La CNEA estudia volver a poner en marcha la Planta de Agua Pesada este año

Comentario de AgendAR: Excelente noticia. La Planta Industrial de Agua Pesada, PIAP, es la mayor del mundo. O era, hasta que se dejó deteriorar deliberadamente. Y es la fuente nacional de agua pesada para nuestras tres centrales nucleares.

Era hora de encarar este desastre. Y de asegurar que no se repita.

El agua pesada es un insumo difícil de conseguir: los países con autoprovisión casi no generan excedentes. La contradicción de hoy es que nuestro país, dueño de la mayor fábrica de agua pesada del planeta debe estar mendigando este fluido esencial en países que normalmente deberían ser compradores, como la India, Canadá, Corea, China o Rumania.

Y ahora nuestro país debe soportar precios absurdos, porque en un mercado tan carente de stocks, la salida de servicio de la planta de Arroyito, que regía los precios, los hizo saltar a las nubes. Ya no hay referencias.

Necesitaremos 600 toneladas de agua pesada para la 5ta. central nuclear argentina, que será una CANDÚ como Embalse. Pero desde 2017 que nos hace falta para las tres plantas nucleoeléctricas argentinas hoy en línea: consumen unas 33 toneladas/año, que se pierden por adhesión por tensión superficial a los combustibles que se retiran.

El precio internacional, a la fecha en que la administración nuclear anterior terminó de desmantelar los recursos humanos de Arroyito, la tonelada estaba a U$ 700.000. El tope máximo de fabricación de Arroyito en mejores épocas llegó a 180 toneladas/año.

Recursos humanos aparte, no es imposible que haya que invertir mucho en recuperar técnicamente la planta. Los tanques y cañerías de acero inoxidable suelen deteriorarse rápido cuando contienen amoníaco y otros líquidos químicamente muy activos.

La APCNEAN, la asociación de profesionales de la CNEA y de las empresas del palo antes y después del cambio de gobierno, pidió repetidamente que la administración anterior de la CNEA, del Ministerio y de la Secretaría de Energía asumieran las responsabilidades penales y económicas de un estrago doloso. Esa planta, construída con enorme sacrificio y contra una fuerte oposición externa desde los ’80, hoy costaría arriba de U$ 3600 millones.

Hasta ahora, no tenemos noticia de que esté ocurriendo nada de ello. Quien invierta en recuperar la planta hoy, lo hace bien a riesgo de que la próxima administración nuclear, o la siguiente, intente nuevamente destruirla.

Y lo logre.