«Quemado«, «sobrepasada», «no me funciona el cerebro», son algunas de las expresiones con las que al final del día o de una semana de trabajo intenso cualquiera puede sentirse identificado. No obstante, cada vez es más frecuente que este síntoma permanezca constante.
En Argentina las mujeres ganan un 28,5% menos que los varones
Por su parte, Laura Orsi, médica psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina, destacó a «la cultura del ‘disponible 24/7′» como otra de las causas. «Uno debe estar activo las 24 horas del día. La presión no termina con el trabajo: hay que estar siempre en movimiento, siempre alerta. Eso impide el descanso y, al igual que los celulares, uno siempre esté con poca batería«.
Las profesiones de servicios, es decir, áreas como la salud, la educación y el empleo doméstico; donde por sus características, el empleo «demanda entrega y dedicación a los demás», indicó Orsi; es donde en el último tiempo se puede advertir con claridad posibles diagnósticos de burnout.
Por ejemplo, un estudio nacional realizado por el Observatorio Humanitario de Cruz Roja Argentina reveló en diciembre que un 71% del personal de salud entrevistado declaró que siente más cansancio que antes de la pandemia, un 53% que experimenta más ansiedad y un 45%, más tristeza.
Y es en esas áreas donde hay mayor cantidad de mujeres trabajando. Según datos del Ministerio de Trabajo de 2021, en el rubro de los «Servicios sociales y salud», un 69,4% de los puestos laborales están ocupados por mujeres; en «Enseñanza» un 73% y en «Trabajo doméstico» un 100%.
El personal de salud es uno de los más expuestos al «burnout»
«A los profesionales de la salud los afecta dado que se encuentran más expuestos al sufrimiento humano y a la muerte, sobretodo en épocas de pandemia: teniendo un alto nivel de exposición laboral, con largas jornadas de trabajo un nivel elevado de exigencia y gran sobrecarga de tareas y poco reconocimiento acorde a la gran responsabilidad que implica», detalló la psicoanalista en diálogo con este medio.
Y añadió: «Esta exposición a largo plazo genera una pérdida de energía, un sentimiento de falta de realización personal y una despersonalización que pueden ocasionar trastornos de salud (enfermedades psicosomáticas ) y poca motivación para el trabajo, pudiendo generar errores y deterioro en la calidad del servicio».
El «burnout» y las brechas de género
Tales características cavan profundo en las brechas económicas de género presentes. La desigualdad salarial es una de esas varas. En Argentina, las mujeres ganan un 28,45% menos que los varones, según el último informe del INDEC. A las mujeres que son madres, se les suman las tareas de cuidado, indicó Gutiérrez, repartidas de forma inequitativa.
La Dirección Nacional de Economía Igualdad y Género (DNEIyG) relevó el uso del tiempo y concluyó en que las mujeres realizan más del 75% de estas actividades y les dedican el doble de horas diarias que los varones.
En ese sentido, Gutiérrez profundizó: «Los diferentes roles para la mujer, el papel de cuidadora de niños y niñas, de personas ancianas y/o enfermas, la imposibilidad de gozar de un tiempo propio y la desvalorización social y económica del trabajo reproductivo, han contribuido a que el trabajo doméstico constituya un factor potenciador de estrés físico y mental, con mayores niveles de depresión y de adicciones (alcohol, juego, dependencias afectivas, etc.)».
Además, esa línea entre la vida personal y la vida profesional es «difusa», advirtió la socióloga y explicó: «Las mujeres han sido socializadas en estar siempre disponibles, en ser educadas, cumplir con las expectativas impuestas, etc. Es un reto aprender a poner límites y poder disfrutar la vida social más allá de los conflictos latentes de otras dimensiones de su vida».
«La desvalorización social y económica del trabajo reproductivo, han contribuido a que el trabajo doméstico constituya un factor potenciador de estrés físico», advirtió la socióloga Manuela Gutiérrez
Orsi señaló: «La superposición de la crianza/educación de los hijos junto con las tareas del hogar, los cuidados de la salud familiar en general (postergando a veces la propia) además de llevar adelante su propio trabajo, en la mayoría en forma virtual en este tiempo de pandemia y ahora presencial o hibrido o mixto. Es necesario para esto un alto grado de plasticidad y creatividad para adecuarse a los cambios, protocolos en algunos casos ‘ sin morir en el intento’”.
Siguiendo con el informe de GROW y Bumeran, mientras un 58% de los hombres indicaron sentirse “más quemadas o quemados” con respecto al año pasado, la cifra ascendió al 62% en las mujeres entrevistadas.
La diferencia en porcentajes es mayor en quiénes respondieron que sentían un mayor estrés, 23% en las mujeres y 19% en los varones, mientras que la tendencia se revierte en la variable «desmotivación»: 21% varones, 19% mujeres.
Las especialistas coincidieron en que una mayor presencia del Estado aliviaría el peso de las tareas de cuidado para las mujeres. «El cuidado es revolucionario, pero debe ir acompañado de políticas públicas«, advirtió Gutiérrez y destacó la creación de espacios institucionales que se ocupen de garantizar el cuidado de las infancias.
«En segundo lugar, las empresas deberían consideran en su toma de decisiones las brechas de género, contemplando cómo la desigualdad de género afecta a las mujeres. En ese sentido, contemplar para este grupo ciertos beneficios, como por ejemplo: días para las reuniones escolares, para que acompañen a sus hijes en tareas específicas», indicó. Orsi, por su parte, resaltó la necesidad de modificar las licencias parentales.