medios, de entre u$s 70
y u$s 80. Pero advierte que la pandemia aún no terminó y puede generar disrupciones. «Con el temor a una nueva cepa, el barril Brent cayó. Eso puede afectar la ventana, pero en lo estructural se da una situación de mayor demanda y menor producción», matiza.
Caratori también ve una ventana de oportunidad para exportar hidrocarburos, pero señala que las decisiones de largo plazo no deben estar guiadas por la coyuntura de precios. «Las decisiones de largo plazo se tienen que tomar con un horizonte de largo plazo y con el sector privado asumiendo los riesgos aceptables sobre la base de la mejor información que tiene disponible. Esa mejor información está vinculada hoy con que pareciera que la transición energética se viene en serio, que eventualmente la demanda de petróleo va a comenzar a retirarse de una forma un poco más pronunciada», advierte.
Pero la transición energética también perfila una nueva oportunidad para el gas natural a través de la producción de hidrógeno, un mercado que promete crecer mucho en las próximas décadas.
Caratori ve potencial para la exportación de productos en base a hidrógeno «azul», como combustibles sintéticos, amoníaco o acero bajo en emisiones, entre otros. Entiende que algunos de los principales mercados demandarán hidrógeno que sea netamente nulo o lo más bajo posible en términos de emisiones. «Los clientes van a querer un hidrógeno o derivado del hidrógeno que sea nulo o bajo en emisiones y que sea lo más barato posible, y estarán dispuestos a pagar un diferencial si es «verde». En ese sentido, el hidrógeno azul cumple con esos tres atributos: es hidrógeno, con captura de carbono y es más barato», explica el ex subsecretario.
Preparada para competir
A la hora de conectar el panorama internacional con la realidad nacional, los especialistas coinciden en un punto: el modelo factoría en Vaca Muerta maduró lo suficiente como para aprovechar la ventana de oportunidad que se presenta en el mundo.
Vaca Muerta registró récords de producción en 2021. La clave que explica la fortaleza actual de la formación no convencional en la provincia de Neuquén reside en las ganancias de productividad alcanzadas por las empresas.
«El crecimiento de la producción de la Cuenca Neuquina impulsada por Vaca Muerta es bastante estructural y es derivado principalmente de las ganancias de productividad, tanto de shale gas como de shale oil que han logrado las empresas operadoras, los contratistas y los profesionales argentinos. Eso es estructural y creo que es muy positivo», destaca Gerold.
La incertidumbre por el devenir de la pandemia complica la proyección de la demanda y los precios del crudo, pero eso no implicaría una desventaja para la producción de shale oil.
«La buena noticia es que, en términos de oferta, el shale reacciona muy rápido. Eso les da la flexibilidad a las compañías para tener un pozo ya en producción en poco tiempo», dice Caratori.
Gilardone destaca que los recursos argentinos en gas y petróleo son vastos y que la ventana de oportunidad es amplia para desarrollarlos, sobre todo en gas.
«Consumimos 500.000 barriles por día, hoy estamos en 600.000 de producción y podemos llegar al millón tranquilamente», se entusiasma el ingeniero.
En el orden de prioridades, Gilardone considera que es necesario impulsar fuertemente la producción y exportación de petróleo. «¿El país necesita de divisas? Entonces transformémonos en un neto exportador de crudo», dice. Para lograrlo será necesario reforzar la infraestructura de transporte y de servicios petroleros. «Tenemos que ver si el sistema de Odelval es capaz de transportar más petróleo a Bahía Blanca, o si tenemos que volver a habilitar los oleoductos trasandinos con Chile», señala.
El panorama para exportar gas tiene una complejidad mayor. Es necesario proyectar nueva infraestructura de transporte y desarrollar los mercados de exportación. «Hay que darle importancia primaria al petróleo, y mientras tanto tomar compromisos serios con los países vecinos a quienes podemos abastecer de gas, tanto Brasil como Chile. El gas de Bolivia se acabó. Demos vuelta los gasoductos y exportemos gas a los vecinos», analiza Gilardone.
Los especialistas también rescatan el potencial que todavía tiene la producción de crudo convencional en otras cuencas del país. Caratori dice que «el mundo sigue teniendo un apetito por los crudos un poco más pesados, como el Escalante y otros, por lo que es importante no abandonar las cuencas que todavía tienen bastante que dar».
Cómo acelerar la producción
Para aprovechar la ventana de oportunidad resulta indispensable generar una corriente de inversiones mucho mayor que la actual.
El contexto macroeconómico argentino impone restricciones para las inversiones que son complejas de desarmar. Pero el crecimiento de la producción neuquina está garantizado si son removidas, gracias a la ganancia de productividad alcanzada.
Las restricciones para el ingreso y el egreso de los capitales y la falta de financiamiento local se ubican en el centro de las problemáticas. «Es necesario permitir que haya exportación, ingreso y egreso de capitales. Si traigo capitales tengo derecho a sacarlos», dice Gerold. Gilardone también destaca la importancia de la libre disponibilidad de las divisas generadas. «¿Por qué no se produce y exporta más petróleo? Primero, porque hay una restricción en el acceso al capital en Argentina. Segundo es que, como hay limitaciones para la entrada y salida de capitales, quién va a traer dólares si no puede llevárselos», puntualiza Gilardone.
Generar un mayor financiamiento local para la producción es un punto particularmente relevante, según el presidente de FDC. «Es necesario crear un acceso a un financiamiento local, simplificado y que sea relativamente más barato. Hoy los bancos en Argentina no prestan plata al privado, están para prestarle al Estado. No hay proyectos de inversión que se financien a través de bancos o son muy pocas las empresas que pueden acceder a eso. ¿Qué mejor que generar un sistema simple, sencillo y que la gente pueda aportar? En la Argentina no faltan dólares, la gente los tiene», señala Gilardone.
Para Gerold, la unificación del precio local del crudo que se les paga a los productores con el de exportación es un pilar central que ordenaría el panorama para la inversión. «La unificación de precios es muy importante, siempre con un fondo compensador que amortigüe para los consumidores el impacto vía disminución de impuestos, para pagar parte del costo de los combustibles. Mantener congelados los precios no me parece razonable», explica el presidente de G&G.
En un plano más general, Caratori considera que la inversión necesita un panorama de previsibilidad. «Hay que dejar de incorporar incertidumbre a las decisiones que toma el que corre el riesgo empresario. Muchas veces esas incertidumbres provienen de buenas intenciones, como por ejemplo el proyecto de Ley de Promoción de Inversiones en hidrocarburos.
Lo que hizo fue introducir una nueva categoría de incertidumbre, que es si sale o no el proyecto y qué dice y qué no. Hay que dejar de producir distorsiones tanto reales como en términos de percepción», señala.
Despejando el panorama para la inversión, Vaca Muerta reúne las condiciones necesarias para despegar con fuerza. «La producción está aumentando por las ganancias de productividad, pero no es que se invierte más dinero en el país, se está invirtiendo bastante menos de lo que se invirtió en los años previos a la pandemia y se aumenta la producción. Si bien esto es fantástico, lo que sería bueno es que con esa ganancia de productividad usted traiga más dinero para invertir y producir mucho más. Esa es la picardía, la oportunidad que me parece que estamos perdiendo», sintetiza Gerold.