Debatimos e informamos sobre la propuesta de propulsión nuclear para naves argentinas
El embajador Marcelo Valle Fonrouge, miembro consejero del Comité de Asuntos Nucleares del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), publicó este sábado 19 de marzo una columna «El valor estratégico de la propulsión nuclear para nuestro mar».
Damos la bienvenida a que este tema se discuta públicamente. Es necesario informar y debatir más sobre los temas estratégicos de nuestro país, y dar menos espacio a rencillas y escandaletes. Pero Daniel Arias encuentra puntos flojos en la propuesta y plantea alternativas.
Así, reproducimos la columna de Valle Fonrouge, y la respuesta de Arias, para comenzar el debate:
«Los medios han venido destacando la preocupación creciente ante la depredación de recursos pesqueros en los bordes de la zona económica exclusiva (milla 201) por bandadas de buques de diversas banderas.
Lamentablemente no contamos con la solución de tiempos precedentes cuando Hipólito Bouchard los apresaba con patente de corso (1816).
El territorio marítimo argentino es de 6,9 millones de kilómetros cuadrados y el territorio antártico es de 1,3 millones de kilómetros cuadrados, por lo que podemos decir que de los 11 millones de kilómetros cuadrados que comprende nuestro territorio el 63% es mar y el 37% es tierra.
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Dadas las largas distancias de nuestro mar la propulsión nuclear naval resulta una herramienta óptima. Su capacidad de permanecer en alta mar sin reaprovisionamiento de combustible permite cubrir grandes superficies de nuestro mar e intensificar el patrullaje de nuestra zona económica exclusiva y la zona marítima austral.
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Con tal herramienta de vigilancia para la fiscalización de la pesca de nuestros recursos ictícolas en mar argentino y cinco años de licencias de pescas estaríamos en condiciones de financiar una central nuclear con tecnología propia.
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Lo mismo resulta aplicable al fortalecimiento de la presencia activa en Nuestro Atlántico sur hoy parte de una estrategia hemisférica en materia de seguridad que ha involucrado la presencia de navíos como el buque de la Guardia Costera “Cutter Stone” y la visita, sin previo aviso, del submarino nuclear estadounidense a nuestro mar austral el año pasado (2021).
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El almirante Craig Faller, jefe Comando sur, en su visita a Buenos Aires (3/4/21), expuso el trabajo conjunto del Departamento de “Seguridad Interior” y de la Guardia Costera de EE. UU. en “su estrategia” para ayudar a los países de la región a identificar quién opera en sus aguas territoriales. Habló de compartir información para enfrentar los retos a nuestra soberanía.
Asimismo, señaló su interés en involucrar a los países de los que provienen esas flotas pesqueras, entre ellos China, que posee una flota patrocinada por el propio Estado y que está involucrada en este tipo de actividades ilegales, no declaradas y no reglamentadas.
Por otro lado, queda el resabio de una amenaza latente y el daño efectivo del submarino nuclear del Reino Unido en mayo 1982.
A su vez, en el año 2041, finaliza el tratado antártico y Chile ya firmó un acuerdo con el Reino Unido para trabajar en conjunto cuando el tratado pierda vigencia.
En otro orden de ideas, los tiempos se acortan y no faltará mucho tiempo en que se verá navegar al submarino nuclear brasilero “Alvaro Alberto” hoy en construcción.
El ciclo del material nuclear usado como su combustible en submarinos tendrá efectos en materia de seguridad regional y en materia de no proliferación nuclear que involucra a la Agencia Brasilero Argentina de Control y Contabilidad del material nuclear (ABACC) y al Tratado de No proliferación Nuclear (TNP) que delata su vacío normativo sobre el control de la propulsión nuclear para navíos y submarinos nucleares. Cuestión que se deberá analizar en la próxima Conferencia de Revisión del TNP en Nueva York el próximo agosto de 2022.
Por nuestra parte, si bien negociar con Brasil ofrecerá bemoles, no se debería dejar de tener en mira la posibilidad de concertar un polo estratégico regional en materia nuclear, que contemple la propulsión naval nuclear, como hemos sabido negociar y acordar acuerdos nucleares vigentes, el Mercosur y la Agencia Brasilero Argentina de Control y Contabilidad del Material Nuclear (ABACC).
Que desde otra perspectiva, servirá de resguardo ante eventuales emergentes de la agenda estratégica hemisférica por la confrontación sino-estadounidense en el Atlántico sur. Al respecto, se recuerda que Juan González, Director Principal del Consejo de Seguridad Hemisférica de la Administración Biden, de visita en abril 2021 por Buenos Aires, remarcó la preocupación del Presidente Biden, con la colonización china puntualmente en materia energética en el sector nuclear y tecnológico con Huawei.
Por otro lado, ante el desafío impuesto por el cambio climático a la seguridad y sustentabilidad alimentaria nacional y global, el desarrollo del sector nuclear tiene el valor de ser una de las dos únicas fuentes disponibles en la actualidad que no emiten gases de efecto invernadero en su operación.
En junio del 2010 Nilda Garré, por entonces ministra de defensa, anunció la intención de dotar de propulsión nuclear a la Armada Argentina, más precisamente de un submarino nuclear. En el período junio-diciembre 2010 convocó a un equipo de profesionales para trabajar en él, en el 2011 se trabajó en cómo hacerlo y se desarrolló una propulsión híbrida eléctrico nuclear utilizando un motor eléctrico de impulsión SIEMENS DC-PROP con una potencia de 6.8 MW y un reactor CAREM. Prototipo TR-1700N.
En suma, como herramienta política, su empleo debe ser definido por los fines políticos perseguidos. Visto de este ángulo, es evidente su utilidad como herramienta para la protección de nuestros recursos en el mar argentino, que comprende nuestra zona de exclusión en el Océano Atlántico Sur, coadyuve en favor de nuestra soberanía antártica e islas del Atlántico Sur y en la negociación de nuestras Malvinas.
Por último se debe destacar la importancia que reviste el sector nuclear para la articulación a lo largo del tiempo de las empresas privadas con los ámbitos del Estado para la producción, la defensa, el medio ambiente y las relaciones internacionales.»
Responde Daniel Arias:
Estoy de acuerdo con la necesidad que la Argentina tenga alguna vez un submarino nuclear. Pero para eso debe estar antes en condiciones de construir sus propios diésel eléctricos y en sus propios astilleros.
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Eso es algo a lo que la Marina actual se niega de plano, y el Ministerio de Defensa no tiene, pese al FONDEF, el Fondo para la Defensa, los recursos necesarios ni está en sus planes hacerlo.
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En buena parte, porque un submarino nuclear es un proyecto tan caro que agotaría casi todo el FONDEF durante los años que dure. Y otro, porque no es tan fácil darle órdenes a la Marina. Los que tienen que navegar los submarinos que construya el estado son ellos, poderoso argumento moral, pero que jamás esgrimieron los submarinistas ingleses, estadounidenses, franceses, italianos o alemanes, aunque algunos pagaron al precio máximo los errores de ingeniería de sus propios astilleros. Por lo demás, nuestros lobos de mar tienen mil modos burocráticos y regulatorios de ponerle palos en las ruedas a todo proyecto que no les gusta, y con ellos el «compre nacional» nunca fue una opción: no deja vueltos.
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Por otro lado, nuclear o eléctrico, el submarino es un arma estratégica que puede devolverle algo de poder a la Argentina, que lo necesita desesperadamente porque pierde mucha plata por no tenerlo. ¿Pero a quién se le ocurre usar un arma estratégica para controlar pesqueros?
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Tenemos una larga historia de bloqueos navales. La Confederación Argentina sufrió varios en el siglo XIX a cargo de los brasileños, los ingleses y luego el anglofrancés. No es imposible que se repitan: nuestra falta de puertos profundos a tiro de la Llanura Chacopampeana nos vuelve muy fáciles de bloquear. Tenemos algunos puertos sobre la costa patagónica, pero al que no le falta profundidad le sobran vientos y/o corrientes de marea, y absolutamente todos están desconectados de la principal producción exportable del país, y de las grandes ciudades manufactureras que importan bienes de capital.
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Con bloquear el Río de la Plata, Mar del Plata, Quequén, Puerto White y en menor medida San Antonio Este, el comercio exterior argentino queda knock-out.
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En caso de un conflicto con Chile, todo tipo de submarinos que podamos tener, sean costeros u oceánicos, serían necesarios para atajar la flota chilena. En caso de una enfrentamiento con Gran Bretaña por «las islas demasiado famosas», su utilidad sería aumentar mucho el costo en logístico de un bloqueo de nuestro comercio exterior argentino. Y es que cuatro o cinco submarinos oceánicos, aún con propulsión diésel-eléctrica, o con su autonomía en inmersión total reforzada una semana más por un motor AIP (Air Independent Power), pueden ser mucho más silenciosos que casi cualquier submarino nuclear, obviamente más baratos. Y por su largo alcance, son capaces de atacar un bloqueo desde la retaguardia.
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Creer que se necesitan submarinos, y máxime nucleares, para controlar pesqueros piratas es como querer combatir una nube de mosquitos con un hacha. Peor que eso: los pesqueros piratas suelen defenderse de la PNA arremetiendo con la proa contra los guardacostas, como para partirlos por el medio. A veces hay que disuadirlos a tiros por delante de la proa. Pero un submarino contemporáneo, un cilindro hidrodinámico casi perfectamente liso, no tiene armas de superficie como para capturar a nadie. Lo dicho, un submarino es un arma estratégica, no un patrullero policial que flota.
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En 2010 una hoy ex ministra entusiasta, Nilda Garré, y una ex presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, armaron toda una movida con la idea de un submarino nuclear «de confección». Se armaba con cosas que ya teníamos, echándole una centralita nuclear CAREM a un submarino TR-1700. Facilísimo.
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Pero por empezar: 12 años más tarde la Argentina todavía no se acerca siquiera a terminar un prototipo de su centralita CAREM terrestre. ¡Y estamos hablando de un prototipo, no de una unidad comercial! Segundo, que el proyecto CAREM data de 1984: su construcción la CNEA la inició en 2011, y debió haber terminado razonablemente en 2017 o 2018. Pero por más que el gobierno de Mauricio Macri frenó el proyecto de varias maneras, el gobierno de Alberto Fernández perdió sus primeros dos años en «restartearlo», e incluso hoy avanza con una lentitud exasperante.
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Tercero, que el país tiene un astillero (el actual CINAR) construido y equipado para producir submarinos alemanes costeros Type 209 y oceánicos TR-1700, cuya transferencia de tecnología tenemos comprada desde los años 70. Era obvio que el gobierno de Carlos Menem frenaría la construcción de submarinos por orden británica llegada vía EEUU. De hecho ese presidente trató de vender los submarinos en construcción como chatarra (le salió mal, los cascos de presión son difíciles de cortar, máxime si ya vendiste las herramientas de corte). Y trató también de rematar los terrenos de los astilleros entonces llamados TANDANOR y Domecq García, en Capital y con vista al río, para hacer barrios chetos, operando a través de firmas fantasmas. Tampoco le salió del todo bien, aunque no enteramente mal. Quedó pringado judicialmente, pero sólo décadas más tarde, y se dio el lujo de morirse en su cama y blindado de fueros de senador.
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Entre 2006 y 2015, aunque los gobiernos de Néstor Kirchner y luego Cristina Fernandez reabrieron ambos astilleros con el nombre de CINAR. Y aunque reconstruir de herramental, y sobre todo, de recursos humanos, una planta de alta tecnología devastada, el CINAR logró cosas notables, como la reparación a nuevo y mejora del rompehielos ARA Irízar, barco complejo si los hay.
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Sin embargo, el gobierno de CFK no logró terminar ningún TR-1700, incluso sin cambiarles nada y con su motorización diésel-eléctrica original. Son unos submarinos oceánicos excelentes. Lo han mostrado desde fines de los ’70, cuando se diseñaron, a hoy. Sólo han envejecido en las cosas que evolucionan muy rápido: sensores, computadoras y armamento, todo lo cual es actualizable.
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Pero no avanzaron un milímetro. Hay dos TR-1700 detenidos en un 71% y un 32% de grado de avance en la construcción desde 1993, el ARA Santa Fe y el San Juan, respectivamente, y así siguieron durante los dos gobiernos de Cristina, juntando polvo. La Marina, a quien Perón le impuso el astillero en su tercer gobierno, no sólo se niega a aceptar navegarlos cuando se terminen, sino incluso a aceptar la navegación del único TR-1700 sobreviviente de los dos importados llave en mano desde Alemania, el ARA San Juan, hundido en 2017, y su gemelo el Santa Cruz, todavía en condiciones de volver a operar en su último tercio de vida. Si se repara en el CINAR, la Marina objetará que por una mala reparación local fue que se hundió el San Juan.
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Pues no, se murió por falta de mantenimiento, no por reparación mala sino insuficiente, y por el apuro de sacarlo a navegar como fuera, supuestamente para controlar pesqueros ilegales. De todos modos los jerarcas submarinistas argentinos han sido claros: quieren un submarino francés nuevo, un Naval Group de la clase Scorpene.
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Como saben perfectamente que no hay plata para tanto, salvo que se deje sin plata al Ejército y la Aviación durante una década, su plan B es en realidad, el A. Quieren aceptar chatarra importada con algún resto de vida útil. Por ejemplo el Tupí, que es un Type 209 brasileño. No intentarán siquiera decir que un único submarino, viejo además, tiene una gran utilidad militar. Pero dirán que le permitiría conservar el estado de entrenamiento al COFSUB, el Comando de la Flota de Submarinos, cuya gente hoy hace rotaciones en naves también Type 209 de la Armada Peruana.
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De todos modos, lo que estoy es tratando de establecer si necesitamos un submarino nuclear hecho con un TR-1700 que por alguna causa no podemos construir desde 1993, y un CAREM cuyo prototipo no logramos terminar desde 1984.
Y ahí pinta otra cuestión: el submarino «de confección» que presenta Valle Fonrouge es un fracaso desde planos, y más bien un ejercicio retórico. Además de inexistentes sus partes, además de ser probablemente demasiado alto y voluminoso el CAREM (en su prototipo terrestre) para caber en el pequeño casco de presión de un TR-1700, tampoco serviría de nada una versión miniaturizada del mismo.
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Sucede que un CAREM es un reactor que necesita una verticalidad perfecta, por su refrigeración convectiva. Un submarino de ataque debe ser muy maniobrable sobre sus tres ejes, y en situación de combate, virando cerrado con el casco muy escorado, o sumergiéndose o emergiendo con la nariz muy fuera de la horizontal, el reactor sencillamente se quedaría sin verticalidad, sin convección, sin potencia y sin refrigeración.
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Si me hablan de un reactor tipo PWR convencional para un submarino nuclear criollo, nos sentamos a discutir. Es lo que han hecho todos los países con submarinos nucleares. Y si se habla de hacer ese motor lo más convectivo posible, como para minimizar el murmullo de las bombas de refrigeración, me parece una idea sensata, y parecida a lo que vienen tratando de hacer las potencias con submarinos de propulsión atómica. Y me siento a discutir con todo gusto, porque del otro lado de la mesa al menos hay alguien que ha tratado de leer acerca de submarinos y de reactores, aunque no se trate de un ingeniero naval o nuclear, que yo tampoco lo soy. Pero no es el caso de este artículo.
Para controlar la pesca pirata no necesitamos submarinos de ningún tipo. Tenemos que controlar primero la pesca legal, que es alegre y totalmente violatoria de los reglamentos y disposiciones.
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Debemos además darle BARCOS DE SUPERFICIE a la Prefectura Naval Argentina y a la Armada. Deben ser argentinos para pagarse en pesos, y además porque necesitamos muchos, y si los importamos jamás tendremos suficientes. Y además del además, porque necesitamos resucitar nuestros astilleros privados y estatales.
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Para que la PNA y la ARA cumplan con el trabajo de perseguir infractores, con o sin licencia de pesca, deben tener instrucciones severísimas. Por ahora, en los últimos 30 años, se detienen y traen hasta la costa un promedio de 2,5 naves por año. Visitantes ilegales, básicamente chinos, tenemos unos 600.
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Es posible que estén haciendo aún más daño que las empresas pesqueras españolas legales, con planta de fileteo en Argentina, pero es difícil comparar los estragos de una y otra porque no hay cifras reales de nada. Además, los armadores chinos se están comprando a las pesqueras españolas. El Mar Argentino es un extra, un opcional que viene con la compra. ¿Cómo quiere su pesquera, con o sin Mar Argentino? Está de ocasión.
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Fundamentalmente, hay que sanear esos establos de Augías que son los tribunales costeros de la cáfila judicial que falla sistemáticamente a favor de los armadores pesqueros, sean legales o piratas.
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Todo esto se hace con determinación política y no mucha plata. Si se hace, otorgaría a la Argentina un primer y debilísimo grado de recuperación de su vieja credibilidad y de su viejo poder naval de entrecasa. Cosas que se iban perdiendo ya antes de la Guerra de Malvinas, pero lo que siguió después fue y sigue siendo la noche.
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Tanto afuera como adentro, para muchos que la Argentina vuelva a tratar de volver a pararse en el ring-side de su mar territorial no será bienvenido. Por algo no se hace. Se han construido fortunas, afuera y adentro del país, saqueando el Mar Argentino. Ha sido un negoción durante casi medio siglo. Lo que hay que hacer con ese negoción es volverlo cada vez más caro para sus beneficiarios, hasta que lo vayan abandonando. No va a ser fácil.
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Pero los submarinos convencionales, diésel eléctricos e incluso nucleares, están para otra cosa, complementaria, aunque definitivamente distinta y mucho más difícil. Son armas estratégicas, en nuestro caso, antibloqueo. Y son carísimas.
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Ponerle motorización nuclear a un rompehielos y/o a un barco polar, que por sus helicópteros y sus ecosondas de alta potencia son excelentes armas antisubmarinas, ¿no sería una idea más práctica?