Argentina cuenta con investigadores destacados en el campo de la biotecnología. Y con patentes muy valiosas en la ingeniería genética del trigo, de la soja,… En otro plano, la clonación de animales, en especial de caballos de polo, es una industria próspera que aporta divisas.
Como sea, esta propuesta que ha empezado a hacerse realidad en EE.UU., es por lo menos polémica, y puede representar algunos riesgos. Conviene seguirla de cerca desde el «país de la carne», como alguna vez se nos llamó.
«Ovejas y salmones que comen menos y crecen más rápido: con la ayuda de la ingeniería genética, científicos trabajan para crear animales para la ganadería del futuro.
Todo comenzó en 1990 con el toro Herman, que fue el primer mamífero transgénico del mundo al que se le implantaron genes de otra especie, sobrevivió al procedimiento y tuvo descendencia. A Herman se le implantó un gen de una proteína especial que se encuentra en la leche materna humana.
La idea era que las vacas engendradas por Herman dieran leche que también contenga esta proteína. Los científicos querían utilizarlo, por ejemplo, para desarrollar medicamentos contra el SIDA. Ese proyecto fracasó, pero el sueño de los animales de granja hechos a medida no había hecho más que empezar. Desde entonces, los científicos trabajan arduamente en la optimización de los animales, también para una mayor sostenibilidad.
El cerdo ecológico y las ovejas climáticas
A Herman le siguió el cerdo orgánico Enviropig, que fue desarrollado en Canadá. Los científicos modificaron la digestión del animal y sus excreciones contenían hasta un 66 por ciento menos de fosfato que las de los cerdos normales. El objetivo era reducir la contaminación de las aguas subterráneas y los ríos por la sobrefertilización con estiércol animal. Sin embargo, el proyecto se interrumpió en 2012 por falta de financiamiento.
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El «cerdo orgánico» modificado genéticamente produjo un estiércol más ecológico.
La ganadería genera el 14,5 por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). La producción de leche y carne con el ganado vacuno por sí sola causa más del nueve por ciento del total de las emisiones producidas por el hombre. En el foco está especialmente el gas metano, que se produce durante la digestión de los alimentos de origen vegetal.
Alrededor del 20 por ciento de las emisiones de metano de las vacas están controladas genéticamente. En cuanto se identifiquen los genes respectivos, pronto será «fácil» optimizar las emisiones de metano con la ayuda de la ingeniería genética, según la Fundación de Tecnologías de la Información e Innovación de Estados Unidos. Pero aún no se ha logrado ese avance.
Una raza de ovejas criada recientemente en Nueva Zelanda ya emite un 13 por ciento menos de metano que la media de las ovejas actuales. Los criadores han calculado que si las 25 millones de ovejas de Nueva Zelanda se sustituyeran por esta raza, se podrían reducir las emisiones de metano de la industria ovina hasta en un uno por ciento.
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Las flatulencias de las ovejas tienen un efecto duradero en el clima.
El «súperpez” vs. el bienestar animal
Actualmente, solo hay dos especies animales modificadas genéticamente aprobadas para el consumo: el cerdo «GalSafe» y el salmón «AquAdvantage», ambos en Estados Unidos. La carne de ese cerdo no contiene azúcares alfa, que provocan reacciones alérgicas en algunas personas. Sin embargo, hasta ahora, la carne de cerdo «GalSafe” no está disponible en el mercado. La empresa quiere utilizar los animales principalmente para la producción de medicamentos y para la producción de órganos libres de azúcares alfa para su trasplante en humanos.
En cambio, el salmón «Aqua Advantage» ya se puede comprar en Norteamérica. Al «Aqua Advantage» se le han insertado genes de otros peces marinos. En lugar de crecer solo en primavera y verano, ahora crece todo el año y alcanza su peso de sacrificio dos veces más rápido que el salmón común. Para ello, el salmón genético necesita una quinta parte menos de alimento. En la actualidad, alrededor del 70 por ciento del pescado capturado en todo el mundo se procesa en alimento para peces. Los investigadores esperan que esta proporción pueda reducirse gracias a la ingeniería genética.
Pero los críticos temen los riesgos. La activista alimentaria de la organización ecologista Amigos de la Tierra Europa, Mute Schimpf, cree que la ingeniería genética de animales es irresponsable: «Existe un alto riesgo de que el salmón salvaje se mezcle con el salmón manipulado. Y dentro de 20 años se descubrirá que el salmón puede tener problemas de salud, pero para entonces toda la población puede estar contaminada con los genes».
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El salmón genéticamente modificado fue desarrollado en 1989 pero recién aprobado en 2015.
Si se utiliza la manipulación genética, no debería ser para aumentar la producción, sino «para mejorar el bienestar de los animales con los que tratamos», afirma John Dupré, filósofo de la ciencia y presidente del Consejo de Bioética de Nuffield. Los investigadores ya han conseguido que los cerdos sean inmunes a una enfermedad respiratoria extremadamente peligrosa (PRRS). En este caso, la ingeniería genética podría estar justificada, según Dupré.
Riesgos y efectos secundarios
Sin embargo, las posibles ventajas de la ingeniería genética también tienen su precio. Por ejemplo, en los intentos realizados en China para desarrollar cerdos especialmente musculosos: muchos animales murieron inmediatamente después de nacer debido a su alta susceptibilidad al estrés o por hernias umbilicales. Y como el gen muscular afecta a todo el cuerpo, algunos animales tenían la lengua extremadamente agrandada, y otras vértebras adicionales.
Para la activista Schimpf, la ingeniería genética para la sostenibilidad es un enfoque equivocado. Para reducir los recursos en la producción de carne, «no necesitamos una ganadería más intensiva. Necesitamos exactamente lo contrario», comenta Schimpf.
En Europa, los animales modificados genéticamente no están autorizados para el consumo. Pero John Dupré supone que esto podría ocurrir en Gran Bretaña dentro de unos años. Al mismo tiempo, advierte que el aumento de la producción de animales modificados genéticamente también podría conducir a un mayor consumo de carne. Los científicos llevan mucho tiempo señalando que, en particular, las personas en los países industrializados deberían comer menos carne en general por razones de salud y de sostenibilidad.»