Recibimos en AgendAR esta nota de APAL, Asociación por la Autonomía de Lima, y la reproducimos. Añadimos al final nuestras observaciones:
«Buenas tardes, desde la asociación queremos hacerles llegar nuestra inquietud con respecto a la construcción de Atucha III, como vecinos de LIMA , los que le otorgamos la licencia social a las centrales, hoy estamos preocupados.
Atucha 3: “Lima necesita mayor infraestructura para albergar una nueva central nuclear”
La firma de la construcción de una nueva central nuclear pone en alerta a los vecinos de Lima, el pueblo más cercano de donde se construirá la cuarta central “no queremos repetir el legado social que nos dejó la construcción de Atucha 2”.
La construcción de una nueva central nuclear en Lima, está cada vez más cerca y a juzgar por los contratos firmados y la intención de los gobiernos de China y Argentina, la obra comenzaría este año. Sin embargo, la experiencia de Atucha II, para el pueblo limeño, no fue del todo grata en cuanto al legado social y de infraestructura que dejó tal proyecto.
La obra gruesa finalizó en 2012 y la puesta en marcha en 2014, año cuando se supo que la tercera central nuclear no iba a iniciarse en el corto plazo y que muchos obreros iban a quedar a la deriva, algunos de ellos viviendo en Lima. Luego de la terminación de una obra tan grande, como cualquier proyecto de infraestructura de gran envergadura emplea y desemplea, al cabo de unos años, a miles de personas. Y eso fue lo que sucedió con Atucha 2.
Y lo que plantean los limeños es que a partir de ese año crecieron los asentamientos de Lima porque las promesas del Estado nacional fue que inmediatamente iba a comenzar “Atucha 3”.
De hecho, los propios limeños afirman que un número significativo de las personas empleadas en diversas tareas de puesta en marcha de Atucha 2 se quedaron a vivir en Lima, muchos de ellos en condiciones muy precarias. Y relacionan dicha etapa al crecimiento y generación de los asentamientos en Lima, pasando de tener 12 barrios, a más de 30 en los últimos 12 años.
Por ello, y ante la inminencia de la construcción de la tercera central, la Asociación para la Autonomía de Lima (APAL) pidió una reunión con la gerencia de Nucleoeléctrica Argentina, firma que opera las centrales y responsable de la construcción de Atucha 3, para trasladar sus preocupaciones, como la falta de infraestructura y el deterioro estructural y urbanístico como ciudad que sufrió Lima; donde entran los asentamientos irregulares como “efecto no deseado” de una obra de tal envergadura.
“Un inmenso orgullo sentiremos al contar que seremos una de las pocas ciudades del mundo donde se emplace, una vez más, un proyecto nuclear de semejante envergadura. Pero también reconocemos que nos genera incertidumbre saber si el ciudadano limeño será parte de semejante obra o si alguien se detuvo a pensar que es lo que el limeño desea o merece al otorgar su licencia social nuevamente.
Ojalá quienes nos representan ubiquen a la localidad de Lima en el lugar que realmente se merece”, establece el comunicado de APAL. En esta carta incorporan un término interesante, la licencia social, que obliga a pensar la instalación de una cuarta central nuclear en términos de impacto social y urbanístico.
Claro está, que entidades ambientalistas también expondrán sus razones sobre el impacto ambiental y ecológico. Por su parte, desde APAL sostienen en que Lima necesita de otra infraestructura para albergar a una nueva central nuclear y plantear un trabajo, y aquí es donde ingresaría el Estado en sus tres niveles, para evitar una explosión demográfica que luego de la obra traerá consecuencias sociales como cientos de personas desocupadas viviendo en asentamientos en dicha localidad; tal como ocurrió con Atucha II.
En este sentido, vuelven a aparecer las demandas históricas de los limeños, la construcción de un hospital de alta complejidad, el arreglo de todas las calles ante cualquier tipo de emergencia ambiental y sanitaria (el 85% son de tierra), dotar a la ciudad de los servicios básicos, impulsar la construcción de planes de vivienda y que, al pertenecer en un polo tecnológico y nuclear, único en el país, que parte de todo lo generado por la empresa también se vuelque a la ciudad en inversiones.
De allí viene su pedido de separarse de Zárate, quieren poder administrar sus propios recursos y poder decidir ellos mismos cómo será el futuro crecimiento de su ciudad. Si todo avanza como hasta el momento, la construcción de la tercera central nuclear en Lima llevará un plazo de ocho años, tiempo suficiente para que el Estado nacional, más allá de los gobiernos que pasen, se pongan de acuerdo a nivel nacional, provincial y municipal para atender tales demandas del pueblo limeño junto con la empresa Nucleoeléctrica Argentina.»
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Observaciones de AgendAR
Sobre el pedido de autonomía de Lima en relación a Zárate, no tenemos nada que decir. Hace a la política de la provincia, que no es nuestro tema. Pero quienes hemos seguido el desarrollo de la actividad nuclear en nuestro país, debemos señalar algo evidente, que estos vecinos prefieren no mencionar, quizás para evitar dividirse por diferentes simpatías políticas.
Lo que perjudicó a Lima fue la suspensión de todas las nuevas construcciones nucleares -que ya estaban previstas- en el predio de las Atuchas, no la terminación de Atucha II en 2014.
Y la suspensión de toda obra nuclear nueva empezó por las demoras deliberadas en el cavado de cimientos de la central CANDÚ nacional en 2016, decididas por el Ministro de Energía, Ing. Juan Carlos Aranguren, y su posterior decisión de directamente no construirla en 2018.
También les golpeó la decisión de no construir nada más en el predio de las Atuchas, porque ese mismo año se detuvo la obra del CAREM, comparativamente más pequeña, y quedaron 200 trabajadores en la calle.
En el pico de ocupación temporaria generada por la obra civil de una central nuclear mediana o grande hay hasta 7000 personas en el obrador, con muy distintos grados de calificación y distintas expectativas de residencia en el lugar.
No es demostrable que de haberse seguido el programa de construcción nuclear decidido por ley en 2014 en Lima no habría asentamientos. Lo que sí habría sería una CANDÚ nacional terminada y empezando a hacer pruebas de estanqueidad en frío que se llamaría Atucha III y un CAREM en finales de obra. Se puede estimar entre 600 y 800 puestos de trabajo de calificados a muy calificados.
Las obras civiles de ambas centrales, las únicas de la construcción nuclear que movilizan a la gente no especializada del gremio de la construcción, se habrían terminado hace un par de años. Y la central Hualong-1, de acuerdo a lo firmado entre los gobiernos argentino y chino, se estaría construyendo desde 2018 en alguna provincia donde la obra tenga sentido y goce de licencia social. Hoy la obra civil estaría probablemente terminada.
Las dos cosas que promueven la proliferación de asentamientos irregulares son la recesión y el trabajo en negro. No había recesión en la Argentina a fines de 2015, y la CNEA, la NA-SA y sus proveedores tercerizados de obra civil no admitieron jamás trabajo no registrado.
Hasta 2015 Lima era una ciudad pequeña, modesta, tranquila y bien construida, con servicios municipales y educativos suficientes. Estaba nucleada alrededor de las casas, de calidad más que mediana, de las primeras personas que fueron a vivir a un sitio que hasta 1968 era campo: las de los operadores de las centrales nucleares. Fueron construidas en forma planificada por la CNEA en los años ’60 y fines de los ’80, con asfalto, luz, agua, red cloacal y establecimientos educativos.
No somos neutrales en esto. La mejor política contra los asentamientos es el crecimiento económico, la creación de trabajo legítimo y registrado y la planificación urbana, cuando se construye en lugares que eran campo abierto. Son íconos indisociables de las grandes obras nucleares.
Que las culpas de la crisis urbanística y social de Lima caigan sobre quienes la generaron a partir de 2016, en el tercer gran intento de destruir el Programa Nuclear Argentino.
Las soluciones las tendrán que proveer, como suele suceder, mejores gobernantes que los inventores del problema.